Un Hermoso Lugar

Un Hermoso Lugar

sábado, 29 de junio de 2013

Noches oscuras.Epilogo

       Hola Silvia:
       Recibí tu último escrito hace unos pocos días. He leído tu nueva obra y me ha resultado muy diferente al género que has estado escribiendo hasta ahora.
       Me parece un trabajo bastante aceptable aunque no sé como lo recibirán tus lectores habituales, seguramente esperen algo del mismo estilo que hasta ahora. Es posible que pierdas muchos seguidores, aunque puede que ganes algunos nuevos. Por éste motivo me gustaría que quedásemos algún día en persona para tratar algunos puntos que veo complicados para que tratásemos de buscarles solución. Hay algunos detalles que me gustaría que considerases en cambiar.
       No te entretengo más por ahora, espero recibir una respuesta tuya con una fecha en la que puedas quedar dentro del horario habitual.
       Trata de releerte la historia y ver por ti misma que puntos podremos modificar para agradar a un público más amplio.

       Un cordial saludo.


Noches oscuras.26

       Me desperté con la cabeza aun apoyada sobre el pecho de Siivet, seguía escuchando los suaves latidos de su corazón, ahora parecían algo más fuertes que al quedarme dormida la noche anterior. Su respiración también parecía más tranquila y acompasada, ahora al menos su pecho subía y bajaba al respirar. Casi parecía que apenas estuviera dormido. Por un momento pensé que así era, que tan solo dormía. Pero al acariciar su rostro y besar su mejilla no despertó. Seguía inconsciente por mucho que yo deseara lo contrario.
       Tenía mejor color que el día anterior y la temperatura de su cuerpo también parecía más normal. Posé una mano sobre su frente, seguía sin tener fiebre al parecer. Me desperecé y me estiré, salí de la cama para ir hasta el baño. Me quedé un momento mirándome en el espejo, hacía prácticamente un mes que no veía mi reflejo. Por un momento no me reconocí.
       Ahora llevaba el pelo corto, a trasquilones y el rostro que veía en el espejo no era el mío, no al menos el que yo recordaba ver en ese mismo espejo día tras día. El que ahora contemplaba era el de una mujer fuerte, dura y salvaje, alguien a quien no se podía amedrentar tan fácilmente, alguien que había aprendido a vivir de verdad. Me hizo gracia el pensar que si unos meses atrás yo me hubiera cruzado por mitad de la calle con alguien así posiblemente hubiera apartado mi mirada, habría tratado de no cruzar mis ojos con los de esa persona, posiblemente incluso llegara a atemorizarme. Pero ahora yo era aquella persona y no me asustaba de mí misma. Sentía que ahora era una persona de verdad, aquel tipo de persona que el ser humano había llegado a olvidar y a rechazar de su sociedad. Pues no era necesario que la sociedad me rechazara de su mundo, ya que era yo la que estaba sacando a la sociedad del mío.
       Sentía el cambio, el final de algo. La decisión estaba tomada. Quería cortar de raíz con ese mundo, librarme de él, olvidarme de él. Había decidido extirpar a la raza humana de mi vida por completo. Miré por el pequeño ventanuco del baño, hacia el cielo.
       No había luna. Así que eso era lo que sentía el día anterior. Eso era lo que se acababa. Esa luna, en el último mes había marcado el ciclo de mi vida, como uno nuevo empezaba, como el viejo se terminaba. Y no iba a mirar atrás, la sociedad desaparecería, no había nada que detestase más en estos momentos en el mundo, tan solo a aquellas miles de personas luchando por ser iguales entre ellas, por no destacar, por no soñar, por no vivir, por no sentir. Me repugnaban hasta el punto de querer destruirlas… ¿O tal vez no fuera así? En realidad esas personas ya no me importan lo suficiente como para querer destruirlas… me son… indiferentes. No quiero trato con ellas ni saber nada de ellas, la suerte que corran no me interesa. Aparté la mirada del espejo sintiéndome una nueva persona, renovada por dentro. Mi vínculo con el mundo se acabaría a partir de ahora de forma definitiva.
       Mi mirada se posó en este momento sobre una esponja que había en la ducha. También cogí una palangana que había bajo el lavabo y la llene hasta la mitad con agua. Después regresé al cuarto.
       Aparté las mantas con cuidado y desaté sus vendajes para poder ver sus heridas. Le voltee sin demasiado esfuerzo, me sorprendió la velocidad con la que el cuerpo es capaz de comenzar a sanarse. No era una curación tan drástica como la vez anterior, esta llevaría su tiempo, pero aun así ya podía ver una costra creciendo sobre los cortes. Toda la zona estaba roja e hinchada, pero por  el momento no parecía que hubiera ningún problema, no parecía haberse infectado.
       Cogí la esponja y la sumergí en el agua fría, la escurrí y limpié con cuidado alrededor de las heridas. Aunque había utilizado las gasas para limpiar la zona antes de vendarle aun quedaban restos de sangre e incluso del vetadine que le había puesto al principio. No reacciono ante el contacto de la esponja… Por supuesto. ¿Cómo iba a reaccionar si seguía inconsciente? Me sentía estúpida solo de pensar en ello, esta vez no iba a ser como la anterior, las cosas no iban a ser tan rápidas.
       Lavé todo su cuerpo con la esponja, apestaba al sudor del alcohol y de esta manera dejaba su cuerpo limpio y fresco, libre de las toxinas que aquella bebida había dejado en su piel. Aunque la verdad nos había venido bien que aquella bebida hubiera mitigado en parte sus sentidos, seguramente el dolor hubiera sido mucho mayor de no habérselo tomado. Aun podía escuchar sus gritos en mi cabeza, era algo espantoso solo de recordarlo, pero por suerte no había tardado demasiado en caer inconsciente. Según iba lavándole acariciaba con la yema de mis dedos cada centímetro de su cuerpo con cariño, aun no me podía creer que siguiera con vida, pero así era, seguía a mi lado, aunque ahora temía que jamás llegase a despertar.
       Al recorrer su cuerpo encontraba pequeñas cicatrices que habían quedado de la vez anterior, no se habían llegado a borrar. Había dos más llamativas que el resto, una de ellas estaba en su pierna derecha, recuerdo que en un principio había pensado que pasaba muy cerca de su arteria, pero ahora, tras conocer toda su historia empezaba a pensar que en verdad aquel corte le hubiera seccionado la arteria de verdad, solo que con la regeneración que poseía por aquel entonces se había librado de la muerte. Seguramente hubiera sido cuando le torturaban en aquellas celdas… apenas podía imaginarme lo que había tenido que vivir en aquella época. La otra cicatriz que era realmente visible era el aspa de su pecho, aquella enorme cruz que atravesaba su pecho de un lado a otro, como si fuera la marca de un pirata para señalar su tesoro. Recorrí aquella cicatriz con mis dedos recordando cuando aun había cuerdas cerrándola, ahora era suave y lisa, un pequeño relieve sobre el resto de su piel.
       Cuando terminé de lavarle volví a coger el botellín de agua para darle de beber a pequeñas cantidades como el día anterior, si lo hacía de esta manera al menos sabía que algo iba tragando aunque seguramente necesitase beber una mayor cantidad, no sabía de qué otra manera hacerlo. Pase un buen rato dándole agua antes de levantarme e ir a buscar algo que llevarme a la boca, empezaba a tener verdadero hambre.
       Después de comer salí unos pocos minutos al exterior para contemplar el cielo. No había luna. En ese momento me di cuenta de que llevaba dos días en la cabaña y que no había sentido aquella necesidad de salir corriendo, de que debiera alejarme de aquel lugar, estaba a gusto como en cualquier otra parte del bosque, solo que seguía sin ser mi hogar, no era mi cueva. Al menos podía permanecer allí sin la sensación de estar allanando una propiedad ajena.
       Volví a entrar en la casa, fuera la noche era fría. Me senté de nuevo en la cama a su lado para seguir dándole agua. Debí de quedarme traspuesta en algún momento, porque me abrí los ojos acurrucada a su lado y con la botella apoyada contra la almohada. Debieron de ser unos pocos minutos, pero eso basto para que una idea, una necesidad se creasen en mi interior. Volví a darle un poco de agua y me levanté de nuevo de la cama.
       Rebusqué entre las bolsas que había por el suelo, y encontré lo que buscaba. En el momento que lo compre no había tenido muy claro el porqué, solo sabía que debía comprarlo, pero ahora la necesidad que sentía me explicaba el porqué lo había hecho.
       Saqué el portátil. Lo coloqué sobre el pequeño escritorio del cuarto y lo encendí. Tarde poco en ponerlo a punto, pero mientras esperaba a que se instalasen ciertas cosas volví a su lado a ir dándole agua en pocas gotas, parecía que hoy la botella baja a mejor ritmo que el día anterior. Cuando el ordenador estuvo a punto abrí un Word y me puse a escribir como una loca. Jamás había escrito de aquella manera en toda mi vida, mis dedos parecían quemar sobre cada tecla.
       Creo que lo que me impulsaba a escribir de esta manera no era el buscar una historia para entretener a los lectores como siempre había hecho, ni tan siquiera para darles vida a unos personajes como había sido al principio, cuando decidí que quería escribir. Esta ver estaba despidiéndome del mundo en el que siempre había vivido. Comencé a escribir mi vida durante este último mes, con todo lujo de detalles, tal y como yo lo había sentido, tal y como lo había vivido. Me puse a escribir estas palabras con toda la pasión de mi ser.
       No sé el tiempo que estuve escribiendo, pero cuando paré mis dedos ardían, aun era de noche pero me detuve para acercarme de nuevo a la cama para darle de beber. Esta vez pareció tragar por sí mismo, ya no era simplemente que las gotas de agua resbalasen por su garganta, comenzaba a tragar. No iba a morir y eso lo tenía claro, ahora solo quedaba el esperar a que despertases, tal vez al día siguiente, o dentro de dos días, pero iba a despertar, de eso estaba segura.
       Seguí escribiendo, haciendo parones de vez en cuando para darle de beber y para estirarme de cuando en cuando. Mis articulaciones se agarrotaban y los dedos me quemaban con cada párrafo que escribía, pero no podía parar. Era mi forma de decir adío, explicándole al mundo porqué iba a abandonarlo. En una de las veces que me detuve miré por la ventana y vi el sol naciendo. Salí unos segundos a la calle a mirar el renacer de un nuevo día.
       Me sentía limpia por dentro, mi alma se renovaba al contemplar aquel nuevo día, al ver los bosques iluminándose. Dirigí mi mirada hacia la cueva, hacia el lugar en el que se encontraba y me pregunté si nuestros hermanos nos estarían echando de menos tanto como yo a ellos. Me imaginé que sí, o al menos mi lobo gris me estaría añorando. Pero no podía reunirme con ellos, de momento no. Tenía que esperar hasta que Siivet se recuperase por completo, tenía que acabar hasta terminar de escribir lo que ahora mismo escribo y tenía que mandarlo al mundo.
       Tras el pequeño descanso pensé en dormir, descansar un rato antes de seguir escribiendo. Me tumbé de nuevo en la cama, volví a acercar la botella a los labios de mi amado y después me recosté a su lado. Traté de dormir, de descansar, pero me sentía inquieta, totalmente incapaz de dormirme.
       Tras un buen rato dando vueltas en la cama volví a levantarme y a sentarme frente al ordenador. Mis dedos seguían volando sobre las teclas como cientos de pájaros al unísono, no podía parar, no podía descansar hasta acabar con toda mi historio.

       Así que, ahora mismo, aquí me encuentro, sentada en mi cuarto, viendo los rayos del sol entrando por mi ventana. Escribiendo, y pensando en las cosas que me depara la vida a partir de ahora, a partir de que diga adiós a este mundo. En principio esperaré a que Siivet despierte, a que se recupere por completo. Después regresaremos junto con la manada para no regresar jamás a este mundo, tal vez ni tan siquiera a esta casa, pero eso es algo que ahora mismo no puedo asegurar. Allí seremos libres, felices, y… cierto, estamos esperando un hijo, creo que aun no me he hecho a la idea, y todavía me costará un tiempo… un niño sin alma… no sé que es lo que eso significa todavía, lo descubriré llegado el momento y lo afrontaremos como sea necesario, es algo por lo que de momento no pienso preocuparme, creo que en el fondo me da algo de miedo el pensar en lo que pueda suceder, pero no estaré sola, voy a tener a mi manada y a Siivet, ya que no pienso dejar que nada ni nadie me lo arrebate, se quedará conmigo, luchare por él contra los propios demonios si es necesario, si acaso se atrevieran a tratar de arrebatármelo de nuevo. Y con estas palabras, sin saber qué más decir, me despido de esta sociedad de la que no quiero volver a oír hablar nunca más, al acabar de escribir estas pocas líneas que me quedan, le daré a enviar por email, apagaré y cerraré este ordenador para no volver a tocarlo nunca más. No tenía muy claro a quien enviarle estas palabras, así que al final he optado por la última persona con la que mantuve una conversación útil antes de aislarme, con mi editor, tú sabrás que hacer con esto, tal vez simplemente lo quemes.

domingo, 28 de abril de 2013

Farfetch'd a la naranja

Conversaciones entre frikis de Pokémon que pueden acabar en esta situación:
¿Qué comían las personas en Pokémon? Siempre les vemos comiendo arroz y carne, pero ¿de qué era esa carne? porque animales no había, solo había Pokémons.
Entonces claro, tiene que haber cosas ricas, como el Taurus. Así que puede haber distintos menús, como el Farfetch'd a la naranja, o los Tentacool a la romana, Tangeela con albondigas, muslitos de Pidgey, aletas de Lapras a la plancha, Magicarp con salsa verde, Pikachu al horno (recomendados guantes goma para evitar electrocutarse), sopa de Squirtle... y muchas otras.
Además en algún sitio deben de criarlos, seguramente en el restaurante chino que tengas en pueblo Paleta tendrán un criadero oculto de Ratatas...

jueves, 4 de abril de 2013

Noches oscuras.25

Me desperté temblando. Toda mi piel estaba helada, tenía la cabeza embotada, las extremidades y casi todo el cuerpo entumecidos, sobre todo el lado derecho que había adquirido una tonalidad morada a lo largo de casi todo el brazo y de parte de la cadera, los cardenales por la caída de hacía dos días empezaban a dejarse ver en su máximo esplendor.
Estaba medio dormida, despertando aun cuando un fogonazo vino a mi mente en
forma de muerte. Recordé en ese instante que el corazón de Siivet se había detenido, creía recordar que antes de dormirme rendida sobre su pecho había escuchado latidos de nuevo. Pero de aquello no estaba segura, podía haber sido tan solo un sueño, un sueño con la vaga finalidad de hacerme descansar, de que el destino se riese de mí al darme otra bofetada de realidad al despertar.
No me atrevía a acercar mi oído a su pecho. Posé una mano sobre uno de sus
brazos, estaba helado. Mi piel se erizó de terror, pero mi cuerpo también estaba helado, era una noche fría. Tenía que sacar valor y acercarme para escuchar su corazón, al final no sé de donde saqué las fuerzas pero me acerque, no escuché nada y volvió a congelárseme la sangre en las venas. Traté de prestar mayor atención en un desesperado intento de cambiar la realidad, y lo conseguí, allí estaba. Ese suave latido, apenas audible y una respiración apenas inexistente. Sujeté el cuchillo que estaba sobre la mesita muy cerca de su nariz para ver como pequeños cercos de vaho se formaban en su filo. Respiraba. Aunque yo apenas pudiera notarlo estaba respirando.
Casi no me lo podía creer. Seguía con vida, y había pasado ya un día, yo apenas
debía de haber dormido cuatro horas porque estaba comenzando a anochecer y en el momento que yo me quedé dormida aun debía de ser medía tarde. Me incorporé un poco sobre la cama para contemplarle. Tenía un tono pálido en la piel y parecía estar muerto, pero no lo estaba, yo sabía que no lo estaba. Acaricié su rostro con cariño, observándole, intentando discernir algún cambio en su tono de piel, algún gesto en su cara, un leve movimiento de una mano... Pero nada, nada en absoluto cambio.
No quería levantarme de la cama, no quería separarme de él, no deseaba perderle ni un solo instante de vista por miedo a que ese único segundo fuera suficiente para que su vida se me escapase de nuevo de entre los dedos, pero mi vejiga me apremiaba para que me moviera de su lado así que al final no pude evitarlo. Me levanté y fui hasta el baño lo más rápido que pude para volver cuanto antes a su lado.
Al regresar todo seguía como lo hubiera dejado pocos minutos antes. Acaricié su rostro con cariño y volví a apoyar mi oído sobre su pecho, todo en orden. Al quitar ese miedo de que al apartarme de su lado se desvaneciera me atreví a alejarme un poco más, asique fui hasta la cocina en busca de algo que yo pudiera comer y de agua para poder mojar sus labios al menos.
Mi nevera era un desastre, la mayoría de las cosas que allí había estaban
enmohecidas y desprendían un olor nada apetecible. Volví a cerrar el portón de golpe y eché mano de la puerta del congelador, allí las cosas se habían conservado como debía de ser. Saqué algo, ni siquiera me fijé en lo que era y lo dejé sobre la encimera. Después llene una botella pequeña con agua para poder regresar rápido a su lado. Aunque ya hubiera comprobado que no sucedía nada por dejarle solo unos pocos minutos no me atrevía a hacerlo durante demasiado tiempo, era un riesgo que no estaba dispuesta a correr. Aun así de camino al cuarto me di un segundo para asomarme por la ventana para mirar la luna que ya se alzaba sobre el firmamento. Apenas si era una rendija, un efímero haz de luz al que se le acababa la vida, por un momento lo temí por un presagio de que la vida de Siivet tocaba a su fin con aquella luna. Pero solo lo pensé por un instante, no tenía sentido ya que el día en el que la luna había tenido su máximo esplendor yo le había encontrado a él medio muerto, aquello no tenía nada que ver con el hilo de su vida.
Regresé a su lado sentándome junto a él en la cama. Todo seguía igual. Debía
quitarme esos miedos del cuerpo, tener confianza en mis instintos, seguirlos, hasta ahora solo me habían llevado hacia la vida que siempre había anhelado sin tan siquiera saberlo.
Rebusqué en las bolsas que había triado y saqué de una de ellas los antibióticos que había comprado en la sección de farmacia del supermercado. Disolví uno de los sobres en el agua del botellín después de leerme el prospecto por encima para poder saber al menos cada cuanto podía tomarse la medicina y si tendría alguna reacción secundaria, algo que debiera de saber.
Cogí unos cuantos cojines que estaban ahora tirados por el suelo para poder
incorporarle un poco en la cama. Trate de evitar acercarme a las alas que yacían ahora inertes en el suelo, me daba escalofríos el solo mirarlas, ahora me resultaban espeluznantes. Estaban marchitas e iban tomando tonalidades negras, de tonos enfermizos. Pensé en sacarlas a la calle y enterrarlas, pero aun no me atrevía a tocarlas y mi instinto no me decía que debía hacer con ellas, así que por el momento las deje donde estaban y me senté en la cama junto a él para tratar de hacer que bebiera el agua. Debía de necesitarla, no solo por que debía tomarse los antibióticos sino también por la cantidad de alcohol que se había bebido la noche anterior, eso siempre daba sed. Al menos no tenía que sufrir la resaca mientras estuviera inconsciente.
Acerqué la botella a sus labios y deje que unas pocas gotas los rozaran. Allí se
quedaron bañando sus labios. Probé a abrir con delicadeza su boca y deje que unas pocas gotas más resbalasen hasta su lengua, aunque no las tragara su boca las recibió sin causarle molestia alguna al parecer. Procure mojar su boca con agua cada pocos minutos sin llegar nunca a darle demasiada cantidad. Al parecer al ser pocas gotas de cada vez estas resbalaban fácilmente por su garganta sin necesidad de que él tragase.
No sé cuanto pasé así, a su lado, dándole de beber. Solo sé que mi estómago
comenzó a rugir y recordé entonces que había sacado algo del congelador. Aun no sabía lo que era, pero tenía hambre.
Volví a cerrar sus labios y me alejé de su lado. Caminé hasta la cocina y desenvolví aquello que había sacado hacía ya un rato. Eran unos filetes de pescado que ya estaban prácticamente descongelados. Me permití, por una vez en mucho tiempo el volver a utilizar una sartén y algo de aceite para freír aquel pescado.
Una vez cocinado cogí un plato y me llevé la comida al cuarto para volver a
sentarme a su lado. Sabía que él no podía comer en su estado, pero tenía la vaga ilusión de que el olor del alimento le hiciera despertar a algún tipo de estado de semiinconsciencia. Aquello no ocurrió aunque en el fondo ya me lo imaginaba, era algo completamente imposible. Ya no tenía su poder regeneratorio y la curación sería lenta, no podía esperar que despertase en menos de un día.
Me quedé a su lado y después de acabar mi comida volvía a dedicarme a darle de beber el agua a gotas y aunque me pareció que transcurría una eternidad el nivel de la botella de agua fue bajando y él en ningún momento se atragantó.
Cada no mucho tiempo echaba una mirada de reojo hacia las alas muertas. No sé por qué tenía el extraño miedo de que de pronto saltasen desde el suelo con la intención de volver a pegarse al cuerpo de Siivet para continuar absorbiendo su vida. Llegó un momento en el que no pude soportar más mi estado de nerviosismo y me bajé de la cama. Agarré una de ellas por un extremo y comencé a tirar para arrastrarla. Pesaba mucho más de lo que recordaba e inicialmente me vi incapaz de moverla. El tacto también era raro, ya no eran de piel suave, ahora parecían más rasposas, más rugosas. Tal vez era simplemente porque se estaban secando. Volví a tirar del ala que tenía agarrada con mayor ímpetu y por fin conseguí comenzar a arrastrarla. Su peso había aumentado una barbaridad y me resultó una tarea verdaderamente extenuante el llevarla hasta el salón, la dejé allí tirada en el centro de la estancia. Después volví al cuarto para arrastrar la otra también. Esta me resultó aun más pesada que la primera y tampoco recordaba que su peso fuera tan atroz. Tire con todas mis fuerzas para poder llevarla hasta el lugar donde había dejado la otra. En verdad habían tomado un color negruzco y estaban muy frías. Pero estaban muertas, ¿Qué más podía esperar?
Regresé al cuarto para sentarme de nuevo sobre la cama y comenzar otra vez con mi labor de administrarle agua gota a gota. No era lo que se dice difícil pero sí cansaba y era aburrido. Además ahora me dolían los brazos del esfuerzo de andar tirando de las alas.
No sé exactamente en qué momento de la noche fue, pero dejé el botellín en la
mesita junto a él. Cerré sus labios. Me recosté sobre su pecho y nos eché una de las mantas por encima. La noche era fría y sin mis lobos para arroparme en sus cálidas pieles la mía temblaba. Él tenía la piel de gallina también y su cuerpo estaba bastante frio. Por suerte, de momento, no había tenido fiebre. Quité los cojines de debajo de su espalda para tumbarle y cambiarle un poco de postura. Me abracé a su cuerpo y cerré los ojos mientras escuchaba su corazón para dejarme sumirme en el mundo de los sueños.