Un Hermoso Lugar

Un Hermoso Lugar

lunes, 12 de noviembre de 2012

Puertas

Imagina un mundo de puertas, un pequeño mundo circular, de piedra, en el que estás en el centro y simplemente giras y giras mirando a tu alrededor. Y tan solo ves puertas, una infinidad de puertas en la pared circular, y sigues girando y girando, mirando a todas ellas. ¿Y si un día despertaras en ese mundo, qué harías? Tal vez abrieras una puerta, esa puerta conduce a otro pequeño mundo rodeado de puertas, pero en ese nuevo mundo también encontrarías algo, puede que fuera bueno, puede que fuera malo.
¿Entonces qué harías? Podrías dedicarte a abrir todas las puertas como un loco queriendo encontrar todas esas pequeñas cosas existentes en cada pequeño mundo.
O, a lo mejor, decidas quedarte en ese primer mundo, seguir hacia la puerta que ese pequeño objeto te guía, para seguir avanzando por los mundos que los objetos que encuentras a tu paso te marcan.
¿Y si en alguno de esos pequeños mundos hubiera más de un objeto? ¿Y si cada uno de esos objetos te llevasen por puertas diferentes? ¿Qué harías? Seguramente abrir ambas puertas y asomarte, ver que objeto se encuentra en cada uno de los siguientes mundos. Aquí te surgirían tres posibilidades. Que te gustase el objeto de uno de los mundos y lo siguieras. Que no te gustase ninguno de los dos y optases por una nueva puerta o que te gustasen ambos.
¿Entonces qué?
Todo mundo conduce a un nuevo laberinto, puedes vislumbrar lo que hay tras las puertas, desde lejos, pero no puedes ver cual de esos caminos te saca del laberinto, o tal vez ninguno tiene salida, tal vez solo son pequeños mundos que se superponen unos a otros, tan solo pasillos a recorrer para cambiar de un pequeño mundo de piedra a otro, sin saber que nuevos mundos se abren detrás de cada puerta.
Tal vez la decisión sea perderse en ese laberinto, querer caminar por todos y ninguno de los mundos, querer decidir muchos caminos al mismo tiempo y tratar de unir unos mundos con otros que los caminos guiados de los distintos mundos se pudieran superponer y encontrarse, tal vez regresar el punto de partida para cambiar las puertas y poder volver a mundo ya visitados o simplemente llegar a la pura demencia después de abrir tantas puertas y que ninguna conduzca a la salida, simplemente a otra puerta más que te llevara a otro pequeño mundo y después a otro y a otro y a otro... simple locura tras cruzar cientos de puertas.

domingo, 11 de noviembre de 2012

I don´t Care





I try to make it through my life, in my way, There's you 
I try to make it through these lies, and that's all I do 

Just don't deny it, 
Don't try to fight this and deal with it 
and that's just part of it.

If you were dead or still alive 
I don't care, I don't care 
Just go and leave this all behind 
Cause I swear (I swear), I don't care 

I try to make you see my side 
Always trying to stay in line 
But your eyes see right through 
That's all they do 

I'm getting buried in this place 
I got no room your in my face 
don't say anything just go away 

If you were dead or still alive 
I don't care, I don't care 
Just go and leave this all behind 
Cause I swear (I swear) I don't care 


Love changing everything 
You won't be left for me 

You won´t be left for me 


If you were dead or still alive 
I don't care, I don't care 
Just and and leave this all behind 
Cause I swear (I swear) I don't care 

If you were dead or still alive 
I don't care (I don't care), I don't care (I don't care) 
Just go ahead and leave this all behind 
I don't care (I swaer), I don't care 
At all...

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Lluvia de Noviembre

Cae la lluvia en ésta seca ciudad, miro por mi ventana y contemplo el mundo a través de cientos de diamantes. Veo la tristeza de la lluvia y la vida en esas gotas, no me resisto y bajo a la calle para empaparme de esa fría tristeza, de esas lágrimas de cielo que hacen crecer la vida. Siento la desdicha de esas gotas que mueres contra el asfalto y deseo que todas ellas consigan llegar a la tierra, que esas mismas gotas que besan mi cara empapen mi alma.

lunes, 5 de noviembre de 2012

Noches oscuras.24

Desperté abrazada al cuerpo del hombre que dormía a mi lado como ya era costumbre. Miré a mi alrededor, había algo raro que no me cuadraba en la situación, me faltaba algo, pero adormilada como aun estaba no llegaba a entender lo que era. Miré a mi alrededor y vi el techo de la cueva y a los lobos empezando a despertarse aun. Tarde unos minutos en darme cuenta de que lo que me faltaba eran las alas de Siivet rodeándonos. Me recosté un poco más sobre él y vi que las tenía plegadas, pegadas al cuerpo, me pareció que tenían una tonalidad extraña, pero posiblemente fuera el brillo pálido de la luna que apenas era una triste sonrisa en el cielo. No le presté más atención.
Volví a acurrucarme sobre su pecho depositando un suave beso sobre su torso. Sentí una de sus manos posándose sobre mi cabeza y acariciándome el pelo.
- Buenos días - comenté aun abrazada a él.
- No es de día - me respondió medio riéndose, pero noté algo raro en su voz.
Le miré a los ojos, parecía verdaderamente cansado, como si no hubiera podido descansar en toda la noche.
- ¿Qué tal has dormido? - pregunté posando una mano en su rostro.
- Bien, igual que siempre.
- No da esa sensación, parece que no hubieras dormido en toda la noche.
- La verdad es que si que estoy algo cansado, como sin fuerzas, puede que sea que aun estoy medio dormido. – contestó estirándose.
No quise preocuparme sin motivo, no quise darle mayor importancia, así que me puse en pie y caminé hasta la zona del fuego para comenzar a encender la lumbre, para poder ver bailar las llamas mientras la comida se preparaba. Encendí el fuego en pocos minutos, cada vez tenía más práctica con aquello. Cuando fui a pedirle a Siivet que me pasase alguna rama más que echar al fuego fue cuando me di cuenta de que no estaba sentado a mi lado ayudándome a encender la fogata. Miré detrás de mí, hacia el lugar en el que dormíamos, estaba sentado en el suelo, mirando una de sus manos y abriendo y cerrando el puño muy despacio.
- Siivet, ¿Te encuentras bien? – pregunté esta vez ya más preocupada.
- No lo sé… me siento raro – hizo una pausa y volvió la cabeza con brusquedad hacia sus alas – hay algo que no va del todo bien.
Encogió un brazo para agarrar el borde de una de sus alas y tiró de ella para desplegarla y adelantarla. La miraba al principio con curiosidad, después pude contemplar una sombra de temor en su rostro. Mientras sujetaba el ala con una mano la acariciaba con la otra. Su rostro reflejaba cada vez más terror, seguramente el mismo que estaba comenzando a reflejarse en el mío, no entendía que pasaba, no entendía que era lo que le sucedía, solo pensaba en que él se estaba asustando y que jamás había visto ese tipo de miedo en sus ojos, algo grave de verdad le debía de estar pasando.
Me puse en pie y casi corrí hasta él para arrodillarme a su lado.
- ¿Qué está pasando?
- Muertas…
- ¿Qué?
- Están muertas… no queda poder para sustentarlas. Pensé… pensé que al dejar todo mi poder salir solo ocurriría eso… no pensé en que éstas no eran mis primeras alas… las otras producían poder, éstas vivían de él… han muerto… - con cada palabra parecía un poco más asustado que con la anterior.
- ¿Y qué significa que hayan muerto? ¿Qué es lo que tanto te asusta?
- Que yo moriré con ellas – parecía decirlo más para sí mismo que para mí. No creía sus palabras, no podía creerlas, no quería creerlas, no podía perderle, le había encontrado, completaba mi mundo, este nuevo mundo en el que me había instalado y no podía permitir que muriese. Me estaba poniendo muy nerviosa.
- ¿Porqué deberías morir tú con ellas? No tiene sentido.
- Porque buscan la manera de no morir y para ello seguirán bebiendo de mi fuerza, hasta que me agoten por completo, son como un parásito ahora mismo. – empecé a llorar, involuntariamente, pero sentía mis ojos humedecerse, sentí las lagrimas corriendo por mi cara y nublando mi vista. Sentía el pecho oprimido, como si una fuerte garra estrujase mi corazón intentando reventarlo, casi podía escuchar una risa del destino en mis oídos… o no era el destino, sino aquellos que durante tanto tiempo habían intentado ennegrecer mi alma.
- No. ¡NO! No te voy a perder, no te van a alejar de mi lado. Vamos a hacer algo ¿Me oyes? No vas a morir así. No lo permitiré. – su rostro apenas era una silueta tras mis lágrimas, cada vez le veía más borroso y eso hacía que me asustase mucho más, que mi subconsciente pensase en que ya estaba desapareciendo de mi vida. Me sujetó por los hombros.
- Cálmate Elämä, no hay nada que hacer, ya ha comenzado…
- ¡NO! No pienso calmarme… te arrancaré esas alas si es necesario para que no te chupen la vida. – contesté enfadada soltándome de sus manos.
- Eso podría funcionar. – su respuesta me sorprendió, no esperaba esa reacción en él. Ahora parecía pensativo.
- ¿Qué? – volví a preguntar con cara de estúpida. No entendía sus palabras ya que no había pensado las mías, no sabía ni lo que había dicho.
- Quiero decir que tal vez arrancándolas consigamos que dejen de afectarme, puede que no muera… pero habría que hacerlo a conciencia, no podríamos dejar nada de ellas o volverían a crecer para acabar conmigo… - parecía divagar en sus propios pensamientos, en sus teorías – tienes que hacerlo, debes arrancármelas de nuevo. – me miraba con esa intensidad suya, con la decisión y el convencimiento grabados en sus ojos, estaba decidido a ello.
- ¿Yo? ¿Porqué yo? No puedo hacer tal cosa, sería demasiado peligroso. – volvió a sujetar mis hombros.
- Debes ser tú. Yo mismo no puedo hacerlo, me resultaría imposible, y no creo que ningún otro de los que hay aquí sea capaz de tal cosa. – intenté zafarme pero me sujetó con más fuerza – tienes que ser tú, ya lo hiciste una vez y sobreviví, esta vez no queda poder para regenerarme dentro de mí, pero sé que puedes hacerlo.
- No, no puedo – ahora estaba asustada, asustada de poder ser yo la que lo matase en lugar de sus alas – la otra vez estabas inconsciente y ni siquiera te conocía, estabas medio muerto y la decisión fue de la mitad de posibilidades, o sanabas o morías y tuvimos suerte… pero esta vez no tendremos tanta suerte, algo me dice que saldrá todo mal… además estás despierto, no podrás soportarlo y yo no tendré el valor de hacerlo – sujete su rostro entre mis manos – te quiero demasiado como para tener el valor de hacer algo así. ¿Y si en vez de ayudarte te mato?
- Elämä, escúchame, ya estoy muriendo, si no hacemos nada posiblemente mañana no despierte. Debemos al menos intentarlo, saldrá bien confío en ti porque tú me encontraste en un lugar verdaderamente inimaginable.
No sabía que decir, que hacer, no me atrevía a hacer algo como aquello… un día, esa era la vida que le quedaba si no hacía nada por remediarlo, pero si la cosa salía mal moriría mucho antes… no sabía qué hacer, mis lágrimas volvieron a caer, solo el pensar que tendría que despedirme de él para siempre me mataba pero el pensar en clavar un cuchillo en su espalda para poder sacar esas alas de murciélago que había llegado a amar tampoco me resultaba tentador.
Tenía que hacerlo, era la única oportunidad que tenía él de sobrevivir. Me dolía, la mera idea de tener que hacer aquello hacía que mi pulso temblase y que sintiera como si me fuese a desmoronar en cualquier momento, pero me estaba decidiendo, tenía que salvarle la vida, era la única que podía hacerlo, era su única opción. Hacía tan solo un día él había salvado mi vida y la de la loba a cambio de arriesgar la suya, todo era mi culpa y tenía que remediarlo.
Escuché a mi instinto… no podía ser aquí, no podía hacerse en la cueva, en ese caso las cosas saldrían mal… necesitaba un lugar limpio, conseguir materiales quirúrgicos o algo que se le pareciese, necesitaba algún tipo de anestesia… mi cabeza empezó a dar vueltas a gran velocidad pensando en todo lo que iba a necesitar, en realidad necesitaría un hospital, pero claramente eso estaba fuera de nuestras opciones.
- Lo haré – dije decidida, él pareció sorprendido a la vez que asustado y agradecido. – pero debe hacerse a mi manera. Hay mucho que tenemos que preparar.
- Debe ser hoy, no podemos esperar. – me dijo como si yo no hubiera acabado de comprender lo que implicaba aquella situación.
- Lo sé, y por ello debemos salir ahora mismo. Voy a seguir a mi instinto como llevo haciendo todo este tiempo y me dice que no puede ser aquí… tenemos que ir a la cabaña y tenemos que preparar varias cosas. Aun así no estoy segura de que vaya a salir bien.
Ni siquiera contestó, tan solo se puso en pie, vi cómo se tambaleaba un instante antes de mantener el equilibrio. Las alas colgaban inertes de su espalda, sin vida, había llegado a amarlas, pero en estos momentos solo sentía nauseas al mirarlas y una rabia incontenible al pensar que eran la causa de que Siivet estuviera en peligro.
Salimos de la cueva de inmediato, nadie nos detuvo, nadie nos siguió, parecían comprender la gravedad del asunto, la gravedad de aquello que debíamos hacer. Que tal vez uno de nosotros no regresaría nunca más al cubil.
Caminamos a buen ritmo, aquel que fue capaz de aguantar Siivet, claramente las fuerzas le iban abandonando y yo veía su cansancio a cada paso que dábamos, en verdad no le debía de quedar más de un día de vida, las fuerzas estaban desapareciéndole a unas velocidad insospechadas. Por el camino iba pensando en todo lo que necesitaba, lo que debía comprar, tendría que ir hasta el pueblo para conseguir varias cosas. Mi cabeza estaba acelerada pensando en todo lo que debía hacer, tenía miedo al pensar en que no lo conseguiría, aun tenía el hombro derecho herido y todo el cuerpo dolorido y magullado, no sabía si tendría fuerzas para conseguir arrancarle aquellas alas. Eso ahora no importaba, lo lograría, debía de ser positiva, iba a salvarle y nada me lo impediría.
Cuando entramos a la cabaña caminé hasta mi cuarto sin decir nada, él simplemente me siguió. En realidad no habíamos hablado nada desde que habíamos salido de la cueva. Yo estaba demasiado concentrada, el demasiado agotado. Ya en el cuarto me giré hacia él. Sujeté su rostro entre mis manos y le aparté el pelo de la cara, sus ojos habían perdido ese brillo mágico que tanto adoraba pero aun conservaban sus tonalidades doradas. Le di un beso en los labios para infundirle ánimo.
- Hay un par de cosas que debo hacer, ¿Querrías hacerlas conmigo?
- Como necesites, siempre y cuando no me exijas un gran esfuerzo, creo que en ese caso no podré ayudarte.
Le arrastré conmigo hasta el cuarto de baño y nos metimos en la ducha. Debía quitarme todo resto de sangre antes de ir al pueblo, aunque hubiera renunciado a las condiciones sociales para presentarme allí debía aparentar seguirlas. Me ayudó a eliminar cualquier resto de sangre de mi cuerpo y yo hice lo mismo con él. Después salimos y yo me vestí. Me sentía rara al volver a llevar puestas de nuevo prendas de ropa, me sentía incomoda, aprisionada, como encerrada en una jaula, esas telas me apretaban y asfixiaban, no entendía en este momento cómo había sido capaz de llevarlas durante tantos años sintiéndome cómoda con ellas.
Cuando estuve vestida él me miró, se acercó a mí y sujetando una esquina de mi camiseta tironeó de ella. Me le quedé mirando curiosa.
- No me gusta – comentó –, no eres tú.
- Lo sé, por eso en cuanto regrese me desharé de ellas.
Fuimos hasta el salón y allí abrí el mueble bar, aquella botella empezada de whisky era lo más parecido que tenía a una anestesia y lo único que se me ocurría que podría comprar en el pueblo sin levantar sospechas. Se la tendí a Siivet.
- Empieza con esto, cuando vuelva traeré más, junto con el resto de cosas que necesito. Es lo más parecido que puedo darte a una anestesia y con un poco de suerte conseguiré que caigas semiinconsciente para que no tengas que sufrir tanto dolor.
No contestó, simplemente desenroscó el tapón y le dio un trago largo. Su cara fue la de cualquier persona que no esté acostumbrada a beber tras hacer una cosa así.
- Vuelve pronto – me dijo besándome con cariño. Asentí con la cabeza y salí de la casa.
Fui corriendo casi todo el camino, me ardía la cadera por el golpe del día anterior y había perdido la costumbre de llevar ropa, zapatillas y bolso, todo me molestaba, era un verdadero engorro, no podía correr a gusto y me molestaba.
Llegué al pueblo casi sin aliento y bastante dolorida. Se me hacía tan raro ver a otros seres humanos caminando por las calles, aun no habían cerrado el supermercado, el resto de las tiendas ya estaban cerradas desde hacía casi una hora. Menos mal que aquel sitio lo cerraban tarde.
Entre en la tienda, reconocí bastantes caras pero al parecer nadie me reconoció a mí, la gente se apartaba y me miraban de forma extraña, casi con desprecio, recordaba que no les gustaba demasiado ver a forasteros por la zona. No me importó, saqué pecho y caminé con toda mi dignidad de loba, fui directa a las secciones de la tienda que me interesaban, alcohol, un juego nuevo de cuchillos bien afilados, vendas, gasas, agua oxigenada, esparadrapo, incluso encontré algunos antibióticos fuertes y una aguja con sutura que no pensé que venderían en estas tiendas. Al ir de camino a la caja hubo algo que llamo mi atención, más bien mi instinto. Me acerqué a la sección de electrónica y cogí también un portátil sin saber muy bien porqué, no sabía para que lo quería ni para que lo necesitaba, pero mi instinto me decía que me haría falta.
Con todo ello me dirigí a la caja. La chica que se encargaba de la caja me miró de forma extraña al ver la dispar compra, le dirigí una mirada amenazadora, estaba suficientemente cabreada por la actitud de la gente y suficientemente nerviosa por lo que debía de hacer como para haber aguantado ningún tipo de comentario. Pareció entenderlo a la primera y no abrió la boca, se limito simplemente a cumplir con su trabajo.
Salí de la tienda bajo la atenta mirada de todos, por la calle sentía las miradas que se clavaban en mi pero preferí no prestarles atención. Nada más salir del pueblo volví a empezar a correr, no podía perder ni un solo minuto, cada segundo era crucial en estos momentos. Tuve que parar antes de llegar a casa, las piernas casi no me aguantaban y me dolía todo el cuerpo, caminé el tramo que me quedaba, cada vez más preocupada, con un miedo horrible a llegar a casa y encontrarme a Siivet tirado en el suelo, sin fuerzas, muerto, habiendo sucumbido ya a la succión de las alas. No quería pensar en ello pero ese era un miedo que llevaba martilleándome el corazón desde el mismo momento en el que había abandonado la cabaña.
Entré dentro con el corazón en un puño y conteniendo la respiración, no escuchaba ningún ruido, la casa estaba totalmente en silencio. Caminé un par de pasos dentro de la casa y cerré la puerta tras de mí. No escuchaba nada, estaba cada vez más nerviosa.
De detrás de la puerta salió Siivet de improviso sujetándome por la espalda besó mi cuello. Pegué un bote del susto y me separé de él.
- Ya creía que no regresarías – arrastraba las palabras, en ese momento vi la botella ya vacía encima de la mesa del salón – te he echado de menos amor – dijo volviendo a abrazarme y besándome en los labio.
En verdad me alegraba de verle con vida, de verle tan bien y con tantas energías aun, no pude resistirlo, de simple felicidad, solté las bolsas que traía, me abracé a su cuello y le devolví el beso. Sentí el calor en los suyos, el alcohol había hecho su efecto, aquel que haría en cualquier persona. No sé porqué, pero ya había decidido seguir a mis instintos aquella noche, si lo hacía así conseguiría que sobreviviese o al menso así lo sentía yo.
Cogí la botella que traía en una de las bolsas y le hice seguirme de nuevo al dormitorio. La abrí y se la entregué, por un momento pareció que fuera a rechazarla, pero después pude ver una sombra de claridad por su rostro y le dio un trago largo. La posó en la mesita de noche y volvió a acercarse a mí, sujetándome por la cintura y agarrándose a la cintura del pantalón.
- ¿No dijiste que te desharías de ellas nada más volver? – preguntó con media sonrisa.
- Tal vez prefiera que lo hagas tú – le contesté.
No esperó a que le dijera nada más, volvió a apretarme con fuerza contra su cuerpo y comenzó a besarme con fuerza, en verdad no dejó que mi ropa permaneciera sobre mi cuerpo demasiado tiempo, se encargó de ello. Nos tumbamos en la cama y yo cogí la botella para seguir dándole de beber, parecía que así al menos le gustaba más y no se negaba tanto a beber.
Ninguno de los dos lo dijo en voz alta, pero esa podía ser la última noche que estuviéramos juntos, por eso habíamos decidido disfrutarla, reírnos y disfrutar de aquellos momentos, tal vez esto estuviera siendo un adiós, pero eso no podíamos saberlo ninguno de los dos, por eso simplemente disfrutamos.
Seguí dándole de beber durante todo el rato, él quería que le acompañase, que yo también bebiera con él, estaba bastante borracho desde hacía tiempo y aunque me hacía mucha gracia no probé ni una sola gota, debía mantener la cabeza despejada para lo que luego me tocaba hacer. Poco a poco iba perdiendo sensibilidad, coordinación, hubo un momento en el que ya no era capaz de incorporarse en la cama, solo permanecía tumbado riéndose y diciendo todo el rato que la cama se movía, que daba vueltas. Ese era el momento correcto, teníamos que empezar, tenía miedo de que su cansancio y su incapacidad para moverse no fuera solo a causa del alcohol.
- Tenemos que empezar.
- No quiero empezar – me respondió - , me quiero quedar contigo hasta el final.
- Y yo no quiero que haya un final, quiero que te quedes conmigo – le di un beso, cerró los ojos y no los volvió a abrir. Por un momento me asusté, pero seguía respirando y aun me hablaba, no tenía ninguna coherencia pero seguía pronunciando alguna palabra.
Le empujé hasta que conseguí darle la vuelta. Sus alas caían a los lados totalmente inertes, ahora tenían un color más macilento, casi gris, al igual que los trozos de piel que  las rodeaban, había pequeñas manchas grisáceas que no me daban buena espina. Seguramente aquellas partes ya estarían muertas, toqué con mis dedos apretando ligeramente, él no dijo nada, no pareció sentirlo.
Volví a la puerta de entrada, donde había dejado las bolsas y las llevé hasta el cuarto, me harían falta. Empecé a sacar las cosas y a colocarlas en el orden que creí me serían necesarias en la mesita que se hallaba junto a la cama.
Primero cogí el bote de iodo y con la ayuda de un algodón limpié toda la zona por la que tenía pensado cortar, noté que le daba un escalofrío, vi como su carne se ponía de gallina, casi me hizo gracia si no fuera porque ahora tenía que coger el cuchillo. Los había comprado nuevos para asegurarme de que estaban bien afilados y que así me resultaría más rápido y fácil todo.
Cogí una de las armas entre mis manos, me temblaba el pulso, estaba nerviosa, primeramente porque no sabía si esto acabaría con su vida y también porque no estaba segura de lo anestésico que podría llegar a ser el alcohol. Sentada a horcajadas sobre su espalda para evitar que se moviera más de la cuenta comencé a cortar justo alrededor del ala. Su espalda se arqueó de golpe y un alarido surgió de su garganta, un grito de dolor, de más puro sufrimiento. Las lágrimas se me caían y casi me impedían ver, pero mi determinación era más fuerte que el dolor que pudiéramos sentir ambos. Tenía que hacerlo, tenía que salvarle a toda costa, hice que dejara de temblarme el pulso y me obligue a parar de llorar. Seguí cortando alrededor del primer ala, rodeándola por completo, sus gritos seguían y yo comencé a profundizar en la herida, siguiendo el hueso de ésta, porque era de hueso, la otra vez no me había fijado pero así era. Se hundía profundo en su espalda o yo cavaba muy lenta.
Seguía gritando y moviéndose aunque noté que intentaba contenerse, que no decía ni una sola palabra, no me pedía que parase ni se giraba ni me quitaba de sobre su espalda, simplemente trataba de moverse lo menos posible, trataba de no dificultarme el trabajo y eso era admirable por su parte, debía de estar siendo un esfuerzo verdaderamente sobrehumano.
Al seguir buscando el final del hueso llegué a su unión con las costillas, en ese momento dio un grito mucho más fuerte que los anteriores y calló, todo su cuerpo se relajó y dejó de sufrir. Paré por un momento, estaba asustada, mucho… entonces vi como su espalda seguía ascendiendo y descendiendo suavemente, aun respiraba. Se había desmayado, solo eso. Ahora sería más fácil manejar el asunto, ya no escuchaba sus gritos de dolor ni su sufrimiento, ahora podía trabajar con mayor tranquilidad.
Volví a templar los nervios como pude y escarbé con el cuchillo en la unión del hueso del ala con las costillas, muy cerca de la columna, me daba miedo tocar donde no debiera y dejare paralitico, sabía que la columna era una zona muy peligrosa. Fui con el mayor de los cuidados posibles cortando los ligamentos que unían el ala, veía las venas que iban desde el resto del cuerpo a las extremidades que quería arrancar, no sabía qué hacer con ellas, lo mejor que se me ocurrió fue coserlas para poder cortarlas sin miedo a que se desangrase al cortar la parte que quedaba con la extremidad salió un gran chorro de sangre casi negra, por suerte la parte de la vena que quedaba en su espalda no sangraba, apenas una o dos gotas. Cuando creí terminar posé el cuchillo en la mesita de noche, sujete el ala con las dos manos y tiré a principio sin mucha fuerza, pero ésta no se movió, estaba nerviosa y me sudaban las manos. Sabía que eso no era bueno, no podía empezar a ponerme nerviosa, si lo hacía no podría seguir con la otra mitad que me quedaba.
Tiré con mucha más fuerza y esta vez sentí como algo se desencajaba pero aun así el ala no salió como pensé que haría. Miré en la separación que había quedado entre ambos huesos y vi como unas pequeñas cuerdecitas aun unían las dos partes. Antes no las había visto porque quedaban debajo del hueso. Sin soltar el ala cogí el cuchillo con una mano y comencé a cortar aquellos hilitos, no tarde demasiado y entonces sí que se desprendió el ala. La lancé al suelo y estoy segura de que fue una ilusión óptica al rebotar contra el parquet o por el cansancio y los nervios que llevaba yo encima, pero en ese momento habría jurado que esa cosa membranosa se retorció e intentó reptar de nuevo hacia nosotros moviéndose de formas extrañas.
Aparté la mirada del suelo rápidamente para volver a concentrarme en el trabajo que me quedaba. No estaba segura del tiempo que me había llevado arrancar una de las alas pero a mí al menos me había parecido una eternidad. Con la otra extremidad repetí el mismo proceso que con la primera, solo que ahora ya no tenía los gritos de dolor que me retrasaran al empezar no tanto miedo a la hora de mirar por donde cortar, ya sabía cómo hacer para que las venas no sangraran y que debía cortar los tendones que quedaban bajo el hueso.
Cuando por fin lancé el segundo ala al suelo pude ver como los primeros rayos de sol se colaban por la ventana. Fuera ya estaba amaneciendo y a mí aun me quedaba mucho trabajo por delante, aunque lo más dura ya estaba hecho.
Observé las heridas con cuidado y fui recortando con el cuchillo todo trozo de carne grisácea que vi, la muerte de esta carne era mayor internamente, se había extendido más y tuve que andar cavando con el cuchillo un buen rato hasta que la carne que empecé a sacar fue de color rosa. Había cosido las venas grandes que tuve a la vista, pero aquellas pequeñas que no llegué a ver antes de seccionar sangraban de forma abundante aunque no me alarmé demasiado, iba secándola con las gasas y ya había empapado unas cuantas.
Ahora toda la abertura parecía limpia, el sol brillaba ya con fuerza a través de la ventana. Cogí el bote de agua oxigenada y limpié con ayuda de una gasa toda la herida por dentro, no sabía cómo de estériles eran los materiales que había utilizado, por lo que más valía prevenir. Además había leído en algún lugar que las heridas deben de cerrarse de dentro para afuera, por lo que no me pareció buena idea coser solo la herida por fuera, en el paquete de las suturas ponía que eran reabsorbibles y eso si sabía lo que significaba, el cuerpo podía absorberlas y no era necesario quitar los puntos una vez cerrada la herida.
Empecé a coser como buenamente pude primero la parte más profunda y de esta forma por capas, hasta que cosí también la piel. Cuando acabe con ambos agujeros cogí las vendas y fui rodeando su tórax hasta que tapé ambas heridas al completo y las aseguré con el esparadrapo.
El sol brillaba ya con toda su fuerza, pero al fin había terminado, ahora todo estaba bien. Le volteé para que estuviera tumbado boca arriba cuando por fin despertara y poder darle agua y los antibióticos de vez en cuando. Todo estaba bien.
- Todo va bien… - recuerdo que susurré en ese momento.
Todo estaba bien, todo estaba bien, todo estaba bien…
Eso es lo que estaba pensando en el momento en el que con una sonrisa en los labios descubrí que no respiraba, mi respiración comenzó a agitarse, apoyé mi oreja sobre su pecho solo para descubrir que no había latido. Todo estaba bien… Ahora mismo no recuerdo bien que es lo que sucedió en los próximos momentos.
Sentí que yo también dejaba de respirar, que mi corazón se paraba, el terror me invadió, invadió todo mi ser. Sé que me quedé unos momentos en shock repitiendo en susurros “todo va bien”. Después grité, las lágrimas invadieron mis ojos y mi visión se volvió borrosa, grité con todas mis fuerzas una vez más antes de reaccionar, de darme cuenta de lo que estaba ocurriendo ante mí, no lo aceptaba no lo entendía, mi instinto no me había avisado de nada, no entendía nada no podía permitirlo, nada ni nadie podía arrebatármelo, no podían arrebatármelo, era mío yo lo había encontrado, me pertenecía y no podían robármelo.
Sé que le pedí una y mil veces que se quedara conmigo, que no me dejase sola, que tenía que estar a mi lado, también recuerdo que le hice el masaje cardiopulmonar no sé si bien del todo o no. Lo único que recuerdo a ciencia cierta es que no podía parar de llorar y de gritarle que no me abandonase, que no podía hacerme esto.
En algún momento me rendí y me dejé caer sobre su pecho, no podía parar de llorar y de gritar, era lo único que podía hacer, me dolía el pecho como si una garra me lo estuviera exprimiendo, apretando con todas sus fuerzas dentro de mí. Poco a poco dejé de gritar, pero no me levanté y no pude dejar de llorar, solo podía quedarme allí tendida sobre él queriendo morir a su lado, no quería volver a ponerme en pie.
Entonces lo escuché, muy tenue, muy lejano… su corazón latía. No podía creerlo, seguramente serían imaginaciones mías, pero también respiraba, muy tenuemente también, pequeñas y cortas respiraciones, acerqué mis dedos a su nariz y sus labios entre abiertos y sentí un ligero aire saliendo. Respiraba y su corazón latía, seguía con vida, seguía con vida, seguía con vida…
Volvía a llorar, ahora de felicidad y en parte de incredulidad, debía de ser un sueño, lo tenía que estar soñando, volví a recostarme sobre su pecho y entonces, del más puro cansancio me quedé dormida escuchando los suaves latidos de su corazón.