Me desperté con la
cabeza aun apoyada sobre el pecho de Siivet, seguía escuchando los suaves
latidos de su corazón, ahora parecían algo más fuertes que al quedarme dormida
la noche anterior. Su respiración también parecía más tranquila y acompasada,
ahora al menos su pecho subía y bajaba al respirar. Casi parecía que apenas
estuviera dormido. Por un momento pensé que así era, que tan solo dormía. Pero
al acariciar su rostro y besar su mejilla no despertó. Seguía inconsciente por
mucho que yo deseara lo contrario.
Tenía mejor color
que el día anterior y la temperatura de su cuerpo también parecía más normal.
Posé una mano sobre su frente, seguía sin tener fiebre al parecer. Me desperecé
y me estiré, salí de la cama para ir hasta el baño. Me quedé un momento
mirándome en el espejo, hacía prácticamente un mes que no veía mi reflejo. Por
un momento no me reconocí.
Ahora llevaba el
pelo corto, a trasquilones y el rostro que veía en el espejo no era el mío, no
al menos el que yo recordaba ver en ese mismo espejo día tras día. El que ahora
contemplaba era el de una mujer fuerte, dura y salvaje, alguien a quien no se
podía amedrentar tan fácilmente, alguien que había aprendido a vivir de verdad.
Me hizo gracia el pensar que si unos meses atrás yo me hubiera cruzado por
mitad de la calle con alguien así posiblemente hubiera apartado mi mirada,
habría tratado de no cruzar mis ojos con los de esa persona, posiblemente
incluso llegara a atemorizarme. Pero ahora yo era aquella persona y no me
asustaba de mí misma. Sentía que ahora era una persona de verdad, aquel tipo de
persona que el ser humano había llegado a olvidar y a rechazar de su sociedad.
Pues no era necesario que la sociedad me rechazara de su mundo, ya que era yo
la que estaba sacando a la sociedad del mío.
Sentía el cambio,
el final de algo. La decisión estaba tomada. Quería cortar de raíz con ese
mundo, librarme de él, olvidarme de él. Había decidido extirpar a la raza
humana de mi vida por completo. Miré por el pequeño ventanuco del baño, hacia
el cielo.
No había luna. Así
que eso era lo que sentía el día anterior. Eso era lo que se acababa. Esa luna,
en el último mes había marcado el ciclo de mi vida, como uno nuevo empezaba,
como el viejo se terminaba. Y no iba a mirar atrás, la sociedad desaparecería,
no había nada que detestase más en estos momentos en el mundo, tan solo a
aquellas miles de personas luchando por ser iguales entre ellas, por no
destacar, por no soñar, por no vivir, por no sentir. Me repugnaban hasta el
punto de querer destruirlas… ¿O tal vez no fuera así? En realidad esas personas
ya no me importan lo suficiente como para querer destruirlas… me son…
indiferentes. No quiero trato con ellas ni saber nada de ellas, la suerte que
corran no me interesa. Aparté la mirada del espejo sintiéndome una nueva
persona, renovada por dentro. Mi vínculo con el mundo se acabaría a partir de
ahora de forma definitiva.
Mi mirada se posó
en este momento sobre una esponja que había en la ducha. También cogí una
palangana que había bajo el lavabo y la llene hasta la mitad con agua. Después
regresé al cuarto.
Aparté las mantas
con cuidado y desaté sus vendajes para poder ver sus heridas. Le voltee sin
demasiado esfuerzo, me sorprendió la velocidad con la que el cuerpo es capaz de
comenzar a sanarse. No era una curación tan drástica como la vez anterior, esta
llevaría su tiempo, pero aun así ya podía ver una costra creciendo sobre los
cortes. Toda la zona estaba roja e hinchada, pero por el momento no parecía que hubiera ningún
problema, no parecía haberse infectado.
Cogí la esponja y
la sumergí en el agua fría, la escurrí y limpié con cuidado alrededor de las
heridas. Aunque había utilizado las gasas para limpiar la zona antes de
vendarle aun quedaban restos de sangre e incluso del vetadine que le había
puesto al principio. No reacciono ante el contacto de la esponja… Por supuesto.
¿Cómo iba a reaccionar si seguía inconsciente? Me sentía estúpida solo de
pensar en ello, esta vez no iba a ser como la anterior, las cosas no iban a ser
tan rápidas.
Lavé todo su
cuerpo con la esponja, apestaba al sudor del alcohol y de esta manera dejaba su
cuerpo limpio y fresco, libre de las toxinas que aquella bebida había dejado en
su piel. Aunque la verdad nos había venido bien que aquella bebida hubiera
mitigado en parte sus sentidos, seguramente el dolor hubiera sido mucho mayor
de no habérselo tomado. Aun podía escuchar sus gritos en mi cabeza, era algo
espantoso solo de recordarlo, pero por suerte no había tardado demasiado en
caer inconsciente. Según iba lavándole acariciaba con la yema de mis dedos cada
centímetro de su cuerpo con cariño, aun no me podía creer que siguiera con
vida, pero así era, seguía a mi lado, aunque ahora temía que jamás llegase a
despertar.
Al recorrer su
cuerpo encontraba pequeñas cicatrices que habían quedado de la vez anterior, no
se habían llegado a borrar. Había dos más llamativas que el resto, una de ellas
estaba en su pierna derecha, recuerdo que en un principio había pensado que
pasaba muy cerca de su arteria, pero ahora, tras conocer toda su historia empezaba
a pensar que en verdad aquel corte le hubiera seccionado la arteria de verdad,
solo que con la regeneración que poseía por aquel entonces se había librado de
la muerte. Seguramente hubiera sido cuando le torturaban en aquellas celdas…
apenas podía imaginarme lo que había tenido que vivir en aquella época. La otra
cicatriz que era realmente visible era el aspa de su pecho, aquella enorme cruz
que atravesaba su pecho de un lado a otro, como si fuera la marca de un pirata
para señalar su tesoro. Recorrí aquella cicatriz con mis dedos recordando
cuando aun había cuerdas cerrándola, ahora era suave y lisa, un pequeño relieve
sobre el resto de su piel.
Cuando terminé de
lavarle volví a coger el botellín de agua para darle de beber a pequeñas
cantidades como el día anterior, si lo hacía de esta manera al menos sabía que
algo iba tragando aunque seguramente necesitase beber una mayor cantidad, no
sabía de qué otra manera hacerlo. Pase un buen rato dándole agua antes de
levantarme e ir a buscar algo que llevarme a la boca, empezaba a tener
verdadero hambre.
Después de comer
salí unos pocos minutos al exterior para contemplar el cielo. No había luna. En
ese momento me di cuenta de que llevaba dos días en la cabaña y que no había
sentido aquella necesidad de salir corriendo, de que debiera alejarme de aquel
lugar, estaba a gusto como en cualquier otra parte del bosque, solo que seguía
sin ser mi hogar, no era mi cueva. Al menos podía permanecer allí sin la
sensación de estar allanando una propiedad ajena.
Volví a entrar en
la casa, fuera la noche era fría. Me senté de nuevo en la cama a su lado para
seguir dándole agua. Debí de quedarme traspuesta en algún momento, porque me
abrí los ojos acurrucada a su lado y con la botella apoyada contra la almohada.
Debieron de ser unos pocos minutos, pero eso basto para que una idea, una
necesidad se creasen en mi interior. Volví a darle un poco de agua y me levanté
de nuevo de la cama.
Rebusqué entre las
bolsas que había por el suelo, y encontré lo que buscaba. En el momento que lo
compre no había tenido muy claro el porqué, solo sabía que debía comprarlo,
pero ahora la necesidad que sentía me explicaba el porqué lo había hecho.
Saqué el portátil.
Lo coloqué sobre el pequeño escritorio del cuarto y lo encendí. Tarde poco en
ponerlo a punto, pero mientras esperaba a que se instalasen ciertas cosas volví
a su lado a ir dándole agua en pocas gotas, parecía que hoy la botella baja a
mejor ritmo que el día anterior. Cuando el ordenador estuvo a punto abrí un
Word y me puse a escribir como una loca. Jamás había escrito de aquella manera
en toda mi vida, mis dedos parecían quemar sobre cada tecla.
Creo que lo que me
impulsaba a escribir de esta manera no era el buscar una historia para
entretener a los lectores como siempre había hecho, ni tan siquiera para darles
vida a unos personajes como había sido al principio, cuando decidí que quería
escribir. Esta ver estaba despidiéndome del mundo en el que siempre había
vivido. Comencé a escribir mi vida durante este último mes, con todo lujo de
detalles, tal y como yo lo había sentido, tal y como lo había vivido. Me puse a
escribir estas palabras con toda la pasión de mi ser.
No sé el tiempo
que estuve escribiendo, pero cuando paré mis dedos ardían, aun era de noche
pero me detuve para acercarme de nuevo a la cama para darle de beber. Esta vez
pareció tragar por sí mismo, ya no era simplemente que las gotas de agua
resbalasen por su garganta, comenzaba a tragar. No iba a morir y eso lo tenía
claro, ahora solo quedaba el esperar a que despertases, tal vez al día
siguiente, o dentro de dos días, pero iba a despertar, de eso estaba segura.
Seguí escribiendo,
haciendo parones de vez en cuando para darle de beber y para estirarme de
cuando en cuando. Mis articulaciones se agarrotaban y los dedos me quemaban con
cada párrafo que escribía, pero no podía parar. Era mi forma de decir adío,
explicándole al mundo porqué iba a abandonarlo. En una de las veces que me
detuve miré por la ventana y vi el sol naciendo. Salí unos segundos a la calle
a mirar el renacer de un nuevo día.
Me sentía limpia
por dentro, mi alma se renovaba al contemplar aquel nuevo día, al ver los
bosques iluminándose. Dirigí mi mirada hacia la cueva, hacia el lugar en el que
se encontraba y me pregunté si nuestros hermanos nos estarían echando de menos
tanto como yo a ellos. Me imaginé que sí, o al menos mi lobo gris me estaría
añorando. Pero no podía reunirme con ellos, de momento no. Tenía que esperar
hasta que Siivet se recuperase por completo, tenía que acabar hasta terminar de
escribir lo que ahora mismo escribo y tenía que mandarlo al mundo.
Tras el pequeño
descanso pensé en dormir, descansar un rato antes de seguir escribiendo. Me
tumbé de nuevo en la cama, volví a acercar la botella a los labios de mi amado
y después me recosté a su lado. Traté de dormir, de descansar, pero me sentía
inquieta, totalmente incapaz de dormirme.
Tras un buen rato
dando vueltas en la cama volví a levantarme y a sentarme frente al ordenador.
Mis dedos seguían volando sobre las teclas como cientos de pájaros al unísono,
no podía parar, no podía descansar hasta acabar con toda mi historio.
Así que, ahora
mismo, aquí me encuentro, sentada en mi cuarto, viendo los rayos del sol entrando
por mi ventana. Escribiendo, y pensando en las cosas que me depara la vida a
partir de ahora, a partir de que diga adiós a este mundo. En principio esperaré
a que Siivet despierte, a que se recupere por completo. Después regresaremos
junto con la manada para no regresar jamás a este mundo, tal vez ni tan
siquiera a esta casa, pero eso es algo que ahora mismo no puedo asegurar. Allí
seremos libres, felices, y… cierto, estamos esperando un hijo, creo que aun no
me he hecho a la idea, y todavía me costará un tiempo… un niño sin alma… no sé
que es lo que eso significa todavía, lo descubriré llegado el momento y lo
afrontaremos como sea necesario, es algo por lo que de momento no pienso
preocuparme, creo que en el fondo me da algo de miedo el pensar en lo que pueda
suceder, pero no estaré sola, voy a tener a mi manada y a Siivet, ya que no
pienso dejar que nada ni nadie me lo arrebate, se quedará conmigo, luchare por
él contra los propios demonios si es necesario, si acaso se atrevieran a tratar
de arrebatármelo de nuevo. Y con estas palabras, sin saber qué más decir, me
despido de esta sociedad de la que no quiero volver a oír hablar nunca más, al
acabar de escribir estas pocas líneas que me quedan, le daré a enviar por
email, apagaré y cerraré este ordenador para no volver a tocarlo nunca más. No
tenía muy claro a quien enviarle estas palabras, así que al final he optado por
la última persona con la que mantuve una conversación útil antes de aislarme,
con mi editor, tú sabrás que hacer con esto, tal vez simplemente lo quemes.