Un Hermoso Lugar

Un Hermoso Lugar

martes, 13 de marzo de 2012

Noches oscuras.19

Desperté como era costumbre en las últimas noches acurrucada entre los brazos de Siivet, solo que esta noche todo estaba sumido en la más profunda oscuridad, le sentía rodeándome por completo, tan solo su presencia existía a mi alrededor. Por un momento no entendí lo que pasaba, tan solo lo que tardé en despertar por completo. Miré a mi alrededor y descubrí que estaba envuelta en el interior de sus alas, era como los murciélagos del techo que envolvían a sus crías entre las alas.
Acaricié su rostro con una mano para despertarle, apenas abrió los ojos deposité un suave beso en sus labios.
- Buenos días. - le dije con una sonrisa.
- Buenos días amor - sus palabras me hicieron temblar ligeramente, aun no estaba segura de si lo que sentía era amor y eso que le había dicho que le amaba, él parecía tenerlo mucho más claro que yo y eso me hacía sentirme algo intranquila. Sentía algo muy fuerte e incontrolable al estar a su lado, sentía que no quería alejarme de él, ¿Pero eso era amor?
Sus alas se abrieron para dejarme salir. Mire a mi alrededor, los lobos habían comenzado ya a moverse aunque algún rezagado seguía durmiendo
- Perdón por encerrarte - me dijo señalando una de sus alas - no era mi intención, lo hice mientras dormía.
- No es necesario que te disculpes, no me ha molestado, de echo, me sentí segura al estar rodeada de esa forma .
La sonrisa regresó a su rostro mientras se ponía en pie para acompañarme a encender el fuego mientras los lobos ya comenzaban a ir en busca de sus adquisiciones personales o a por pedazos de la caza de la noche anterior para poder ponerlos al fuego. Comencé a frotar las piedras como cada día para hacer saltar las pequeñas chispas, él me observaba como cada día, en verdad nada había cambiado, todo seguía como siempre. Solo que ahora él poseía sus memorias, tenía tantas curiosidades sobre su pasado, su vida, todo. Su condición extraordinaria me hacía tener una mayor curiosidad. Todo aquello en lo que la sociedad creía... ¿Qué sería de él si en mi mundo se enterasen de su existencia? Posiblemente lo encerrarían y experimentarían con él, o podría acabar con la religión de pies a cabeza, ya que si era un demonio como decía la bondad en su corazón no concordaba en absoluto con lo que aquella institución decía. Quería preguntarle una infinidad de cosas, pero no sabía por donde comenzar, mi mente era un torbellino en aquel instante.
Colocamos la carne de los lobos sobre el fuego y me volví hacia él con intención de preguntarle algo, pero las palabras no me salían, no sabía por donde empezar ni que preguntarle en primer lugar.
- Suéltalo ya, ¿Qué quieres saber? - me quedé muy sorprendida, pero estaba claro que yo quería preguntar cosas, la manera en la que me había quedado mirándole, intentando buscar las palabras.
- Yo, no se por donde comenzar
- ¿Que tal por mi nombre?
- Eso no me interesa, eres Siivet y para mi seguirás siendo siempre Siivet. - él sonrió ante aquella respuesta.
- Bueno, entonces tal vez deberías preguntar qué hace un demonio en la tierra de los hombres. - fue muy directo y se quedó mirándome con fuerza, intentando discernir que pasaba por mi mente, si en verdad me importaba o no su condición.
- No, más bien quiero saber qué fue lo que te ocurrió para estar tan mal herido. - se le pintó una pequeña sonrisa en la cara, pero era una sonrisa triste, tal vez a recordar lo sucedido.
- Para poder contarte como me ocurrió aquello debo empezar la historia por el principio, si no, no entenderás absolutamente nada, y te puedo asegurar que es una historia muy larga.
- Creo que no he hecho planes para hoy, no, la verdad es que no tengo nada que hacer, tengo todo mi tiempo para escuchar tu historia. - suspiró.
- De acuerdo, pero si te aburro solo dilo y paro. - asentí con la cabeza aunque no creía que fuera a pararle en ningún momento - Primero te explicaré un par de cosas. En mi mundo nos encargamos de recoger almas, pero no nos está permitido recoger cualquier tipo de alma, tan solo podemos acceder a aquellas que han dañado otras vidas, que se sumen en la desesperación, la culpa, el odio, tan solo podemos tocas aquellas que se encuentran en situaciones de sentimientos negativos al extremo. Pero, si acabásemos con todas esas almas negras de un solo plumazo no podríamos recolectar más, por lo que debemos cultivar más almas odiosas. Solo podemos intervenir al recoger las almas, por lo que debemos de asegurarnos que con nuestra recogido más almas son infectadas, solemos tejer planes a largo plazo.
>> Uno de los trabajos que me toco realizar se trataba de un hombre que se nos había escapado desde hacía tiempo, en su juventud había sido un violador, un verdadero monstruo, creo que se le dejo vivir por más tiempo pensando en que si seguía con sus actividades rompería y ennegrecería el alma de muchas mujeres - calló un momento y me observo, parecía temer mi reacción - se que no está bien, que... - se tapó la cara con las manos unos segundos y resopló, se daba cuenta de que yo no había dicho nada, que tan solo observaba y  escuchaba, volvió a mirarme - de acuerdo, solo seguiré con la historia, cuando acabe aceptaré cualquier cosa que quieras decirme. Bien, se le dejó vivir más tiempo y cuando volvimos a reparar en él descubrimos que en algún momento de su juventud se había casado, había formado una familia y había abandonado por completo sus practicas. Su mujer y él tenían una niña pequeña de apenas tres años cuando me asignaron a mi recoger aquella alma, estuve siguiendo sus rutinas durante un tiempo ya que me tenía que asegurar de ennegrecer algún alma más con mi recogida.
>>Descubrí que él recogía todos los días a la niña del colegio y caminaban juntos a casa, no eran unas calles demasiado seguras, la zona en la que estaba el colegio no era de lo mejorcito pero era para lo que les llegaba el dinero teniendo en cuenta que aun eran un matrimonio joven. El mejor plan que podía sacar era que fuesen asaltados de vuelta a casa, hacer que algún maleante acabara de alguna manera llamativa con esa alma que debíamos recoger justo enfrente de su hija, que ella quedase marcada desde aquel entonces para que en un futuro fuera otra alma que recoger.
>>Expuse el plan a mis superiores y ellos aceptaron. Sin saber porqué en vez de llevar el plan acabo como solía hacer decidí seguir su rutina durante algún tiempo más, con la escusa de comprobar que no cambiaran las calles por las que regresaban a casa ni nada por el estilo. Era una escusa muy barata, en realidad tenía curiosidad, la niña, me llamaba la atención, su brillo, me refiero al de su alma, nosotros la mediamos por como brillan, era especial, nunca había visto un alma como aquella, era brillante y salvaje, era espectacular, jamás había visto nada así. No me atrevía a manchar aquella alma tan limpia y sin avisar a mis superiores cambié el plan y me llevé el alma de aquel hombre a través de un simple accidente de tráfico en el que la niña no estuvo involucrada, de esta forma entristecería pero no perdería su brillo. La madre calló en pena durante algún tiempo y la niña acabó viviendo durante un par de años en casa de sus abuelos, en medio del monte cerca de un pueblo no demasiado grande. Pero las cosas se arreglaron y la chica volvió a vivir con su madre.
Paró su historia para que pudiéramos darle la carne a los lobos en el momento en el que el primero se acercó reclamando lo que era suyo y comenzaba a tostarse algo más de lo que a ellos les gustaba, hicimos el reparto de forma rápida, yo quería seguir escuchando la historia.
- Continua - le dije cuando todos los lobos obtuvieron su parte.
- ¿Donde me había quedado?
- Cuando la madre y la niña volvieron a ser felices.
- Bien, ahí vino el siguiente problema. Cuando mis superiores se enteraron de lo que había hecho, que había dejado escapar un alma tan peculiar enfurecieron, intentaron obligarme a que acabase ensuciando aquel alma de alguna otra manera. Yo me negué en rotundo, me revele en contra de ellos y acabé "encarcelado" por decirlo de alguna manera. Me encadenaron y torturaron durante largo tiempo, no se cuanto. Cada día era una muerte, pero el poder que todos los de mi condición llevamos dentro me ayudaba a recuperarme rápidamente. No iba a ceder, no iba a obedecer más, yo era fuerte, uno de los mejores, todos los días me reía de mis carceleros y de aquellos que me torturaban. Tenían mis alas encadenadas lo que reducía mis fuerzas al mínimo y aun así, cada día tan solo se me ocurría el reírme y el gritarles que tuvieran el valor de luchar contra mi en igualdad de condiciones. Algunos comenzaron a temerme, decían que estaba loco, y debían de estar en lo cierto porque yo solo podía pensar en el alma de aquella niña, que era demasiado hermosa para ensuciarla.
>>Un día mis carceleros me contaron que habían asignado a otro el destrozar el alma de aquella niña, que era demasiado especial como para dejarla escapar. Al principio no quise creerlo, cuando al fin me di cuenta de que en verdad debían de haber encargado el trabajo a otro entre en cólera, no podía permitir que aquella pequeña alma se ensuciase por sus malas artes, forcejee e intenté romper mis cadenas, a punto estuve de conseguirlo y entonces partieron mis alas, en ellas residía la mayor parte de mi poder, por no decir que todo y al romperlas ese poder no podía correr por mi interior con normalidad. Las heridas dejaron de sanar apropiadamente en el tiempo que siguió pasando y me iban describiendo el plan que se iba montando para ensuciar el alma de la niña. Era la tortura que sin ellos saberlo más daño me hacía, más incluso que cualquiera de las torturas físicas que pudieran realizar a diario.
>>Escuché que habían conseguido que ella viera morir a su madre en un accidente de tráfico, dijeron que lo más probable es que hubiera quedado tocada, que su alma se había ensuciado. Aquel día, cuando todos los guardias habían abandonado la zona de las celdas lloré, no estaba muy seguro porque pero el pensar en que aquella brillante alma se había ensuciado me oprimía el corazón como jamás nada lo hubiera hecho.
>>Deje de pelear contra aquellos que me torturaban, no me importaba el morir o no, ya no le veía ningún sentido a seguir con nada de lo que había hecho hasta ese momento con mi vida. Tan solo me dejaba matar poco a poco ya que mis heridas sanaban cada vez con más lentitud. Un día vi a los guardias y a los torturadores muy inquietos, corrían rumores de que nuestros superiores estaban coléricos por algún motivo, pero tampoco presté demasiada atención. Al día siguiente de llegar el rumor a mis oídos vino a golpearme uno de los que eran mis superiores directos. Me gritaba y preguntaba una y mil veces que qué demonios había hecho yo. No entendía ni una sola palabra, llevaba largo tiempo encerrado en aquella fría celda, no podía haber hecho nada. Entre sus gritos y juramentos obtuve algo de información. Al parecer después de la muerte de la madre aquella niña había vuelto a vivir con sus abuelos y aunque su alma había ennegrecido en el accidente poco a poco iba retomando su brillo, se limpiaba. En mi mundo jamás habíamos escuchado de un alma que después de ennegrecida se limpiase por completo, era extraordinario, estaba tan contento. No pude más que reírme de mi superior, decirle que si, que era cosa mía, aunque en realidad yo tampoco tenía ni idea de lo que había sucedido, pero verle enfurecido de aquella manera solo conseguía hacerme sentir más fuerte.
>>Mis ganas de morir desaparecieron y día tras día me burlaba de todos aquellos que intentaban doblegarme. Aunque mis alas seguían rotas y mis heridas empeoraban cada día yo seguía riéndome en sus caras. Creo que un día por fin se cansaron de soportarme. Acabaron de partir mis alas y las quemaron y no se porqué exactamente pero también cortaron mi pelo. Aquí donde lo ves antes era cuatro veces más largo - dijo sosteniendo uno de los mechones más largos - Después de hacer eso me arrojaron fuera de nuestro mundo. Solo recuerdo que caía y me desmayé. Después desperté y vi una luz tan brillante dentro de ese rostro que me miraba con preocupación y con ansia, esa luz, sentía que me era familiar pero no recordaba nada. Aun ahora te sigo sintiendo familiar, pero no acabo de saber porqué. - calló y se quedó mirándome, como intentando descubrir que era aquello familiar que veía en mi.
- Tengo que preguntarte algo - veía el miedo en su rostro, miedo al rechazo al conocer ahora su vida pasada ¿Cuanto tiempo estuviste encerrado? - parecía sorprendido.
- La verdad es que no lo se muy bien, además el tiempo en mi mundo y en este pasa de forma distinta, en mi mundo todo transcurre más lento, nosotros podemos contemplar la vida entera de un humano en lo que serían apenas unos pocos meses en mi mundo. ¿Por qué preguntas eso?
- Mi padre murió en un accidente de tráfico cuando estaba en un viaje por trabajo siendo yo muy pequeña, pase un tiempo con mis abuelos en la casa que está al pie de esta colina, algo alejada del pueblo. Mi madre murió tiempo después en otro accidente en el que yo iba con ella, era ya casi adolescente e íbamos discutiendo en el coche, mi madre se distrajo de la carretera y por poco morimos las dos, yo me salve por poco y pase mucho tiempo hospitalizada, después me fui a vivir con mis abuelos, de nuevo a esta casa. Pase muchos años culpándome por el accidente aun cuando la policía nos había dicho que la culpa había sido de un borracho que conducía por dirección contraria. Poco a poco comencé a perdonarme viviendo en este sitio, parecía que la paz de este lugar me ayudaba a alejar las culpas. Creo que por eso cuando mis abuelos murieron vendí la casa de la ciudad y me vine aquí para escribir y para vivir. Tu historia coincide con la mía.
- Pero, no, no puede ser, debieron de pasar muchos años en tu mundo, creo que no estuve tanto tiempo encerrado.
- Tampoco soy tan mayor.
- Tal vez... si esta cerca, déjame ver la casa de la que me hablas, si es la misma la recordaré seguro.
- Hoy ya no, se nos hará muy tarde la hora de regreso, no esta demasiado lejos, pero necesitaríamos un par de horas para hacer todo el recorrido, tendríamos que haber salido de aquí nada más entregarles la carne a los lobos para poder haber ido sin prisas.
- Necesito saber si eres tu.
- ¿Acaso eso cambiará en algo las cosas? ¿Seré menos importante por ello? - pregunté suspicaz, quería si íbamos hasta la casa poder hacerlo con calma, poder enseñarle aquella zona con tranquilidad, pero él se veía ansioso.
- No, al contrario, serás aun más importante... o no se, esperaré, puedo esperar a saberlo, creo. - no parecía poder esperar para saberlo, pero aun así le haría esperar.
Poco rato después los tres lobos se nos acercaron, el lobo blanco saltaba a nuestro alrededor y nos empujaba con la cabeza para que nos pusiéramos en pie. La loba negra también nos apremiaba a movernos mientras mi lobo gris simplemente esperaba en la puerta de la cueva con cara de impaciencia.
Nos pusimos en pie y les seguimos, nos adentrábamos cada vez más en el bosque, me fije en que Siivet pegaba mucho las alas a su espalda y casi se camuflaban con su figura si no fuera porque le superaban en altura, trataba por todos los medios que no se le enredasen con las ramas bajas, quedaba patente que no estaban diseñadas para bosques enramados.
Los lobos se detuvieron en seco al llegar a una zona especialmente espesa en la que no había estado nunca hasta la fecha, se quedaron mirando a un punto en concreto, esperando, al acecho. No tardé demasiado en descubrir que era lo que estaban mirando.
- Conejeras nuevas. - comenté en un susurro.
El primero en acercarse a las conejeras fue el lobo gris, parecía que fuera el que siempre tomaba la iniciativa del pequeño grupo. Se quedó mucho rato totalmente inmóvil sobre una de las conejeras viendo como alguno de los conejos asomaba su pequeña nariz unos instantes para volver a esconderse, hasta que por fin uno de ellos fue algo menos precavido, lo suficiente como para que al lobo gris le diera tiempo a agarrarlo entre sus fauces.
El siguiente en adelantarse fue Siivet, en realidad parecía como si el lobo gris le hubiera retado con la mirada, le retaba a que él también fuera una parte productiva de la manada, que todavía tenía que ganarse su lugar al menos frente a él, al menos si quería encargarse de mi.
El hombre se puso sobre otra boca de madriguera algo más alejada, contemplaba detenidamente la entrada. Escuche cómo susurraba palabras que yo no entendía, posiblemente en su lengua. Pensé que al estar haciendo ruido los conejos no saldrían, pero poco a poco vi como un pequeño hocico iba asomando, muy lentamente pero no estaba tardando tanto como cuando esperábamos en silencio. Cuando el conejo asomo la cabeza lo suficiente como para que pudiera lanzarse sobre él no lo hizo, acercó sus manos lentamente, muy lentamente, como si no le importase que el conejo le viera, de hecho estoy segura que le vio acercándose. Lo sujetó con delicadeza y el conejo apenas pataleo cuando lo alzó en brazos, acercó sus labios a la oreja del conejo un instante y le susurró algo que no alcancé a entender. Después retorció su cuello con un movimiento seco quedando el conejo inerte. Le miré fascinada.
- ¿Cómo hiciste eso? - pregunté maravillada mientras veía de refilón una mirada aprobatoria del lobo gris.
- Aun conservo alguno de los trucos de los míos.
- ¿Algunos?
- Si, solo algunos.
Parecía no querer hablar más, así que no pregunté mientras contemplábamos como la loba negra se afanaba por no emitir ningún sonido sobre la madriguera.
- No creo que yo consiga atraparlo tan rápida como tu, soy la más lenta de todos, deberéis esperarme. - comente por intentar no tocar otra vez el tema anterior, aunque me corroía la curiosidad por dentro.
- ¿Porqué? El día anterior cazaste tu para mi. Hoy te devuelvo el favor, la pieza es para los dos, hay de sobra para ambos.
Me quedé mirándole a los ojos, he de admitir que me emociono el que hiciera eso por mi. Sujete su rostro con una de mis manos y me acerqué lentamente a él para besarle. Le dediqué un suave beso, con cariño, con el agradecimiento que sentía.
Cuando la loba negra y el lobo blanco obtuvieron sus presas regresamos a la cueva, se había hecho tarde, muy tarde. La mayoría de los lobos estaban acostados ya en el momento que llegamos. Enterramos nuestras presas cerca de la cueva, donde mis lobos solían esconder su parte de un día para otro. Nosotros cavamos entre los dos un lugar en el que dejar el conejo, al día siguiente, al quitarle la piel no tendríamos mayor problema con la tierra, solo habría que tener cuidado de que no se manchase la carne.
Entramos en la cueva y la gran loba se nos quedó mirando y se acercó para olfatear las manos de Siivet, solo con eso ella supo que había cazado su primera presa. Lamió una de sus manos y volvió al centro de la cueva para echarse a dormir.
Nosotros nos dirigimos a nuestro rincón y nos tumbamos los cinco bajo aquella manta. Él me abrazó con fuerza cuando me tumbé a su lado. Parecía nervioso mientras recorría mi espalda con sus dedos, me encantaba el tacto de sus manos sujetando mi espalda con firmeza.
- No vas a decir nada. - casi parecía una afirmación.
- ¿Qué es lo que debería decir?
- ¿No vas a odiarme por las cosas que hacía antes? Por ir destruyendo vidas, por ir ensuciando almas...
- Te arrepentiste, cambiaste, decidiste que no querías volver a hacer aquel trabajo, esa es suficiente redención. Solo tienes que perdonarte a ti mismo, yo no tengo nada que perdonar.
- Pero... puede que fuese yo el que acabó con tu padre.
- Eso de momento no lo se.
- Pero ¿Y si al final resulta ser así?
- Si resulta ser así mi padre era una persona que lo merecía por lo que has contado.
Sujete su rostro entre mis manos y le besé con ternura, las palabras salieron de mis labios sin tan siquiera pensarlas.
- Te amo. - él me abrazó con más fuerza y susurró esas mismas palabras a mi oído.
Nos quedamos así dormidos, abrazados el uno a la vida del otro.