Un Hermoso Lugar

Un Hermoso Lugar

viernes, 13 de enero de 2012

Noches oscuras.15

Desperté envuelta por un calor y un olor que me resultaban poco usuales, abrí los ojos y me encontré mirando un montón de vendajes algo ensangrentados, me di cuenta de la situación, de alguna manera el hombre había vuelto a un estado de semiconsciencia y había girado para acabar rodeándome con sus brazos, se sentía tan cálido, hacía tanto tiempo que nadie me abrazaba... Me levanté de golpe casi asustando a mis tres lobos, estaba totalmente ruborizada, de eso estaba segura, ¿En qué demonios pensaba? Por mi cabeza solo pasaba la idea de que me había levantado totalmente desnuda entre los brazos de un hombre al que no conocía, pero esa era una de esas malditas ideas impuestas por la sociedad que yo misma había abandonado, la verdad era que llevaba viviendo desnuda alrededor de una semana, que había dormido junto a ese hombre para que su temperatura corporal no descendiera de nuevo y que al estar recuperándose había comenzado a moverse en sueños, esa era la verdadera historia y no entendía por que aquellos pensamientos de la sociedad regresaban en este momento a mi cabeza cuando los había desterrado totalmente, tal vez estaban demasiado arraigados en mi.
La loba negra vino y se apretó contra mi, la abracé con fuerza, ella parecía muy feliz, al sentir su cariño hacia mi, al ver que era parte de esa manada, que en verdad era importante al menos para algunos de los lobos, me relajé de inmediato, mi mente volvió otra vez a posicionarse en donde había decidido que debía pertenecer, a la manada, yo era una más, no necesitaba las ropas ni preocuparme por amanecer abrazada a otro miembro de mi manada, todos eramos uno y yo sentía que a él también lo habían aceptado, mi misión era salvar su vida y no importaba lo que tuviera que hacer, tan solo debía cumplir lo que se me había asignado. Preparé el fuego para que los demás pudieran traer sus presas y asarlas para ellos como ya empezaba a ser rutina. Todos se encargaron de traer su pedazo y yo los coloqué para que se asaran, mientras tanto baje de nuevo hasta el riachuelo a por agua limpia, llené la olla y regresé a la cueva, todo seguía tal y como lo había dejado unos minutos antes, me sentía algo nerviosa ante el miedo de que en cualquier momento el estado del hombre empeorase sin que yo pudiera estar delante para ayudarle.
Volví a sentarme sobre una esquina de la manta y recogí la toalla que utilizaba para enfriar la frente del hombre, la empape en el agua que acababa de traer y me arrodillé frente a él para comprobar su temperatura, aun tenía la frente algo caliente pero la fiebre había bajado. Empecé a mojar su cara con cuidado para enfriar su frente aun más, empezó a hacer muecas, cada vez que apoyaba la toalla húmeda en su cara él hacía una nueva mueca, parecía estar despertando. Levantó un brazo muy despacio, yo le observé, lo llevó hasta su cara y sujetó mi muñeca sin demasiada fuerza, comenzó a abrir los ojos y yo me quedé muy quieta, por fin iba a poder ver sus ojos, estaba emocionada aunque no dejé que aquello se reflejara en mi rostro, continué pareciendo preocupada por su estado, tan solo una rendija de aquellos ojos se dejó ver, el hombre apenas si tenía fuerza para abrirlos y lo fue haciendo muy despacio, volviendo a cerrarlos sin que yo pudiera ver su mirada, al final consiguió abrirlos un poco y mirarme, dorados, tenía unos preciosos ojos dorados, iguales a los de la mayoría de los lobos de la manada, pero los suyos tenían algo diferente, los suyos se plasmaban en el rostro de un humano dándole un toque misterioso y sobrenatural al mismo tiempo.
Estaba asustado y desorientado, muy confuso, pude verlo en su rostro. A decir verdad si me ponía en su situación era normal que se asustase, después de haber luchado para no ahogarse despertar en un lugar completamente diferente y con una mujer atendiéndole, en ese instante recordé que mi cara y todo mi cuerpo estaban pintados con sangre, no había tenido tiempo de ir a bañarme, en verdad debía de ser una visión espeluznante nada más despertar.
Trató de incorporarse pero se lo impedí apoyando mi otra mano en su pecho y obligandole a que se tumbase de nuevo, esta vez abrió más los ojos para mirarme profiriendo un leve gemido de dolor, no me había dado cuenta pero había apoyado la palma de mi mano sobre la herida en aspa de su pecho, debía de haberle dolido.
- Descansa y deja que te cuide, tus heridas son graves y estuviste a punto de morir.
- ¿Qué lugar es este? - su voz era áspera y se notaba reseca y cansada, pero me gusto escucharla, me hacía recordar el fuego, esa voz entrecortada por su estado, con la aspereza pero fluidez al mismo tiempo, el escucharla era como estar observando unas llamas danzar.
- Estamos en una cueva y estas a salvo - contesté pasándole la botella de agua, se quedó mirándola con curiosidad -, bebe - le dije ayudándole a incorporarse un poco y poniendo la botella en su mano, tuve que ayudarle todo el rato hasta que acabó de beber, apenas tenía fuerzas en los brazos para alzarla.
Por fin estaba despierto, a partir de ahora todo sería más sencillo, quería preguntarle tantas cosas, cómo había llegado hasta el lugar donde le encontré, cómo se llamaba, que es lo que le había ocurrido... pero estaba segura de que él también tendría muchas preguntas y yo debía contestarlas ante su situación, volví a coger la toalla para seguir enfriando su frente y su cara, no opuso resistencia alguna, tan solo me miraba, observaba cada uno de mis movimientos, como si tratase de analizarme,de encontrarle el significado a mi presencia y a mi comportamiento, me estaba poniendo un poco nerviosa ante su mirada, me miraba con demasiado detenimiento y aunque me lo hubiera propuesto no podía sacarme de la cabeza el que no llevaba ninguna ropa encima, que él podía verme tal y como vine al mundo, además ¿Qué estaría pensando, qué opinaría de los extraños dibujos en mi piel? Nunca me había importado lo que la gente pensase de mi en realidad, pero sí me importaba el qué fuera a pensar él, era como al principio cuando necesitaba ser aceptada por la manada, ahora necesitaba ser aceptada por él.
Solo me miraba, no hablaba, no preguntaba nada, tan solo observaba, no me resultaba muy cómoda aquella situación, quería que me preguntase algo, quería seguir escuchando su voz, quería que él preguntase cualquier cosa, hacerle sentirse mejor, conocer su historia y que le había pasado, todo, lo queria saber todo sobre él.
- ¿Cómo te llamas? - le pregunté de forma casual, necesitaba romper el silencio, saber algo de él.
- No lo se. - contestó mirándome directamente a los ojos, esos iris dorados me ponían nerviosa, sentía que debía apartar la mirada, pero no lo hice, se la mantuve como pude.
- ¿No sabes quién eres? ¿Qué recuerdas? - en verdad parecía perdido y desorientado, tal vez el golpe en su frente profundizaba más de lo que yo había imaginado.
- Esperaba que tu supieras algo, el primer recuerdo que tengo es el despertar y verte a ti, el resto de mi memoria está en negro - contestó comenzando a toser, demasiadas palabras para el poco tiempo que llevaba despierto, volví a ofrecerle la botella de agua y la aceptó, esta vez pudo beber por si mismo.
- No te esfuerces, aun no te has recuperado, ya iras recordando si así debe ser. - volvió a mirarme con mucha intensidad, miraba dentro de mi alma, al igual que el lobo gris había hecho la primera vez que nos habíamos visto, era la misma sensación.
- ¿Tu no me conoces? - preguntó extrañado. Negué con la cabeza. - Siento que te conozco, desde hace mucho tiempo... - volvió a toser con fuerza, puso una de sus manos sobre el pecho al toser, le dolía al hacer esfuerzo, lo notaba en sus gestos.
- Te encontré en el monte, medio muerto, medio ahogado, golpeado e inconsciente y te traje aquí apenas hace dos días. No se que te ha pasado ni de donde has salido, tan solo sabía que no podía dejarte morir allí.
Él se quedó mirando al techo de la cueva sin hablar, era mejor así, debía descansar y hablar no parecía estar haciéndole ningún bien. Aparté un poco las mantas, al principio ni tan siquiera miró lo que yo estaba haciendo, tan solo miraba abstraído al techo, la situación debía de ser traumática para él, después aparté un poco las improvisadas vendas, dándome a entender que no las había apretada bien y que no era una buena enfermera. No entendía mucho de estos temas, pero me parecía que las heridas se estaban curando a una velocidad vertiginosa, hacía apenas un día que había cosido la herida del pecho y ya parecía estar pegándose la piel de un lado con el del otro, tampoco sabía muy bien cuando debía quitarle los puntos,  pero aun no, eso estaba claro. No vi nada que me hiciera pensar en que aquello se hubiera infectado, sin darme cuenta volví a recorrer aquella herida con la yema de los dedos, muy suavemente, le sentí moviéndose y recordé que estaba despierto, le miré a la cara y me encontré con sus ojos clavados en mí. Me puse nerviosa, no parecía enfadado ni ofendido, tan solo curioso por ver que era lo que yo estaba haciendo.
- Disculpa. - le dije algo avergonzada de mi comportamiento.
- ¿Porqué? - me preguntó con la voz algo más clara que antes. Quise contestarle, pero tampoco sabía que decir, ¿Por tocarle sin preguntar? ¿Por observarle de aquella manera? ¿Por estar sintiéndome atraída por un total desconocido que ni tan siquiera él mismo sabía quien era? Ni tan siquiera podía contestarle algo como eso... atraída, ¿En verdad me estaba sintiendo atraída por él?, no era posible, no le conocía de nada, era verdad que físicamente me estaba atrayendo, pero era algo más, ese sentimiento de conocerle, de que era alguien cercano. Arrojé todos los pensamientos lejos de mi mente, él me miraba a la espera de una respuesta.
En ese momento se nos acercó de nuevo la loba negra, en realidad se acercó a él, lentamente, con la cabeza y la cola gachas en actitud curiosa, él la miró y estiró una mano hacia la loba, ella toco su mano con el hocico y se la lamió, el hombre intentó acariciar su cabeza pero la loba se apartó y se metió bajo mi brazo para que la rodease, acaricié su costado con cariño. Él alzó la cabeza y miró al resto de los lobos de la cueva.
- ¿Son tuyos? - me preguntó.
- Son mis hermanos, yo no los he adiestrado ni nada por el estilo, ellos me aceptaron en su manada como a una más. - el lobo blanco se acercó corriendo y saltó sobre mi espalda para lamerme la cara como si intentase corroborar mis palabras, caí hacia delante, sobre el pobre hombre, él me sujetó como pudo para que no cayese de golpe y el lobo lo lamió a él también, quería jugar, lo notaba, quería salir a correr y a cazar algo, pero yo no podía corresponderle en ese momento. El hombre se reía y acariciaba al lobo blanco que se tiraba por el suelo al lado suyo en actitud juguetona.
- No puedo amigo, creo que tu hermana no me dejará salir a correr todavía - le dijo entre risas. Me emocioné al escucharle reír, era una risa áspera y dolorosa, sus heridas parecían afectarle más de lo que imaginaba, pero reía y eso era bueno, vi al lobo gris observándonos desde una pequeña distancia, parecía indeciso, enfadado, triste, no sabía bien definir qué era lo que veía en su rostro. Me puse en pie y me acerqué a mi lobo, retrocedió un paso, eso me dolió, me dolió mucho y sentí lo mismo que él había sentido cuando al principio yo había huido de él, era verdaderamente doloroso. El lobo contempló el dolor en mi rostro y se acercó de nuevo con la cabeza gacha pidiendo disculpas por su comportamiento, me arrodillé en el suelo y le abracé con fuerza, él apoyó su cabeza sobre mi hombro y acaricié su pelaje, era tan suave, no sabía porqué se sentía tan dolido, porqué incluso se había apartado de mi, porqué llevaba todo el día alejado de mi. Se soltó de mi abrazo con delicadeza y poniéndose en pie caminó hasta el lugar donde el hombre estaba tendido, yo contemplé la escena. El lobo caminó con paso lento, la cabeza gacha y la cola horizontal al resto del cuerpo, con gesto amenazador pero no me preocupe, le conocía y sabía que no era capaz de atacarle. El hombre llevaba todo el rato mirándonos y ahora miraba al lobo fijamente, muy serio, el animal llegó hasta donde él se encontraba y el hombre alargó su mano hacia el animal un poco, dejando que fuese él el que diera el paso de acercarse, se quedaron mirando el uno al otro durante unos segundos que me parecieron eternos.
- Lo prometo lobo - dijo el hombre y después mi lobo acercó su hocico hasta su mano y se la lamió, después se tumbó a sus pies mirando hacia mi, ambos estaban mirándome.
Me puse en pie y caminé de nuevo hasta el lado del hombre para poder seguir atendiéndole. El lobo gris se puso en pie y frotándose contra mi costado salió de la cueva, me quedé mirando curiosa como se marchaba, después contemplé al hombre con la misma curiosidad en la mirada.
- ¿Qué es lo que le has prometido?
- Algo que tan solo él y yo debemos saber por el momento. - contestó con una pequeña sonrisa. Estiró una mano y tocó con un dedo uno de los dibujos de mi brazo, lo recorrió lentamente con el dedo, llegando casi hasta mi mano, no preguntó nada, tan solo contemplaba los dibujos de mi brazo y los del resto del cuerpo, me sentí un poco incomoda al verle observando todo mi cuerpo con aquel detenimiento.
El lobo gris regresó a la cueva con un trozo de carne de un tamaño considerable, lo dejó a mis pies y empujándolo con el hocico me lo ofreció, se ve que el lobo blanco no era el único que había pensado en mi la noche anterior, él también había reservado un pedazo para que yo pudiera alimentarme mientras tenía que encargarme de cuidar del hombre. Todos cuidaban de todos dentro de la manada.
Puse el agua a hervir para cocer la pieza de carne, no creía posible que el hombre pudiera comer de la dura carne asada, al menos no por ahora. Antes de que el agua terminase de hervir algunos de los lobos ya se acercaban a recoger sus pedazos que llevaban ya un tiempo en el fuego asándose, retiré los pedazos del fuego y se los fui entregando a sus respectivos dueños, solía recordar quién me había dado cada trozo, después eché mi trozo de carne al agua hirviendo para cocerla. El hombre observaba todo el proceso y algunos de los lobos se acercaron a conocerle, la gran loba entre ellos, incluso frotó su hocico contra él, reconocí aquel gesto como la marca que me dieron a mi al ingresar en la manda. Después de que ella lo marcase el resto de la manda se fue acercando poco a poco para hacer lo mismo, él los observaba a todos curioso y no oponía resistencia alguna ante los lobos, tampoco parecía tenerles miedo, no parecía poseer ninguna de aquellas normas sociales gritando en su cabeza, pero él había perdido la memoria, tal vez era por eso, tampoco recordaba aquellas normas sociales que le decían que debía temer a los lobos o que mi aspecto no era el más normal de todos.
Miré fuera de la cueva, hoy era el último día de luna llena, mañana comenzaría a menguar, en el primer día de luna llena le había encontrado y en el último había despertado, no podía dejar de pensar que la luna había tenido algo que ver en toda esta situación, más si pensaba en aquel resplandor que había visto justo antes de necesitar el salir corriendo en su busca. Al contemplar la luna volví a sentirme como aquellos días antes de empezar a vivir con los lobos en los que al contemplar un atardecer necesitaba un brazo rodeándome, sentí eso mismo, sentí que necesitaba el cariño de alguien, sentí una mano apoyada en mi espalda, me volví hacia él para mirarle a la cara, se había incorporado un poco y me miraba con preocupación.
- ¿Te encuentras bien?
- Si, ¿Porqué lo preguntas? - respondí esbozando una sonrisa.
- Estas llorando. - respondió sin poder eliminar la preocupación de su rostro.
Pasé las manos por mi cara, tenía razón, estaba llorando, ni tan siquiera me había dado cuenta, no había sentido aquellas lágrimas resbalando por mi rostro, necesitaba una muestra de cariño de una manera tan exagerada que mis lágrimas habían empezado a manar, y allí la tenía, esa mano apoyada en mi espalda, esas palabras de preocupación, era toda la muestra de cariño que necesitaba, sonreí de nuevo.
- No te preocupes, está todo bien, ahora está todo bien.
Creo que él no me creyó del todo porque siguió preocupado, estiró su mano para apoyarla en mi rostro. En ese momento vi una mueca de dolor en su rostro y volvió a tumbarse con la respiración agitada, el dolor se plasmaba en su rostro de una forma grotesca.
- ¿Qué tengo en la espalda?
- La mayor herida que haya visto nunca - le contesté intentando quitarle peso - te dije que no te esforzases, aun te queda mucho para poder moverte con tranquilidad. Cuando te encontré tenías varias ramas clavadas en el centro de la espalda, tuve que sacártelas, las heridas eran verdaderamente profundas.
Él asintió con la cabeza e intentó relajar su respiración para paliar el dolor, me entristecía el verle sufrir, pero no podía hacer nada por él.
Retiré el agua del fuego, parecía que la carne ya estaba echa, al menos lo suficiente como para poder comérsela. Esperé a que se enfriara un poco para poder al menos pescarla con el cuchillo y poder sostenerla después en mis manos sin llegar a quemarme demasiado, las fibras se rompían con facilidad entre mis dedos, él me miraba atentamente. Observaba todos mis movimientos durante todo el tiempo, me ponía nerviosa, pero suponía que tampoco tenía nada mejor que hacer.
- ¿Crees que podrás comer? - le pregunté ofreciéndole la carne.
- Puedo intentarlo al menos. - me respondió sonriendo. Lo intentó y lo consiguió, comía a pequeños bocados y la verdad tardó una eternidad en acabarse el pequeño pedazo de carne. A los pocos minutos de comer se quedó dormido de nuevo. Le arropé bien entre las mantas y me quedé mirándole durante unos minutos, aunque su cara siguiera magullada y golpeada yo veía la belleza bajo los moretones, acaricié su mejilla suavemente con una mano, sin despertarle, llevaba un remolino en mi interior, descubrí que aquella presión, aquella necesidad, aquella falta que sentía en mi pecho había desaparecido por completo, en este momento era cuando mi manada estaba completa, todo estaba en su lugar y para sentir que todo era perfecto solo necesitaba que él se recuperase y para eso tenía que cuidárle como mejor pudiera.
Mientras dormía me dediqué a intentar expandir un poco más la zona del asador, ya casi tenía el tamaño que había planeado que tenía que tener. También fui hasta el riachuelo a por agua limpia, cuando regresé él había despertado ya y se había sentado, caminé hasta él lenta pero decididamente, al llegar a su altura volví a arrodillarme en una esquina de la manta.
- ¿Cómo te encuentras? - le pregunté poniendo el dorso de mi mano sobre su frente, la fiebre había bajado y su temperatura era normal en estos momentos, parecía estarse recuperando verdaderamente rápido.
- Mejor, creo. Me preguntaba si podrías ayudarme a ponerme en pie. - me miró a los ojos, era una suplica, en ese momento me sentí como su carcelera o algo por el estilo al ver como él pedía mi consentimiento para ponerse en pie - necesito salir fuera, aunque sea solo un momento - su voz también parecía más clara y fuerte, ya no se notaba tan áspera y cansada, la siesta le había venido bien.
Le ayudé a ponerse en pie, al principio le costó mantener el equilibrio, pero poco a poco fuimos avanzando hasta el exterior de la cueva, su pierna izquierda soportaba peor el peso que la derecha y quedaba bastante claro al verle andar. Caminamos hasta los primeros árboles y le dejé solo unos segundos para que hiciera sus necesidades, después volvimos a la cueva, estaba cansado por ese pequeño paseo y no veía motivos para hacerle esforzarse más de la cuenta, iría recuperándose poco a poco al igual que sus heridas. Al subir la cuesta que llevaba a la entrada de la cueva tropezó, su pierna falló y tuve que sujetarle con fuerza, a punto estuvimos de caer los dos al suelo, pero resistí con su peso y le ayudé a ponerse en pie de nuevo, lo que quedó hasta la entrada lo recorrió con el brazo rodeando mis hombros para apoyarse y una mueca de dolor en el rostro.
Cuando volvió a tumbarse tiritaba de frío, le tapé con la manta, pero no paraba de temblar y parecía que su fiebre había ascendido de nuevo.
- Vaya, creí que me habías dicho que ya estabas mejor - comente en voz alta para mi fuero interno, pero el me escuchó, por lo visto no había subido lo suficiente la fiebre como para que no me escuchase.
- Y estaba mejor, solo que ahora estoy cansado, creo que necesito volver a dormir. - no tardó mucho en quedarse totalmente dormido. Poco a poco los lobos que habían salido de la cueva fueron regresando para echarse a dormir, no me había dado ni cuenta de que el tiempo había pasado tan deprisa, no creía que la hora de echarnos a dormir hubiera llegado ya. La loba negra al ver al hombre tiritar en sueños se coló bajo las mantas y se pegó a él para darle su calor, la imité y me recosté sobre él abrazándole para poder ofrecerle todo el calor que pudiera de mi cuerpo, no quería que su estado empeorase de nuevo, pocos segundos después dormíamos los cinco echos una piña para poder darle calor al nuevo miembro de la manada.

4 comentarios:

  1. uu al final tinene los ojos ambar molaaaaaaaaaaaaa el 15 esta genial genialoso por fin despierta bieeeeeeen, vale tenias razon tenia q leerlo pero ahora quiero maaaaaaaaas

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  2. tranquila estoy en ello, para mañana tendrás más, prometidoo!! jeje y tu que no querias leerlo hoy... XD

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  3. aber el chico tiene cicatrices a quien no le gustan unas buenas cicatrices de esas q se pueden recorrer con los dedos y q conducen a sitio y sensaciones insospechadas, luego asi esta la pobre mujer con un patat en la cabeza. como pa no porq claro desde fuera se ve como la niña va recorriendo las cicatrices del nene y este la mira y la remira y ni se sobresalta q es lo q mas e estrña y ella anda por ahi negando sus sentimientos q quiere acerle un fabor a l hombrecillo y todos lo sabemose no es de piedra, lo mas curioso e lo q pensara y en eso me gusta como desaparecen las imposiciones sociales con una amnesia bien traida, gran parte de los miedos son aprendidos de los demas, si eso desaparece; solo ay q fiarse de los instintos no y eso es lo q es el, ombre solo instinto, esto llegara lej aunq intente mostrar el modo practico y frio, luego esta los ojos ambar q me hiciste casito e incluso los cuadraste en la historia y em encantan los ojos ambar tan salvajes tan raro tan brillantes y profundos ummm unos buenos ojos ambarinos q den miedo y a la vez sean tierno q intimidan y a la vez es imposible no querer acercarse a ellos, ella puede intentar convencerse de lo q quiera peor al parecer lo q la luna a unido no puede acabar solo en un saludo, hasta la maanda entera lo sabe.

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    1. Siento que el nivel de acrobacia de tus hormonas aumenta por instantes! mujajahaha!! creo que las podre entrenar con estas historias mias y no dejarlas tranquilas XD
      Pues eso es lo que quería plasmar en estas historias, el mal que nos ha hecho la imposición moral de la sociedad y como se puede ver el mundo desde el punto de vista de los instintos, si no hubiera tantas restricciones sociales todos seriamos mas felices siguiendo nuestro instinto, bueno, hasta cierta medida siempre que luego cae el tema de violaciones y asesinatos y eso ya no mola tanto. lo dicho, que de vez en cuando hay que dejarse llevar un poco. y que espero que los siguientes capitulos te sigan gustando tanto o mas!

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