Un Hermoso Lugar

Un Hermoso Lugar

martes, 3 de enero de 2012

Noches oscuras.13

Desperté entre mis hermanos, abrigada por su calor, mi corazón latía con fuerza, aquella noche mis sueños habían sido agitados, creo que pesadillas, tan solo recuerdo que en él había murciélagos, tres murciélagos creía recordar, no estaba muy segura, pero si de que vi sus alas, seis alas de murciélago revoloteando a mi alrededor, miré al techo de la cueva y por primera vez me fije en que compartíamos nuestro hogar con aquellos seres alados. Descansaban en el techo pacíficamente, tal vez en medio de mi sueño alguno de ellos había volado cerca y por eso habían comenzado mis sueños, era lo más probable.
Me levanté y como cada día ya había unos pedazos de carne esperándome juntó a los muertos rescoldos para que yo comenzase con mi labor por la manada. Primero salí a buscar leña, nos quedaban muy pocas ramas en el interior de la cueva, miré al cielo, la luna estaba llena, aunque aun no había ascendido lo suficiente en el cielo, todavía llevaba la mitad de su trayectoria recorrida para alcanzar el punto más alto en el cielo. La presión en el pecho regresó a mi, esa sensación apremiante de que aun tenía algo que averiguar, antes de que la luna alcanzase su punto álgido. Intenté apartar aquello de mi mente por ahora y regresé al interior de la cueva, toda mi piel estaba en tensión, como si debiera salir corriendo en cualquier instante y no sabía por qué. Temí por un instante que aquella alarma que una vez hubiera habido en mi cabeza volviese a saltar, que volviera a huir de los lobos, pero no, el interruptor de aquella alarma estaba totalmente desconectado, no había ninguna posibilidad de que volviese a sonar, más aun habiendo conocido cómo es la vida con ellos, no la cambiaría por nada, era feliz, tenía una rutina con pocos cambios, tenía amigos leales a lo que quería y respetaba, al igual que ellos a mi.
Ya dentro me dediqué a preparar el fuego, agrandé un poco más la zona del asador ya que cada día más lobos traían sus piezas particulares para asarlas, al principio la mayoría se conformaban con que asase la carne común, pero cuando poco a poco empezaron a traerme las piezas que atrapaban cada uno por separado más y más de ellos hacían lo mismo. Había pensado en seguir ampliando la zona hasta conseguir tener una rama bien asentada en el suelo para cada uno de la manda más el palo grande atravesado ante las llamas para las piezas comunes y para las más grandes. Pero poco a poco, aun no era una experta en el tema de preparar el fuego, le tenía que coger aun el truco por completo.
Según organizaba la ampliación de la hoguera y conseguía encender el fuego fui viendo como la luna ascendía en el cielo,  hoy estaba sentada de cara a la entrada de la cueva y podía contemplarla, las palpitaciones en mi pecho ascendían de ritmo con cada minuto que pasaba, si seguía a este paso en el momento que la luna llegase a su cenit mi corazón estallaría, sentí cómo un lobo se me colaba por debajo del brazo y restregaba su hocico contra mi pecho y mi cuello, era mi lobo gris que venía a calmarme, él siempre conseguía calmarme. Le abracé un momento y continué con mi tarea de encender el fuego, pero ese día sentía los dedos torpes y me costó más que nunca el encender la lumbre. La loba negra apareció a mi lado como una sombre en cuanto las llamas empezaron a calentar, me lamió la cara y en ese momento recordé que seguía pintada con la sangre del día anterior, miré mi cuerpo y volvieron a parecerme dibujos hechos con un propósito, tan solo esperaba que hoy o mañana la gran loba quisiera acercarse hasta el río para poder bañarme, si no lo hacía lo haría yo por mi cuenta, en los ratos de ocio, una cosa era andar de modo salvaje por los bosques y otra muy distinta el no poder moverse con soltura por que la sangre reseca tirase de mi piel. Me pasé una mano por la cabeza y sentí como todo mi pelo se había ido anudando con los días, sería imposible tratar de desenredar aquello. De acuerdo, en el momento en que me acercase hasta el río para lavarme también cortaría aquella enredadera que tenía por pelo en estos momentos. Miré los ojos color hielo de loba negra, eran del mismo tono que los del lobo blanco y por un momento sospeché que eran hermanos, pero no podía asegurarlo, ella estaba a mi lado, cada vez más y en este momento sentía que era la única que de verdad estaba comprendiendo la presión que sentía en el pecho y ni yo misma la comprendía, por mucho que el lobo gris o el blanco estuvieran a mi lado sentía que ellos no podrían comprenderlo de igual manera.
Acabe de colocar la carne en el fuego y volví a mirar el cielo mientras todos esperábamos a que la comida estuviera lista. En ese tiempo la luna llegó a su punto más alto y yo me quedé embobada mirándola, no podía apartar mi mirada de ella, de pronto la vi lucir de una forma extraña, como si un destello pasara a toda velocidad por toda la superficie de la luna, no era posible, debían haber sido imaginaciones mías, froté mis ojos y volví a mirar, la luna pareció volver a resplandecer, esta vez con más intensidad todavía, el ardor en mi pecho comenzó a hacerse doloroso, sentí que algo dentro de mi iba a explotar y no pude resistirlo más, salí corriendo de la cueva, varios de los lobos se asustaron a mi paso. Olvidé el fuego y la carne, simplemente tenía que correr, algo en las montañas cercanas me llamaba, me llamaba con una intensidad que jamás creí capaz. Si la presencia de los lobos me había llamado hacía medio mes con una fuerza arrasadora, esto era cien veces más fuerte, por muchas alarmas que se hubieran disparado en mi cabeza en aquel momento no habría podido parar de correr, era un impulso demasiado fuerte.
Seguí corriendo, miré a los lados un instante y vi a mi lado a los tres lobos, la que más cerca mio corría era la loba negra, me apoyaba, me decía con sus maravillosos ojos que siguiera corriendo, que por nada del mundo rechazase ese sentimiento, los otros dos tan solo me seguían, curiosos por ver a donde iba. Ni yo misma lo sabía, tan solo sentía el lugar, sentía cuando tenía que girar y cuando saltar, como si conociera cada roca del lugar.
Según nos íbamos acercando a las colinas de las que procedía esa llamada que atenazaba mi corazón el terreno se iba volviendo más pedregoso y escarpado, temí lastimarme los pies descalzos pero en ningún momento sentí los cortes no las magulladuras, ni siquiera sabía si me estaba haciendo heridas o no. Hubo un momento en el que no pude seguir corriendo y tuve que comenzar a trepar, los lobos saltaban de roca en roca con tremenda agilidad, yo en cambio debía agarrarme con las manos a los amplios salientes para alzar mi cuerpo de una roca a la otra. Trepé por varios minutos, sin saber muy bien a donde me dirigía, comencé a escuchar sonido de agua. Por un momento quedé extrañada de escuchar agua en un lugar tan pedregoso y alto, luego me di cuenta de que el naciente del río tenía que estar por aquella zona. Seguí trepando y mi sentimiento me guiaba cada vez más cerca del sonido de agua.
Vi al lobo gris por encima de mi, subido a un risco que se hallaba a un par de metros sobre mi altura mirando hacia lo que parecía una hendidura amplia en las rocas, tan solo tenía que alzarme una vez más para poder ver dentro de esa hendidura, la loba negra estaba a mi lado, un paso por delante de mi, ella también se había asomado ya a la hendidura y ahora miraba hacia mi apremiándome, el lobo blanco nos seguía desde detrás, al parecer la escalada no era lo suyo precisamente. Sentía que lo que me había hecho salir corriendo estaba esperándome dentro de aquella hendidura, apoyé mi mano en el lomo de la loba negra y la utilicé para ayudarme a ascender lo último que me quedaba y por fin poder asomarme yo también.
Entonces lo vi, era lo que menos hubiera pensado encontrar. Allí se encontraba el naciente del río y con medio cuerpo sumergido en el agua se encontraba un hombre tendido boca abajo sobre el lecho del río, estaba totalmente herido, parecía un amasijo de carne y sangre, o esa fue mi primera impresión. No sabía si estaba vivo o muerto, me acerqué a hurtadillas con mucho cuidado, vi como el lobo gris se inquietaba sobre mi cabeza, en aquel alto risco, creo que yo no era la única que sentía que algo no marchaba bien con ese hombre.
La hendidura se trataba de la erosión que había ido haciendo el naciente del río formando una pequeña cascada con un amplio remanso bajo ella, debía de ser bastante profunda, parecía un lugar viejo, muy viejo. El hombre estaba hundido hasta media cintura y parecía haberse aferrado a una roca para conseguir mantener el resto del cuerpo apoyado en la orilla, había un árbol torcido junto a él, varias ramas estaban partidas. Parecía como si el hombre hubiera caído desde arriba, hubiera rebotado contra el árbol y por fin hubiera dado a parar en el agua y que con gran esfuerzo hubiera escapado de terminar ahogado, pero arriba no había nada, tan solo el cielo, tal vez habría caído de una avioneta o de algún helicóptero, hacía no mucho tiempo había leído en un periódico como algunas mafias se deshacían de cadáveres o indeseables lanzándolos desde de los aviones en zonas deshabitadas para que muriesen, éste parecía haber sobrevivido a la caída, pero puede que ya estuviese muerto.
Seguí acercándome muy despacio cuando estuve a su altura le miré, tenía lo que parecían varias ramas del árbol clavadas en la espalda, debía de haber caído de espaldas sobre él, también pude observar a simple vista varios cortes y magulladuras por todo el cuerpo, debían de haberle golpeado repetidas veces antes de lanzarlo del avión. Me agaché y apoyé mi cabeza sobre su espalda, su corazón latía y su respiración era muy tenue, pero respiraba y seguía con vida. Lo agarré por las axilas y tiré de él con fuerza hasta sacarlo totalmente del río, no quería que se hundiese, su cuerpo estaba ardiendo, debía de tener una fiebre horrible. Le miré detenidamente y deduje que lo más apremiante era sacar las ramas que sobresalían de su espalda, era la lesión más grave de todas y la única que parecía poder causarle la muerte. Agarré la primera de las seis ramas, seis, ¿En qué momento se podía haber clavado seis ramas? Además tan juntas la una de la otra, parecían casi colocadas a posta. Tiré de la primera con fuerza, no salía, solo vi una manera posible y tenía miedo de empeorar su situación, coloqué un pie sobre su espalda y me agaché para volver a tirar, con esfuerzo salió la rama, parecía astillada pero ya tendría tiempo de comprobar luego si quedaban astillas, un gran chorro de sangre había salido del lugar que antes ocupara la rama, debía darme prisa en eliminar el resto y taponar las heridas. Las demás ramas no fueron tan difíciles de sacar, parecía que al haber quitado una el resto se habían aflojado, las quité deprisa y apreté las heridas con mis manos. Dejaron de sangrar más rápido de lo que había imaginado, se que que no había sido dañado ningún vaso importante. En verdad agradecí la luna llena y su resplandor, podía ver a la perfección, casi como si fuese de día. Volví a acercarme a él para comprobar que siguiera con vida, apoyé la mano en su espalda de nuevo para acercarme y comprobar su respiración, su temperatura corporal había descendido drásticamente, eso me asustó, pero en seguida comprobé que seguía respirando y que su corazón seguía latiendo con normalidad, simplemente estaba inconsciente en este momento. Ahora que ya estaba más tranquila pude observarle con detenimiento: vestía tan solo unos pantalones de tela marrón, llevaba el pelo en una melena muy corta de color castaño oscuro toda mojada y pegada por la cara y los hombros. Se veía que era fuerte, aunque delgado sus brazos y su pecho eran fornidos. Observé la herida de su espalda en busca de restos de madera y encontré alguno que retiré rápidamente, para ese momento los tres lobos estaban a mi lado observando todo lo que hacía. Cuando acabé con la herida de la espalda comencé a palpar sus costillas para comprobar si había alguna rota, para mi sorpresa todas estaban de una pieza, por eso comprobé el resto de los huesos, alguno tenía que estar roto sobretodo si había caído de gran altura, pero no era así, todos estaban bien, eso me alegró, me daba esperanzas para pensar que ese hombre no moriría. Le dí la vuelta como pude, la loba negra me ayudó un poco empujando con su cabeza, vi sendos cortes en su pecho, pero tampoco habían profundizado mucho, se curarían por si solos aunque tal vez necesitasen puntos. Tenía golpes y moretones por todas partes, su cara era un verdadero cuadro, traje algo de agua en mis manos y en varios viajes conseguí limpiar bien todos los cortes y las heridas, también mojé su cara por ver si despertaba, hizo una mueca pero no despertó. Revisé los bolsillos de sus pantalones por si llevaba algún tipo de cartera o identificación, nada, no llevaba nada, claro, habría sido una estupidez por parte de aquellos que lo hubieran arrojado desde la avioneta dejar facilidades para identificar el cadáver, al parecer esta vez les había salido el tiro por la culata ya que el hombre no había muerto. Al lavar su cara y apartar el pelo vi una herida en su frente verdaderamente fea, me preocupó bastante, la lave bien como pude, pero esa si que parecía profunda, creo que incluso llegaba al hueso.
Si quería que sobreviviese no podía dejarlo allí, tenía que moverle, tal vez llevarle a un hospital, no, a un hospital no, tenía que cuidarlo yo, o eso sentía, eso me decía el sentimiento que me había impulsado a salir corriendo, sentía que si le llevaba a un hospital acabaría muerto, que tenía que ser yo para que pudiera sobrevivir. Pero ahora vivía con los lobos, tal vez ellos no aceptaran que llevase a otro humano a su guarida, miré a mis tres hermanos con el temor en mi rostro, ellos me comprendieron al instante, los dos lobatos asintieron sin ninguna duda, parecían alegres, en el semblante del lobo gris vi un pequeño reflejo de tristeza y acto seguido otro de comprensión y felicidad, después él también asintió.
Pasé el brazo del hombre sobre mis hombros y comencé a tirar de él, iba a ser una caminata penosa, su peso era demasiado para mi cuerpo, pero le iba a llevar, costara lo que me costase. Los lobos fueron ayudándome como mejor pudieron, el descenso fue lo más peligroso, eran unos riscos muy empinados y temí que ambos nos despeñásemos, pero al fin alcanzamos suelo firme y de nuevo tuve que cargar con todo su peso ya que el hombre seguía inconsciente y no parecía tener intención de despertarse por el momento.
La caminada duró varias horas, mi cuerpo temblaba por el esfuerzo, todos mis músculos estaban extenuados pero yo seguía adelante, caí al suelo en varias ocasiones, cada vez más a menudo, sentía que mi cuerpo estaba llegando a su límite aun con la ayuda de los lobos, a ratos iban soportando parte del peso del hombre sobre sus lomos, pero aun así seguía siendo yo la que cargaba con casi todo el peso.
Cuando al fin llegamos al pie de la colina en la que estaba la entrada de nuestra cueva la gran loba y parte de la manada nos esperaban en la entrada. Miré suplicante a la loba, ella descendió, se acercó al hombre y lo olfateó, en seguida dio su aprobación para que lo metiésemos en la cueva, subió delante nuestro la colina y una vez en la entrada de nuevo se volvió hacia la luna llena que ya descendía considerablemente y aulló, aulló con una fuerza y una potencia que jamás había escuchado, parecía como si quisiera que su aullido llegase a la mismísima luna, el resto de la manda se unieron al cántico uno por uno hasta que se convirtieron en un coro perfecto, le hablaban a la luna, no fui capaz de entender todo pero si algunas partes, le pedía a la luna llena que iluminase sus caminos hacia el sendero correcto, que les concediese buenas cazas y buenas camadas de las que cuidar, y sobre todo que nada dañase el equilibrio que sostenía su mundo.
Escuché embelesada aquella sinfonía de voces y cuando acabaron terminé de arrastrar al hombre hasta el interior de la cueva, le llevé hasta la zona en la que solíamos dormir nosotros, su cuerpo seguía helado, así que me puse a hacer fuego, vi que los lobos habían cogido sus pedazos de carne y habían dejado lo que nos correspondía a nosotros cuatro. No tardé mucho en encender el fuego esta vez, mis manos volvían a estar ágiles y los latidos de mi corazón parecían haberse calmado de nuevo, ahora aquello que había estado atenazando mi pecho estaba a mi lado, tal vez aquella presión fuera la necesidad de salvar la vida de aquel hombre. Le acerqué cuanto me pareció seguro a las llamas para que su cuerpo entrase en calor sin quemarse, también calenté los cachos de carne, no había comido nada y mi estomago rugía, cuando estuvieron de nuevo listos entregué a mis lobos su parte y la mía trate de pasarla cerca de la nariz del hombre por ver el aroma ayudaba a que despertase, no funciono por lo que di cuenta de la comida.
Todos nos acostamos a dormir y cuando los últimos rescoldos se apagaron sentí que la piel del hombre seguía helada, me acerqué y me recosté casi totalmente sobre él, era la única manera que se me ocurría para hacer que entrase en calor, al verme mis tres lobos hicieron un tanto de lo mismo y se pegaron mucho a su cuerpo para ofrecerle su calor, así nos quedamos todos dormidos.

3 comentarios:

  1. magica noche de reyes a la luz de la lyuna llena, umm me gusta eso de noche de reyes...:P

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  2. ñaaaa ya estamos dejand las cosas a medio encauzar, a todo esto creo q el buen ombre va a necesitar antibiuoticos, pobre chica q ya tiene q esatr buscando sauces como loca jajajaja, una pregunta, porq ella no aulla? aber entiendo respeto y demas pero yo quiero aullar porq ella no lo ace ?

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  3. nooo tranquila que no quedara a medio encauzar, solo que estos dias me he estado acostando muy tarde y estaba muy cansada, a ver si hoy me meto antes a la cama y escribo el .14
    la verdad es que dude en ponerla a aullar o no, pero ya lo hare, tu tranquila, solo dale tiempo al tiempo, aun la chica no habia visto nunca lo de aullar, tiene que aprender eso tambien!

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