Un Hermoso Lugar

Un Hermoso Lugar

viernes, 30 de diciembre de 2011

Noches oscuras.10

Desperté arropada por el pelaje sedoso, seguía abrazada al lobo gris, igual que me hubiera quedado dormida, sin moverme ni un centímetro, él también estaba despertando y me miraba, me dio un lametón en la mejilla y se puso en pie, no quería levantarme, estaba tan a gusto, pero mis compañeros se movían y yo debía imitarles. Me desperecé y me levanté, me fijé en que nadie había tocado el pedazo de carne que me había sobrado de la noche anterior, así que mientras el resto se afanaban en restregarse contra los arboles y saludarse con cordialidad yo me dediqué a encender un poco el fuego de nuevo para poder calentar el pedazo de carne.
Tarde un rato en conseguirlo, pero tampoco tenía nada mejor que hacer. Cuando lo conseguí calenté la pieza y descubrí como algunos hocicos se giraban hacia mi, pero nadie pidió, todos sabían que aquella carne era mía, que me la había ganado.
Vi al lobo blanco salir corriendo del cubil, me le quedé mirando pero no le dí mayor importancia, al poco rato volvió con un conejo entre las fauces lleno de tierra, lo acababa de desenterrar, se notaba. Lo posó ante mi y miró hacia el fuego, lloriqueó un poco y frotó su cara contra mi brazo. Cogí su conejo, lo despellejé y lo destripé devolviendo las vísceras al lobo que se las comió, luego atravesé el conejo en el palo y lo puse a asar , el lobo blanco movió la cola feliz y empezó a saltar a mi alrededor, cuando se cansó o consideró que era suficiente emoción se sentó a mi lado y esperó sin parar de menear la cola. Cuando estuvo listo lo aparté del fuego y soltándolo del palo se lo entregué de nuevo, él lo comió en un par de bocados, no iba a permitir que ninguno de sus hermanos le robase su esplendido manjar. Me fije en que varios lobos habían contemplado el comportamiento del blanco, posiblemente al día siguiente tendría una pequeña hilera de lobos con conejos en sus fauces para que yo los cocinase, no me importaba, al contrario, me alagaba, me sentía útil para el grupo, por fin podría hacer yo algo por ellos. La loba grande también nos había mirado con curiosidad, pero no se había acercado, sentí que tramaba algo.
Unas horas después, cuando nos hallábamos entrenando en la caza de conejos, ya que aunque hubiera conseguido cazar uno no significaba que pudiera hacer lo mismo en cualquier momento, escuchamos el aullido de la gran loba, nos llamaba a la caza.
Esta vez lo conseguiría, no había ya zapatos que se rompieran en el peor de los momentos ni nada por el estilo, esta vez podría correr con todas mis energías. Caminamos a paso ligero hasta la puerta del cubil donde nos juntamos con toda la manada y comenzó la marcha. Como siempre yo debía de correr cuando ellos apenas trotaban. Llegamos a un valle, no se cuanto tiempo llevábamos corriendo, pero seguro que un buen rato ya que aquella zona no me era conocida, por el recorrido pude situarla vagamente en el mapa de la zona, pero no podría haber asegurado el lugar exacto. Al llegar a la explanada todos redujimos el ritmo y nos agazapamos, comenzamos a caminar lentamente, el semicírculo se fue formando, aunque yo aun no hubiera visto presa alguna y por ende tampoco la había olido como sospechaba que habían hecho ellos, tan solo continué andando agazapada, sintiéndome uno con la manada, me guiaba por los movimientos de ellos. Sentí un movimiento unos metros por delante nuestro y poco después vi unas orejas pardas alzándose sobre la hierva, era una cierva joven y parecía perdida, seguimos acercándonos sigilosamente, hasta que dieron la orden y todos saltamos, la cierva reaccionó rápido y empezó a correr, todos comenzamos la carrera desenfrenada. No me cansaba, no me dolía nada, me sentía ágil y fuerte, podría pasarme el día corriendo y todos mis sentidos estaban fijos en la presa, para mi no existía nada más. Sentí que la presa comenzaba a sacarnos distancia, poco a poco, a milímetros, aun así nadie paraba de correr, miré un segundo a los lados y algo en el suelo llamó mi atención algo más adelante, sin parar de correr me agaché a recogerlo, era una cuerda que algún pastor debía haber dejado tirada tiempo atrás, una idea comenzó a surgir en mi mente, recogí dos piedras de tamaño similar y dejé de correr unos segundos y me paré casi en seco, algunos lobos miraron hacia mi pero no pararon, me pareció ver en la gran loba una mirada de resignación, como si comprendiese que yo no podía correr tanto como ellos, como si eso en verdad no le importara, me lo perdonaba. Pero no era por eso por lo que yo me había parado, até como pude las piedras a los extremos de la cuerda, no sabía si aguantarían los nudos, pero tenía que intentarlo.
Comencé a correr con todas mis fuerzas de nuevo, con toda mi alma, hasta que mis pies quemaron tanto que me sentí volar sobre el suelo, comencé a ganarles distancia a los lobos ya que ni la cierva ni ellos corrían en línea recta, cuando estuve prácticamente a su altura la loba grande me miró sorprendida, volví a concentrarme en la presa y comencé a ondear la cuerda, apunté como pude y la lancé, acerté como quería alrededor de las patas delanteras de la cierva, las cuerdas se enrollaron por el peso de las piedras, aunque una de ellas se había soltado y había salido disparada hacia alguna parte. La cierva trastabilló y calló al suelo, todos los lobos se lanzaron sobre ella y la acabaron en un momento, yo me quedé unos pasos por detrás retomando aire, aunque no hubiera sentido antes el cansancio ahora mis pulmones estaban ardiendo a más no poder, sentía que el aire entraba demasiado caliente en ellos y que no podía respirar con la fluidez que me gustaría, caí en el suelo de rodillas, creí que me iba a desmallar, apoyé las manos e intenté respirar más profundamente, no podía, mi traque estaba prácticamente cerrada, me estaba ahogando.
Sentí que iba a caer de bruces al suelo cuando un cuerpo fuerte y peludo se puso debajo de mi para sujetarme, era el lobo gris, todos los demás se acercaron casi de la misma y le ayudaron a sostenerme, estaban preocupados, lo veía en sus rostros, no entendían lo que me pasaba ni porqué, no era algo que sucediese entre los suyos. La gran loba se puso frente a mi y me olfateó, después restregó su morro ensangrentado por mi cara y les indicó al resto que me acercasen a la presa. Prácticamente me cargaron sobre sus lomos, otros empujaban mi cuerpo, me posaron justo enfrente del cadáver a medio descuartizar de la cierva, el fuerte olor a sangre abrió mis vías respiratorias de golpe, apoyé mis manos sobre la presa y bebí la sangre que chorreaba del animal estaba tibia y esto me ayudó a que pasara mejor ya que no había una diferencia de temperatura tan amplia como si hubiera sido agua. Al fin pude respirar y me senté justo al lado del lugar que me habían depositado mis hermanos, algunos se acercaron a mi y me tocaron con el hocico para comprobar que estuviera bien mientras los demás se afanaban en cortar la pieza y repartirla para poder arrastrarla hasta la cueva.
Cuando por fin pude levantarme nos pusimos en viaje de regreso. Yo miraba a la gran loba de tanto en tanto sin poder explicarme cómo ella pudo saber que el fuerte aroma de la sangre abriría mis conductos de aire de nuevo, la verdad es que no podía entenderlo, cómo ella podía llegar a saber algo como eso. Sentí que no volvíamos por la misma ruta aunque pronto descubrí por qué. Pasamos cruzando un suave riachuelo en el que todos se pararon a beber, yo también lo hice, lo necesitaba demasiado, también mojé mi cuello y mi garganta. Pude ver gotas de sangre cayendo al agua y por un momento me asusté, miré mi reflejo en el espejo del rio y pude ver que prácticamente todo mi cuerpo estaba cubierto de sangre ya reseca, me acordé de la ayuda de los lobos cuando sus hocicos aun estaban pintado de rojo escarlata. Bebí agua y no me molesté en limpiarme, me gustaba el sentimiento que dejaba aquella sangre seca en mi, era como el símbolo de la ayuda que había recibido por parte de mis compañeros, no pensaba deshacerme de ella tan pronto.
Continuamos de camino a nuestra guarida, tan solo paramos para enterrar los pedazos de carne a pocos metros de la puerta de la cueva, donde aun había una capa lo suficientemente profunda de tierra como para poder enterrar la carne sin que los carroñeros la descubriesen.
Cuando entramo no me preocupé en mirar si los demás se disponían a hacer algo, tan solo me arrastre como pude hasta la zona en la que dormíamos y me dejé caer, derrotada, caí en un sueño profundo pocos segundos después.

lunes, 26 de diciembre de 2011

Noches oscuras.9

http://www.youtube.com/watch?v=ZG1eqd8T5-I&feature=related

Desperté con mi piel tibia por el calor del pelo de mis amigos, eran tan mullidos y acogedores. Me incorporé y miré a mi alrededor, me sentía en casa, totalmente a gusto, totalmente integrada, miré a la gran loba y en su mirada solo vi aprobación, la misma que se le puede dirigir a un lobato que aunque aun no sea de demasiada utilidad en la manada va bien encaminado y se tienen puestas expectativas positivas en él.
Nos levantamos los cuatro del pequeño grupo que empezábamos a formar, me di cuenta de que la loba negra y el lobo blanco eran poco más que cachorros grandes, en cambio el lobo gris era adulto, no entendía porque se juntaba con nosotros ni porque dormía en la periferia de la manada, por lo que había visto hasta ahora a la hora de dormir se distribuían por jerarquía, cuanto más importante más al centro de la manda. No sabía que puesto ocupaba él en la manada, pero durmiendo tan a a periferia no debía de ser uno muy importante.
Salimos fuera de la, no teníamos mucho que hacer por el momento, así que volvimos a la zona de las madrigueras de conejo, quería aprender a cazarlo cuanto antes, más que nada porque tenía hambre y no me parecía del todo justo que mis compañeros compartieran conmigo sus presas a diario, ellos las cazaban, así que por derecho eran suyas, yo no podía pedirlas y que me las dieran sin más... No, tenía que aprender.
Hice lo que ellos, saltaba en una parte de la madriguera y sigilosamente me dirigía a la otra a esperar al conejo con mi cuchillo en la mano, ellos tres me observaban con atención, emocionados, esperando a que atrapase algo. Los conejos eran muy rápidos y yo siempre llegaba pronto o tarde, nunca conseguía ni tan siquiera rozarlo, fui probando en distintas madrigueras, por ver si alguno de los conejos era más lento que otro. Pero no tenía la suerte de mi parte, pasaron un par de horas y yo no desistía, sentía las pantorrillas entumecidas de pasar tanto tiempo en una misma posición, estaba haciendo algo mal.
Intenté relajarme, sobre todo para apartar de mi mente el dolor de mis músculos, respiré hondo un par de veces cerrando los ojos, escuché los sonidos de mi alrededor, tan solo se escuchaba el viento corriendo entre las hojas y el canto de algún pájaro de vez en cuando, nada más, intenté que el latido de mi corazón fuera menos sonoro, mi respiración se volvió suave pero constante, me concentro, ante mi tan solo existía la madriguera de conejo, nada más, era lo único que existía en el mundo. Me quedé quieta, muy quieta, esperando, al acecho. Vi una naricilla asomar, todavía no, asomó un poco más el morro, todavía no, vi su cabeza asomar por completa, esperé hasta que me descubrió, en ese momento, en el giro que hizo para volver dentro de la madriguera lancé mi cuchillo con rapidez, no creí ser capaz de tal velocidad de reflejo, sentí que lo había clavado en carne tierna, la sangre salpicó un poco mi mano, miré mi presa, a penas le había clavado el cuchillo en un pata, lance la otra mano con rapidez antes de que se me escapara y lo atrapé por el lomo primero para sacarlo y por las orejas después, se revolvía y me arañaba los brazos, jamás hubiera pensado que los conejos tenían unas uñas tan afiladas. Saqué el cuchillo de su pata y lo clavé con rapidez en su cuello, profirió unos gritos horribles mientras se ahogaba en su propia sangre pero los aguanté como pude.
Los lobos se acercaron a mi y se frotaron contra mis piernas alegres, me estaban dando la enhorabuena, ahora esperaban a que me lo comiese, llevaba esos días comiendo carne cruda y creo que estaba empezando a hacerme daño en el estómago. Até el conejo del trozo de cinturón que me sobraba colgando de mi muslo, en el camino de regreso al cubil fui observando todas y cada una de las piedras, había estudiado cuales eran las piedras que se utilizaban para prender fuego hacía unos años para describirlas en uno de mis libros, ya que el protagonista las utilizaba continuamente. Vi una que se le parecía en extremo, pero no estaba segura de que fuese la correcta, de todas maneras la recogí del suelo y también apañe algunas hiervas y ramas secas, no demasiadas ya que no sabía si funcionaría, yo tenía la esperanza de que sí.
Llegamos a la cueva y yo me senté de inmediato en el suelo para intentar hacer fuego, mis compañeros en cambio corrieron hasta la gran loba para contarle mi progreso, ella se acercó juntó con el resto de los lobos, olisqueó mi presa para asegurarse de que había sido yo la que la había cazado y no alguno de mis hermanos. Lamió mi cara para felicitarme, yo quedé estupefacta al ver su gesto de cariño, después se sentó en frente de mi, la observe por miedo a que desaprobara ese comportamiento tan humano como era el cocinar la comida pero tan solo parecía curiosa. Pasé un buen rato frotando piedras hasta que comenzaron a saltar las primeras chispas, pero saltaban y eso era lo más importante. Empecé a calcular para que esas chispas cayeran sobre las hojas secas, cuando conseguí que unas cuantas lo hicieran sople un poco, estaba funcionando, era algo emocionante, sople un poco más y puse más hiervas y después las ramitas, poco a poco todo fue cogiendo temperatura y prendiéndose, me levanté y salí corriendo de la cueva en busca de más ramas y palos algo más grandes. Asusté un poco a los que estaban sentados cerca de mi, incluso a la gran loba, todos me miraban desconcertados y curiosos. Al de unos largos minutos teníamos una pequeña hoguera en la que sería capaz de asar mi conejo, mientras el fuego aumentaba de tamaño yo despellejé y destripé el conejo, todas aquellas partes que me sobraban las fui entregando a la gran loba, ella las distribuyó por rangos. Al final atravesé el conejo en un palo largo y más o menos recto y me puse a asarlo, todos olisqueaban el aroma que iba emanando de la carne al ir asándose, tardó mucho tiempo en estar listo para comer, aunque tampoco me importaba demasiado, conque no estuviera totalmente crudo me bastaba. No tenía intención de comerme el conejo entero, era demasiado, así que corte pequeñas porciones y las distribuí por toda la manada para que la probasen, se relamían, creo que les gustó de verdad. Comí mi todo lo que mi estomago aceptó, sin empacharme tampoco, ya que no sabía si la gran hembra querría salir a cazar esa noche de tres cuartos de luna y si tenía el estomago muy lleno no sería capaz de correr, dejé el resto de la carne asada clavada en un palo cerca de los rescoldos del fuego, no sabía si en mitad de la noche me la robarían o respetarían mi caza, en el fondo no me importaba despertar y no encontrar la carne, ya cazaría otro.
Aquella noche la jefa de la manada no quiso salir así que todos empezaron a buscar su lugar para acostarse, yo me percaté de que había preparado el fuego en la zona que solíamos ocupar nosotros para dormir, me había dirigido a esa zona sin percatarme, mis compañeros se tumbaron rodeando los rescoldos que aun aportaban algo de calor, noté que les gustaba el olor y el calor. Yo también me tumbe en el suelo al lado del fuego y me dispuse a dormir, cuando ya apenas era consciente vi como el lobo gris se levantaba de su sitio y se acercaba a mi, me lamió el hombro y su mirada parecía triste, sus ojos me dijeron que necesitaba mi calor, se tumbó a mi lado y yo le abracé con cariño, sentía mucho aprecio por aquel lobo en particular, él me había encontrado y me había acercado a aquello que mi corazón anhelaba, pero sentí algo extraño en ese momento, al tenerle abrazado, sentí que mi corazón no estaba completo, que aun anhelaba algo más, algo que encontraría en esas montañas pero aun no sabía el qué. Me quedé dormida acariciando el suave pelaje de su lomo.

domingo, 25 de diciembre de 2011

Noches oscuras.8

Desperté aquel día acurrucada entre mis tres lobos, como en los últimos días. Me sentía con fuerzas de poder lograr cualquier reto que me pusieran por delante aquel día, solo una cosa me perturbaba, algo dentro de mi, una extraña culpa, pero que no llegaba al arrepentimiento.
Había matado a mi gato, había clavado un cuchillo en su pecho, el animal que llevaba compartiendo mi día a día durante un par de años ya, que había sido mi único compañero en el tiempo que había pasado encerrada en esa casa escribiendo. Y ahora yo lo había matado ¿Y para qué? Para complacer a un nuevo animal, a uno más grande y magnifico, a uno que sentía como parte de mi familia, cosa que al gato no. Aun así, teniendo en cuenta el tiempo que había pasado viviendo con mi gato y el tiempo que llevaba con los lobos debía de sentir algún tipo de pena o remordimiento, si que me sentía culpable, pesaba sobre mi ese sentimiento, pero si tuviera que volver a escoger volvería a clavar ese cuchillo en su pecho, porque ahora mi familia me aceptaba y porque la culpa no era lo suficientemente grande como para no poder soportarla.
Alcé mi vista y miré a la gran loba sonriendo, ella se me quedó mirando un momento y husmeando el aire la escuche proferir un suave gruñido ronco, algo no andaba bien del todo, sabía que no había acabado de perdonarme por lo que había hecho, pero aun así su comportamiento era excesivo, no sabía que más podía ofrecerle para que terminara de perdonarme.
Me levanté y me dirigí a ella, le pregunté que qué más podía hacer por ella. La loba me dio un toque con el hocico en la pierna y me dijo con la mirada que aun no lo sabía, después miró hacia otro lado y se apartó de mi. Sentí cómo otro lobo se restregaba contra mi pierna y ponía su cabeza bajo mi mano para consolarme, miré hacia abajo y vi a la loba negra, era la primera vez que me pedía una caricia, así cómo al lobo gris lo había acariciado ya un par de veces y el blanco estaba saltando sobre mi para jugar cada dos por tres ella siempre había sido algo más distante y fría, más seria, pero ahora que me veía algo derrotada me daba su apoyo.
Salí con los tres a merodear por la zona, me miraron los tres al llegar a un apartado con muchos matorrales bajos. Me les quedé mirando, no sabía que era lo que intentaban decirme, les pregunté. El lobo blanco comenzó a saltar sobre los arbustos y la loba negra le imitó pero de una forma más sobria y calculada. El lobo gris se me quedó mirando, leí en su mirada, me decía que me iban a enseñar a cazar presas pequeñas, que la gran loba no quería que yo volviese a esa casa mía, que quería que aprendiese a alimentarme por mi misma y que si de momento era incapaz de cazar grandes presas que al menos aprendería a cazar las pequeñas para poder sobrevivir.
Lo entendí a los pocos instantes cuando el lobo blando levantó la cabeza con un conejo entre sus fauces. Comenzó mi entrenamiento como cazadora, lo hacía lo mejor que podía, pero los conejos eran verdaderamente rápidos, había probado a meterme en la conejera, pero esas madrigueras eran mucho más profundas de lo que jamás hubiera pensado. Era imposible. Me quedé observando a mis compañeros, para aprender de ellos, al igual que había seguido lo que había visto para atrapar al gato debía de aprender como se cazaban los conejos. Saltaban en un extremo de la madriguera y silenciosamente se colocaban en la otra salida y esperaban pacientemente a que el conejo se asomase lentamente para intentar huir, si se lanzaban demasiado pronto a por él lo perdían porque no llegaban a alcanzarlo, pero si tardaban demasiado el conejo les veía y volvía de nuevo a la madriguera, había que saltar en el momento preciso para poder atraparlo.
Para cuando me dispuse a intentarlo de nuevo todos tenían ya su conejo, habían pasado un par de horas, era mi momento para cazar.
De pronto nos llegó un aullido desde lo lejos. La gran loba nos llamaba a cazar, tenía una voz tan potente que nadie en la manada se atrevería a desobedecerla. Mis compañeros enterraron sus conejos antes de llegar a la cueva, eran su caza personal, no era algo que fueran a compartir con el resto a menos de que fuera una época de escasez, pero este año la primavera estaba llegando pronto y las presas abundaban por lo que yo había visto en este tiempo con ellos. Llegamos corriendo al punto de encuentro, casi toda la manada se había arremolinado ya en torno a la gran hembra, se preparaban para salir a cazar. Cuando estuvimos todos comenzó la carrera, todos corríamos a un paso que para ellos no era de carrera rápida, ya que debían guardar fuerzas para el momento de la verdadera caza, yo en cambio tenía que darlo todo de mi para poder mantenerles el ritmo, corría con todas mis fuerzas, pero no me cansaba, mi pecho no ardía y mi costado tampoco dolía, por lo que podría seguir esta marcha durante un rato más al menos sin problemas.
De pronto me caí, no supe por qué, solo se que di dos volteretas por el suelo, que me levanté casi de la misma como pude y que seguí corriendo. Varios de la manada se habían percatado de mi caída, pero nadie se paró a esperar ya que vieron que me recuperé pronto. La gran loba también me había visto y dio un pequeño gruñido de desaprobación. Mierda, no entendía por que me había caído, no había pisado mal ni había perdido el equilibrio, tampoco había tropezado ni nada por el estilo, solamente que ahora sentía que me costaba más correr, sentía torpe una de mis piernas, tal vez me había golpeado de mala manera en ella. No me importó, seguí corriendo junto a mis hermanos para que no se preocupasen por mi. Encontramos pronto las presas, una cierva con su cría. Escuché las órdenes, íbamos a por la cría.
Entre todos preparamos una encerrona en media luna, habían dejado un hueco para mi incluso, confiaban en que les ayudase en la formación de acercamiento al menos. Me agazapé entre los altos arbustos al igual que ellos hacían y nos fuimos acercando poco a poco, sigilosamente, tratando de no hacer ningún ruido. Conseguí ser tan sigilosa como ellos, o al menos los ciervos no me escucharon que era lo que más me importaba.
Cuando estuvimos lo suficientemente cerca comenzó la carrera, nos abalanzamos todos al mismo tiempo, pero la madre fue más rápida que nosotros y empujó a la cría para hacerla correr. Ambas empezaron un galope enloquecido por el bosque y nosotros detrás, estaba orgullosa de mí misma, estaba manteniendo la misma velocidad que la manada, estaba aguantando ese ritmo desenfrenado, mis piernas se movían más rápido que nunca, era una locura, mi mente no podía más que pensar en el animal que corría delante de mi, en que debía atraparlo.
Volví a caer al suelo, esta vez tampoco sabía porqué había sido, volví a rodar por el suelo, trate de ponerme de pie pero no lo conseguí, llevaba demasiada velocidad como para conseguirlo tan fácilmente. Noté como mis costillas se estrellaban contra algo duro, contra un árbol, intenté ahogar un grito de dolor cuando mi cuerpo paró contra el árbol pero un leve gemido escapó de mis labios. Vi cómo mis tres lobos se olvidaban de la presa para volver a ver si yo me encontraba bien, intente decirles que continuasen con la caza, que la loba les regañaría si veían que habían abandonado la caza, pero a penas pude pronunciar las palabras, el golpe me dolía mucho, palpé mis costillas, por suerte no había ninguna rota. Me puse en pie, aun podía caminar, al final el golpe no había sido para tanto, o eso me parecía a mi.
Al de un rato la manada regresó hasta el punto donde nos habíamos parado nosotros, traían consigo a la cría de ciervo. Todos pasaron de largo para seguir hasta la cueva menos la gran loba, yo creí que nos iba a regañar, pero tan solo les dijo a mis compañeros que ese día no probarían la presa, a mi ni tan siquiera me miró.
Les seguimos a la cueva, no me dolían demasiado los golpes pero seguía sintiendo una de mis piernas algo torpe, cuando llegamos me senté y palpe toda mi pierna en busca del problema, lo vi pronto, me quité la zapatilla, la suela estaba totalmente suelta, por eso había tropezado y caído en ambas ocasiones, la maldita suela me había hecho tropezar en ambas ocasiones. Saqué el cuchillo del cinturón e intente cortar el trozo de suela levantado para no volver a tropezar por su culpa, en realidad necesitaba unas zapatillas nuevas, pero al pensar en ello recordé las palabras del lobo gris sobre que la gran loba no quería que yo regresase más a mi casa.
Escuché al lobo blanco dar un pequeño gemido a mi lado y lo vi retroceder un paso, miré en la misma dirección que él y vi a la gran loba dirigirse directamente hacia mi. Se quedó mirando la zapatilla en mi mano y mi pie descalzo, olisqueó ambos. Luego acercó su hocico al golpe de mi costado y me apretó un poco, intenté ahogar un gemido de dolor, pero me fue imposible. Entonces ella agarró mi camiseta con fuerza entre sus dientes y empezó a tirar gruñendo, el resto de los lobos se acercaron un poco para observar lo que pasaba. Sus gruñidos me estaban asustando y la fuerza con la que tiraba de mi ropa también, intenté ponerme en pie, no me lo permitió, me empujó para que volviera a caer de culo. El lobo gris intento entrometerse pero con una mirada feroz ella le paró. Siguió tirando de mis ropas, cada vez con más fuerza, las costuras del otro lado de la camiseta crujieron con fuerza pero no llegaron a ceder. Los trozos que tenía agarrados con los dientes si. Se rasgó la camiseta y ella escupió los jirones al suelo, se volvió a acercar a mi y miró la enorme marca morada que estaba apareciendo en mi costado izquierdo.
Dio un gruñido bajo en el que entendí un "ayudadme" al resto de los lobos, ella fue la primera en volver a sujetarme con sus dientes, el resto se abalanzaron sobre mí, grité asustada, pero dejé de hacerlo cuando noté que ninguno de ellos había clavado sus dientes en mi carne, todos agarraban mis ropas y tiraban de ellas. Escuchaba las telas crujir y romperse, sentía los tirones de todos los sitios al mismo tiempo, cerré los ojos con fuerza e intenté apartar el miedo.
Al final pararon. Me miré y contemplé mi cuerpo totalmente desnudo, sentí pudor e intenté recuperar los jirones de mi ropa. La loba me gruñó para impedírmelo, colocó una de sus patas sobre mi vientre y volvió a olfatearme, restregó su hocico contra mi, esta volviendo a marcarme como a una de la manda, no podía creer que por fin estuviera dispuesta a volver a darme la marca de la manada, ademas sin haber echo yo ningún otro mérito. Se quedó mirandome con la pata aun en mi vientre, me estaba adviertiendo que aun estaba a prueba, que a partir de ese momento debía empezar a cumplir mis objetivos, que ahora me habían liberado de aquellas pertenencias humanas que tan solo iban a dificultar mi marcha.
Todos los lobos se acercaron a mi y volvieron a restregar sus hocicos contra mi cuerpo, eran tan suaves, sentir su pelo en mi piel. Tenía toda la piel de gallina, según fueron restregando sus hocicos contra mi me fui sintiendo más parte de ellos, el pudor desapareció poco a poco para cuando los tres últimos se acercaron, mis tres lobos, ya no sentía pudor alguno. La loba negra se restregó contra mi vientre, el lobo blando restregó su hocico por mi cuello y el lobo gris contra mis pechos. Sentí el contacto de ellos tres como el más especial de todos, mi cuerpo se erizó, ahora si que les sentía mis hermanos de verdad, mis compañeros y amigos.
Miré los trozos de mi ropa bajo la luz de la media luna creciente, ya casi eran tres cuartos de luna y brillaba intensamente. Recogí del suelo el cinturón y el cuchillo, eran las únicas cosas que habían quedado enteras, la gran loba me observaba, también recogí un trozo de tela vaquera y salí fuera de la cueva, la luz de la luna bañó mi cuerpo desnudo, aspiré con fuerza el aroma del bosque, del aire limpio, jamás lo había captado con tanta pureza como en aquel instante. Me senté en el suelo y envolví el filo del cuchillo en el trozo de tela y con los jirones que colgaban lo sujete para que la improvisada funda no se soltase tan fácilmente, después cogí el cinturón y le di varias vueltas alrededor de mi muslo, lo más alto posible y lo até con fuerza, después enganché el cuchillo con su funda en el cinturón. Sería útil conservarlo y así quedaba a la altura de mi mano perfectamente, para poder echar mano de él cuando más lo necesitase.
Volví a entrar en la cueva, la loba me miró con aprobación, todos se estaban acostando ya para descansar, me eche junto a mis lobos, ellos se arrimaron a mi más que los días anteriores, creo que entendían que yo utilizaba esas ropas para guardar el calor. Sus pelajes eran muy cálidos, al igual que sus cuerpos, me sentía verdaderamente a gusto entre ellos. la suavidad de sus pelos estremecía mi piel cada vez que se movían un poco. Aquella noche mis sueños fueron cálidos.

Sorpresas de la vida

En verdad furfur existia antes de yo inventarlo? o los del tuenti con eso de que pueden utilizar las cosas que subas para lo que quieran me han plagiado para crear un nuevo juego?? porque lo del bichito peludito vale, pero que se llame tambien furfur? porque nublo es el ojo, que lo he mirado!!!

viernes, 23 de diciembre de 2011

Noches oscuras.7


Desperté acurrucada entre mis tres lobos. Sentí la mirada del resto de la manada, seguían algo molestos conmigo, al parecer mi olor no había acabado de adaptarse al de ellos otra vez, seguía pareciéndoles una extraña o una traidora por haber eliminado el olor que la manada había impregnado en mi, ahora lo entendía algo mejor, después de dormir todo estaba más claro: el primer día cuando llegue todos restregaron su hocico contra mi, estaban impregnándome de su olor, en cambio yo lo había eliminado al cambiarme de ropa y al ducharme, había repudiado la marca que ellos habían puesto en mi.
Me sentí avergonzada al entender qué era lo que había hecho, por eso la loba grande me miraba con tanto desprecio, por eso me había gruñido de manera amenazadora y si no hubiera sido por el plateado seguramente me habría atacado. Ella, siendo la jefa de la manada, no se podía permitir que una recién llegada eliminase su marca de aprobación, su marca de ingreso en la manada, debía de haber sido una humillación hacia ella. ¿Cómo podía solucionar esta situación?
Intenté el ir a hablar con ella, acercarme, pero se alejaba de mi, no quería mirarme, no quería tenerme cerca. Volví con los tres de la manada que no me habían dado de lado y me senté junto a ellos, les pregunté que qué podía hacer para volver a ganarme el aprecio de la gran hembra, no se si me entendieron o no, pero se miraron los unos a los otros pensativos. Al final el lobo plateado me miró a los ojos y le entendí, entendí lo que quería decirme a través de su mirada: "debes traerle un regalo, una ofrenda, algo que ella valore y que con ello sienta que eres parte de nosotros"
No se me ocurría que podía conseguir yo que cumpliera todos esos requisitos. Pensé mientras caminamos por el bosque, en verdad no se me ocurría nada. Volvimos a salir de caza, al igual que la vez anterior no fui capaz de llevar su ritmo, no fui capaz de ayudarles de ningún modo. Eso me dio una idea.
Fui hasta los tres lobos y les dije que tenía que ausentarme para hacer algo para que la loba me aceptase, les dije que no se preocuparan por mi ausencia, que estaría de vuelta antes del amanecer.
Corrí por el bosque yo sola esta vez, no me volvió a doler el pecho ni volví a sentirme cansada al correr hacia mi casa. Tenía muy claro que iba a regresar junto a ellos, solo tenía que hacer algo primero, estaba decidida, conseguiría que me aceptasen de nuevo en la manada como a uno de ellos, puede que jamás llegara a tener el rango ni de un cachorro, pero quería ser parte de ellos, en verdad quería sentirme de su manada, de su familia.
Llegué a mi casa y abrí la puerta. Escuché al gato bufar desde algún lugar de la casa, pero no estaba segura de donde. Fui a la cocina y cogí mi cuchillo favorito, el que mejor cortaba de todos. Busqué a mi gato, le llamé con cariño, pero no apareció, creo que sabía porqué estaba hoy en casa, creo que lo intuyó.
Era una locura, si cualquier otro ser humano escuchara de lo que tenía intención de hacer seguramente pensaría que estaba loca, que era una psicópata, que debían encerrarme o al menos multarme. Seguí caminando por la casa, dejé de llamar al gato, esta vez intenté pensar como la manda, de la forma que ellos cazaban. Comencé a andar sigilosamente por la casa, sin hacer ruido, caminando lentamente, agudizando lo sentidos, escuchando cada ruido, cada chasquido de la calle, de la casa. Escuché unos pasos ligeros y silenciosos en el cuarto de al lado. Me tumbé sobre mi tripa y me arrastré prácticamente para no ser escuchada, le vi meterse bajo la mesa camilla del salón, no quería que se me escapase, si yo me asomaba por un lado estaba segura de que huiría por el lado contrario. Recordé a los lobos cazando formaban un semicírculo al rededor de la presa y solo le dejaban una escapatoria. Yo haría lo mismo, sin hacer el menor ruido fui colocando pesos por las esquinas de la manta de la mesa camilla, de este modo no podría salir por esos lados, tan solo deje un tramo, por el que yo pudiera asomarme sin cerrar.
Cuando por fin me asomé el intentó salir por el lado contrario, pero se encontró con que no podía levantar la manta, lo intentó con todas sus fuerzas pero no fue capaz, en ese momento se volvió para luchar, lanzaba zarpazos al aire a diestro y siniestro, yo intentaba esquivarlo y al mismo tiempo atraparlo por el cogote, me era imposible defenderme y atacar a la vez, así que decidí que un par de arañazos no eran el fin del mundo. Lancé la mano a por él sin pensármelo dos veces, recibí un montón de arañazos y mordiscos, no me importó porque conseguí sujetarlo por el cuello, él se movía y seguía lanzando sus uñas contra mi, me alcanzó en los brazos, mi mano estaba totalmente ensangrentada, hizo un giro extraño y también me alcanzó en la cara, pero no le solté, soporté todos sus arañazos. Lo aplasté contra el suelo y lo inmovilicé, después con un rápido movimiento de mi mano izquierda clavé el cuchillo de cocina en él. Se lo clavé en el pecho para alcanzar su corazón a la primera y no verlo agonizar, creí que me iba a costar más, que sentiría más apego por el animal, que no podría hacerlo, pero lo que sentía dentro era demasiado fuerte, la necesidad de ser aceptada en la manada era demasiado intensa como para dejarla pasar, sería capaz de cualquier cosa en ese instante con tal de ser una de ellos. Despellejé la presa como mejor pude y cogiendo una bolsa lo metí dentro, enganché el cuchillo al cinturón del pantalón, pensé que podría serme de ayuda, ya que yo no tenía ni garras ni poderosos colmillos como los lobos.
Comencé el camino de regreso a las montañas, estaba orgullosa de la presa que le llevaba a la loba grande, no por su tamaño, debía de admitir que era un bocado pequeño, pero era bastante más grande y gordo que los conejos que ellos solían atrapar, además para mi simbolizaba el apartarme de mi antigua vida, el deberme a ellos totalmente, el abandonar mi vida de humana para tratar de volcarme de lleno en mi vida como loba, como una más de la manada.
Llegué al cubil varias horas después, aun no había amanecido pero quedaba muy poco, saque el gato de la bolsa y me guarde esta en el bolsillo del pantalón, no quería que la vieran. Esperé en la puerta a que captasen mi olor y salieran a recibirme, la primera que salió fue la loba grande, seguida del resto de cerca, mis tres lobos estaban de los últimos, estaba segura de que ella no les había dejado salir a recibirme corriendo como lo habrían hecho. Todos esperaron a la puerta de la cueva, la loba se acercó a mi muy despacio, mirándome con la cabeza bien alta, yo agaché mi cabeza y alcé los brazos por encima, arrodillada en el suelo, mostrándola la presa, le dije que era una muestra de que podía ser una de ellos y un obsequio de arrepentimiento por lo que había hecho el día anterior. Aun no estaba segura del todo de si podían entenderme, pero estaba casi segura de que podían hacerlo al igual que yo comprendía la mayoría de las cosas que ellos intentaban decirme. La loba se acercó, olió la presa y dándome un toquecito de aprobación con el hocico en la cabeza y un pequeño gruñido para expresar que aun no había hecho todo lo necesario para ser perdonada cogió la presa y se comió la mayoría dejando el resto para que los lobos de mayor rango se lo repartieran.
Mis tres lobos corrieron a mi y me lamieron, yo seguía teniendo las manos y parte de los brazos cubiertos de sangre, me las limpiaron a lametazos. Después entre con el resto de la manada a la cueva, estaba agotada pero contenta de haber vuelto a ser aceptada.

Cosas curiosas

Me encanta cuando estoy en el baño y mi gata viene a la caja de arena, se pone en posición de hacer cacas, yo rezo: por favor dios, que este bicho que esta podrido por dentro no cague justo ahora que no puedo huir!!
Ella empuja y empuja, yo temo lo peor y de pronto se tira un pedo, le "tapa" con la arena y se va...
Pienso: Uff salvada...
Pero no, porque sus pedos tambien apestan!!!

Noches oscuras.6

Volví a despertar entre los lobos, me resultaba muy agradable, sobre todo aquellos tres que tenía durmiendo junto a mi. El resto me observaban, a ver si pasaba todas las pruebas que la gran loba me imponía, más bien era yo la que tenía que superar las pruebas que nadie había marcado, pero ella las observaba y esperaba que yo las pasase sin ayuda, sin que nadie me empujase a hacerlo.
Aquel día salíamos a cazar, lo sentí en la forma en la que actuaban, sus miradas me lo decían, los tres que permanecían siempre cerca de mi me miraron preocupados. Leí en sus miradas, estaban seguros de que yo no estaba aun lista para una cacería, que no sería capaz de conseguirlo. Pensé en los antiguos hombres como cazaban con los lobos, así que salí del cubil y alcancé una rama caída, después comencé a afilarlo con una piedra roma. No era tan sencillo como yo había pensado y me llevó mucho tiempo. La manada salió del cubil antes de que yo hubiera terminado, tuve que dejarlo a medias.
Caminamos durante un par de horas por el bosque, llegamos a una llanura, todos observaban algo que yo no alcanzaba a ver, aguce la vista un poco más y distinguí unas sombras que se movían algo más adelante, eran ciervos, había una pequeña manada de ciervos más adelante... aunque eran muy pequeños... recordé cuando mi abuelo de pequeña me explicaba las distintas especies de animales que habitaban en el bosque, recordé como me hablaba de unos animales parecidos a los ciervos pero bastante más pequeños, recordé el nombre, corzos, si, esos animales debían de ser corzos.
El lobo plateado me miró preocupado, sentí como me preguntaba haber si estaba preparada, yo asentí con la cabeza y el volvió a concentrarse en los corzos, la manada se fue dispersando haciendo un medio circulo alrededor de los animales, yo también me alejé un poco, siguiendo el mismo patrón que seguían el resto. La carrera empezó casi sin percatarme, todos comenzaron a correr al mismo tiempo, las presas también corrían, yo tarde un poco más en arrancarme tras ellas, pero les seguí como pude. Me tropezaba y me quedaba rezagada, ellos tenían cuatro patas, yo dos, ellos conocían el bosque y eran más estrechos y ágiles para moverse entre los árboles, les seguí como pude, pero para cuando me reuní con ellos ya le habían dado caza a uno de aquellos animales. Vi cómo la loba grande me miraba de reojo, esta prueba no la había superado y por ello no me iban a dejar comer, mi estomago rugía, aunque aquella carne cruda tampoco me abría demasiado el apetito.
Después del festín la manada se dispersó, cada cual iba a investigar por su cuenta, era su rato de ocio, yo no sabía que hacer, tenía muchísima hambre y no paraba de recordar aquella carne que había dejado descongelando en la nevera, la boca se me hacía agua.
Los tres lobos se sentaron a mi lado mirándome. La mirada de los dos jóvenes era inquisitiva, parecían preguntar "¿Qué quieres hacer?" El lobo gris me dio un empujón con el hocico en la pierna, miré sus ojos y al instante supe que él había adivinado lo que estaba pensando y me estaba diciendo que podía hacerlo, comencé a caminar de vuelta a casa con ellos tres siguiéndome, no se separaron de mi en ningún instante, eran como mis guardaespaldas, o más bien temían a que fuera a volver a huir de ellos.
Llegamos hasta mi casa, abrí la puerta y ellos entraron conmigo, el lobo blanco saltó sobre el sofá directamente y se tumbó a esperar, era el más activo de todos y le encantaba saltar de un lado para otro, por eso casi me sorprendió el que se tumbara sin romper algo. Fui hasta la cocina, allí estaba mi gato, empezó a bufar y gruñir, los lobos dieron un paso atrás, y al final el pequeño animal salió corriendo a esconderse en algún sitio. La loba negra se tumbó sobre el suelo de la cocina medio lloriqueando, me pedía disculpas por haber asustado a mi animal de compañía, en cambio el lobo gris no estaba pidiendo disculpas, más bien parecía querer exigirle una al gato, yo también quería que ese animal endemoniado se disculpase con mi nueva familia, no me parecía justo para ellos.
Saqué los filetes de la nevera y los cocine rápido, me moría de hambre, al final me quedaron medio crudos, pero tenía demasiada hambre para fijarme en ese. Los encontré extrañamente suculentos, jamás había probado la carne tan cruda, pero me gustó, casi podría acostumbrarme a ello, solo tendría que desarrollar una mandíbula más fuerte y unos dientes más afilados, me costaba masticarla, por eso mi especie no esta echa para la carne cruda.
Cuando terminé de comer me fui a mi cuarto, el lobo gris se tumbó sobre la cama, los otros dos habían quedado en el salón y la cocina. Me acerqué un momento a él y le acaricié la cabeza y el lomo por un momento, era la primera vez que me acercaba a acariciarle, alzó las cejas y me miró a los ojos, había estado esperando esa caricia por mucho tiempo, lo supe, lo vi en sus ojos, le sonreí y dirigiéndome al armario saque ropa limpia, esta estaba echa un asco, entre en el baño y me di una ducha rápida, salí con el pelo aun empapado y con ropa limpia, esto si que lo había echado de menos, una ducha de agua caliente y ropa limpia, el bañarme bajo la cascada no había estado nada mal, pero no había ni punto de comparación.
Volví al cuarto, el lobo gris me miró extrañado, bajó de la cama y se acercó a mi con la cabeza gacha, me olisqueó y profirió un gruñido grave, no era de amenaza, simplemente de desaprobación, no le gustaba que hubiera cambiado mi olor. Frotó su lomo contra mis piernas para tratar de cambiar un poco mi olor, no se si lo consiguió, pero creo que no demasiado porque al salir del cuarto los otros dos hicieron exactamente lo mismo. Me sentí un poco mal por que me desaprobaban.
Salimos de la casa y regresamos a la zona montañosa en la que solía estar la manada. Mire al cielo, había ya media luna, estaba perfectamente cortada a la mitad, como si lo hubieran hecho con un cuchillo.
Cuando nos unimos a la manada todos se me quedaron mirando. La loba grande se me acercó husmeando el ambiente, gruñó, y el suyo si que era un gruñido amenazador, el lobo gris se metió entre ambos, ella le gruñó más fuerte, le estaba pidiendo que se apartase, el le contestó que no iba a permitir que me dañase, sen enzarzaron en una pelea, yo no sabía que hacer, estaban peleando por mi culpa, no se ni cómo había comprendido lo que decían, simplemente había intuido sus palabras. La pelea no duró mucho y la gran loba venció. Con otro gruñido más suave le dijo que no iba a hacerme daño, pero que no le gustaba el cambio. Se alejó de mi.
La había decepcionado, y mucho, los dos lobos jóvenes se acercaron a mi y se restregaron un poco para tapar mi olor.
Esa noche, cuando todos nos echamos a dormir, noté que nosotros cuatro estábamos algo más apartados de la manada. Cuando estaba tumbada trate de frotarme bien contra el suelo para perder el olor de la ducha, no se si lo conseguí o no. Los tres lobos se acurrucaron a mi alrededor para darme calor. Dormí algo preocupada por la pelea que había habido por mi culpa, ya había revisado el cuello del lobo gris, no había ni una gota de sangre, ni un rasguño, al parecer solo había sido un "intercambio de opiniones".

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Noches oscuras.5

Desperté al sentir movimiento a mi lado. La manada había despertado, por un momento no supe donde estaba, pero solo fue un instante. A mi lado continuaban el lobo que había ido a buscarme y dos lobos jóvenes, eran una hembra casi negra y un macho casi blanco, parecían los más jóvenes de la manada.
Al verme despertar los lobatos se pusieron en pie, en cambio mi lobo gris se quedó tumbado a mi lado, me lamió la cara y también se puso en pie, les imité. Había un pequeño revuelo entre los lobos del centro del grupo, la gran hembra parecía descontenta por algo, sentí que era mi culpa, que había algo de mi que no había acabado de convencerla. Se acercó a mi y me olfateó, parecía que el olor no era lo que la disgustaba, lamió mi mano y andando ágilmente salió de la cueva seguida por el resto de los lobos, yo no supe que hacer. Mi lobo agarró mi manga entre sus dientes y tiró de mi para que lo siguiese.
Contemplé su mirada, intentaba darme ánimos, quería que me sintiera parte de ellos, que no temiese nada, que tan solo me dejase llevar y que les siguiera. Le seguí caminé con ellos durante largo rato. Estábamos descendiendo la colina. La zona cada vez me resultaba más familiar, hasta que por fin llegamos a un entramado de árboles que reconocí a la perfección, se trataba del sendero que conducía hasta el río de cerca de mi casa, de echo poco rato después aparecimos en una de las orillas de la zona en la que estaba la antigua presa, pero estábamos del otro lado del río, yo estaba acostumbrada a verlo del lado contrario, desde este lado quedaba más cerca la cascada.
Los lobos se acercaron a beber agua de la orilla. Yo me quedé un paso atrás, no quería molestar en su rutina, además me quede absorta mirando la cascada, al igual que me había pasado unos días antes sentía ganas de entrar en el agua, aunque sabía que no era la mejor época del año para hacerlo, aun no había llegado el calor y las aguas debían de estar heladas. Sentí un pequeño empujón en mi espalda y al mirar vi al lobo blanco que me empujaba suavemente con la cabeza, tenía los ojos azul hielo, todo él parecía hielo, era muy hermoso, y juguetón por lo que comprobé, se agazapó como lo haría un perro que quiere jugar, su mirada me decía que tenía que ser espontánea y dejarme llevar por lo que quisiese hacer. Salté hacia atrás y yo también me agaché un poco para jugar, dio un par de saltos a mi alrededor y yo salte también para continuar con el juego, corría con él y saltaba sin alejarnos demasiado de la manada.
Me estaba riendo y me divertía mucho, mucho más que en mucho tiempo. Sin saber porqué, en una de nuestras carreras, corrí hacia el agua y salté en ella, debí de salpicar a un par de lobos porque se apartaron de la orilla algo sobresaltados. Nadé hasta la cascada, seguí ese impulso que sentía desde hacía tiempo. Vi la mirada de la loba grande, era de aprobación, parecía como si ella intentase judgar en todo momento si de verdad merecía la pena dejarme quedarme con ellos. La verdad es que aun no había decidido ni yo misma si me quedaría con ellos o no, el lobo gris me había arrastrado hasta el cubil como si fuese un cachorro que se aleja demasiado de la manada y hay que traerlo de vuelta. Aunque lo sintiese aun no estaba segura de si pertenecía a ese mundo. Todo había pasado tan rápido que apenas me había parado a pensar en que tal vez los lobos quisieran que me quedase con ellos, yo debía regresar a la sociedad a mis libros a... ¿Por qué debía hacerlo? Eso tampoco lo había pensado, ¿Tenía que regresar en verdad a la civilización? Si jamás me había importado demasiado, nunca había tenido mucho contacto con el resto de la humanidad, ¿De verdad sería tan descabellado el quedarme y no regresar? Ahora mismo no me lo parecía, no sentía la necesidad de volver con los humanos, en cambio con los lobos estaba a gusto, eran como mi familia.
Todo esto lo pensaba con la cabeza bajo la cascada y mirando la luna, era algo más pequeña que media sonrisa pero parecía alegre y eso me hacía sentir bien, que la luna se alegrase de que yo me hubiese encontrado con los lobos.
Miré dentro de las aguas y vi un pez enorme muy cerca de mi. Pensé en pescarlo, tenía hambre y no creí que en ese momento la comida de supermercado pudiese estar a mi alcance. Me quedé muy quieta, el pez se fue acercando, cuando estuvo a mi alcance hice un movimiento rápido, jamás creí ser capaz de hacer tal cosa, pero el pez salió del agua, voló por los aires y por un momento creí que volvería al agua. Vi como la loba negra saltaba desde encima de la pequeña cascada y atrapaba el pez al aire antes de caer con un fuerte chapuzón al agua. No soltó el pez. Ambas salimos del agua y ella me entregó el pez, lo partí a la mitad y le tendí la mejor porción. Ella pareció confusa al principio, pero tras mirar a la loba grande y ver su gesto de asentimiento engulló su parte. Yo me quedé mirando la mía, estaba crudo y hasta hacía muy poco se estaba moviendo, no estaba segura de si podría ingerir tan cosa, después pensé en el sushi, mucha gente comía pescado crudo y no había ningún problema, empecé a cortar pequeñas porciones con mis dedos y a comerlo, estaba fresco y jugoso, sabía a río, en verdad no creí que me fuera a gustar, pero si, estaba verdaderamente bueno.
La loba grande se acercó a mi y me dio un golpecito de asentimiento con el hocico en el hombro. Sentí en sus ojos que me estaba poniendo a prueba y que aun me quedaban muchas pruebas por pasar. Vi al lobo gris mirándome con orgullo, con el orgullo de un padre que ve a su hijo triunfar en algo, sentí que tendría que seguir esforzándome con fuerza en las próximas pruebas que me pusiese la loba grande para no decepcionar a mi lobo.
Recorrimos muchos senderos aquella noche, noté que en algunos tramos descendíamos la marcha, en aquellas zonas el olor acre era mucho más tenue, o incluso desaparecía, comprendí al de un rato que estaban enseñándome los límites de su territorio. Pude ver mi casa a lo lejos y me di cuenta de que ese edificio creado pro la mano del hombre también entraba dentro de su territorio, entonces ¿Solo me habían escogido porque me casa quedaba dentro de sus dominios? No, había algo más, las miradas de todos me decían que tenía que haber mucho más, algo más importante que aquella trivialidad.
Recorrimos el bosque durante horas, cuando la noche ya estaba muy avanzada regresamos al cubil a dormir.

martes, 20 de diciembre de 2011

Noches oscuras.4

Desperté al anochecer al igual que la noche anterior. Me dolía todo el cuerpo llevaba ya un par de noches sin poder descansar, sin poder dormir a pierna suelta. Esta noche no quería salir. Tal vez si me quedaba en casa e intentaba seguir mi rutina conseguiría olvidarme del lobo y así poder volver a dormir, era lo que me recomendaba mi conciencia, o tal vez lo que me decían las ideas que se habían grabado en mi cabeza desde niña.
Desayuné algo ligero y llamé a mi gato para intentar reconciliarme con él. Me miró con recelo, como si en realidad fuese a hacerle daño, al final se acercó poco a poco y me dejó que le pasase una mano por encima, sin gruñirme ni arañarme. Después se alejó con sus alegres saltitos, ya no parecía tan enfadado conmigo.
Me tumbé en el sofá y comencé a leer un libro, había pensado en intentar escribir un rato, pero recordé que había estampado el ordenador contra la pared. En un arrebato de locura había destruido el único aparato tecnológico de la casa, el único aparato que me seguía manteniendo unida al mundo exterior. En verdad me debía de haberme vuelto loca en estas últimas noches, pero ya había decidido volver a la cordura, no volvería a cometer estupideces, no.
Escuché un aullido.
Era triste y cargado de llanto. Intenté ignorarlo, lo intente con todas mis fuerzas, pero me fue inútil. Al tercer aullido ya estaba vestida y corriendo por el bosque, mi gato había bufado al verme salir corriendo, como si me estuviera reprendiendo. Corrí, corrí por el bosque con todas mis fuerzas, no podía olvidar a aquel lobo, no podía ignorar su llamada ni lo que sentía en mi interior, corrí como alma que lleva el diablo solo para poder encontrarle. Solo para poder verle y descubrir que era lo que quería enseñarme, aquello que mi corazón estaba anhelando con tanta fuerza.
Volví a parar en seco en la misma parte del bosque que la noche anterior, volvía a sentir su presencia, volvía a sentirle cerca de mi. Le busqué con la mirada, necesitaba verle de nuevo. Apareció ante mi pocos segundos  después, caminaba con cautela acercándose a mi, como si temiera el volver a espantarme. Se detuvo algo más lejos que la vez anterior y produjo un gruñido grabe, como si me interrogara para poder acercarse más, no era un gruñido amenazador ni nada por el estilo, tan solo era una pregunta, pero la alarma en mi cabeza volvió a encenderse, la alarma volvía a gritarse que me alejase.
Di un paso atrás, él se puso en pie, mi alarma gritó más que nunca, me volví para salir corriendo otra vez mientras el dolor en mi pecho comenzaba a crecer. No fue el único dolor que sentí, mi brazo izquierdo comenzó a arder de dolor. Miré mi brazo, el lobo me estaba sujetando con sus fuertes fauces, sangraba, mucho, y me dolía, pero él ni siquiera estaba apretando, solo que sus dientes eran afilados como cuchillas.
Le miré a los ojos, estaba segura de que veía el miedo reflejado en mi rostro. El tenía una mirada severa, profunda, pero no parecía enfadado, solo estaba intentando entender porqué había corrido los días anteriores, sentí cómo escrutaba en mi, como entendía mis pensamientos, mi alarma en la cabeza, él estaba viendo que en verdad yo no quería escapar, que solo quería conocer lo que tenía que enseñarme, sentí como leía en mi alma. Su mirada cambió, se volvió triste y al instante alegre, sin soltarme comenzó a caminar, tuvo que dar un pequeño tirón inicial para que yo comenzase a seguirle. Me vi obligada a caminar junto a él, ya que en ningún momento me soltó cada vez que yo aflojaba el paso él apretaba su mordedura, dolía, en verdad dolía mucho, pero sabía que no quería dañarme, lo había visto en su mirada, él solo quería mostrarme aquello que me llevaba atrayendo desde hacía varios días. La alarma en mi cabeza había cesado hacía ya un buen rato, casi el mismo tiempo que llevábamos andando por el bosque pero él no me soltó en ningún momento, sabía que tenía miedo a que yo volviese a escapar y razones no le faltaban ninguna, ya lo había hecho en las ocasiones anteriores, aunque hoy no lo iba a hacer, ya no, no volvería a escapar, no volvería a intentar olvidar lo que recorría mi interior. Aun así él no sabía aquello y no podía fiarse de que le siguiese dócilmente. Yo lo prefería así, tampoco podía fiarme de mi misma.
Caminamos durante horas, me dolían los pies y la espalda al tener que andar un poco encorvada por la sujeción del animal. Ya no sentía mi brazo izquierdo y la sangre había parado de correr, de vez en cuando un hilo nuevo comenzaba a manar cuando el lobo tiraba con algo más de fuerza porque yo me quedase rezagada o porque subíamos sobre una roca, pero ya apenas me dolía, sentía algo de preocupación ante eso, tal vez había perdido demasiada sangre en el brazo o el lobo estaba haciendo efecto torniquete y la sangre no fluía con normalidad, tenía algo de miedo a que algo malo sucediera con mi brazo, me pareció como si la alarme en mi cabeza quisiera volver a encenderse, agradecí el que el lobo no me hubiese soltado.
No se cuanto tiempo estuvimos caminando pero cada vez hacía más frío, seguíamos ascendiendo, nos dirigíamos hacia las montañas, aquellas que yo me hubiera quedado mirando el día anterior, aquellas que me habían llamado, aquellas a las que quería haber ido.
Ascendimos hasta encontrarnos de frente con una cueva, no tenía una entrada demasiado amplia pero yo podía pasar encorvandome un poco más. Pasamos al interior, aquella cueva tenía aquel olor acre que había sentido en los arbustos que quedaban de camino a mi casa. Seguimos adentrándonos en la cueva hasta un punto en el que podía estirarme sin golpearme la cabeza, estaba todo muy oscuro, no podía ver nada en absoluto, mis ojos se fueron acostumbrando a la penumbra poco a poco, empecé a ver más pares de ojos relucientes, estaba en el cubil del lobo y había lo menos una docena de ellos, todos me miraban. El me soltó y yo me quedé muy quieta, uno a unos se fueron acercando todos y cada uno de los lobos a olfatearme y me daban un golpecito con el hocico a modo de aceptación. Me estaban aceptando, estaban permitiendo que me encontrase entre ellos sin atacarme. Se acercó el último de todos los lobos, era enorme, más que el resto, no supe porqué, pero incluso al verlo de lejos sentí que era una hembra y que era la matriarca de toda aquella manada, que ella era la mandamás. Me olfateó, mucho más que el resto, se paró al oler las heridas de mi brazo, por un instante tuve miedo a que decidiese atacarme por esa herida, la lamió, limpió toda la sangre seca que quedaba en mi brazo y cuando acabó ella también me dio un golpecito con el hocico.
Tras aquel curioso saludo todos los lobos se fueron acomodando en el suelo para dormir, muy cerca los unos de los otros para darse calor en aquellas noches que aun eran frías, la loba grande dormía en el centro de todos. El lobo que me había llevado hasta allí agarró lo que quedaba de mi manga izquierda para que lo siguiera, me llevó hasta una zona apartada de la manada y tiró de mi para que me tumbase entre otros dos lobos que parecían jóvenes. No estaba muy segura de lo que hacía pero le obedecí y me tumbé entre los dos lobos, él también se tumbó a mi lado, entre los tres se arremolinaron y prácticamente me taparon como si fueran mantas, sentía el calor de sus cuerpos y el de su pelo y me sentía por una vez en mucho tiempo en mi hogar. Sentía que tenía una familia a mi lado, sentía que quería cuidar de ellos y que ellos me protegiesen a mi. La alarma de la sociedad en mi cabeza había desaparecido por completo, al estar con ellos no podía pensar en nada más, solo en que era feliz, en que estaba a gusto, en paz. Me dormí con la sensación de que nunca nadie podría romper la felicidad que en ese momento sentía.

lunes, 19 de diciembre de 2011

Noches oscuras.3

Volví a despertar cuando la noche empezaba a caer, la verdad es que no había podido dormirme hasta el despuntar del alba, así que no era de extrañar que me despertase a esas horas. No había descansado nada, sentía mis músculos agarrotados, la almohada estaba húmeda por las lágrimas que no habían cesado de correr por mis mejillas durante toda la noche, me dolían los ojos y seguía sintiendo un dolor asfixiante en mi pecho.
Sentía que todo a mi alrededor estaba mal, yo no debería de estar en este lugar, no debería de estar en esta casa, las paredes me asfixiaban, me ahogaban, sentía que no podía permanecer ni un segundo más en ese lugar, mi gato se acerco para que me cerciorara de ello con un bufido y un gruñido grave. No sabía que hacer, ya no tenía fuerzas ni para intentar regañarle, estaba tan perdida, perdida en aquella que se suponia mi casa, perdida en aquel que se suponía mi mundo. ¿Qué debía hacer? ¿Quedarme y sufrir en aquel lugar? ¿O tal vez debía salir corriendo del que había sido mi hogar a buscar mi sitio?
Todo había cambiado tan de golpe, toda mi vida estaba patas arriba en tan solo unos pocos días y ni siquiera había ocurrido nada real, tal solo eran mis sentimientos y al parecer los del animal con el que compartía casa.
Me estaba agobiando mucho, así que salí fuera. Miré el cielo, ya había caído la noche y la fina luna asomaba por las montañas, aun era apenas un fino resquicio de luz en la oscura noche, uno o dos estrellas brillaban también para que me asegurara de que en verdad había llegado la noche. El aire estaba helado, aunque la primavera se acercaba aun hacía frío, sentí el frío en mis huesos y recordé cómo la noche anterior había caminado por medio del bosque, a altas horas de la mañana  y no había sentido ni un atisbo de frío, ahora en cambio me estaba congelando.
Me dispuse a entrar en casa para coger un abrigo cuando lo escuché. El sonido más triste que había escuchado en mi vida, lo sentí como un llanto, como un grito desgarrador en la noche por tristeza, era un aullido, un aullido de lobo, recordé el lobo de la noche anterior, su mirada triste... sabía que era él, que ese aullido era suyo, que me llamaba, que estaba llorando porque yo había escapado de él, porque yo había sentido miedo de él. En verdad sentía que era él el que aullaba. Olvide la chaqueta, o simplemente deje de sentir frío, corrí, corrí con todas mis fuerzas por el bosque, buscando el lugar del que procedía aquel llanto lanzado al cielo, corrí como jamás lo había hecho, incluso más que la noche anterior al regresar a casa, pero esta vez mis pulmones no ardían, no sentía el dolor en mi costado, esta vez me resultaba tan fácil, como si toda mi vida hubiera esperado para correr de esta forma, para correr hacia él, como si ese fuera mi único propósito en la vida.
Pare de golpe en medio de la espesura, no veía nada, pero sabía que le había encontrado, o el me había encontrado a mi, no estaba segura, solo sabía que estaba cerca y quería volver a verle, quería demostrarle mi arrepentimiento por haber huido la noche anterior. Apareció ante mi, majestuoso, caminando lentamente, con la cabeza gacha, mirándome a los ojos, la cola también caída, le notaba triste y asustado, tenía miedo a que yo volviese a huir, pero también sentí la emoción en sus ojos, emoción por volver a tenerme delante. La noche anterior apenas me había fijado en él, era plateado con algún tono oscuro y alguno anaranjado, pero el plateado era el que resaltaba, gris plata brillante, era precioso, y sus ojos dorados tenían un veteado pardo excepcional, jamás había contemplado un ser tan hermoso, su pelo tupido, sobre todo en la parte del lomo y en el pecho, era maravilloso.
Se sentó a una distancia prudencial de mi, me miraba, el miedo cada vez era más patente en su rostro, quería que yo me acercase a él, que no le temiera de nuevo. Pero otra vez las ideas sociales asaltaron mi cabeza, una voz me gritaba desde algún sitió de mi mente si me había vuelto loca, que aquel animal era peligroso y traicionero, que esos animales engañan para poder obtener una presa, que solo intentaba llevarme más adentro en el bosque para que toda su manada pudiese alimentarse de mi. Me gritaba que debía correr y escapar de él, esa voz gritaba cada vez con más fuerza dentro de mi, casi no podía escuchar otra cosa.
Dí un paso atrás, el lobo se levantó sobresaltado, con la boca medio abierta, su mirada era triste, de súplica, me estaba suplicando que por favor no huyese de nuevo, que pro favor no volviera a dejarle solo, pero su paso hacia mí y sus fauces entreabiertas solo consiguieran hacer que la alarma dentro de mi cabeza estallase, la voz que me decía corre, aléjate, huye de aquí comenzó a aullar a gritar, no podía ver nada más en mi cabeza, no podía ver mis instintos ni mis sentimientos, tan solo esa voz gritándome.
Corrí, volví a alejarme de él, esta vez no miré atrás, solo volví a correr lejos de su lado, mis pulmones volvieron a arder, sentí el frío entrando en mis huesos de nuevo, me dolían ambos costados y el pecho creía que iba a estallarme de dolor.  ¿Porqué estaba corriendo? ¿Porqué huía de nuevo? No quería hacerlo, pero esa voz era demasiado fuerte y estridente. Llegué a casa, y cerré tras de mí, las lágrimas comenzaron a caer con fuerza. Vi a mi gato y lo único que se me ocurrió hacer fue intentar patearle y gritarle que se largase, que me dejara sola, que no quería verlo, el animal salió huyendo.
Estaba destrozada, me sentía un monstruo, era la segunda vez que escapaba de ese lobo, sabía que era el mismo, sabía que él era el que podía guiarme hasta aquello que me atraía con tanta fuerza, hacia aquello que estaba revolucionando mi mundo y mi forma de ser, aquello que estaba poniendo patas arriba mis sentimientos, aquello que arrancaría el dolor de mi pecho. Lloré, grité, mi garganta dolía de tanto gritar.
Cuando por fin me calme un poco fui al despacho a mirar de nuevo la pantalla del ordenador, a intentar ordenas mis ideas, a intentar escribir algo para relajarme. Miré la pantalla, aquellas palabras, aquel fragmento de historia, todo era surrealista, no recordaba haberlas escrito, bueno, si recordaba el haber estado delante del ordenador escribiendo pero no que hubiera escrito aquello, no me veía en esas palabras, ¿Tanto estaba cambiando? Un aullido rompió la noche como para decirme que sí, que tanto había cambiado. Era él, estaba segura de que era el mismo lobo de nuevo, no podía salir de casa, no iba a salir de nuevo. Mi corazón empezó a latir con fuerza, el dolor y las lágrimas volvieron, miré de nuevo la pantalla del ordenador, esas no eran mis palabras, eso no podía haberlo escrito yo, otro aullido rompió la noche, no podía soportar el dolor que escuchaba en ese canto de lobo, el llanto que lo impregnaba. Me sentí despreciable, asquerosa, yo no valía la pena, mi vida era desagradable incluso para mi. Con un grito que desgarró mi garganta agarre el portátil y lo lance contra la pared, estalló en mil pedazo con un chispazo final.
Me dejé caer al suelo llorando, llorando de rabia, de odio hacia mi misma por ser tan despreciable... no, no me odiaba a mi misma, odiaba a la sociedad que había arraigado tan profundamente en mi la creencia de que aquel lobo era peligroso, de que no podía acercarme a él, de que eso no era lo correcto. Estaba furiosa y agotada, mis tripas rugía con fuerza, no había comido nada en todo ese tiempo, apenas quedaba comida sin descongelar, así que saque algo del congelador y lo dejé descongelándose para el día siguiente y comí algo que me quedaba en la nevera. Había pasado casi toda la noche, quedaba poco para el amanecer. Mis horarios estaban totalmente descuadrados. Salí a la calle y me senté en un banco de madera que había junto a la entrada principal, lo había construido mi abuelo hacía años, yo le había ayudado un poco, a mi manera,cuando aquello apenas era una niña. Siempre me había encantado sentarme en él y acariciar los dibujos que describía su madera, hacía años que no hacía tal cosa y ahora estaba volviendo a sentarme en él y volviendo a acariciar sus rugosidades, sentía que ese lobo me estaba haciendo recordar muchos sentimientos que había creído olvidados o perdidos. Me quedé sentada en el banco, contemplando el cielo, vi despuntar el alba con lágrimas aun en los ojos, sentí, necesite un brazo rodeándome, necesite al lobo sentado junto a mis pies, necesite alguien que me entendiera, que me abrazara y contemplara junto a mi aquel espectáculo que era el amanecer.
Estaba destrozada, agotada. Regrese al interior de la casa y me quedé dormida en poco tiempo.

domingo, 18 de diciembre de 2011

Noches oscuras.2

Sonó el despertador a la hora de siempre, pero no lo escuche. Estaba tan destrozada tanto física como mentalmente que no pude despertarme a la hora que acostumbraba.
Cuando desperté ya era tarde, casi estaba anocheciendo, no me podía creer que hubiera dormido tantísimas horas, pero teniendo en cuenta que las dos noches anteriores apenas había podido pegar ojo y la caminata del día anterior lo que me extrañaría hubiera sido lo contrario.
Me levanté de la cama, me sentía mas fresca y descansada que nunca. Fui a la cocina y me preparé algo para comer, o para cenar, no tenía muy claro que comida me correspondía, tenía hambre y eso era lo único que tenía en cuenta. Mi hambre era voraz, acabe con casi todo lo que había comprado el día anterior, apenas si deje alguna verdura. Pensé en ir hasta el pueblo a comprar algo más, pero dentro de poco anochecería y no me parecía demasiado seguro hacer todo el camino de regreso desde el pueblo sola y sin ningún tipo de luz. Menos mal que aun tenía cosas guardadas en el congelador.
Me di cuenta de que llevaba mas de un día sin ver a mi gato, le quedaba poca comida en el plato, así que lo rellené, no apareció y eso que siempre aparece corriendo cuando escucha el saco.
Fui al estudio, con lo descansada y fuerte que me sentía estaba segura de que podría escribir durante horas completas. No fue así, esas palabras seguían sin parecer mías. ¿Qué me estaba pasando? La inspiración no venía a mi, mi gato había comenzado a odiarme de la noche a la mañana y cada vez sentía una atracción más fuerte hacia algo que aun no sabía exactamente lo que era. Atracción, si sentía una atracción ciega, ahora que me paré a pensar en ello sentí eso con más fuerza.
Me levante de mi mullida silla de escritorio, la sentía incomoda, salí a la calle, la noche empezaba a refrescar pero no lo noté, el cielo tenia tonos naranjas y amarillos, el sol se ponía sobre las montañas, descendía muy lentamente, caminé, subí la colina por la parte que no cubrían los árboles para seguir contemplando ese atardecer. En ese instante añore tener a alguien a mi lado rodeándome con un brazo para contemplar ese atardecer conmigo. Volví a sentir aquella atracción con mucha más fuerza. Mi mirada quedó clavada en las montañas cercanas, no me di cuenta de lo que hacía, pero estaba caminando hacia ellas, atravesando el bosque.
Cuando llegué a un pequeño claro volví a contemplar el cielo, tonos morados acompañaban a los naranjas en el cielo, la noche se acercaba, mi subconsciente me dijo que debía volver a casa, que no era seguro caminar de noche entre los árboles, que podría perderme y nadie sabía donde me encontraba, nadie iba a venir a buscarme si tardaba en regresar. Pero mi cuerpo no atendió a razones, continué internándome en la maleza, el bosque era cada vez más espeso, confiaba en mi sentido de la orientación para regresar porque la noche ya había caído sobre mi. Poco a poco las estrellas comenzaron a titilar en el cielo, una estrecha luna se dibujó sobre mi poco a poco.
La noche cada vez era más cerrada, no sabía el tiempo que llevaba caminando y hacía frío, pero yo no lo sentía, tan solo sentía esa extraña atracción que me impulsaba a continuar andando. Era una atracción física, una atracción mental, era como cuando has quedado en encontrarte con la persona amada, y aunque las cosas se compliquen sigues caminando porque tan solo piensas en ver al ser amado, solo que yo no iba al encuentro de nadie, de nada, al menos que yo supiera, tan solo sentía ese tipo de atracción por las profundidades del bosque, por las colinas de más adelante.
Algo se movió muy cerca de mi. Me paré en seco y me quedé muy quieta, no sabía lo que era pero el instinto y el sentimiento que me invadía me decían que no podía ser algo malo. Me acerqué un poco más y a aparté un arbusto bajo, no vi nada, no al principio. Miré un poco más adelante, cerca de un árbol.
Vi dos ojos relucientes, amarillos u brillantes, como dos lunas llenas escondidas entre los árboles, me quedé perpleja, quieta, sin aliento, contemplando esa mirada, me llamaba, me estaba llamando, esos ojos me pedía que los siguiese, que ellos me llevarían hasta la fuente de aquella atracción que me había hecho adentrarme en el bosque en plena noche. Dí un paso hacía esos ojos y un rallo lunar iluminó su figura.
Mi subconsciente se activó, mi instinto me decía que siguiese adelante, pero ahí estaba la "sensatez" impuesta por la educación, por la sociedad, yo tan solo quería hacer caso a mis instintos, pero la moralidad social me dijo otra cosa: es peligroso, debes correr, alejarte, volver a casa, correr con todas tus fuerzas y huir, porque es peligroso, corre, huye del lobo, o el acabará contigo.
Sentía que ese animal que tantas veces había sido caracterizado como el malo de los cuentos no era tan terrible, lo sentía como si ese animal fuera de mi familia.
Pero la moralidad impuesta por "mi" sociedad ganó, di la vuelta y corrí, corrí con todas mis fuerzas, hacia mi casa, alejándome de aquel lugar. Volví la mirada hacia atrás tan solo un instante para ver si el animal me seguía, para ver si trataba de darme caza. No me siguió, se quedó mirándome, mirando como me alejaba de él, me pareció ver la tristeza en su rostro, aquel lobo lloraba por dentro al verme huir de él.
Dejé de mirarle y seguí corriendo, mis pulmones ardían por dentro de tanto correr, me dolían ambos costados pero no paré de correr hasta que entré en mi casa. Cerré la puerta tras de mí con un golpe. Vi a mi gato acercándose a mi y quise abrazarlo para calmar mi miedo, para sentir que había hecho bien en escapar, lo cogí en brazos, por un momento pareció tranquilo, pero un instante después me arañó la cara bufando y maullando y gruñéndome con fuerza, lo dejé escapar por el susto de su reacción y el dolor en mi cara, sangraba de una mejilla, el gato corrió lejos, jamás había hecho nada parecido, quise correr, agarrarlo, regañarle y golpearle, pero tan solo pude sentarme en el suelo y volver a llorar, como la noche anterior me sentía vacía por dentro, pero hoy sentía como mi alma se desgarraba, como mi corazón se rompía en pedazos, me sentía traicionada por el animal que vivía conmigo y me sentía sucia y despreciable por haber huido del lobo, me sentía como si yo lo hubiera traicionado a él, como si acabara de romperle el corazón a la persona que más habría llegado a amar en el mundo. No entendía todos los sentimientos que recorrían mi interior.
Me quedé sentada en el suelo, con la espalda apoyada en la puerta principal, llorando, casi hasta que despuntó el amanecer. Entonces me deslice hasta mi cuarto y sin volver a probar bocado me quedé dormida en un sueño de nuevo agitado, el lobo se me apareció en el sueño miles de veces y siempre que me miraba con esa expresión de tristeza mi alma se partía en dos. Sentía que las lagrimas seguían corriendo por mi rostro mientras dormía.

sábado, 17 de diciembre de 2011

Noches oscuras.1

Me desperté con todos los músculos doloridos, apenas si había dormido. Sentía que debía salir corriendo de aquel lugar, que no era bienvenida, pero no podía, al fin y al cabo era mi casa. Fui al estudio, hacía unos pocos días había comenzado con mi nuevo libro, me había volcado sobre él, leí las ultimas líneas para continuar. Estaba en blanco, era como si esas no fuesen mis palabras, pero ahí estaban, en la pantalla de mi ordenador, pero no las sentía mías, tal vez si modificaba algunos pedazos... decidí que con el estomago vacío no se toman buenas decisiones. Así que me dirigí a la cocina, había café preparado del día anterior, abrí la nevera, nada lo suficientemente bueno para acompañar. Volví a cerrar la nevera. Desayune tan solo con café. Me vestí, recogí un par de cosas y caminé hasta el pueblo.
No quedaba demasiado lejos, vivía a las afueras, subiendo una colina, en una casa que mi abuelo había construido hacía años en medio de un robledal, más bien en medio del bosque, desde niña me había encantado ir a visitar aquel lugar, era tan salvaje y tranquilo, ademas el pueblo no estaba tan lejos, se podía llegar caminando en algo más de media hora a buen paso, aunque de esta manera no podía hacer grandes compras, tampoco tenía coche y evitaba el consumismo innecesario.
Compre unas pocas verduras y algún dulce para el desayuno y regresé a casa, no me gustaba cuando la gente del pueblo me abordaba con las preguntas de qué hacía tanto tiempo sola en esa casa, los que me conocían preguntaban que para cuando estaría listo el nuevo libro. Yo intentaba rehuir sus preguntas y en general su presencia y contacto, pero hoy me sentía extrañamente antisocial, tal vez el no haber desayunado en condiciones.
Volví a mi casa y por el camino me quede observando los matorrales que me pareció ver moverse la noche anterior, no vi nada, me acerqué un poco más, nada. Un olor acre inundó mi nariz, era tenue, muy tenue, pero ahí había habido algo que llamaba mi atención. Por un momento me sentí estúpida mirando un matorral y olisqueando el ambiente como un perro.
Llegué a mi casa de nuevo, esta vez el gato me bufó nada más abrir la puerta y salió corriendo, ya ni siquiera iba a saludarme. Lo llamé para regañarle por su comportamiento pero no lo encontré, tampoco apareció, estaría escondido en algún lado para que no lo atrapase, sabía que se había comportado mal.
Pasé el resto de la mañana intentando escribir algo, las palabras o fluían, seguía sintiendo que aquel escrito medio empezado no era mio.Sentía ganas de borrarlo todo y comenzar con algo nuevo y distinto...pero hacía unos días estaba tan inmersa en aquella historia, me estaba quedando tan bien que me daba pena desecharla así sin más.
Después de comer salí de casa y me fui a dar un paseo por el monte. Seguí una ruta que solía tomar en días en que la inspiración no quería tocarme, era un sendero estrecho, rodeado de árboles que creaban un pasillo tan tupido que la luz del sol entraba a pequeñísimos claros, las luces jugaban en el suelo y al final llegabas hasta un río, una antigua presa medio derruida paraba el agua creando un remanso en el que poder nadar, una cascada baja y tenue se veía al otro lado del remanso. No me bañaba en ese lugar desde niña, tampoco hoy tenía intención de hacerlo, con contemplar esa imagen me bastaba para relajarme y hacer que mis pensamientos fluyeran.
Al parecer hoy mis pensamientos no estaban por la labor de fluir, estaba embotada y cansada, no había descansado a la noche y ese sería el motivo más probable de todos. Quedé embobada mirando la cascada, me estaba atrayendo al igual que el aullido de la noche anterior, cuando me quise dar cuenta ya estaba anocheciendo y todavía tenía que regresar a casa.
Comencé a caminar, conocía el camino de memoria, casi podría recorrerlo con los ojos cerrados. Al llegar a la misma zona en la que el día anterior se movieron los arbustos volví a escuchar el aullido, me heló la sangre en las venas y todo mi cuerpo se estremeció, como si de una caricia intima se hubiera tratado. Sentí la fuerte necesidad de correr entre los árboles, seguir subiendo la colina hasta lo más profundo del bosque, hasta aquellos lugares que aun me quedaban por recorrer. Pero no lo hice, al igual que el día anterior regresé a casa, esta vez caminé lenta, sentía la tristeza dentro de mí.
Al entrar por la puerto escuche a mi gato gruñir y bufar desde algún lugar de la casa pero no lo vi. Cené lo que me había sobrado de la comida, apenas pude ingerir unos bocados y me fui a la cama. No podía dormir, y una presión en mi pecho me agarrotaba y me oprimía, sentía un dolor intenso dentro de mi ser.
Lloré, pasé casi toda la noche llorando, no recuerdo en que momento sucumbí al sueño.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Noches oscuras.0

En una noche oscura, sin Luna, escuche un aullido estremecedor, procedía de las montañas, de un lugar apartado en el bosque, ese aullido me llamaba, algo me atraía, pero no camine hacia él, no me acerqué ni seguí ese instinto que me impulsaba a caminar, seguí por el sendero que me acercaba a casa, a ese lugar que tan bien conocía pero que en este instante no identificaba como mi hogar, ¿Porqué? Tantos años viviendo en el mismo lugar, hasta hace cosa de media hora seguía sintiendo que era mi hogar, ¿Porqué ahora no? Parecía que ese aullido había cambiado algo en mi interior, había hecho que mi alma se moviera, que buscara una nueva posición dentro de mi cuerpo.. algo se estaba moviendo.
Vi una sombra entre los árboles, era algo que me hacía sentir tranquila y alegre, pero no paré a ver que era, corrí, corrí con todas mis fuerzas, lo más lejos y lo más rápido que pude, en realidad no pare de correr hasta que llegue a la que hasta hacia unos minutos me había parecido mi hogar.
Entré, me sentí como una extraña. No sentía que esa fuera mi casa, sentía como si estuviese allanando una propiedad ajena, como si en cualquier momento fuera a aparecer alguien que me echaría a patadas, de echo así fue prácticamente, mi gato se acercó a mi con la cola en alto y sus alegres saltitos, al igual que siempre hacia cuando entro en casa, fue a restregarse contra mis piernas, se quedó oliéndome y entonces me bufó, jamás había hecho nada parecido, era la primera vez que escuchaba un bufido salir de su boca. Que de perpleja, asustada, la única compañía que tenía en el mundo estaba repudiando de mi. Me sentó mal, así que lo agarré por el cogote y lo apreté entre mis brazos, intento revolverse pero no lo dejé marchar, abrazarlo siempre me reconfortaba cuando estaba nerviosa o asustada.
Había perdido ese apetito voraz que sentía al dirigirme a casa, bueno, si aun podía llamar a aquel lugar casa. Así que sin soltar al gato fui a mi cuarto, lo deje encima de la cama y en pocos minutos me puse la ropa de cama y escabullendome entre las mantas caí en un sueño pesado y alborotado que no me dejó descansar.

martes, 13 de diciembre de 2011

Vuelvo a verte

Nervios, emoción. Tanto tiempo sin verte y por fin se hacerca de nuevo el dia, contare las horas y los segundos que me separan de tus brazos, ya no es nada, el tiempo que queda volara y yo con el. Tan solo unos pocos dias mas. Los latidos se aceleran con cada minuto, con cada segundo, recordandome cuanto he podido llegar a añorarte. Quiero que el tiempo se esfume en tus brazos.

Gracias!!

Por que gracias a ella todos aprendimos a hablar balleno!!! queeeeeeeeeeeeeeeeee ttoooaaaaaaaaaaalllll eestaaaaaaaaaaa seooooooooñoooooooooooooorr!!! XD

Rememorando

Recordamos cosas hermosas que nuestra mente casi había llegado a olvidar, pero que nuestro corazón no, aunque hubiéramos pensado que si, en realidad ahí estaban tan solo guardadas o recogidas porque hay demasiadas tormentas a nuestro alrededor, demasiadas preocupaciones o agobios, pero los recuerdos que hemos vivido, aquellos que nos han emocionado no pueden ser borrados por nada en el mundo.

lunes, 12 de diciembre de 2011

Barcos

"Un barco es un objeto que parece tener el fin de navegar, pero su fin no es navegar, sino llegar a puerto."
F. Pesoa

domingo, 11 de diciembre de 2011

Estudiando

Frase para buscar apuntes:
-Reeediooooss, cuando Belzebub sale a la luz... ¡¡¡Aaaaaagggggg!!!
Y Belzebub salió ahi.

viernes, 9 de diciembre de 2011

Añoro el Mar

Quiero volver a sentir sobre mi piel la fresca brisa del mar, quiero volver a oler su esencia salada, quiero poder caminar de nuevo por la arena, a veces ardiente, a veces helada, quiero volver a sentir el helador contacto de las olas en mis pies, quiero volver a sentir la fuerza de una ola estallando contra mi pecho, quiero volver a ver el sol y la luna reflejados sobre sus aguas, quiero volver a ver pasar la espuma o la rompiente de una ola sobre mi, verla desde debajo del agua, quiero volver a sumergirme para poder sentir esa paz que tan solo el agua del mar puede proporcionarme.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Incomprensión

Tantas lagrimas están derramando por ti, tantos llantos, tantas tristezas, tanto sufren por tu adios. ¿Y porqué yo no? ¿Tal vez te quería menos que los demás? ¿Tal vez no me importabas tanto? Sí que me importabas, si que te quería, y lo sigo haciendo, entonces ¿Porqué no derramo lagrimas por ti? ¿Porqué no me pone triste tu marcha? No es por que no te quisiera, es porque te conocía mejor que las demás, es porque yo se que tu no querrías haber visto ni lagrimas ni tristeza en tu marcha, que solo quieres ver sonrisas, porque debíamos aceptar que la hora del Adiós se acercaba y que tu vida había sido plena, que jamás te arrepentiste de nada, que viviste feliz dando todo el amor que llevabas dentro y que recibiste tanto o más que el que llegaste a ofrecer, que por eso tu partida debe ser algo feliz, porque eres  y siempre seras alguien que aprovechó cada segundo, que eres un ejemplo a seguir. Y por ello te diré: Te echo muchísimo de menos, pero no me entristezco de que ya no estés a nuestro lado.

Otra mitad

Porque puedes encontrar a tu alma gemela, a la otra mitad de tu corazon en cualquier parte, sin saber que esta ahi, ¡Incluso justo a tu espalda!

martes, 6 de diciembre de 2011

Noches

La noche cae y con ella llega su manto de estrellas que nos cubre como si de una manta se tratara, velando por nosotros, acompañado de esa Luna que es el faro que ilumina nuestro camino para que en los mas oscuros caminos nunca lleguemos a perdernos. ¿Y qué veo en este cielo estrellado? Veo que es el mismo que cubre tu cabeza, que bajo este mismo manto de estrellas también te encuentras tu, y que por mucha que sea la distancia o el tiempo que nos separe siempre estaremos bajo el mismo manto de estrellas que nos mantiene unidos.

dia de estudio

piececitos bajo la mesa... XD

Momentos.1

Quiero que fabi ponga en su blog: "Huele pesado"

The End of the World

Cuando el mundo este al borde de su fin esta sera la melodía que escuchare, la haré entrar por todos mis poros, mi hundiré en ella, y aun sintiendo su desesperanza, su dolor, el sentimiento de que todo a mi alrededor se acaba, veré esa luz, sabre que hay un mañana, tal vez no aqui, tal vez no en este mundo, pero el fin no es siempre el fin, también puede ser un nuevo inicio, que hay que tratar con delicadeza, el mundo muere y nosotros luchamos por seguir en él.

lunes, 5 de diciembre de 2011

Corazones

A veces las penas inundan nuestros corazones, no nos dejan ver el camino que esta ante nuetros pies, no nos dejan ver todo aquello que tenemos justo ante nuetras narices, seca tus lagrimas y da un paso a delante, con los brazos en alto disfrutando de esa lluvia que cae fuerte sobre ti, deja que el cielo llore tus penas y tu sigue el camino marcado por el destino sin remordimientos.

Volar

Quiero tener alas para volar lejos, donde los cuchillos y los puñales no puedan dañarme, donde los sentimientos y las lágrimas no puedan tocarme.

Convencer

Intentar convencer a los que no están de acuerdo es como intentar escribir sobre el agua.

Amanecer

A veces olvidamos que un amanecer dura solo unos minutos, pero que su belleza puede arder por siempre en nuestros corazones.

Cielo e infierno

Prefiero ser  el rey del infierno que un siervo en el cielo.

Tiempo

El tiempo es el fuego en el que todos arderemos.

Esperanza

En el fondo de mi corazón reside hoy una esperanza, la esperanza de un mundo nuevo en el que solo haya paz y un lugar donde poder vivir.

Tentaciones

El fin se está cerca,
el tiempo se acaba,
la tentación se acerca
y sucumbiré aunque sea amarga
porque el corazón es sensible
y la piel lo proclama.

Diosas

Soy un Dios sin cielo y sin infierno,
Soy un Dios sin siervos ni seguidores,
Soy un Dios sin poder creador ni destructor,
Soy un Dios al que no se le permite vivir ni morir,
pero aun asi, seguire siendo un Dios.

Distinto

Tengo que romper la regla, tengo que marcar la diferencia, siempre he tenido que ser distinta, pero no quiero alejarme de las cosas que amo.

Estrellas

Si pudiese subir al cielo y coger una estrella cada vez que me haces sonreir... tendría todo el cielo nocturno en la palma de mi mano.

Ira

Cuando la ira te corrompe y el miedo y las dudas te inundan ya yano sabes que hacer, tan solo espera, todo pasará y si no es así desconecta, y vete lejos.

La Religión

Una catedral es la máscara, o quizás la ilusión de un Dios, creado por aquellos que anhelan elevarse por encima de los demás pero no poseen la habilidad para conseguirlo.
De este modo, incluso alguien mediocre con la espada y que carezca de suficiente inteligencia, si es capaz de hacer creer a los demás que un Dios habla a través de él, puede elevarse. Es el mayor engaño del mundo, un engaño en el que caen reyes y señores, mientras que a los rateros que pueblan las calles se les corta la lengua por tratar de robar a los demás la bolsa.
Artemis Entreri


Esto es la religión, no más que una mentira creada por unos pocos estúpidos que han encontrado la manera de elevarse sobre nosotros tejiendo una mentira sobre otra hasta que los conceptos quedan tan mezclados que no somos capaces de ver el engaño y caemos en sus redes, una tela de araña que algunos llaman fe cuando en realidad es pura ignorancia.