Un Hermoso Lugar

Un Hermoso Lugar

martes, 24 de enero de 2012

Máscaras

Todos llevamos una máscara, esa que nos ayuda a proteger nuestro corazón de todo aquello que pueda dañarnos, una máscara que oculta quien en realidad somos a todas aquellas personas que no son merecedoras de conocernos. Tan solo aquellos que en verdad nos aman podrán ver la verdadera faz, podrán ver si lloramos sangre bajo esa máscara de felicidad.

Unicornios VS Pegasos

Tantas personas que adoran los Unicornios... he de admitirlo, son seres adorables. Pero donde quedan esos otros seres adorables llamados Pegasos, yo siempre he adorado los Pegasos, seres mágicos y alados, si, el tema de la concesión de magia por parte de los Unicornios es algo siempre soñado, pero ¿Y el deseo de volar? Siempre he deseado volar, alzarme sobre el hombre y contemplar los miles de paisajes que existen, ver las nubes pasando por debajo de mi a gran velocidad, por eso, grandes amantes de los Unicornios, os hago una pregunta ¿En que lugar dejáis a los Pegasos, Dragones y demás seres mitológicos alados? Adoro los Unicornios, pero solo por el echo de poder volar, siempre, mi máxima adoración a recaído sobre los Pegasos y los Dragones. Dragones, poderosos y mortíferos, inteligentes y antiguos como la propia tierra, codiciosos y caprichosos, como desearía poder ver uno, aunque ello significase mi muerte.
Pegasos, hermosos y violentos, agresivos por naturaleza, fuertes y poderosos capaces de alzar el vuelo con esas poderosas alas, siempre serán la grán adoración.

lunes, 23 de enero de 2012

Noches oscuras.17

Desperté en la misma posición exacta en la que me había dormido, al parecer no había dado muchas vueltas aquel día, tal vez inconscientemente había sabido que si me movía demasiado podría haber hecho daño al hombre junto al que dormía. Me alcé sobre un antebrazo y con la mano que tenía libre acaricié su rostro con suavidad, abrió los ojos e instintivamente sujeto mi mano con una de las suyas, me recosté sobre él para depositar un beso en sus labios, seguía pensando que era imposible que él sintiera lo mismo que yo, pero iba a seguir mis instintos, iba a confiar en sus palabras de la noche anterior y no iba a volver a dudar.
Volví a separarme de él para empezar a encender el fuego, no tardó en sentarse a mi lado para contemplar cómo entrechocaba las piedras, volvía a mirarme como al principio, eso me gustaba, solo esperaba que no volviera a apartarse de repente sin motivo aparente, aunque según lo que me había dicho había un motivo, solo que no podía contármelo, quería saber cual era ese motivo por si volvía a darse estar preparada para verle alejarse de mi. Se inclinó hacia mi y besó mi hombro mientras yo seguía trabajando.
- ¿Qué tal estas hoy? - pregunté sin mirarle, estaba demasiado concentrada en crear unas pocas chispas que pudieran encender el fuego.
- Mejor que nunca - ahora si que le miré y apoyé una mano sobre su pecho solo para verle retroceder y escucharle proferir una queja de dolor.
- No creo que esta reacción sea de estar mejor que nunca - contesté burlona volviendo a concentrarme en mi tarea.
- De acuerdo, mejor de lo que yo recuerde haber estado en toda mi vida - me reí, no pude hacer otra cosa, me resultaba muy graciosa la manera en la que bromeaba con su estado de amnesia.
- Eso si me lo creo - le respondí cuando al fin pude volver a hablar. Saltaron unas chispas de mis manos, así que froté un poco más y conseguí encender la hojarasca que utilizaba para prender después la leña, me ayudó a colocar las ramas pequeñas iniciales, por lo visto si que había observado bien el día anterior cómo prendía la lumbre.
Poco a poco conseguimos que las llamas crecieran y colocamos todo el asador a la espera de que los lobos comenzasen a traer sus pedazos de carne, ahora que tenía ayuda todo era más fácil y tardaba mucho menos en prepararlo todo. Como cada día los lobos trajeron su comida y la fuimos colocando de manera que pudiese hacerse toda al mismo tiempo, tarde mucho menos de lo habitual gracias a él, se le veía animado, le gustaba poder ayudar y no tener que dejarse cuidar simplemente.
Cuando terminamos de colocar todo se acercó más a mi, acarició uno de mis brazos con el dorso de su mano, observando la piel por la que pasaba los dedos, parecía muy concentrado. Ascendió por mi brazo, cruzó mi hombro y sujetó mi mandíbula con una mano, siguió observando todo el rato el recorrido de sus dedos, acarició mi labio inferior con el pulgar, muy suavemente, se acercó más, parecía decidido a besarme, pero se quedó a escasos milímetros de mis labios, noté cómo temblaba, volvía a estar indeciso, volvía a tener miedo de algo, ¿Pero por qué? Creí que había quedado todo claro la noche anterior, yo le había besado el despertar, ¿Qué era lo que le frenaba ahora? Recorrí la efímera distancia que nos separaba, pareció sorprendido pero me devolvió el beso con fuerza, lo deseaba tanto, me encantaban sus besos, no quería perderlos, pero más aun, no quería que el dudase, no quería que tuviera miedo de hacer lo que desease. Sentí su otra mano posándose en mi rodilla, temblaba, la deslizó un poco por mi pierna, muy despacio, parecía temeroso a que yo le obligara a quitarla, pero no iba a hacerlo. Toda mi piel empezó a despertar, en verdad me sentía más atraída por este hombre de lo que jamás hubiera estado por nadie, era algo que no llegaba a entender, aunque también era cierto que hacía muchísimo tiempo que no estaba con nadie. Su mano seguía ascendiendo por mi muslo, muy despacio, se detuvo a mitad de recorrido y clavó sus dedos con fuerza en mi pierna mientras me besaba con más intensidad, no pude ahogar un pequeño grito de sorpresa ante el cambio repentino.
Escuché un gruñido a mis espaldas y de pronto Siivet ya no estaba besándome, ya sus manos no estaban sobre mi. Abrí los ojos de inmediato solo para ver cómo el lobo gris había caído sobre él, el hombre se arrastraba hacia atrás con el miedo pintado en su rostro, el lobo seguía gruñendo de manera amenazante. Intenté correr hacia ellos para interferir, pero la loba negra me sujetó, intenté zafarme con todas mis fuerzas pero ella me retuvo colocando sus patas delanteras sobre mis hombros, me miró y me dijo que aquella pelea era algo que debían resolver ellos, que yo no podía meterme. Observé inquieta cómo el lobo no apartaba su mirada del hombre, vi como este último lanzaba una rápida mirada hacia mi, tan solo para ver la preocupación en mi rostro, volvió a mirar al lobo, esta vez directamente a los ojos, su semblante había cambiado por completo, pareció como si el miedo desapareciese repentinamente de su interior, el lobo lanzó una dentellada a su cuello pero sin llegar a agarrarle, él no se movió ni un milímetro del sitio, sujetó al lobo por el pelaje del cuello y mirándole muy fijamente le gritó:
- ¡No pienso romper mi promesa! - el lobo pareció calmarse, dejó de gruñir - no estoy jugando, te hice una promesa y no pienso romperla, nunca.
Estaba totalmente convencido de sus palabras, no mentía, no había mentira alguna en su semblante y su seguridad hizo que el lobo retrocediera un paso, ahora parecía estar arrepentido de su ataque, parecía intentar disculparse. El hombre acarició su cabeza y su cuello, sin dejar aun de mirarle a los ojos. El lobo agachó la cabeza y salió trotando de la cueva, entonces por fin me pude moverme del sitio para correr hacia Siivet, estaba verdaderamente preocupada, no entendía el comportamiento del lobo gris, jamás pensé que pudiera atacar de esa manera a nadie, era tranquilo y calculador, no me cuadraba aquella actitud con él.
- ¿Estas bien? - le pregunté preocupada sujetando su rostro entre mis manos y apartando su pelo para poder acariciar su mejilla.
- Si, ni siquiera me a rozado - mentía, vi las vendas a la altura de sus hombros desgarradas y cómo pequeños hilos de sangre manaban de esas telas rasgadas, las había echo el lobo al saltar sobre él. - Ve con él, creo que debe de sentirse verdaderamente mal en este momento. Te prometo que yo estoy bien.
Esta última frase la añadió al ver mi rostro de preocupación. La loba negra se acercó a él, sabía que ella se quedaría a su lado, así que salí de la cueva en busca del lobo gris, estaba molesta con él por su comportamiento, pero después de las palabras de Siivet no podía enfadarme ni echarle nada en cara, en verdad debía de estar arrepentido por lo que había hecho, yo no debía culparle de nada.
Al salir de la cueva no vi al lobo gris por ningún lado, caminé un par de pasos hacia donde mi instinto me marcaba, unos metros más halla, junto a unas rocas que sobresalían de la pared que formaba el risco lateral de la cueva, lo vi sentado mirando al suelo. Me senté en uno de los salientes a su lado, él ni tan siquiera alzó la mirada. Siivet tenía razón, el lobo se sentía verdaderamente mal, estaba avergonzado y no se atrevía ni a mirarme. Posé uno de mis manos sobre su cabeza y le acaricié con suavidad, hundiendo mis dedos entre su pelaje, jugueteé con una de sus orejas y el inclinó un poco la cabeza hacia mi lado, sonreí. Seguí acariciando su cabeza, intentando hacerle cosquillas en la oreja, él la movía con fuerza y comenzó a hacer sonidos guturales con la garganta, como si le estuviera molestando, pero se acercaba poco a poco para que siguiera jugando con él, cuando estuvo lo suficientemente cerca le agarré el hocicó. Él revolvió la cabeza con fuerza para soltarse y se agachó en pose de juego, había jugado muchas veces así con el lobo blanco, pero nunca con mi lobo gris. Salté sobre su cuello abrazándome a él, se revolvió con fuerza pero no me solté, al menos no al principio, al final tuve que soltarme cayendo de culo, no me hice demasiado daño, saltó sobre mí colocando sus patas delanteras sobre mis hombros, como hubiera estado estado hacía pocos minutos sobre Siivet, solo que con él no había sido un juego, a él quería hacerle daño. Me sujetó uno de los hombros con sus dientes, sin llegar a clavarlos para no hacerme daño, yo no podía parar de reír, hasta que volví a pensar en que de verdad había intentado hacer daño a ese hombre que me estaba haciendo sentir tantas cosas. El lobo notó el cambió de humor repentino y lamió mi cara con cariño. Acaricié su cuello e intenté sonreír.
- ¿Qué pasó antes lobito tonto?
Él intentó apartarse y su mirada se volvió triste, mucho, pero no le solté, me abracé con fuerza a su cuello y acabó tumbándose sobre mi, acaricié su lomo y tan solo disfruté de su compañía por un rato.
- No estoy enfadada contigo, no puedo enfadarme contigo, solo quiero saber que es lo que pasó y si yo puedo hacer algo para arreglar las cosas.
Me miró a los ojos y simplemente me dijo que no quería que me hicieran daño, que él solo quería protegerme. No acababa de entender lo que quería decirme, pero creí adivinarlo, él simplemente no quería verme sufrir, tenía miedo a que aquel hombre me hiciera cualquier tipo de daño.
- No va a hacerme daño, soy fuerte, no dejare que nada me dañe.
Volvió a lamer mi mejilla y recostó su cabeza de nuevo sobre mi pecho y suspiró. No se si le convencí o no pero estaba bien, le sentía más tranquilo y relajado que hacía unos minutos. Debimos estar mucho rato fuera porque los demás se preocuparon y tanto mis dos lobos como el hombre salieron a buscarnos, nos encontraron tumbados en el suelo. El lobo blanco corrió hasta nosotros y me lamió la cara siguiendo con la cabeza del lobo gris, nos animaba a levantarnos.
- ¿Está todo bien? - preguntó el hombre al vernos a los dos en el suelo. Yo asentí con la cabeza.
El lobo gris se puso en pie y caminó despacio hacia él, con la cola y la cabeza gachas en señal de arrepentimiento. Se alzó sobre las patas traseras y las apoyó sobre su pecho con cuidado de no apretar la herida en forma de aspa, le miró unos segundos a la cara mientras el hombre apoyaba su mano sobre la cabeza del animal, eran casi de la misma altura. Tras observarse unos segundos el lobo lamió los cortes que había hecho con sus garras sobre sus hombros con mucha delicadeza, después regresó al suelo y se sentó a su lado.
Yo seguía echada triparriba en el suelo contemplando la escena, lo veía todo boca abajo, era curioso ver ese encuentro.
- ¿Te ayudo a levantar?
- No - me miró de soslayo, acercándose un poco.
- ¿Te vas a levantar?
- No.
Se sentó a mi lado.
- Si tu no te vas a levantar tendré que echarme yo - comentó tumbándose a mi lado. Nos quedamos un buen rato así, contemplando las estrellas y la luna, ya iba desapareciendo poco a poco. Busqué su mano a tientas y la sostuve con fuerza, ese simple contacto me bastaba para sentirme unida a él, no quería soltar jamás esa mano y sentía en mi interior que jamás me haría daño, estaba segura.
- Se va a quemar la carne - comenté sin levantarme todavía.
- Me encargué de repartirla antes de salir a buscaros. - giré mi cabeza hacia él. Él había hecho lo mismo.
- Gracias - comenté - ¿Tu has comido? - negó con la cabeza.
- No tenía hambre - no le creí, sabía que debía de tener hambre pero que había querido esperarme.
- Pues yo estoy hambrienta, ¿Vamos a cazar la cena? - me miró extrañado, después miró sus propias heridas, las pequeñas eran ya simples costras. Quitó los vendajes de los brazos y levantó las perneras del pantalón para quitar también los de las piernas, tan solo quedaba una herida abierta en una de sus piernas, lo más lógico parecía ser que aquella punzada le hubiera cortado la arteria femoral, pero en tal caso se habría desangrado y habría muerto, pero seguía con vida, lo que indicaba que tenían que haber fallado en aquel intento, aun así la herida era profunda en aquel lugar, le mandé volver a tapar aquella herida. Y ni hay que hablar de las de su pecho y su espalda, apenas le dejé apartar un poco las vendas para comprobar que aquello no se hubiera infectado, parecía curar a gran velocidad, estuve apretando con suavidad la herida en forma de aspa, parecía que la piel ya se estaba pegando un lado con el otro, tal vez podríamos quitar pronto los puntos. Me observaba atentamente mientras yo jugueteaba a comprobar la solidez de las uniones de sus cicatrices, no hizo ningún intento de acercase a mi en un sentido más íntimo y ahora estaba entendiendo porqué el día anterior apenas si me había mirado, tenía miedo de romper la promesa hecha al lobo, temía el ataque sufrido hoy.
Cuando acabamos de mirar sus heridas me puse en pie y le tendí una mano para ayudarle a levantar.
- ¿Crees que esté en buenas condiciones para cazar?
- No, pero puedes acompañarnos al menos y aprender la técnica para cuando estés mejor, yo pasé un día y  medio solo observando.
Los lobos supieron dónde quería ir y ellos se encargaron de guiar nuestros pasos, fuimos hasta la zona de conejos, siempre me sorprendía la cantidad de madrigueras que podía llegar a haber en aquella zona. Dejamos primero que los lobos demostrasen cómo se cazaba un conejo, yo me senté junto a Siivet e iba puntualizando alguno de los matices acerca de las tácticas de caza que utilizaban. Después me tocó a mi el turno de cazar, al igual que la otra vez en la que había cazado intenté sentir únicamente el ambiente, las vibraciones de la tierra pero me costó mucho más ya que no podía dejar de pensar en que él me estaba observando y no quería decepcionarle, porque ya no cazaba solo para mi, si no que también cazaba para él, no quería que los lobos tuvieran que seguir cediéndonos sus presas personales.
Tardé más que la otra vez, cometí un par de fallos en los que los conejos escaparon pero no desistí hasta conseguir mi presa, cogí uno bastante grande para poder comer ambos, estaba orgullosa de mi presa, aunque me hubiera costado muchísimo tiempo el atraparla lo había conseguido.
Volví con mi pequeño grupo, los lobos me elogiaban por la captura, el hombre simplemente me miraba con la boca entreabierta, parecía estupefacto.
- Te deseo... - esas palabras salieron de su boca, me sonrojé y sorprendí a más no poder, ¿En verdad me había dicho eso? Vale, el día anterior lo había demostrado, pero de ahí a decirlo de esta manera con palabras, no era lo mismo y esto me ponía más nerviosa.
- ¿Qué dijiste? - pregunté aun sorprendida.
- No, no quería decir eso, es solo que... no lo pensé, te estuve observando todo este tiempo, eras uno con tu entorno, tus movimientos, tu postura, todo era perfecto, eres perfecta y... y no pensé al hablar, yo, yo lo siento, no quería decir algo así...
- No importa, no me molesta, si es lo que en verdad sientes en tu interior no debes callarlo. No calles nunca tus sentimientos, no al menos conmigo. - me acerqué unos pasos más a él.
Seguía sentado en la pequeña ladera en la que estábamos antes ambos, estiró sus brazos hacia mí y abrazó mi cintura dejando la cabeza apoyada contra mi vientre, se apretó con fuerza y me dio un suave beso cerca del ombligo. Se quedó abrazado a mi un buen rato, yo mientras tanto jugueteaba con mis dedos en su pelo, acariciaba su rostro con cariño, después se puso en pie y sujetó mi rostro entre sus manos, mirándome a los ojos con esa intensidad que tan solo había visto en aquella mirada dorada, sus ojos seguían pareciéndome algo antinatural, algo de otro mundo imposible de concebir en el nuestro. Besó mi frente con cariño y comenzamos el regreso a la cueva, la noche había avanzado, la caza nos había llevado largo tiempo pero ahora teníamos algo para llevarnos a la tripa, mi estomago rugía constantemente y creí escuchar el de él también gruñendo un par de veces, no habíamos probado bocado en toda la noche y lo necesitábamos.
Ya en la cueva limpiamos el conejo entre los dos, parecía que esto se le daba bastante bien, era hábil con las manos, se le daba bastante bien lo de desollar. En poco tiempo tuvimos el conejo listo para asar, otra vez la espera a que la carne estuviera lista, yo quería que se repitiera lo que al despertar, quería sentir sus besos mientras esperábamos, pero no quería que el lobo volviese a atacarle, no creí que fuera a hacerlo de nuevo pero aun así quedaba ese miedo. Me acerqué a él y simplemente recosté la cabeza sobre su hombro, él me rodeó con uno de sus brazos y simplemente contemplamos el danzar de las llamas. Llenamos nuestros estómagos y nos echamos a dormir como ya estaban haciendo el resto para cuando acabamos de comer. Nos escabullimos bajo las mantas con los tres lobos, siempre estaban con nosotros y yo deseaba su compañía, pero en estos momentos había algo que deseaba más intensamente y aun teniéndolo al alcance de mis manos no podía tomarlo. Simplemente me abracé a él estando lo más cerca que podía de su ser, me rodeó con sus brazos y me susurró al oído antes de dormir:
- Siempre te cuidaré... te deseo...
Esas palabras me ayudaron a dormir de una forma bastante incomprensible.

sábado, 21 de enero de 2012

The power of Love

Cuando un amor es tan grande que se desborda de tu pecho, duele, y la distancia tan solo tristeza puede crear en tu corazón. Pero la fuerza que ese amor te da no te la puede dar ninguna otra cosa en el mundo.

lunes, 16 de enero de 2012

Cosas

Como puede ser que en un día que llevas bien, con ánimos y con alegría (teniendo en cuenta que es día de estudio), tan solo con cruzar 5 minutos de palabras con una persona puedes perder todos los ánimos, la felicidad, la paciencia, los nervios e incluso las ganas de vivir...
Quiero pegarle un tiro a alguien... y mira que no me gustan las pistolas ni en videojuegos...

domingo, 15 de enero de 2012

Noches oscuras.16

Desperté envuelta por el aroma de su cuerpo, esta vez era yo la que se había abrazado a él, había dormido con la cabeza apoyada en su hombro y rodeando su vientre con mi brazo, él tenía el brazo pasado sobre mis hombros, rodeándome también. No iba a permitir que las ideas de la sociedad volviesen a entrar de nuevo en mi cabeza, tan solo dormía con él para ofrecerle mi calor al igual que los otros tres lobos hacían, me incorporé y le miré a la cara, dormía plácidamente, apoyé el dorso de mi mano sobre su frente, ya no tenía fiebre y su temperatura parecía normal. Se despertó al sentir mi mano en su frente, abrió los ojos lentamente, sonreí al verle despertar y él me devolvió la sonrisa.
- ¿Qué tal te encuentras hoy? - pregunté.
- Mucho mejor - su voz era más clara que el día anterior, aunque se notaba que seguía medio dormido.
- Espero que esta vez sea cierto - contesté con una pequeña risa. Me levanté y me puse a la tarea de encender el fuego, como hacía cada día, estaba arrodillada frente a la pila de ramas entrechocando las piedras a la espera de las chispas, cuando volví a mirar hacia el hombre el se había incorporado y se había sentado a mi lado mirando como encendía el fuego, miraba mis manos trabajar y yo le miraba a él de reojo, estaba muy concentrado en lo que yo hacía, como si intentase aprender.
Cuando por fin tuve el fuego encendido y mientras echaba pequeñas ramas para que cogiesen fuerza las llamas él comenzó a mirar mi cara, no sabía cómo actuar, me costaba un gran esfuerzo mirarle directamente a los ojos, me ponía muy nerviosa esa mirada penetrante, así que simplemente seguí mirando a las llamas mientras crecían poco a poco.
- ¿Cómo he de llamarte? - preguntó de repente. Me alteré un poco, pero la verdad era que ni tan siquiera le había dado mi nombre.
- Llámame como tu prefieras, aquí jamás he utilizado el nombre que la sociedad me dio, así que puedes llamarme cómo desees.
- Elämä - contestó de inmediato, como si ya tuviera intención de llamarme así desde el principio.
- ¿Qué significa Elämä? - pregunté curiosa. quería saber por qué ese nombre y no cualquier otro, además también sentía curiosidad por saber que era el nombre que me había dado.
- No lo se, me ha venido a la cabeza, como si ese hubiera sido siempre tu nombre. Si no te gusta puedo llamarte por tu verdadero nombre. - contestó algo preocupado por miedo a haberme ofendido.
- No, Elämä me gusta. Puedes llamarme así. - él sonrió y asintió con la cabeza. - ¿Y cómo debería llamarte yo a ti?
- Siivet. - contestó sin pensárselo.
-  Vaya, parece que hoy estás inspirado para los nombres - me miró como si no entendiese bien lo que le estaba diciendo - ¿Has recordado tu nombre?
- No, se que ese no era mi nombre, estoy convencido de que no me llamaba así, pero siento que tu debes llamarme así. - me miraba con mucha intensidad, como si buscase la respuesta en mis ojos antes de que yo la pronunciara con palabras. Estaba empezando a gustarme aquella manera tan profunda que tenía de mirarme y de observar todo lo que hacía, aunque me pondría nerviosa.
- Si es algo que sientes dentro debes seguirlo, debes seguir todos aquellos instintos que te marque tu interior, si no fuera por eso yo no estaría aquí ahora, ni tampoco te habría podido encontrar, si no hubiera sido por un instinto que me obligó a echar a correr tu habrías muerto en aquella montaña, así que si tu instinto te dice que esos deben de ser nuestros nombres esos serán a partir de ahora.
Él me miraba con mucha intensidad, como si en ese instante nada más importase en el mundo mas que mis palabras. Quedé prendida de su mirada, no podía apartar mis ojos de los suyos, mi corazón empezó a latir con mucha más fuerza.
En ese instante vino el lobo gris y sentándose entre nosotros se apretó contra mi dándome un lametón en la mejilla, vi como Siivet apartaba la mirada de mi y la dirigía a las llamas. ¿Qué acababa de pasar? Era la primera vez que él apartaba su mirada de aquella manera, parecía sentirse culpable por algo, quería preguntarle que qué le había sucedido justo en aquel instante, pero no tuve el valor, no se por qué, pero no me atreví a preguntar. Los lobos fueron trayendo sus pedazos de carne para ponerlos a asar, él me ayudó, observó cómo colocaba los primeros trozos y luego comenzó a imitarme, lo hacía más lentamente, se notaba que le tiraban tanto la herida del pecho como la de la espalda, así que tenía que trabajar más lentamente. Había dejado de mirarme para atender más a su labor, sentí como si echara de menos el que observase cada uno de mis movimientos, no había vuelto a hablar desde el momento en que había apartado la mirada de mi, como si ahora le avergonzara el mirarme, tal vez había recordado algo, algo de como debía de ser la sociedad y de que mi forma de vivir no era la correcta y por eso ahora le avergonzaba mirarme, temía el momento en el que eso sucediera, en el momento en el que él recordase las normas que dictaba la sociedad y que decidiera que mi modo de vida era salvaje e incorrecto, temía ese momento más que a la propia muerte, no quería que él me juzgase de aquella manera.
Terminamos de colocar todos los pedazos de carne en el fuego, la loba negra me había traído un pedazo para mi, se ve que los tres habían pensado en mi en el momento de la caza y habían reservado una parte para mi, sentí ganas de abrazarlos, a los tres, cedían sus adquisiciones personales para que yo pudiera alimentarme. Tenía que ir a por agua para poder hervir la carne y que así fuera más sencillo para él comerla, me estiré a por la olla.
- Huele bien - comentó Siivet, pero no me miró a la cara, me quedé quieta, observándole, en busca de una explicación mayor, él seguía mirando a las llamas, me miró de reojo pero sin mantenerme la mirada regresó su mirada rápidamente a las llamas - podría probar a comerla como ellos, huele muy bien. - quería la carne asada en vez de cocida, tal vez ya era hora de probar si podía masticar sin esfuerzo.
Volví a sentarme dejando la olla donde estaba y coloque nuestro pedazo de carne de la misma forma que había colocado los de los lobos.
- Si quieres algo solo tienes que pedirlo o hacerlo directamente, no soy tu carcelera, soy tu igual, así que no tengas miedo en pedir las cosas por favor.
Él volvió a mirarme de reojo y asintió antes de devolver su mirada a las llamas de nuevo. Se estaba comportando de una manera muy extraña, aunque en realidad no podía saber cual era su manera normal de comportarse ya que apenas le conocía, pero se estaba comportando de manera distinta a como lo haría el día anterior o a como lo haría hasta el momento en el que estábamos encendiendo el fuego. Parecía como si algo hubiera cambiado en ese instante. Me quedé observándole mientras la carne se hacía, de la misma manera en la que solía observarme él a mi mientras él continuaba mirando el baile de las llamas sobre la madera.
Cuando la carne estuvo hecha volvimos a repartirla entre los lobos, cuando todos tuvieron el suyo yo recogí el nuestro y lo partí a la mitad con el cuchillo, después le tendí a él uno de los pedazos de carne y el cuchillo, me miró extrañado por que también le ofrecía el cuchillo.
- Por si necesitas trocear la carne, puede que te sea difícil comerla a bocados directamente.
- Gracias - respondió regresando su mirada a la carne y aceptando lo que le ofrecía. Vi cómo intentaba morder la carne al principio y su mueca de dolor, después comenzó a cortarla antes de meterse cada trozo a la boca, los masticaba durante mucho tiempo y muy lentamente antes de tragar cada pedazo con esa mueca de dolor en el rostro, le estaba costando el comerla así pero yo sentía que él deseaba esforzarse, superarse y recuperarse con prontitud. Di cuenta de mi parte de la comida antes de ofrecerle mi ayuda para ir cortando su comida, como imagine rechazó mi ayuda, quería hacerlo por sí mismo, sonreí al ver sus ganas de recuperarse.
Me quedé sentada a su lado contemplando los vendajes de su cuerpo, quería comprobar que la herida de la espalda no se hubiera infectado, el día anterior no había tenido ocasión y me preocupaba, pero en estos momentos no me sentía con el valor de mirarlas libremente, tal y como se estaba comportando él, su recelo, la manera en la que evitaba mirarme, ya no sentía esa confianza de simplemente mirar como hubiera echo el día anterior, así que simplemente continué preocupada, mirando cada uno de sus gestos de dolor mientras comía. Al terminar me devolvió el cuchillo y lo enfundé en la vaina que había improvisado en mi muslo, se quedó mirando cómo lo guardaba y se quedó observando mis piernas, yo le miraba a él, cuando se percató de que le estaba observando volvió a apartar la mirada hacia las llamas, el día anterior no había tenido ningún reparo en mirar todos los dibujos que recubrían mi cuerpo, todos sin excepción, y estos recorrían todo mi cuerpo, pero hoy parecía avergonzado de mirarlos, tal vez su estado febril del día anterior hubiera tenido algo que ver con su concepción del pudor y hoy al estar mejor hubiera vuelto a comprender aquello. Aunque al me ponía nerviosa cada vez que me miraba de aquella manera ahora lo estaba echando de menos, creo que había comenzado a acostumbrarme e incluso a sentirme alagada por su forma de mirarme.
Le ofrecí la botella de agua tan solo con la intención de que tuviera que volver a mirarme, al menos para cogerla. La tomó de mis manos y con un escueto gracias comenzó a beber. Me sentía más incomoda con esa situación en la que él evitaba mirarme que con la situación anterior en la que no paraba de observar todos y cada uno de mis movimientos.
Un rato después la gran loba aulló llamando a toda la manada a cazar, hice el amago de ponerme en pie, pero me detuve al recordar que yo debía quedarme para cuidar del hombre y que no podía ir a cazar con ellos hasta que estuviera totalmente recuperado, me entristecí un poco, pero entendí que tenía que ser así, la gran loba se acercó a mi como para explicármelo, pero al ver que yo ya lo entendía se frotó contra mi a modo de disculpa y ánimo, contaba conmigo y yo no podía decepcionarla. También se frotó un poco contra el hombre para animarlo. Mis tres lobos vinieron a despedirse alegremente de mi, el blanco y la negra también se despidieron de él, el primero más efusívamente que la segunda, el lobo gris en cambio solo le miró de manera amenazadora, no entendía el desprecio que el lobo gris parecía profesar hacía Siivet cuando el resto de la manada lo aceptaba sin ningún problema, parecía algo personal, pero tampoco quería pensar en ello, ya estaba suficientemente preocupada con el cambió de comportamiento que había sufrido el hombre y quería que eso cambiara de nuevo, aunque me sentía sin derecho de pedir tal cosa.
Todos salieron de la cueva y nos quedamos los dos solos, si la situación iba a continuar así me iba a resultar una noche muy larga y tediosa. Le vi observar cómo se iban los lobos, se había quedado mirando a la entrada de la cueva, un poco después volvió a mirarme a los ojos, aquello me sorprendió, llevaba todo aquel rato sin ni tan siquiera mirarme a mi y ahora volvía a clavar sus ojos en mi con aquella intensidad que le caracterizaba, no lo entendía, no entendía absolutamente nada.
- ¿Te encuentras bien? - le pregunté medio titubeando.
- Si, la comida me a sentado bien y creo que no volveré a tener fiebre - contestó palpándose la frente y sonriéndome. - Quería pedirte una cosa.
- Pide - conteste algo escueta ante mi sorpresa por su nuevo cambio de humor. Creo que él noto mi corta respuesta pues frunció un poco el entrecejo, pero la sonrisa no tardó en volver a su rostro.
- Quiero salir fuera, caminar un poco, probar cuanto pueden aguantar mis piernas - eso me hizo pensar, hoy parecía tener muchas más fuerzas, parecía haberse recuperado en gran medida y yo sentía ya la necesidad de eliminar la sangre reseca de mi cuerpo, además mi pelo era un nudo gigantesco y había pensado ya en cortarlo para no tener que volver a preocuparme, tal vez podríamos hacer ambas cosas, probar su resistencia  yendo hasta el remando del río al que había ido con los lobos y de paso bañarme en él.
- De acuerdo, pero espero que estés preparado para una pequeña caminata, yo también tengo cosas que hacer - le contesté con una sonrisa burlona en la cara, él quedó algo sorprendido pero se puso solo en pie como para querer demostrarme que estaba preparado para cualquier cosa. No se me pasó por alto su mueca de dolor y el echo de que apoyaba más peso en la pierna derecha que en la izquierda. - Si ves que es demasiado esfuerzo solo tienes que decírmelo y regresaremos, no quiero que tu estado empeore.
Él asintió con firmeza para dejarme claro que en realidad se esforzaría al máximo para no tener que pedirme el regresar antes de tiempo. Caminamos por el bosque a un ritma bastante lento en comparación al que me había acostumbrado en la última temporada para que no se cansase antes de tiempo, el lugar no estaba demasiado lejos, pero tampoco estaba cerca.
- Es hermoso - comentó cuando comenzamos a adentrarnos en el bosque, me sorprendió el verle tan concentrado en todo su alrededor, pero imagine que todo aquello era nuevo para él al no tener recuerdos, o tal vez si había recuperado algún recuerdo, su comportamiento de hoy me habían llevado a pensar en ello muy seriamente.
- ¿Has recordado algo de antes de despertar en la cueva? - pregunté sin rodeos, necesitaba saberlo, necesitaba saber si su forma de evitar mirarme durante todo el rato había sido por recordar las normas sociales. Negó con la cabeza, seguía mirando la cúpula de árboles que nos cubría, me estaba poniendo nerviosa, ¿Estaba volviendo a intentar no mirarme o tan solo estaba observando la naturaleza a nuestro alrededor? No pude evitar el preguntárselo - ¿Me desprecias? - él se detuvo en seco y se quedó mirándome fijamente, verdaderamente sorprendido, casi asustado.
- No te desprecio, porqué debería de hacerlo, apenas te conozco, cuidas de mi y me tratas bien, no puedo tener ningún motivo para despreciarte, si no todo lo contrario. ¿Por qué piensas eso?
- Llevas todo el día evitando cruzar tu mirada con la mía, has estado evitando mirarme... si hice algo que te molesto...
- No, no, no has echo nada que me molestase, eso ha sido por... por otros motivos que no te puedo explicar - contestó sujetándome por los hombros con fuerza, clavó su mirada en la mía, era intensa, había un brillo salvaje en aquellos ojos dorados, algo oculto y mucha fuerza, había un gran poder allí encerrados. Ante aquella mirada no pude por más que creer en sus palabras, no había mentira alguna, y en verdad sentí que le era físicamente imposible el explicarme porqué me había estado evitando, pero ahora no lo hacía, ahora no evitaba el mirarme, y con eso me bastaba, que volviera ser como antes, que volviera a mirarme de aquella forma, con eso me bastaba.
Me soltó de nuevo y me pidió que siguiéramos el camino antes de que empezase a cansarse. No quería pensar en qué sería aquello que no podía contarme, pero aun así no conseguía sacármelo de la cabeza, le di mil vueltas y aun así no encontraba respuesta. No tardamos demasiado en llegar al remanso, aunque la luna había empezado a menguar justo hoy se reflejaba brillante y hermosa sobre las aguas del río.
- Hemos llegado - le dije acercándome al agua para arrodillarme a beber. Él se acercó y se sentó en la orilla a mi lado - ¿No bebes? - le pregunté mirándole.
- No creo que mis heridas me permitan retorcerme de esa manera - contestó, su voz estaba algo más áspera, necesitaba beber algo. Volví a inclinarme sobre el agua y cogí entre mis manos tanta como pude, después giré despacio y la lleve hasta sus labios, él sujeto mis manos entre las suyas y bebió lo que pudo antes de que se escurriese toda entre nuestras manos. Repetimos la misma acción un par de veces hasta que no quiso más - Me habías dicho que tu también tenías cosas que hacer - comentó - ¿Qué es lo que tienes que hacer en un lugar como este? - preguntó contemplando el paisaje.
No le contesté, simplemente me puse en pie y caminé dentro del agua, me sumergí y tras emerger nadé hasta la pequeña cascada donde poder meter debajo la cabeza, me encantaba sentir el agua golpeándome con aquella fuerza. Volví a nadar hacia la zona en la que lo había dejado a él, no quería que se pensase que lo había abandonado en medio del bosque o algo por el estilo, aunque creía recordar que desde su posición podía contemplarse la cascada a la perfección, así que no debía de haberme perdido de vista. Cuando le miré estaba en pie en la orilla del río mirándome curioso y algo preocupado, llegué hasta la zona en la que volvía a hacer pie y comencé a frotar los dibujos en mi cuerpo, empezaba a picarme la piel en las zonas que no podía respirar por la capa de sangre seca.
- ¿Por qué los borras? - le escuché preguntar desde lo lejos.
- Porque pican, es sangre seca y ya va siendo hora de limpiarla, en la próxima cacería a la que salga puede que me hagan dibujos nuevos. - volví a afanarme en frotar los dibujos pensando en que ya había resuelto sus dudas.
- ¿Puedo ayudarte? - preguntó desde su posición. Quería venir a ayudarme, yo quería que me ayudase, iba a entrar en el río conmigo, si que quería su ayuda, tenerle cerca.
- Antes de entrar en el agua quítate las vendas, no quiero que luego estén húmedas todas tus heridas y que se infecten, así al menos al salir las vendas que te ponga estarán secas. - él asintió y le vi girar buscando el inicio del vendaje, yo seguí con mi trabajo de eliminar la sangre seca, la verdad que cuanto más tiempo pasaba en el agua más se reblandecían solos los dibujos, las aguas a mi alrededor comenzaron a teñirse de rojo y marrón. Pocos minutos después escuché un chapoteo, al girarme le vi caminando lentamente por el agua acercándose a mi, hice como que no le había visto o que no me había fijado y seguí limpiando mis brazos.
Sentí su mano apoyada en mi hombro, la deslizó por mi brazo con delicadeza, apartó mi pelo a un lado y cogiendo agua en la palma de su mano la dejó caer por mi espalda pasando después la mano por el mismo recorrido que había echo el agua.
- Se quitan bien - comentó muy cerca de mi, toda mi piel se estaba erizando, el contacto de su mano recorriendo mi espalda mientras la otra descansaba en mi hombro, todo mi cuerpo estaba despertando. Me giré bruscamente hacia él, dio un respingo y un paso atrás asustado. - ¿Qué sucede? ¿Hice algo que no debí? - preguntó alarmado ante mi brusca reacción, mi ser se calmó, ¿Qué demonios se me estaba pasando por la cabeza? ¿Qué era lo que había querido hacer exactamente?
- Me preguntaba si podrías hacerme un favor - contesté sin pensarlo mucho, saqué el cuchillo de su funda y lo puse en sus manos volviendo a darle la espalda, su cara estupefacta era una imagen muy graciosa en aquel momento - ¿Podrías cortarme el pelo? Tan solo es un estorbo y está enredado todo el día. - le escuché respirar tranquilizándose.
- ¿Te fías de un desconocido a tus espaldas con un cuchillo en sus manos? - preguntó con tono burlón mientras sostenía el primer mechón de pelo en busca del inicio del nudo para cortarlo entero.
- No eres un desconocido - respondí - además, confió en ti - no estaba pensando mis palabras, tan solo las decía como  llegaban a mi.
Sentí como cortó el primer tramo, el pelo que me quedó en ese mechón no llegaba a tocar mis hombros y vi flotando en el agua mi largo y enmarañado cabello, poco a poco más mechones fueron cayendo en el agua y yo sentía menos peso sobre mi cabeza.
- Es hermoso, tu cabello es muy hermoso, me apena que decidas dejarlo ir, pero lo entiendo - comentó con un verdadero tono de tristeza en su voz. Cuando terminó enfundó el cuchillo en la vaina que seguía atada a mi muslo, acarició mi pierna, o eso pensé, cuando miré vi que estaba borrando una de la marcas de sangre, pero ese gesto fue bastante para que toda mi piel despertase de nuevo, su mano ascendió por mi cintura y volvió a frotar mi espalda con suavidad, derramando agua sobre mi con sus manos, siguió frotando mi espalda, mis brazos, mis piernas, con delicadeza, buscando todas las marcas que los lobos habían dejado en mi cuerpo, no se si fue a propósito o simplemente porque también había marcas de sangre, pero comenzó a acariciar mi pecho, descendiendo suavemente por una linea roja hasta sostener en una de sus manos uno de mis senos, no  mantuvo su mano demasiado tiempo, continuó en busca de más lineas que borrar, pero con esas caricias, esa en especial, bastó para que todos mis instintos salieran a flor de piel, sentía una fuerte presión en el pecho, la temperatura de mi cuerpo subió sentía una tremenda necesidad, jamás me había pasado algo así, nunca había sentido la necesidad de la ayuda de un hombre para cubrir mis necesidades biológicas, había tenido un par de relaciones cortas, sí, pero cuando no había tenido pareja tampoco había sentido la necesidad de ir a buscar un hombre, yo sola había podido satisfacer mi cuerpo, pero ahora era distinto, sentía algo que no podría satisfacer yo sola, le deseaba, le necesitaba, pero no estaba segura de si él también lo deseaba, estaba acariciando mi cuerpo, sí, pero seguía recorriendo solo el camino que hacían las marcas de sangre, tal vez era simplemente eso, además él seguía sin memoria,no parecía tener las normas de la sociedad en su cabeza, tal vez no estaba pensando en que esas caricias a mi podrían parecerme de otro tipo. Pero todo mi cuerpo me estaba pidiendo que me abalanzase sobre él.
Sujeté la mano que tenía apoyada sobre mi hombro entre las mías, la acerqué a mis labios y deposité en ella un suave beso. Esperé unos segundos sin apartar mis labios de su mano, por ver su reaccionaba de alguna manera o si decía algo. No le escuche decir nada, su otra mano se había detenido en mi vientre, me giré para contemplar su rostro sin soltar su mano en ningún momento, cogí también la mano que había estado apoyada en mi vientre y la coloqué en mi espalda, después alcé la mano que me había quedado libre hasta su cuello y le sujete por la nuca con delicadeza, le miré directamente a los ojos, él me miraba con intensidad, con mucha fuerza, como había estado mirándome el día anterior, como había estado haciendo al principio de este día. Acaricié su cuero cabelludo con suavidad y acerqué mi cuerpo al suyo hasta pegarme a él, siguió sosteniéndome por la espalda, sentí que me apretaba con algo de fuerza contra su cuerpo, pero no demasiado, vi un reflejo de duda en sus ojos, ¿Acaso él estaba tan confundido como yo acerca de lo que el otro deseaba? Ya no me importaba, sabía lo que deseaba en aquel momento e iba a arriesgarme, si él no lo deseaba ya había tenido tiempo de rechazarme, aun podía rechazarme, eso me dio un poco de miedo, pero lo necesitaba con demasiada intensidad.
Acerqué mis labios a los suyos muy lentamente, aun con miedo al rechazo, rocé sus labios con los míos, muy suavemente, un contacto casi inapreciable, no me rechazó, abrió un poco sus labios y yo me acerqué un poco más para que hubiera un contacto más real entre nuestros labios, fue un beso tímido, sentía aun el miedo de ambos a un rechazo repentino. Me armé de valor, si no me había rechazado ya no creí que fuera a hacerlo a estas alturas, me apreté más contra él y le besé con más fuerza, un beso de verdad, ese beso que había estado deseando desde hacía más tiempo del que pensaba, desde antes de haberle conocido, desde antes de haberle encontrado en el monte, esa presión y esa necesidad que había estado sintiendo desde antes de unirme a la manada de lobos. Él también me besó con fuerza, sentí en aquel beso una especie de alivió, sentí también lo que él lo había necesitado y todo lo que se había estado conteniendo.
Quise apretar más mi cuerpo contra el suyo, se separó de mi un poco, vi la mueca en su rostro y también escuché su gemido de dolor, me había apoyado directamente sobre la aspa de su pecho, intentó dar un paso atrás para separase de mi, tropezó y cayó de espaldas al agua y yo que aun seguía medio apoyada en él también caí, me puse rápido en pie y agarré su mano para levantarle a él también. Se puso en pie y cogiendo una gran bocanada de aire se apartó el pelo empapado de la cara.
- ¿Estás bien? - pregunté sin poder parar de reírme al verle empapado. Me sonrió y agitó su cabeza como un perro quitándose el agua para darme a entender que estaba bien, di un paso atrás mientras él se reía - salgamos del agua antes de que te ahogues - le dije medio riéndome aun, agarró mi mano mientras yo salía del agua y caminó a mi lado, instintivamente miré a nuestras manos unidas.
- Es por si me caigo mientras salgo, no vaya a ahogarme - dijo con una sonrisa burlona en sus labios.
Salimos del agua y él se sentó al instante en el suelo, se quedó mirándome de nuevo, como llevaba haciendo todo aquel tiempo, solo que ahora me sonreía. me arrodillé a su lado para mirar cómo estaba la herida de su pecho, acerqué una mano para acariciar la forma de aspa, él sujetó mi mano y tiró con fuerza de mi hacia él sujetándome después por la cintura y besándome de nuevo, su boca buscó ávida la mía, sus besos eran más acalorados que antes, su brazo aferraba mi cintura con fuerza guardando una pequeña distancia para que no volviese a apoyarme sobre su herida. Mi cuerpo deseaba el suyo, quería subirme sobre él y demostrarle todo lo que sentía, todos mis sentimientos estaban a flor de piel, pero aun tenía miedo de hacerle daño de nuevo, se suponía que mi misión era cuidar de él no empeorar su situación, pero sus besos me estaban acalorando tanto que empezaba a no ser dueña de mis actos, me sujeté con fuerza de su cuello y de la parte baja de su espalda con la intención de pegarme contra él cuando un aullido rasgó la noche, me separé bruscamente de él y mire en la dirección en la que estaba la cueva. Era la gran loba, estaba preocupada por nuestra desaparición y nos llamaba para que regresáramos, era la que tenía la voz más potente y sabiendo que nuestros oídos no eran tan agudos como los suyos había aullado con todas sus fuerzas. Me puse en pie, hice altavoz con mis manos y aullé tratando de expresas que estábamos bien y de camino al cubil. Recibí otro aullido en respuesta al mio dándome a entender que el mensaje había llegado. Era la primera vez que aullaba y mi pecho se sentía liberado y poderoso, me encantó la sensación. Me giré de nuevo hacia Siivet que seguía sentado en el suelo mirándome.
- Debemos regresar a la cueva, estaban preocupados. - él asintió y yo me arrodillé de nuevo para volver a vendar sus heridas, ahora pude volver a contemplarlas y pasé con suavidad mis dedos por ellas. - ¿Duele mucho? - pregunté mirándole a los ojos.
- Podría ser peor - contestó con una media sonrisa - ¿Me cosiste tu? - preguntó sorprendido.
- ¿Acaso piensas que pudo hacerlo alguno de los lobos? - pregunté burlona. Él sujetó mi rostro con una mano y volvió a besarme, pero de nuevo fue un beso temeroso al rechazo, sentí que él temía que después de aquel momento de locura yo no desease besarle más. Le devolví el beso con cariño y después comencé a vendarle de nuevo, esta vez intenté apretar con un poco más de fuerza, las heridas no parecían haberse infectado en ningún sitio, eso estaba bien, no tendría que preocuparme tanto, además parecían estar curando rápido, posiblemente podría quitar los puntos de la del pecho en dos o tres días más, la de la espalda seguía siendo un cuadro que admirar.
Cuando acabé me puse en pie y le ayudé a él, cuando comencé a caminar sujetó mi mano y me detuvo para que me volviese a mirarle.
- ¿Qué a sucedido? - le miré extrañada - Quiero decir ¿Qué es esto? ¿Para ti a sido solo un momento de locura o te sientes tan atraída por mi como yo por ti? Siento que te conozco de toda la vida, siento que quiero quedarme junto a ti y junto a esos lobos y ni siquiera se quien soy, es todo muy confuso, creo que nunca me había pasado algo así, pero de todas formas tampoco lo recuerdo así que en verdad no lo se...
Puse un dedo en sus labios para que se callara y volví a besarle.
- Creo que me siento tan atraída por ti como tu por mi, siento que te he necesitado desde hacía mucho tiempo aunque ni tan siquiera te conocía, desde que estoy con los lobos vivo siguiendo instintos y es lo que voy a seguir haciendo. - me abrazó con fuerza unos instantes, hasta que decidió que se estaba haciendo el suficiente daño en el pecho, le sonreí y acaricié su rostro con cariño - Vamos.
Comenzamos a andar, no solté su mano en todo el trayecto, fui viendo como poco a poco se agotaba, la ida había sido más fácil porque había sido cuesta abajo casi todo el rato, ahora había que ascender hasta la cueva. Al entrar en el cubil los lobos nos observaban alegre de vernos regresar, de echo el lobo blanco saltó sobre nosotros para lamernos las caras, en un par de brincos nos lamió a ambos y después se dedico a dar vueltas a nuestro alrededor, la loba negra se frotó contra nuestras piernas, la gran loba nos miraba desde su posición en el centro de la cueva, se notaba que estaba alegre de vernos llegar a salvo. Nos sentamos en nuestra zona, todos se acurrucaban ya a dormir, le ayudé a tumbarse sin hacerse daño, la loba negra y el lobo blanco se metieron inmediatamente bajo la manta para ocupar su puesto el lobo gris se tumbó a mi lado mientras yo me acurrucaba al lado del hombre, le besé en los labios mientras el sujetaba mi nuca para prolongar el beso unos segundos más, escuché al lobo gris profiriendo un sonido gutural con su garganta.
- Descansa, estás agotado - le dije separándome un poco de él, había sido mucho esfuerzo para él el regreso a la cueva.
Me tumbé y acaricié el pelo del lobo gris unos segundos, éste mordisqueó mi pelo cortado como preguntando que había pasado con el resto, le dije que simplemente me estorbaba, el lobo pareció aceptarlo. Me volví hacia el hombre de nuevo y me dormí abrazada a él, aunque debo reconocer que me costó un rato el dormirme teniéndole tan cerca y sintiendo mi piel sensible como la sentía.

viernes, 13 de enero de 2012

Noches oscuras.15

Desperté envuelta por un calor y un olor que me resultaban poco usuales, abrí los ojos y me encontré mirando un montón de vendajes algo ensangrentados, me di cuenta de la situación, de alguna manera el hombre había vuelto a un estado de semiconsciencia y había girado para acabar rodeándome con sus brazos, se sentía tan cálido, hacía tanto tiempo que nadie me abrazaba... Me levanté de golpe casi asustando a mis tres lobos, estaba totalmente ruborizada, de eso estaba segura, ¿En qué demonios pensaba? Por mi cabeza solo pasaba la idea de que me había levantado totalmente desnuda entre los brazos de un hombre al que no conocía, pero esa era una de esas malditas ideas impuestas por la sociedad que yo misma había abandonado, la verdad era que llevaba viviendo desnuda alrededor de una semana, que había dormido junto a ese hombre para que su temperatura corporal no descendiera de nuevo y que al estar recuperándose había comenzado a moverse en sueños, esa era la verdadera historia y no entendía por que aquellos pensamientos de la sociedad regresaban en este momento a mi cabeza cuando los había desterrado totalmente, tal vez estaban demasiado arraigados en mi.
La loba negra vino y se apretó contra mi, la abracé con fuerza, ella parecía muy feliz, al sentir su cariño hacia mi, al ver que era parte de esa manada, que en verdad era importante al menos para algunos de los lobos, me relajé de inmediato, mi mente volvió otra vez a posicionarse en donde había decidido que debía pertenecer, a la manada, yo era una más, no necesitaba las ropas ni preocuparme por amanecer abrazada a otro miembro de mi manada, todos eramos uno y yo sentía que a él también lo habían aceptado, mi misión era salvar su vida y no importaba lo que tuviera que hacer, tan solo debía cumplir lo que se me había asignado. Preparé el fuego para que los demás pudieran traer sus presas y asarlas para ellos como ya empezaba a ser rutina. Todos se encargaron de traer su pedazo y yo los coloqué para que se asaran, mientras tanto baje de nuevo hasta el riachuelo a por agua limpia, llené la olla y regresé a la cueva, todo seguía tal y como lo había dejado unos minutos antes, me sentía algo nerviosa ante el miedo de que en cualquier momento el estado del hombre empeorase sin que yo pudiera estar delante para ayudarle.
Volví a sentarme sobre una esquina de la manta y recogí la toalla que utilizaba para enfriar la frente del hombre, la empape en el agua que acababa de traer y me arrodillé frente a él para comprobar su temperatura, aun tenía la frente algo caliente pero la fiebre había bajado. Empecé a mojar su cara con cuidado para enfriar su frente aun más, empezó a hacer muecas, cada vez que apoyaba la toalla húmeda en su cara él hacía una nueva mueca, parecía estar despertando. Levantó un brazo muy despacio, yo le observé, lo llevó hasta su cara y sujetó mi muñeca sin demasiada fuerza, comenzó a abrir los ojos y yo me quedé muy quieta, por fin iba a poder ver sus ojos, estaba emocionada aunque no dejé que aquello se reflejara en mi rostro, continué pareciendo preocupada por su estado, tan solo una rendija de aquellos ojos se dejó ver, el hombre apenas si tenía fuerza para abrirlos y lo fue haciendo muy despacio, volviendo a cerrarlos sin que yo pudiera ver su mirada, al final consiguió abrirlos un poco y mirarme, dorados, tenía unos preciosos ojos dorados, iguales a los de la mayoría de los lobos de la manada, pero los suyos tenían algo diferente, los suyos se plasmaban en el rostro de un humano dándole un toque misterioso y sobrenatural al mismo tiempo.
Estaba asustado y desorientado, muy confuso, pude verlo en su rostro. A decir verdad si me ponía en su situación era normal que se asustase, después de haber luchado para no ahogarse despertar en un lugar completamente diferente y con una mujer atendiéndole, en ese instante recordé que mi cara y todo mi cuerpo estaban pintados con sangre, no había tenido tiempo de ir a bañarme, en verdad debía de ser una visión espeluznante nada más despertar.
Trató de incorporarse pero se lo impedí apoyando mi otra mano en su pecho y obligandole a que se tumbase de nuevo, esta vez abrió más los ojos para mirarme profiriendo un leve gemido de dolor, no me había dado cuenta pero había apoyado la palma de mi mano sobre la herida en aspa de su pecho, debía de haberle dolido.
- Descansa y deja que te cuide, tus heridas son graves y estuviste a punto de morir.
- ¿Qué lugar es este? - su voz era áspera y se notaba reseca y cansada, pero me gusto escucharla, me hacía recordar el fuego, esa voz entrecortada por su estado, con la aspereza pero fluidez al mismo tiempo, el escucharla era como estar observando unas llamas danzar.
- Estamos en una cueva y estas a salvo - contesté pasándole la botella de agua, se quedó mirándola con curiosidad -, bebe - le dije ayudándole a incorporarse un poco y poniendo la botella en su mano, tuve que ayudarle todo el rato hasta que acabó de beber, apenas tenía fuerzas en los brazos para alzarla.
Por fin estaba despierto, a partir de ahora todo sería más sencillo, quería preguntarle tantas cosas, cómo había llegado hasta el lugar donde le encontré, cómo se llamaba, que es lo que le había ocurrido... pero estaba segura de que él también tendría muchas preguntas y yo debía contestarlas ante su situación, volví a coger la toalla para seguir enfriando su frente y su cara, no opuso resistencia alguna, tan solo me miraba, observaba cada uno de mis movimientos, como si tratase de analizarme,de encontrarle el significado a mi presencia y a mi comportamiento, me estaba poniendo un poco nerviosa ante su mirada, me miraba con demasiado detenimiento y aunque me lo hubiera propuesto no podía sacarme de la cabeza el que no llevaba ninguna ropa encima, que él podía verme tal y como vine al mundo, además ¿Qué estaría pensando, qué opinaría de los extraños dibujos en mi piel? Nunca me había importado lo que la gente pensase de mi en realidad, pero sí me importaba el qué fuera a pensar él, era como al principio cuando necesitaba ser aceptada por la manada, ahora necesitaba ser aceptada por él.
Solo me miraba, no hablaba, no preguntaba nada, tan solo observaba, no me resultaba muy cómoda aquella situación, quería que me preguntase algo, quería seguir escuchando su voz, quería que él preguntase cualquier cosa, hacerle sentirse mejor, conocer su historia y que le había pasado, todo, lo queria saber todo sobre él.
- ¿Cómo te llamas? - le pregunté de forma casual, necesitaba romper el silencio, saber algo de él.
- No lo se. - contestó mirándome directamente a los ojos, esos iris dorados me ponían nerviosa, sentía que debía apartar la mirada, pero no lo hice, se la mantuve como pude.
- ¿No sabes quién eres? ¿Qué recuerdas? - en verdad parecía perdido y desorientado, tal vez el golpe en su frente profundizaba más de lo que yo había imaginado.
- Esperaba que tu supieras algo, el primer recuerdo que tengo es el despertar y verte a ti, el resto de mi memoria está en negro - contestó comenzando a toser, demasiadas palabras para el poco tiempo que llevaba despierto, volví a ofrecerle la botella de agua y la aceptó, esta vez pudo beber por si mismo.
- No te esfuerces, aun no te has recuperado, ya iras recordando si así debe ser. - volvió a mirarme con mucha intensidad, miraba dentro de mi alma, al igual que el lobo gris había hecho la primera vez que nos habíamos visto, era la misma sensación.
- ¿Tu no me conoces? - preguntó extrañado. Negué con la cabeza. - Siento que te conozco, desde hace mucho tiempo... - volvió a toser con fuerza, puso una de sus manos sobre el pecho al toser, le dolía al hacer esfuerzo, lo notaba en sus gestos.
- Te encontré en el monte, medio muerto, medio ahogado, golpeado e inconsciente y te traje aquí apenas hace dos días. No se que te ha pasado ni de donde has salido, tan solo sabía que no podía dejarte morir allí.
Él se quedó mirando al techo de la cueva sin hablar, era mejor así, debía descansar y hablar no parecía estar haciéndole ningún bien. Aparté un poco las mantas, al principio ni tan siquiera miró lo que yo estaba haciendo, tan solo miraba abstraído al techo, la situación debía de ser traumática para él, después aparté un poco las improvisadas vendas, dándome a entender que no las había apretada bien y que no era una buena enfermera. No entendía mucho de estos temas, pero me parecía que las heridas se estaban curando a una velocidad vertiginosa, hacía apenas un día que había cosido la herida del pecho y ya parecía estar pegándose la piel de un lado con el del otro, tampoco sabía muy bien cuando debía quitarle los puntos,  pero aun no, eso estaba claro. No vi nada que me hiciera pensar en que aquello se hubiera infectado, sin darme cuenta volví a recorrer aquella herida con la yema de los dedos, muy suavemente, le sentí moviéndose y recordé que estaba despierto, le miré a la cara y me encontré con sus ojos clavados en mí. Me puse nerviosa, no parecía enfadado ni ofendido, tan solo curioso por ver que era lo que yo estaba haciendo.
- Disculpa. - le dije algo avergonzada de mi comportamiento.
- ¿Porqué? - me preguntó con la voz algo más clara que antes. Quise contestarle, pero tampoco sabía que decir, ¿Por tocarle sin preguntar? ¿Por observarle de aquella manera? ¿Por estar sintiéndome atraída por un total desconocido que ni tan siquiera él mismo sabía quien era? Ni tan siquiera podía contestarle algo como eso... atraída, ¿En verdad me estaba sintiendo atraída por él?, no era posible, no le conocía de nada, era verdad que físicamente me estaba atrayendo, pero era algo más, ese sentimiento de conocerle, de que era alguien cercano. Arrojé todos los pensamientos lejos de mi mente, él me miraba a la espera de una respuesta.
En ese momento se nos acercó de nuevo la loba negra, en realidad se acercó a él, lentamente, con la cabeza y la cola gachas en actitud curiosa, él la miró y estiró una mano hacia la loba, ella toco su mano con el hocico y se la lamió, el hombre intentó acariciar su cabeza pero la loba se apartó y se metió bajo mi brazo para que la rodease, acaricié su costado con cariño. Él alzó la cabeza y miró al resto de los lobos de la cueva.
- ¿Son tuyos? - me preguntó.
- Son mis hermanos, yo no los he adiestrado ni nada por el estilo, ellos me aceptaron en su manada como a una más. - el lobo blanco se acercó corriendo y saltó sobre mi espalda para lamerme la cara como si intentase corroborar mis palabras, caí hacia delante, sobre el pobre hombre, él me sujetó como pudo para que no cayese de golpe y el lobo lo lamió a él también, quería jugar, lo notaba, quería salir a correr y a cazar algo, pero yo no podía corresponderle en ese momento. El hombre se reía y acariciaba al lobo blanco que se tiraba por el suelo al lado suyo en actitud juguetona.
- No puedo amigo, creo que tu hermana no me dejará salir a correr todavía - le dijo entre risas. Me emocioné al escucharle reír, era una risa áspera y dolorosa, sus heridas parecían afectarle más de lo que imaginaba, pero reía y eso era bueno, vi al lobo gris observándonos desde una pequeña distancia, parecía indeciso, enfadado, triste, no sabía bien definir qué era lo que veía en su rostro. Me puse en pie y me acerqué a mi lobo, retrocedió un paso, eso me dolió, me dolió mucho y sentí lo mismo que él había sentido cuando al principio yo había huido de él, era verdaderamente doloroso. El lobo contempló el dolor en mi rostro y se acercó de nuevo con la cabeza gacha pidiendo disculpas por su comportamiento, me arrodillé en el suelo y le abracé con fuerza, él apoyó su cabeza sobre mi hombro y acaricié su pelaje, era tan suave, no sabía porqué se sentía tan dolido, porqué incluso se había apartado de mi, porqué llevaba todo el día alejado de mi. Se soltó de mi abrazo con delicadeza y poniéndose en pie caminó hasta el lugar donde el hombre estaba tendido, yo contemplé la escena. El lobo caminó con paso lento, la cabeza gacha y la cola horizontal al resto del cuerpo, con gesto amenazador pero no me preocupe, le conocía y sabía que no era capaz de atacarle. El hombre llevaba todo el rato mirándonos y ahora miraba al lobo fijamente, muy serio, el animal llegó hasta donde él se encontraba y el hombre alargó su mano hacia el animal un poco, dejando que fuese él el que diera el paso de acercarse, se quedaron mirando el uno al otro durante unos segundos que me parecieron eternos.
- Lo prometo lobo - dijo el hombre y después mi lobo acercó su hocico hasta su mano y se la lamió, después se tumbó a sus pies mirando hacia mi, ambos estaban mirándome.
Me puse en pie y caminé de nuevo hasta el lado del hombre para poder seguir atendiéndole. El lobo gris se puso en pie y frotándose contra mi costado salió de la cueva, me quedé mirando curiosa como se marchaba, después contemplé al hombre con la misma curiosidad en la mirada.
- ¿Qué es lo que le has prometido?
- Algo que tan solo él y yo debemos saber por el momento. - contestó con una pequeña sonrisa. Estiró una mano y tocó con un dedo uno de los dibujos de mi brazo, lo recorrió lentamente con el dedo, llegando casi hasta mi mano, no preguntó nada, tan solo contemplaba los dibujos de mi brazo y los del resto del cuerpo, me sentí un poco incomoda al verle observando todo mi cuerpo con aquel detenimiento.
El lobo gris regresó a la cueva con un trozo de carne de un tamaño considerable, lo dejó a mis pies y empujándolo con el hocico me lo ofreció, se ve que el lobo blanco no era el único que había pensado en mi la noche anterior, él también había reservado un pedazo para que yo pudiera alimentarme mientras tenía que encargarme de cuidar del hombre. Todos cuidaban de todos dentro de la manada.
Puse el agua a hervir para cocer la pieza de carne, no creía posible que el hombre pudiera comer de la dura carne asada, al menos no por ahora. Antes de que el agua terminase de hervir algunos de los lobos ya se acercaban a recoger sus pedazos que llevaban ya un tiempo en el fuego asándose, retiré los pedazos del fuego y se los fui entregando a sus respectivos dueños, solía recordar quién me había dado cada trozo, después eché mi trozo de carne al agua hirviendo para cocerla. El hombre observaba todo el proceso y algunos de los lobos se acercaron a conocerle, la gran loba entre ellos, incluso frotó su hocico contra él, reconocí aquel gesto como la marca que me dieron a mi al ingresar en la manda. Después de que ella lo marcase el resto de la manda se fue acercando poco a poco para hacer lo mismo, él los observaba a todos curioso y no oponía resistencia alguna ante los lobos, tampoco parecía tenerles miedo, no parecía poseer ninguna de aquellas normas sociales gritando en su cabeza, pero él había perdido la memoria, tal vez era por eso, tampoco recordaba aquellas normas sociales que le decían que debía temer a los lobos o que mi aspecto no era el más normal de todos.
Miré fuera de la cueva, hoy era el último día de luna llena, mañana comenzaría a menguar, en el primer día de luna llena le había encontrado y en el último había despertado, no podía dejar de pensar que la luna había tenido algo que ver en toda esta situación, más si pensaba en aquel resplandor que había visto justo antes de necesitar el salir corriendo en su busca. Al contemplar la luna volví a sentirme como aquellos días antes de empezar a vivir con los lobos en los que al contemplar un atardecer necesitaba un brazo rodeándome, sentí eso mismo, sentí que necesitaba el cariño de alguien, sentí una mano apoyada en mi espalda, me volví hacia él para mirarle a la cara, se había incorporado un poco y me miraba con preocupación.
- ¿Te encuentras bien?
- Si, ¿Porqué lo preguntas? - respondí esbozando una sonrisa.
- Estas llorando. - respondió sin poder eliminar la preocupación de su rostro.
Pasé las manos por mi cara, tenía razón, estaba llorando, ni tan siquiera me había dado cuenta, no había sentido aquellas lágrimas resbalando por mi rostro, necesitaba una muestra de cariño de una manera tan exagerada que mis lágrimas habían empezado a manar, y allí la tenía, esa mano apoyada en mi espalda, esas palabras de preocupación, era toda la muestra de cariño que necesitaba, sonreí de nuevo.
- No te preocupes, está todo bien, ahora está todo bien.
Creo que él no me creyó del todo porque siguió preocupado, estiró su mano para apoyarla en mi rostro. En ese momento vi una mueca de dolor en su rostro y volvió a tumbarse con la respiración agitada, el dolor se plasmaba en su rostro de una forma grotesca.
- ¿Qué tengo en la espalda?
- La mayor herida que haya visto nunca - le contesté intentando quitarle peso - te dije que no te esforzases, aun te queda mucho para poder moverte con tranquilidad. Cuando te encontré tenías varias ramas clavadas en el centro de la espalda, tuve que sacártelas, las heridas eran verdaderamente profundas.
Él asintió con la cabeza e intentó relajar su respiración para paliar el dolor, me entristecía el verle sufrir, pero no podía hacer nada por él.
Retiré el agua del fuego, parecía que la carne ya estaba echa, al menos lo suficiente como para poder comérsela. Esperé a que se enfriara un poco para poder al menos pescarla con el cuchillo y poder sostenerla después en mis manos sin llegar a quemarme demasiado, las fibras se rompían con facilidad entre mis dedos, él me miraba atentamente. Observaba todos mis movimientos durante todo el tiempo, me ponía nerviosa, pero suponía que tampoco tenía nada mejor que hacer.
- ¿Crees que podrás comer? - le pregunté ofreciéndole la carne.
- Puedo intentarlo al menos. - me respondió sonriendo. Lo intentó y lo consiguió, comía a pequeños bocados y la verdad tardó una eternidad en acabarse el pequeño pedazo de carne. A los pocos minutos de comer se quedó dormido de nuevo. Le arropé bien entre las mantas y me quedé mirándole durante unos minutos, aunque su cara siguiera magullada y golpeada yo veía la belleza bajo los moretones, acaricié su mejilla suavemente con una mano, sin despertarle, llevaba un remolino en mi interior, descubrí que aquella presión, aquella necesidad, aquella falta que sentía en mi pecho había desaparecido por completo, en este momento era cuando mi manada estaba completa, todo estaba en su lugar y para sentir que todo era perfecto solo necesitaba que él se recuperase y para eso tenía que cuidárle como mejor pudiera.
Mientras dormía me dediqué a intentar expandir un poco más la zona del asador, ya casi tenía el tamaño que había planeado que tenía que tener. También fui hasta el riachuelo a por agua limpia, cuando regresé él había despertado ya y se había sentado, caminé hasta él lenta pero decididamente, al llegar a su altura volví a arrodillarme en una esquina de la manta.
- ¿Cómo te encuentras? - le pregunté poniendo el dorso de mi mano sobre su frente, la fiebre había bajado y su temperatura era normal en estos momentos, parecía estarse recuperando verdaderamente rápido.
- Mejor, creo. Me preguntaba si podrías ayudarme a ponerme en pie. - me miró a los ojos, era una suplica, en ese momento me sentí como su carcelera o algo por el estilo al ver como él pedía mi consentimiento para ponerse en pie - necesito salir fuera, aunque sea solo un momento - su voz también parecía más clara y fuerte, ya no se notaba tan áspera y cansada, la siesta le había venido bien.
Le ayudé a ponerse en pie, al principio le costó mantener el equilibrio, pero poco a poco fuimos avanzando hasta el exterior de la cueva, su pierna izquierda soportaba peor el peso que la derecha y quedaba bastante claro al verle andar. Caminamos hasta los primeros árboles y le dejé solo unos segundos para que hiciera sus necesidades, después volvimos a la cueva, estaba cansado por ese pequeño paseo y no veía motivos para hacerle esforzarse más de la cuenta, iría recuperándose poco a poco al igual que sus heridas. Al subir la cuesta que llevaba a la entrada de la cueva tropezó, su pierna falló y tuve que sujetarle con fuerza, a punto estuvimos de caer los dos al suelo, pero resistí con su peso y le ayudé a ponerse en pie de nuevo, lo que quedó hasta la entrada lo recorrió con el brazo rodeando mis hombros para apoyarse y una mueca de dolor en el rostro.
Cuando volvió a tumbarse tiritaba de frío, le tapé con la manta, pero no paraba de temblar y parecía que su fiebre había ascendido de nuevo.
- Vaya, creí que me habías dicho que ya estabas mejor - comente en voz alta para mi fuero interno, pero el me escuchó, por lo visto no había subido lo suficiente la fiebre como para que no me escuchase.
- Y estaba mejor, solo que ahora estoy cansado, creo que necesito volver a dormir. - no tardó mucho en quedarse totalmente dormido. Poco a poco los lobos que habían salido de la cueva fueron regresando para echarse a dormir, no me había dado ni cuenta de que el tiempo había pasado tan deprisa, no creía que la hora de echarnos a dormir hubiera llegado ya. La loba negra al ver al hombre tiritar en sueños se coló bajo las mantas y se pegó a él para darle su calor, la imité y me recosté sobre él abrazándole para poder ofrecerle todo el calor que pudiera de mi cuerpo, no quería que su estado empeorase de nuevo, pocos segundos después dormíamos los cinco echos una piña para poder darle calor al nuevo miembro de la manada.

Lo que es no es

El espacio tiempo es algo confuso y sin sentido, así que todo puede o no puede ser, el mundo puede estar de un lado y al mismo tiempo al revés, y lo que es no ser, y lo que hay no estar, y por eso la realidad se distorsiona a nuestro gusto y razón, si la razón es perdida también la concepción del mundo, por lo que la nueva concepción que haya del mundo en nuestra mente sin razón será un mundo en el que lo que es no es y lo imposible esta al alcance de nuestros dedos.

jueves, 12 de enero de 2012

Ser yo misma


Estoy cansado de ser lo que tu quieres que sea
Sintiéndome sin fe
Perdido bajo la superficie
No sé qué estás esperando de mí
Puesto bajo la presión
De caminar en tus zapatos
[Atrapado en la resaca
Solo atrapado en la resaca]
Cada paso que doy es otro error para ti

He quedado tan insensible
Puedo sentirte ahí
Estoy cansado
Mucho más insensible
Me estoy convirtiendo en esto
Todo lo que quiero hacer
Es ser más como yo
Y ser menos como tu

¿No puedes ver que me estás sofocando?
Amarrándome muy firmemente
Temeroso de perder el control
Porque todo lo que pensaste que yo sería
Se derrumbó justo frente a ti

[Atrapado en la resaca
Solo atrapado en la resaca]
Cada paso que doy es otro error para ti
[Atrapado en la resaca
Solo atrapado en la resaca]
Y cada segundo que pierdo es más de lo que puedo soportar
He quedado tan insensible
Puedo sentirte ahí
Estoy cansado
Mucho más insensible
Me estoy convirtiendo en esto
Todo lo que quiero hacer
Es ser más como yo
Y ser menos como tu
Pero sé Que yo podría terminar fallando también Pero sé Que eras igual que yo Con alguien decepcionado de ti.

Cada persona en este mundo debe seguir su propio camino, nadie te puede obligar a ser quien no eres porque tan solo conseguirá que tu verdadera personalidad acabe volviéndose tu única aliada rodeada de las mentiras que mostraras al mundo porque eso es lo que el mundo desea ver. Vive, lucha, por ser tu y no lo que los demás desean que seas, sigue el sendero que tu alma te está marcando.

martes, 10 de enero de 2012

Noches oscuras.14

Desperté, pero esta vez no estaba totalmente rodeada por pelaje sedoso, me incorporé sobre un brazo y recordé que había dormido prácticamente sobre el hombre que había encontrado la noche anterior. Toqué su cuerpo y comprobé que había alcanzado una temperatura que podía dejar de preocuparme, o al menos eso pensé hasta que vi las gotas de sudor que perlaban su frente, su cuerpo estaba a buena temperatura, pero su frente ardía. Su fiebre había subido mientras dormíamos. Sus heridas no estaban desinfectadas correctamente y no había podido taparlas, ademas la gran herida de su espalda estaba en contacto directo con el suelo, podía intentar hacer algún tipo de apaño con los jirones de ropa que había esparcidos por la cueva, aunque los lobos los habían utilizado para jugar con ellos y no confiaba en que estuviesen precisamente limpios.
Tenía que ir hasta casa a por un montón de cosas de primera necesidad, tenía que ocuparme de esas heridas de alguna manera o se infectarían y él moriría. Pero... ¿Y si por volver a casa, y si por traer cosas de allí los lobos volvían a enfadarse conmigo? Debía pedir permiso o consentimiento o algo por el estilo. Me puse en pie y sin comer nada fui directamente hacia la gran loba, se me quedó mirando fijamente cuando llegué a su altura, me arrodillé en el suelo y le hablé mirándola a los ojos, le pregunté si podía ir hasta mi casa a recoger cosas necesarias para que ese hombre no muriese, ella casi me apremió con la mirada, se dirigió hacia mi, me lamió la cara y me empujó con la cabeza como diciéndome que fuera hasta casa. No sabía porqué pero sentía que la gran loba quería que ese hombre viviese y que se quedase entre nosotros.
Corrí hasta casa con mis tres lobos pisándome los talones, antes de marchar me aseguré de dejar el fuego encendido para que el hombre no volviese a helarse, corrimos tan rápidos como el viento, sin perder un solo segundo, me daba miedo dejarlo solo demasiado tiempo y que su fiebre empeorase.
No tardamos mucho en llegar, se me hizo muy raro el regresar a mi casa, me parecía un lugar tan extraño y sin vida, tan solo trastos inservibles apilados en los distintos cuartos, sin utilidad, innecesarios, no entendía cómo podía haber vivido en un lugar como aquel durante toda mi vida, ahora si que tenía un lugar en el que vivir y no me eran necesarias ninguna de aquellas cosas. Fui hasta mi cuarto y empecé a rebuscar en el armario, si no recordaba mal debía de haber guardado en algún sitio una mochila que en este momento me vendría como un guante para poder llevar todas las cosas que necesitaba. Me dirigí al baño y me puse a buscar medicamentos, gasas, unas toallas y todo articulo de mi botiquín de primeros auxilios que considere necesario, como estaba acostumbrada a vivir sola y sin ir demasiado al pueblo tenía bastantes cosas para casos de emergencias, ahora les iba a dar ese uso que nunca les había dado. Lo que no tenía era el número de gasas y vendajes que consideré que necesitaría, regresé al cuarto y cogí una sabana limpia, eso me serviría de vendas, también cogí unas mantas de invierno y un cojín pequeño, de la cocina cogí una olla y del salón algunas de las cosas de costura que tenía, al final la mochila estaba verdaderamente llena pero iba a ser necesario, casi veía necesario el traer al hombre hasta mi casa y atenderle en ella el tiempo que fuera necesario, pero no quería estar apartada tanto tiempo de la manada y si me hacían falta más cosas volvería a por ellas, parecía ser que la gran loba estaba de acuerdo con eso al menos con tal de salvar a ese hombre.
Cuando acabe de guardar las cosas volvimos a salir de la casa y caminamos a paso ligero hasta la cueva de nuevo, todos nos esperaban allí, algunos lobos incluso se habían tumbado junto al hombre para que no se enfriase, entre ellos estaba aquel lobo de mirada inteligente, le vi como lamía la frente del hombre, seguramente estaría intentando enfriarsela. Me acerqué para empezar a atenderle y el lobo rojizo se marchó junto con otro, el resto se quedaron al lado del hombre. Abrí mi mochila y lo primero que hice fue extender una de las mantas en el suelo y arrastrarle hasta que quedó tumbado encima, algunos de los lobos que habían estado cuidando de él me ayudaron empujando con sus cabezas, en ese momento sentí un fuerte dolor en mis  brazos, me dolían del esfuerzo que había hecho el día anterior al traerle, lo extraño era que mis piernas no dolían y también había hecho un gran esfuerzo con ellas, debía de ser porque se estaban fortaleciendo de tanto correr.
Temí haber empeorado la herida de la espalda al arrastrarle pero no parecía estar sangrando, saqué la otra manta y le tapé para que no perdiese calor y sacando la olla y una de las toallas me acerqué hasta el riachuelo que pasaba cerca de la cueva y empape la toalla, también llené la olla y regresé lo más rápido que me fue posible. Coloqué la toalla húmeda doblada sobre su frente para bajar su fiebre, seguía muy caliente, después puse el agua de la olla a hervir sobre el fuego, eché dentro del agua una aguja, el hilo y las tijeras para desinfectarlas, mientras esperaba a que el agua hirviese empecé a mirar sus heridas, las del pecho al menos no tenían demasiada buena pinta, tenía dos líneas más marcadas que el resto a forma de "x" en mitad del pecho, las recorrí con la yema de los dedos y de ellas pasé a otras heridas y moratones que estaban cerca, sin darme cuenta acabe recorriendo todo su pecho y su vientre con mis dedos, su piel era tan suave allí donde no estaba cortada, no me percaté de que me acercaba cada vez más a él... el agua estaba hirviendo, desperté como de un trance y me aparté con rapidez ¿En qué demonios estaba pensando? Más bien no estaba pensando, creo que me sonrojé, pero no podría asegurarlo, aparté el agua del fuego y esperé a que se templara para poder meter la mano dentro. Cogí otra de las toallas y hundí una de las esquinas en el agua, con ella fui limpiando con cuidado todas las heridas de su pecho y de su cara, eliminé todo rastro de sangre seca, tierra y pus que encontré, después las desinfecté con agua oxigenada y iodo. La cruz del pecho necesitaba puntos así que cogí la aguja y el hilo que había hervido, me quedé quieta con todo preparado en las manos y sin atreverme a comenzar a coser, tragué saliva con fuerza un par de veces y miré su rostro, parecía totalmente inconsciente pero tenía miedo que al empezar a coser despertase gritando de dolor. Al final me armé de valor, era por su bien, era para salvarlo, me resultó más difícil de lo que había pensado el clavar la aguja en la carne, pero poco a poco fui cosiendo la cruz de su pecho, no despertó, estaba totalmente inconsciente. Cuando acabé ni yo misma creía que hubiera podido hacerlo, estaba orgullosa de mi misma pero solo de pensar que aun me quedaba la herida grande de la espalda me entraban temblores, tenía que ser fuerte, tenía que ser fuerte, tenía que ser fuerte, me lo repetí una y otra vez hasta que me autoconciencié, le dí la vuelta como pude, y observé la enorme herida. Había cerrado más rápido que el resto, bueno, seguía en carne viva, pero había adoptado una forma que me haría mucho más fácil el coserla de lo que había imaginado. Primero la limpié con la toalla húmeda, encontré algún trozo de madera todavía, alguno de tamaño considerable que no sabía como se me habían pasado el día anterior, esta herida, aun con las astillas, no parecía estar tan infectada como el resto. Repetí las acciones de limpieza y desinfección antes de ponerme a coser. Cuando acabé corté la sabana en tiras y vendé todo su torso y sus brazos, también tuve que acabar vendando algún tramo de sus piernas, parecía una momia con esos trozos de sabana cortada y tan vendado como lo dejé, una pequeña risa salió de mi garganta.
Saqué algunos antibióticos que había traído, en realidad eran de una vez que había estado enferma de la garganta y me los habían recetado pero acabé por no tomarlos, comprobé la fecha de caducidad antes de incluirlos en la mochila, en realidad no sabía si servirían para algo pero no tenía nada más que pudiera ayudarme en caso de infección. Tampoco tenía muy claro como iba a conseguir que se los tomase estando como estaba inconsciente, primero probaría a darle agua, también debía beber algo, si no se deshidrataría.
Le quité por un momento la toalla de la frente, estaba casi seca pero su frente ya no estaba tan caliente, apoyé su cabeza en mis piernas e intenté darle algo de agua, no me resultaba muy fácil con la olla, rebusqué en mi mochila y encontré una botella de plástico, a saber el tiempo que llevaba metida en la mochila, pero me venía perfecta para la ocasión, la llené con el agua de la olla y volví a probar a darle de beber, temía que se ahogase, que no pudiera tragar, por eso fui con mucho cuidado. Al principio el agua simplemente resbalaba de su boca pero pareció recobrar el conocimiento en parte, lo justo para empezar a tragar, me pareció incluso ver que entreabría los ojos, pero si lo hizo fue solo un segundo, no más. La cuestión es que estaba bebiendo y por lo menos deshidratado no moriría, mi otro dilema, la comida, era ya algo distinto, algo más complicado.
Disolví un sobre de antibiótico dentro de la botella de agua y fui dándosela poco a poco, tragaba, su nuez se movía arriba y abajo y yo le observaba sujetando su rostro con una de mis manos. Deseaba tanto que abriera los ojos, quería ver sus ojos, pero el hombre seguía inconsciente y no parecía que fuera a despertar por el momento. Apoyé su cabeza sobre el pequeño cojín que había traído para que descansase mejor, había terminado de hacer lo que podía por él, no sabía que más podía hacer, me habría gustado poder alimentarle de alguna manera pero no creía que el pudiese tragar la carne de la que nos alimentábamos estando inconsciente, el agua era una cosa, pero la carne solida sería más difícil de tragar.
En ese momento escuche a la gran loba llamando a la manada para salir a cazar, me puse en pie al instante, pero ella se acercó a mi y con sus ojos me dijo que yo debía quedarme en la cueva, por un momento me sentí contrariada al ver que me excluía de la cacería, le pregunté que por qué no podía ir con ellos y ella me respondió que tenía que cuidar del hombre, que no podía dejarle solo. Entendí que ella tan solo se estaba preocupando de que ningún miembro de su manada estuviese desprotegido, y yo era la que mejor podía cuidar de él. Volví a sentarme al lado del herido y miré apenada como todos se marchaban, mis tres lobos se despidieron de mi frotándose en mi costado, el lobo blanco incluso me prometió alegremente que me traería un gran pedazo de carne, me hizo sonreír su actitud alegre, siempre lo hacía.
Me quedé sola en la cueva con el hombre inconsciente, volví a empapar la toalla en el agua que ya se había quedado fría y la fui a colocar sobre su frente, pero antes de eso decidí mojar su cara, por ver si le ayudaba a despertar de alguna manera, sentía una fuerte necesidad de contemplar sus ojos, de que despertase, quería contemplar su mirada y descubrir que clase de persona era, los ojos son las puertas del alma y yo necesitaba saber que es lo que escondía su alma para que los lobos lo hubieran aceptado de aquella manera. Tal vez lo que en realidad quería era saber porqué los lobos me habían elegido a mi y sentía que eso lo vería en él, también sentía la necesidad de que alguien humano me dijera que el vivir con los lobos no estaba mal, que era posible y que no tenía que sentirme como una salvaje, quería sentirme aceptada por alguien de mi especie y eso que era algo que jamás me había importado, ¿Porqué ahora lo necesitaba? Me quedé contemplando de nuevo su rostro mientras le refrescaba toda la cara con la toalla, no lo entendía, pero sentía importante a esa persona, me resultaba agradable el estar cuidando de él y quería conocerle más de lo que nunca hubiera querido conocer a ningún otro ser humano, sentía un extraño cariño y aun no había abierto ni los ojos. ¿Cómo podía sentir aprecio hacia alguien con el que no había cruzado una palabra, de quien no sabía absolutamente nada? Sin darme cuenta volví a acercarme a él, tanto que acabé por depositar un beso en su mejilla, me sonrojé de nuevo y me aparté de inmediato, ¿En verdad qué se suponía que estaba haciendo? vi una pequeña mueca en su cara, una pequeña mueca de dolor, debían de dolerle las heridas y si estaba semiinconsciente quería decir que al menos se estaba recuperando algo, sonreí para mi misma, iba a conseguir que sobreviviera.
Esperé varias horas a que regresaran los lobos, mientras tanto seguía cambiando de vez en cuando la toalla fría de la frente y le daba de beber, su cuerpo fue cogiendo una temperatura normal poco a poco, aun así procuré que estuviera bien tapado en todo momento y que el fuego no se apagara. Cuando la manada regresó tenía todos los palos bien preparados para cocinar lo que trajeran y la olla en el fuego con agua para cocer algo de la carne, más que nada por cambiar un poco el tipo de alimentación y porque de esta forma quedaría más blanda para tratar de dar algo de comer al enfermo. Trajeron un corzo casi entero por piezas entre todos, creí entender que parte de la presa la habían enterrado y que el resto la habían dejado para los carroñeros. El lobo blanco traía un gran trozo como prometió y depositándolo a mi lado me ofreció la mitad, yo saqué mi cuchillo y lo corté en lo que me parecieron dos pedazos iguales, el lobato parecía satisfecho. Fui colocando las piezas de carne que me traían en los palos que había preparado y eche mi trozo en la cazuela, muchos me miraron curiosos, sabía que querían probarlo pero tendrían que esperar a otro día ya que hoy tenía intención de compartir mi carne con el hombre que habíamos rescatado, tenía que intentar que comiera algo.
Cuando la carne estuvo cocinada fui devolviendo las piezas a sus dueños y con el cuchillo pinché mi trozo para sacarlo del agua, esperé un poco a que se enfriase, después lo probé, no tenía tanto sabor de aquella manera pero estaba bueno, arranqué varias fibras de carne que se despegaban en trozos más o menos pequeños y me volví de nuevo al hombre apoyando su cabeza en mi regazo y poniendo la comida en su boca, vi cómo hacía el intento de masticar pero no podía, no estaba lo suficientemente consciente como para hacer tal cosa. No sabía que hacer, no sabía como alimentarle, entonces noté un hocico frotándose contra mi mejilla, me giré y vi a la gran loba, me dijo con sus ojos que yo debía masticar por él, que tenía que conseguir que comiera. Se acercó más a mi y se apoyó contra mi pecho, la abracé sorprendida ante aquel gesto de cariño, me estaba dando ánimos para que no desesperase en mi empeño. Metí otro trozo de carne en mi boca y lo mastiqué hasta que quedó hecho una papilla, después lo recogí de nuevo entre mis dedos y lo puse en su boca, él tragó, con algo de dificultad, pero consiguió tragarlo, seguí realizando el mismo proceso hasta que vi que caía en un estado de inconsciencia más profundo, parecía agotado, como si todo aquello hubiera sido un gran esfuerzo para él, parecía dormir.
Los lobos fueron echándose a dormir uno tras otro, yo terminé de comer lo que me quedaba de la carne y me recosté de nuevo sobre el hombre, al igual que la noche anterior para que no sintiera frío, aunque esta vez disponíamos de una manta grande para taparnos ambos, mis tres lobos también se escabulleron bajo la manta, la loba negra cubrió el otro flanco del hombre, el lobo blanco se ovilló sobre nuestras piernas y el lobo gris cubrió mi otro flanco, era imposible pasar frío de aquella manera, así nos aseguraríamos de que su temperatura corporal no bajase. Yo estaba verdaderamente a gusto, sentía la calidez de todos a mi alrededor y tenía mi cabeza sobre su pecho, escuchaba su corazón, sin saber porqué me estremecí, toda mi piel se erizó y sentí el contacto con él como algo muy especial, mi cuerpo empezó a calentarse sin que yo lo entendiera, aparté todo tipo de sentimiento o pensamiento de mi y me quedé dormida entre sueños que es mejor no describir.

domingo, 8 de enero de 2012

Reflexiones

Queremos lo que no tenemos, anhelamos aquello que se nos escapa y amamos lo que nos es imposible conseguir. ¿Por qué siempre vamos en busca de los imposibles? Naturaleza humana supongo. Entonces, eso que siempre hemos escuchado de que el hombre ansía y busca por encima de todo la felicidad no es más que una patraña. En realidad la naturaleza humana busca el sufrimiento y el dolor, la soledad y la amargura por encima de todo, por eso mismo nos autodestruimos luchando, buscando, deseando y amando todo aquello que esta fuera del alcance de nuestras manos.

miércoles, 4 de enero de 2012

Miedo irracional

A veces, cuando duermo en la cama de al lado de mi primo pequeño me entra un miedo irracional:
Él comienza a hacer ruidos extraños y de pronto se sienta en la cama o se pone de pie, otras veces le oigo respirar muy cerca porque se ha levantado, pero sigue durmiendo, se que es sonámbulo, pero solo consigo pensar "Un zombie me va a atacar!!!!!" Ver su silueta recortada en la pared por la luz del portátil, balanceándose, solo consigue acrecentar mis miedos.... ¿Qué hago?...

martes, 3 de enero de 2012

Noches oscuras.13

Desperté entre mis hermanos, abrigada por su calor, mi corazón latía con fuerza, aquella noche mis sueños habían sido agitados, creo que pesadillas, tan solo recuerdo que en él había murciélagos, tres murciélagos creía recordar, no estaba muy segura, pero si de que vi sus alas, seis alas de murciélago revoloteando a mi alrededor, miré al techo de la cueva y por primera vez me fije en que compartíamos nuestro hogar con aquellos seres alados. Descansaban en el techo pacíficamente, tal vez en medio de mi sueño alguno de ellos había volado cerca y por eso habían comenzado mis sueños, era lo más probable.
Me levanté y como cada día ya había unos pedazos de carne esperándome juntó a los muertos rescoldos para que yo comenzase con mi labor por la manada. Primero salí a buscar leña, nos quedaban muy pocas ramas en el interior de la cueva, miré al cielo, la luna estaba llena, aunque aun no había ascendido lo suficiente en el cielo, todavía llevaba la mitad de su trayectoria recorrida para alcanzar el punto más alto en el cielo. La presión en el pecho regresó a mi, esa sensación apremiante de que aun tenía algo que averiguar, antes de que la luna alcanzase su punto álgido. Intenté apartar aquello de mi mente por ahora y regresé al interior de la cueva, toda mi piel estaba en tensión, como si debiera salir corriendo en cualquier instante y no sabía por qué. Temí por un instante que aquella alarma que una vez hubiera habido en mi cabeza volviese a saltar, que volviera a huir de los lobos, pero no, el interruptor de aquella alarma estaba totalmente desconectado, no había ninguna posibilidad de que volviese a sonar, más aun habiendo conocido cómo es la vida con ellos, no la cambiaría por nada, era feliz, tenía una rutina con pocos cambios, tenía amigos leales a lo que quería y respetaba, al igual que ellos a mi.
Ya dentro me dediqué a preparar el fuego, agrandé un poco más la zona del asador ya que cada día más lobos traían sus piezas particulares para asarlas, al principio la mayoría se conformaban con que asase la carne común, pero cuando poco a poco empezaron a traerme las piezas que atrapaban cada uno por separado más y más de ellos hacían lo mismo. Había pensado en seguir ampliando la zona hasta conseguir tener una rama bien asentada en el suelo para cada uno de la manda más el palo grande atravesado ante las llamas para las piezas comunes y para las más grandes. Pero poco a poco, aun no era una experta en el tema de preparar el fuego, le tenía que coger aun el truco por completo.
Según organizaba la ampliación de la hoguera y conseguía encender el fuego fui viendo como la luna ascendía en el cielo,  hoy estaba sentada de cara a la entrada de la cueva y podía contemplarla, las palpitaciones en mi pecho ascendían de ritmo con cada minuto que pasaba, si seguía a este paso en el momento que la luna llegase a su cenit mi corazón estallaría, sentí cómo un lobo se me colaba por debajo del brazo y restregaba su hocico contra mi pecho y mi cuello, era mi lobo gris que venía a calmarme, él siempre conseguía calmarme. Le abracé un momento y continué con mi tarea de encender el fuego, pero ese día sentía los dedos torpes y me costó más que nunca el encender la lumbre. La loba negra apareció a mi lado como una sombre en cuanto las llamas empezaron a calentar, me lamió la cara y en ese momento recordé que seguía pintada con la sangre del día anterior, miré mi cuerpo y volvieron a parecerme dibujos hechos con un propósito, tan solo esperaba que hoy o mañana la gran loba quisiera acercarse hasta el río para poder bañarme, si no lo hacía lo haría yo por mi cuenta, en los ratos de ocio, una cosa era andar de modo salvaje por los bosques y otra muy distinta el no poder moverse con soltura por que la sangre reseca tirase de mi piel. Me pasé una mano por la cabeza y sentí como todo mi pelo se había ido anudando con los días, sería imposible tratar de desenredar aquello. De acuerdo, en el momento en que me acercase hasta el río para lavarme también cortaría aquella enredadera que tenía por pelo en estos momentos. Miré los ojos color hielo de loba negra, eran del mismo tono que los del lobo blanco y por un momento sospeché que eran hermanos, pero no podía asegurarlo, ella estaba a mi lado, cada vez más y en este momento sentía que era la única que de verdad estaba comprendiendo la presión que sentía en el pecho y ni yo misma la comprendía, por mucho que el lobo gris o el blanco estuvieran a mi lado sentía que ellos no podrían comprenderlo de igual manera.
Acabe de colocar la carne en el fuego y volví a mirar el cielo mientras todos esperábamos a que la comida estuviera lista. En ese tiempo la luna llegó a su punto más alto y yo me quedé embobada mirándola, no podía apartar mi mirada de ella, de pronto la vi lucir de una forma extraña, como si un destello pasara a toda velocidad por toda la superficie de la luna, no era posible, debían haber sido imaginaciones mías, froté mis ojos y volví a mirar, la luna pareció volver a resplandecer, esta vez con más intensidad todavía, el ardor en mi pecho comenzó a hacerse doloroso, sentí que algo dentro de mi iba a explotar y no pude resistirlo más, salí corriendo de la cueva, varios de los lobos se asustaron a mi paso. Olvidé el fuego y la carne, simplemente tenía que correr, algo en las montañas cercanas me llamaba, me llamaba con una intensidad que jamás creí capaz. Si la presencia de los lobos me había llamado hacía medio mes con una fuerza arrasadora, esto era cien veces más fuerte, por muchas alarmas que se hubieran disparado en mi cabeza en aquel momento no habría podido parar de correr, era un impulso demasiado fuerte.
Seguí corriendo, miré a los lados un instante y vi a mi lado a los tres lobos, la que más cerca mio corría era la loba negra, me apoyaba, me decía con sus maravillosos ojos que siguiera corriendo, que por nada del mundo rechazase ese sentimiento, los otros dos tan solo me seguían, curiosos por ver a donde iba. Ni yo misma lo sabía, tan solo sentía el lugar, sentía cuando tenía que girar y cuando saltar, como si conociera cada roca del lugar.
Según nos íbamos acercando a las colinas de las que procedía esa llamada que atenazaba mi corazón el terreno se iba volviendo más pedregoso y escarpado, temí lastimarme los pies descalzos pero en ningún momento sentí los cortes no las magulladuras, ni siquiera sabía si me estaba haciendo heridas o no. Hubo un momento en el que no pude seguir corriendo y tuve que comenzar a trepar, los lobos saltaban de roca en roca con tremenda agilidad, yo en cambio debía agarrarme con las manos a los amplios salientes para alzar mi cuerpo de una roca a la otra. Trepé por varios minutos, sin saber muy bien a donde me dirigía, comencé a escuchar sonido de agua. Por un momento quedé extrañada de escuchar agua en un lugar tan pedregoso y alto, luego me di cuenta de que el naciente del río tenía que estar por aquella zona. Seguí trepando y mi sentimiento me guiaba cada vez más cerca del sonido de agua.
Vi al lobo gris por encima de mi, subido a un risco que se hallaba a un par de metros sobre mi altura mirando hacia lo que parecía una hendidura amplia en las rocas, tan solo tenía que alzarme una vez más para poder ver dentro de esa hendidura, la loba negra estaba a mi lado, un paso por delante de mi, ella también se había asomado ya a la hendidura y ahora miraba hacia mi apremiándome, el lobo blanco nos seguía desde detrás, al parecer la escalada no era lo suyo precisamente. Sentía que lo que me había hecho salir corriendo estaba esperándome dentro de aquella hendidura, apoyé mi mano en el lomo de la loba negra y la utilicé para ayudarme a ascender lo último que me quedaba y por fin poder asomarme yo también.
Entonces lo vi, era lo que menos hubiera pensado encontrar. Allí se encontraba el naciente del río y con medio cuerpo sumergido en el agua se encontraba un hombre tendido boca abajo sobre el lecho del río, estaba totalmente herido, parecía un amasijo de carne y sangre, o esa fue mi primera impresión. No sabía si estaba vivo o muerto, me acerqué a hurtadillas con mucho cuidado, vi como el lobo gris se inquietaba sobre mi cabeza, en aquel alto risco, creo que yo no era la única que sentía que algo no marchaba bien con ese hombre.
La hendidura se trataba de la erosión que había ido haciendo el naciente del río formando una pequeña cascada con un amplio remanso bajo ella, debía de ser bastante profunda, parecía un lugar viejo, muy viejo. El hombre estaba hundido hasta media cintura y parecía haberse aferrado a una roca para conseguir mantener el resto del cuerpo apoyado en la orilla, había un árbol torcido junto a él, varias ramas estaban partidas. Parecía como si el hombre hubiera caído desde arriba, hubiera rebotado contra el árbol y por fin hubiera dado a parar en el agua y que con gran esfuerzo hubiera escapado de terminar ahogado, pero arriba no había nada, tan solo el cielo, tal vez habría caído de una avioneta o de algún helicóptero, hacía no mucho tiempo había leído en un periódico como algunas mafias se deshacían de cadáveres o indeseables lanzándolos desde de los aviones en zonas deshabitadas para que muriesen, éste parecía haber sobrevivido a la caída, pero puede que ya estuviese muerto.
Seguí acercándome muy despacio cuando estuve a su altura le miré, tenía lo que parecían varias ramas del árbol clavadas en la espalda, debía de haber caído de espaldas sobre él, también pude observar a simple vista varios cortes y magulladuras por todo el cuerpo, debían de haberle golpeado repetidas veces antes de lanzarlo del avión. Me agaché y apoyé mi cabeza sobre su espalda, su corazón latía y su respiración era muy tenue, pero respiraba y seguía con vida. Lo agarré por las axilas y tiré de él con fuerza hasta sacarlo totalmente del río, no quería que se hundiese, su cuerpo estaba ardiendo, debía de tener una fiebre horrible. Le miré detenidamente y deduje que lo más apremiante era sacar las ramas que sobresalían de su espalda, era la lesión más grave de todas y la única que parecía poder causarle la muerte. Agarré la primera de las seis ramas, seis, ¿En qué momento se podía haber clavado seis ramas? Además tan juntas la una de la otra, parecían casi colocadas a posta. Tiré de la primera con fuerza, no salía, solo vi una manera posible y tenía miedo de empeorar su situación, coloqué un pie sobre su espalda y me agaché para volver a tirar, con esfuerzo salió la rama, parecía astillada pero ya tendría tiempo de comprobar luego si quedaban astillas, un gran chorro de sangre había salido del lugar que antes ocupara la rama, debía darme prisa en eliminar el resto y taponar las heridas. Las demás ramas no fueron tan difíciles de sacar, parecía que al haber quitado una el resto se habían aflojado, las quité deprisa y apreté las heridas con mis manos. Dejaron de sangrar más rápido de lo que había imaginado, se que que no había sido dañado ningún vaso importante. En verdad agradecí la luna llena y su resplandor, podía ver a la perfección, casi como si fuese de día. Volví a acercarme a él para comprobar que siguiera con vida, apoyé la mano en su espalda de nuevo para acercarme y comprobar su respiración, su temperatura corporal había descendido drásticamente, eso me asustó, pero en seguida comprobé que seguía respirando y que su corazón seguía latiendo con normalidad, simplemente estaba inconsciente en este momento. Ahora que ya estaba más tranquila pude observarle con detenimiento: vestía tan solo unos pantalones de tela marrón, llevaba el pelo en una melena muy corta de color castaño oscuro toda mojada y pegada por la cara y los hombros. Se veía que era fuerte, aunque delgado sus brazos y su pecho eran fornidos. Observé la herida de su espalda en busca de restos de madera y encontré alguno que retiré rápidamente, para ese momento los tres lobos estaban a mi lado observando todo lo que hacía. Cuando acabé con la herida de la espalda comencé a palpar sus costillas para comprobar si había alguna rota, para mi sorpresa todas estaban de una pieza, por eso comprobé el resto de los huesos, alguno tenía que estar roto sobretodo si había caído de gran altura, pero no era así, todos estaban bien, eso me alegró, me daba esperanzas para pensar que ese hombre no moriría. Le dí la vuelta como pude, la loba negra me ayudó un poco empujando con su cabeza, vi sendos cortes en su pecho, pero tampoco habían profundizado mucho, se curarían por si solos aunque tal vez necesitasen puntos. Tenía golpes y moretones por todas partes, su cara era un verdadero cuadro, traje algo de agua en mis manos y en varios viajes conseguí limpiar bien todos los cortes y las heridas, también mojé su cara por ver si despertaba, hizo una mueca pero no despertó. Revisé los bolsillos de sus pantalones por si llevaba algún tipo de cartera o identificación, nada, no llevaba nada, claro, habría sido una estupidez por parte de aquellos que lo hubieran arrojado desde la avioneta dejar facilidades para identificar el cadáver, al parecer esta vez les había salido el tiro por la culata ya que el hombre no había muerto. Al lavar su cara y apartar el pelo vi una herida en su frente verdaderamente fea, me preocupó bastante, la lave bien como pude, pero esa si que parecía profunda, creo que incluso llegaba al hueso.
Si quería que sobreviviese no podía dejarlo allí, tenía que moverle, tal vez llevarle a un hospital, no, a un hospital no, tenía que cuidarlo yo, o eso sentía, eso me decía el sentimiento que me había impulsado a salir corriendo, sentía que si le llevaba a un hospital acabaría muerto, que tenía que ser yo para que pudiera sobrevivir. Pero ahora vivía con los lobos, tal vez ellos no aceptaran que llevase a otro humano a su guarida, miré a mis tres hermanos con el temor en mi rostro, ellos me comprendieron al instante, los dos lobatos asintieron sin ninguna duda, parecían alegres, en el semblante del lobo gris vi un pequeño reflejo de tristeza y acto seguido otro de comprensión y felicidad, después él también asintió.
Pasé el brazo del hombre sobre mis hombros y comencé a tirar de él, iba a ser una caminata penosa, su peso era demasiado para mi cuerpo, pero le iba a llevar, costara lo que me costase. Los lobos fueron ayudándome como mejor pudieron, el descenso fue lo más peligroso, eran unos riscos muy empinados y temí que ambos nos despeñásemos, pero al fin alcanzamos suelo firme y de nuevo tuve que cargar con todo su peso ya que el hombre seguía inconsciente y no parecía tener intención de despertarse por el momento.
La caminada duró varias horas, mi cuerpo temblaba por el esfuerzo, todos mis músculos estaban extenuados pero yo seguía adelante, caí al suelo en varias ocasiones, cada vez más a menudo, sentía que mi cuerpo estaba llegando a su límite aun con la ayuda de los lobos, a ratos iban soportando parte del peso del hombre sobre sus lomos, pero aun así seguía siendo yo la que cargaba con casi todo el peso.
Cuando al fin llegamos al pie de la colina en la que estaba la entrada de nuestra cueva la gran loba y parte de la manada nos esperaban en la entrada. Miré suplicante a la loba, ella descendió, se acercó al hombre y lo olfateó, en seguida dio su aprobación para que lo metiésemos en la cueva, subió delante nuestro la colina y una vez en la entrada de nuevo se volvió hacia la luna llena que ya descendía considerablemente y aulló, aulló con una fuerza y una potencia que jamás había escuchado, parecía como si quisiera que su aullido llegase a la mismísima luna, el resto de la manda se unieron al cántico uno por uno hasta que se convirtieron en un coro perfecto, le hablaban a la luna, no fui capaz de entender todo pero si algunas partes, le pedía a la luna llena que iluminase sus caminos hacia el sendero correcto, que les concediese buenas cazas y buenas camadas de las que cuidar, y sobre todo que nada dañase el equilibrio que sostenía su mundo.
Escuché embelesada aquella sinfonía de voces y cuando acabaron terminé de arrastrar al hombre hasta el interior de la cueva, le llevé hasta la zona en la que solíamos dormir nosotros, su cuerpo seguía helado, así que me puse a hacer fuego, vi que los lobos habían cogido sus pedazos de carne y habían dejado lo que nos correspondía a nosotros cuatro. No tardé mucho en encender el fuego esta vez, mis manos volvían a estar ágiles y los latidos de mi corazón parecían haberse calmado de nuevo, ahora aquello que había estado atenazando mi pecho estaba a mi lado, tal vez aquella presión fuera la necesidad de salvar la vida de aquel hombre. Le acerqué cuanto me pareció seguro a las llamas para que su cuerpo entrase en calor sin quemarse, también calenté los cachos de carne, no había comido nada y mi estomago rugía, cuando estuvieron de nuevo listos entregué a mis lobos su parte y la mía trate de pasarla cerca de la nariz del hombre por ver el aroma ayudaba a que despertase, no funciono por lo que di cuenta de la comida.
Todos nos acostamos a dormir y cuando los últimos rescoldos se apagaron sentí que la piel del hombre seguía helada, me acerqué y me recosté casi totalmente sobre él, era la única manera que se me ocurría para hacer que entrase en calor, al verme mis tres lobos hicieron un tanto de lo mismo y se pegaron mucho a su cuerpo para ofrecerle su calor, así nos quedamos todos dormidos.