Un Hermoso Lugar

Un Hermoso Lugar

lunes, 2 de enero de 2012

Noches oscuras.12

Desperté acurrucada junto a mi hermano, como cada día, empezaban a gustarme de verdad aquellos despertares, siempre rodeada del suave pelaje de mis hermanos, tan solo una cosa lo estropeaba, ese sentimiento de presión en el pecho, de que todavía me faltaba algo importante, lo más desagradable de todo es que no sabía que era ese algo, pero según la luna iba creciendo el sentimiento con ella y se acercaba la luna llena, mirando al cielo comprendí que solo quedaba un día, que mañana la luna sería plena y sentía que debía comprender que era aquel algo que me faltaba antes de que se llenara por completo, me ardía el pecho, según me desperezaba y me levantaba el sentimiento crecía, iba en aumento por cuestión de segundos. Pero no sabía como encontrar el porqué.
Intenté dejar de lado el sentimiento por el momento y afanarme en mis quehaceres, ya que tenía dos o tres lobos esperando para que les asase sus presas y otro par de ellos a los que vi salir a por la carne que hubiéramos cazado hacía dos días, me fijé en que la desenterraban toda y que había apenas para alimentar a la manada por un día, vale que la presa no había sido una cierva adulta del todo pero creí recordar que algo más grande que aquello ya era. Pensé en ello y me di cuenta de que no podían acarrear toda la pieza y que posiblemente habían dejado parte del animal para los carroñeros que vinieran después.
Puse a asar todas las presas pequeñas que me entregaron, pero cuando trajeron la pieza grande me di cuenta de que no teníamos espacio suficiente ni un palo grande en el que sujetar aquella carne, pensé en lo bien que me vendría en aquel momento una parrilla para colocar todas las piezas pequeñas y poder poner la grande en un palo sobre ellas, también pensé en lo bueno que podría quedar el conejo guisado con patatas, en ese momento empecé a añorar la "civilización" si se le podía llamar así y sus utensilios, la idea de volver a casa no se me paso por la cabeza ni un solo instante, no cambiaría lo que ahora tenía por un par de utensilios que me ayudasen con tareas que para los lobos habían sido siempre innecesarias, que tan solo eran un lujo del que disfrutar ahora que yo estaba con ellos, era algo prescindible, no correría a casa por una simple cazuela.
Después de preparar la carne y de que todos comieran tuvimos un rato de ocio, acompañé a mi tres lobos a caminar por el bosque no sin antes mirar a donde se dirigía aquel lobo rojizo de la mirada inteligente, estaba con otros cuatro y parecía que fueran a patrullar al igual que nosotros, solo que por una zona diferente. Mis lobos seguían rastros y yo les seguía a ellos, mi olfato no era de gran ayuda para el rastreo, más bien era casi un estorbo, pero estaba aprendiendo a caminar tras ellos sin molestar a sus narices con mi olor contaminando los que ellos seguían.
Al de algunas horas escuchamos la llamada de la gran loba, comenzaba la caza de nuevo. Yo había preparado como mejor había podido la cuerda con las piedras, tenía intención de usarla mucho antes esta vez y evitar una carrera tan larga, no quería acabar en el suelo como la vez anterior por haber sobre esforzado mi cuerpo.
Esta vez la marcha hasta encontrar una presa fue mucho más larga, yo no podía parar de mirar al cielo para contemplar como la luna había crecido, casi estaba llena, solo le quedaba un día, esos pensamientos trajeron de vuelta a mi pecho esa fuerte presión que me incitaba a seguir pensando que había algo que tenía que descubrir antes de que el astro de la noche cobrase su mayor tamaño, un lugar entre las montañas llamó mi atención por un instante, pero en seguida olvide aquello, la manada se agazapaba y comenzaban a colocarse en formación de semicírculo, yo debía seguir adelante, amoldarme a la marcha y concentrarme en la caza, aun no veía a la presa, así que trate de sentirme uno con la manada, no me fue difícil, ya me estaba compenetrando bastante bien con ellos, la caza empezaba a parecerme algo necesario e incluso como un ritual en el que toda la manada se convertía en un solo ser. Al de unos metros de andar agazapada vi la presa, seguimos acercándonos lentamente, sin hacer ningún ruido. Era una manada de cinco ciervas, una de ella parecía gestante, la descartaron pronto como posible presa, ya que había que dejar venir al mundo animales nuevos para poder tener suficiente alimento en el año próximo. Al parecer la manada escogió a la más vieja de todas, no lo era demasiado pero parecía más cansada y mayor que el resto.
Pronto saltó el primero de los nuestros, todas las ciervas corrieron en estampida, corrí junto a mi hermanos con todas mis fuerzas, que no me dejasen atrás, quería lanzar la cuerda cuanto antes pero la cantidad de patas corriendo simultáneamente y que las ciervas corrían muy juntas me lo impedía por el momento, poco a poco los lobos fueron espantando y apartando a la cierva vieja, nos costó el conseguir que el resto la abandonaran, vi cómo lanzaban dentelladas sin llegar a atrapar a las otras ciervas, de esta forma ellas tenían que saltar y apartarse de la trayectoria de los cientes para no ser heridas, lo que implicaba que poco a poco se separaban de la más vieja. Por fin conseguí una pista despejada para poder lanzar la cuerda, sin dejar de correr ni un solo instante hice girar la cuerda sobre mi cabeza y la lancé con todas mis fuerzas intentando apuntar lo mejor posible a las patas delanteras del animal, tan solo llegó a atarle una pata, pero eso fue suficiente para que diera un traspiés, vi venir el tropezón pero mis hermanos no, así que corrí mucho más rápido por unos segundos y cuando ésta trastabilló yo salté sobre su lomo mientras que el resto de la manada se pasó de largo unos pasos que no tardaron en retroceder, para ese momento yo ya había sacado mi cuchillo y lo había hundido en el cuello del animal, creo que debí de pillar la yugular, ya que un gran chorro de sangre salió del agujero y empapó todo mi brazo, en pocos segundos dos lobos más sujetaban a la cierva por la garganta con sus afilados dientes.
El animal calló al suelo de golpe, calló sobre mi pierna izquierda y por un momento temí que me la rompiera, pero solo fue un instante de angustia y de dolor, noté cómo había caído de forma que mi hueso no sufriera ningún daño, tan solo tenía que apartar el peso muerto. Aun no había sacado el cuchillo del cuello del desdichado animal, temía que al hacerlo pudiera dañar a alguno de los lobos que sujetaban a la presa por el cuello, me fijé en que uno de ellos era el rojizo, éste presionaba la traquea del animal con verdadera maestría, no hizo caso de mi mirada, pero en el instante en que la presa dejó de moverse y murió apartó rápidamente sus fauces del lado de mi cuchillo y por fin pude sacarlo y devolverlo a su funda.
Aparté el cadáver a empujones, mis tres lobos vieron que estaba atrapada y pronto comenzaron a tironear de la cierva para ayudarme a escapar. Todos se afanaron en la tarea de despiezar la carne para poder acarrearla, yo hice otro tanto ayudando con el cuchillo a cortar aquellas porciones que no se desgarraban con facilidad. Cuando acabamos y antes de partir todos los lobos se acercaron a mi, uno por uno, con la loba grande en cabeza y me tocaron con sus hocicos ensangrentados a modo de reconocimiento por mi gran labor de aquella noche, me di cuenta de que algunos no simplemente me tocaban, sino que también restregaban su hocico contra mi, cuando todos acabaron miré mi cuerpo, parecía que hubieran estado dibujando con tinta roja en el, había lineas y cuervas, en algunos lados simples manchas y parecía vestir guantes largos de color escarlata hasta los codos casi, sentía que incluso mi cara estaba pintada con la tibia sangre.
Cada uno recogimos una porción de carne de la que habíamos logrado arrancar del cadáver, el resto como había pensado quedaba para que los carroñeros diesen buena cuenta de ello.
La vuelta al cubil no fue demasiado larga, por mucho que habíamos caminado no habíamos ido tan lejos, se ve que habíamos peinado la misma zona un par de veces hasta dar con las presas o que yo había estado demasiado pendiente en la luna y el misterio que encerraba en mi pecho para darme cuenta. Volvimos a enterrar la mayor parte de la carne, que posiblemente sería utilizada en los próximos días. Apenas comí algo más de pescado aquel día, no tenía mucha hambre aun después de la carrera tras la comida, más bien estaba cansada y necesitaba dormir, la cabeza me daba vueltas y creía saber que era por que mi subconsciente trataba de adivinar que era aquello que en mi pecho llameaba. Me dormía abrazada a mi lobo gris, su cercanía me calmaba y me daba fuerzas, era reconfortante sentir su pelaje contra mi cuerpo.

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