Imagina un mundo de puertas, un pequeño mundo circular, de piedra, en el que estás en el centro y simplemente giras y giras mirando a tu alrededor. Y tan solo ves puertas, una infinidad de puertas en la pared circular, y sigues girando y girando, mirando a todas ellas. ¿Y si un día despertaras en ese mundo, qué harías? Tal vez abrieras una puerta, esa puerta conduce a otro pequeño mundo rodeado de puertas, pero en ese nuevo mundo también encontrarías algo, puede que fuera bueno, puede que fuera malo.
¿Entonces qué harías? Podrías dedicarte a abrir todas las puertas como un loco queriendo encontrar todas esas pequeñas cosas existentes en cada pequeño mundo.
O, a lo mejor, decidas quedarte en ese primer mundo, seguir hacia la puerta que ese pequeño objeto te guía, para seguir avanzando por los mundos que los objetos que encuentras a tu paso te marcan.
¿Y si en alguno de esos pequeños mundos hubiera más de un objeto? ¿Y si cada uno de esos objetos te llevasen por puertas diferentes? ¿Qué harías? Seguramente abrir ambas puertas y asomarte, ver que objeto se encuentra en cada uno de los siguientes mundos. Aquí te surgirían tres posibilidades. Que te gustase el objeto de uno de los mundos y lo siguieras. Que no te gustase ninguno de los dos y optases por una nueva puerta o que te gustasen ambos.
¿Entonces qué?
Todo mundo conduce a un nuevo laberinto, puedes vislumbrar lo que hay tras las puertas, desde lejos, pero no puedes ver cual de esos caminos te saca del laberinto, o tal vez ninguno tiene salida, tal vez solo son pequeños mundos que se superponen unos a otros, tan solo pasillos a recorrer para cambiar de un pequeño mundo de piedra a otro, sin saber que nuevos mundos se abren detrás de cada puerta.
Tal vez la decisión sea perderse en ese laberinto, querer caminar por todos y ninguno de los mundos, querer decidir muchos caminos al mismo tiempo y tratar de unir unos mundos con otros que los caminos guiados de los distintos mundos se pudieran superponer y encontrarse, tal vez regresar el punto de partida para cambiar las puertas y poder volver a mundo ya visitados o simplemente llegar a la pura demencia después de abrir tantas puertas y que ninguna conduzca a la salida, simplemente a otra puerta más que te llevara a otro pequeño mundo y después a otro y a otro y a otro... simple locura tras cruzar cientos de puertas.
Un Hermoso Lugar
lunes, 12 de noviembre de 2012
domingo, 11 de noviembre de 2012
I don´t Care
I try to make it through my life, in my way, There's you
I try to make it through these lies, and that's all I do
Just don't deny it,
Don't try to fight this and deal with it
and that's just part of it.
If you were dead or still alive
I don't care, I don't care
Just go and leave this all behind
Cause I swear (I swear), I don't care
I try to make you see my side
Always trying to stay in line
But your eyes see right through
That's all they do
I'm getting buried in this place
I got no room your in my face
don't say anything just go away
If you were dead or still alive
I don't care, I don't care
Just go and leave this all behind
Cause I swear (I swear) I don't care
Love changing everything
You won't be left for me
You won´t be left for me
If you were dead or still alive
I don't care, I don't care
Just and and leave this all behind
Cause I swear (I swear) I don't care
If you were dead or still alive
I don't care (I don't care), I don't care (I don't care)
Just go ahead and leave this all behind
I don't care (I swaer), I don't care
At all...
I try to make it through these lies, and that's all I do
Just don't deny it,
Don't try to fight this and deal with it
and that's just part of it.
If you were dead or still alive
I don't care, I don't care
Just go and leave this all behind
Cause I swear (I swear), I don't care
I try to make you see my side
Always trying to stay in line
But your eyes see right through
That's all they do
I'm getting buried in this place
I got no room your in my face
don't say anything just go away
If you were dead or still alive
I don't care, I don't care
Just go and leave this all behind
Cause I swear (I swear) I don't care
Love changing everything
You won't be left for me
You won´t be left for me
If you were dead or still alive
I don't care, I don't care
Just and and leave this all behind
Cause I swear (I swear) I don't care
If you were dead or still alive
I don't care (I don't care), I don't care (I don't care)
Just go ahead and leave this all behind
I don't care (I swaer), I don't care
At all...
miércoles, 7 de noviembre de 2012
Lluvia de Noviembre
Cae la lluvia en ésta seca ciudad, miro por mi ventana y contemplo el mundo a través de cientos de diamantes. Veo la tristeza de la lluvia y la vida en esas gotas, no me resisto y bajo a la calle para empaparme de esa fría tristeza, de esas lágrimas de cielo que hacen crecer la vida. Siento la desdicha de esas gotas que mueres contra el asfalto y deseo que todas ellas consigan llegar a la tierra, que esas mismas gotas que besan mi cara empapen mi alma.
lunes, 5 de noviembre de 2012
Noches oscuras.24
Desperté abrazada al cuerpo del hombre que dormía a mi lado como ya era costumbre. Miré a mi alrededor, había algo raro que no me cuadraba en la situación, me faltaba algo, pero adormilada como aun estaba no llegaba a entender lo que era. Miré a mi alrededor y vi el techo de la cueva y a los lobos empezando a despertarse aun. Tarde unos minutos en darme cuenta de que lo que me faltaba eran las alas de Siivet rodeándonos. Me recosté un poco más sobre él y vi que las tenía plegadas, pegadas al cuerpo, me pareció que tenían una tonalidad extraña, pero posiblemente fuera el brillo pálido de la luna que apenas era una triste sonrisa en el cielo. No le presté más atención.
Volví a acurrucarme sobre su pecho depositando un suave beso sobre su torso. Sentí una de sus manos posándose sobre mi cabeza y acariciándome el pelo.
- Buenos días - comenté aun abrazada a él.
- No es de día - me respondió medio riéndose, pero noté algo raro en su voz.
Le miré a los ojos, parecía verdaderamente cansado, como si no hubiera podido descansar en toda la noche.
- ¿Qué tal has dormido? - pregunté posando una mano en su rostro.
- Bien, igual que siempre.
- No da esa sensación, parece que no hubieras dormido en toda la noche.
Volví a acurrucarme sobre su pecho depositando un suave beso sobre su torso. Sentí una de sus manos posándose sobre mi cabeza y acariciándome el pelo.
- Buenos días - comenté aun abrazada a él.
- No es de día - me respondió medio riéndose, pero noté algo raro en su voz.
Le miré a los ojos, parecía verdaderamente cansado, como si no hubiera podido descansar en toda la noche.
- ¿Qué tal has dormido? - pregunté posando una mano en su rostro.
- Bien, igual que siempre.
- No da esa sensación, parece que no hubieras dormido en toda la noche.
- La verdad es que
si que estoy algo cansado, como sin fuerzas, puede que sea que aun estoy medio
dormido. – contestó estirándose.
No quise
preocuparme sin motivo, no quise darle mayor importancia, así que me puse en
pie y caminé hasta la zona del fuego para comenzar a encender la lumbre, para
poder ver bailar las llamas mientras la comida se preparaba. Encendí el fuego
en pocos minutos, cada vez tenía más práctica con aquello. Cuando fui a pedirle
a Siivet que me pasase alguna rama más que echar al fuego fue cuando me di
cuenta de que no estaba sentado a mi lado ayudándome a encender la fogata. Miré
detrás de mí, hacia el lugar en el que dormíamos, estaba sentado en el suelo,
mirando una de sus manos y abriendo y cerrando el puño muy despacio.
- Siivet, ¿Te
encuentras bien? – pregunté esta vez ya más preocupada.
- No lo sé… me
siento raro – hizo una pausa y volvió la cabeza con brusquedad hacia sus alas –
hay algo que no va del todo bien.
Encogió un brazo
para agarrar el borde de una de sus alas y tiró de ella para desplegarla y
adelantarla. La miraba al principio con curiosidad, después pude contemplar una
sombra de temor en su rostro. Mientras sujetaba el ala con una mano la
acariciaba con la otra. Su rostro reflejaba cada vez más terror, seguramente el
mismo que estaba comenzando a reflejarse en el mío, no entendía que pasaba, no
entendía que era lo que le sucedía, solo pensaba en que él se estaba asustando
y que jamás había visto ese tipo de miedo en sus ojos, algo grave de verdad le
debía de estar pasando.
Me puse en pie y casi corrí hasta él para
arrodillarme a su lado.
- ¿Qué está
pasando?
- Muertas…
- ¿Qué?
- Están muertas…
no queda poder para sustentarlas. Pensé… pensé que al dejar todo mi poder salir
solo ocurriría eso… no pensé en que éstas no eran mis primeras alas… las otras
producían poder, éstas vivían de él… han muerto… - con cada palabra parecía un
poco más asustado que con la anterior.
- ¿Y qué significa
que hayan muerto? ¿Qué es lo que tanto te asusta?
- Que yo moriré con ellas – parecía decirlo
más para sí mismo que para mí. No creía sus palabras, no podía creerlas, no
quería creerlas, no podía perderle, le había encontrado, completaba mi mundo,
este nuevo mundo en el que me había instalado y no podía permitir que muriese.
Me estaba poniendo muy nerviosa.
- ¿Porqué deberías
morir tú con ellas? No tiene sentido.
- Porque buscan la
manera de no morir y para ello seguirán bebiendo de mi fuerza, hasta que me
agoten por completo, son como un parásito ahora mismo. – empecé a llorar,
involuntariamente, pero sentía mis ojos humedecerse, sentí las lagrimas
corriendo por mi cara y nublando mi vista. Sentía el pecho oprimido, como si
una fuerte garra estrujase mi corazón intentando reventarlo, casi podía
escuchar una risa del destino en mis oídos… o no era el destino, sino aquellos
que durante tanto tiempo habían intentado ennegrecer mi alma.
- No. ¡NO! No te
voy a perder, no te van a alejar de mi lado. Vamos a hacer algo ¿Me oyes? No
vas a morir así. No lo permitiré. – su rostro apenas era una silueta tras mis
lágrimas, cada vez le veía más borroso y eso hacía que me asustase mucho más,
que mi subconsciente pensase en que ya estaba desapareciendo de mi vida. Me
sujetó por los hombros.
- Cálmate Elämä,
no hay nada que hacer, ya ha comenzado…
- ¡NO! No pienso
calmarme… te arrancaré esas alas si es necesario para que no te chupen la vida.
– contesté enfadada soltándome de sus manos.
- Eso podría
funcionar. – su respuesta me sorprendió, no esperaba esa reacción en él. Ahora
parecía pensativo.
- ¿Qué? – volví a
preguntar con cara de estúpida. No entendía sus palabras ya que no había
pensado las mías, no sabía ni lo que había dicho.
- Quiero decir que
tal vez arrancándolas consigamos que dejen de afectarme, puede que no muera…
pero habría que hacerlo a conciencia, no podríamos dejar nada de ellas o
volverían a crecer para acabar conmigo… - parecía divagar en sus propios
pensamientos, en sus teorías – tienes que hacerlo, debes arrancármelas de
nuevo. – me miraba con esa intensidad suya, con la decisión y el convencimiento
grabados en sus ojos, estaba decidido a ello.
- ¿Yo? ¿Porqué yo?
No puedo hacer tal cosa, sería demasiado peligroso. – volvió a sujetar mis
hombros.
- Debes ser tú. Yo
mismo no puedo hacerlo, me resultaría imposible, y no creo que ningún otro de
los que hay aquí sea capaz de tal cosa. – intenté zafarme pero me sujetó con
más fuerza – tienes que ser tú, ya lo hiciste una vez y sobreviví, esta vez no
queda poder para regenerarme dentro de mí, pero sé que puedes hacerlo.
- No, no puedo –
ahora estaba asustada, asustada de poder ser yo la que lo matase en lugar de
sus alas – la otra vez estabas inconsciente y ni siquiera te conocía, estabas
medio muerto y la decisión fue de la mitad de posibilidades, o sanabas o morías
y tuvimos suerte… pero esta vez no tendremos tanta suerte, algo me dice que
saldrá todo mal… además estás despierto, no podrás soportarlo y yo no tendré el
valor de hacerlo – sujete su rostro entre mis manos – te quiero demasiado como
para tener el valor de hacer algo así. ¿Y si en vez de ayudarte te mato?
- Elämä,
escúchame, ya estoy muriendo, si no hacemos nada posiblemente mañana no
despierte. Debemos al menos intentarlo, saldrá bien confío en ti porque tú me
encontraste en un lugar verdaderamente inimaginable.
No sabía que
decir, que hacer, no me atrevía a hacer algo como aquello… un día, esa era la
vida que le quedaba si no hacía nada por remediarlo, pero si la cosa salía mal
moriría mucho antes… no sabía qué hacer, mis lágrimas volvieron a caer, solo el
pensar que tendría que despedirme de él para siempre me mataba pero el pensar
en clavar un cuchillo en su espalda para poder sacar esas alas de murciélago que
había llegado a amar tampoco me resultaba tentador.
Tenía que hacerlo,
era la única oportunidad que tenía él de sobrevivir. Me dolía, la mera idea de
tener que hacer aquello hacía que mi pulso temblase y que sintiera como si me
fuese a desmoronar en cualquier momento, pero me estaba decidiendo, tenía que
salvarle la vida, era la única que podía hacerlo, era su única opción. Hacía
tan solo un día él había salvado mi vida y la de la loba a cambio de arriesgar
la suya, todo era mi culpa y tenía que remediarlo.
Escuché a mi
instinto… no podía ser aquí, no podía hacerse en la cueva, en ese caso las
cosas saldrían mal… necesitaba un lugar limpio, conseguir materiales
quirúrgicos o algo que se le pareciese, necesitaba algún tipo de anestesia… mi
cabeza empezó a dar vueltas a gran velocidad pensando en todo lo que iba a
necesitar, en realidad necesitaría un hospital, pero claramente eso estaba
fuera de nuestras opciones.
- Lo haré – dije
decidida, él pareció sorprendido a la vez que asustado y agradecido. – pero
debe hacerse a mi manera. Hay mucho que tenemos que preparar.
- Debe ser hoy, no
podemos esperar. – me dijo como si yo no hubiera acabado de comprender lo que
implicaba aquella situación.
- Lo sé, y por
ello debemos salir ahora mismo. Voy a seguir a mi instinto como llevo haciendo
todo este tiempo y me dice que no puede ser aquí… tenemos que ir a la cabaña y
tenemos que preparar varias cosas. Aun así no estoy segura de que vaya a salir
bien.
Ni siquiera
contestó, tan solo se puso en pie, vi cómo se tambaleaba un instante antes de
mantener el equilibrio. Las alas colgaban inertes de su espalda, sin vida,
había llegado a amarlas, pero en estos momentos solo sentía nauseas al mirarlas
y una rabia incontenible al pensar que eran la causa de que Siivet estuviera en
peligro.
Salimos de la
cueva de inmediato, nadie nos detuvo, nadie nos siguió, parecían comprender la
gravedad del asunto, la gravedad de aquello que debíamos hacer. Que tal vez uno
de nosotros no regresaría nunca más al cubil.
Caminamos a buen
ritmo, aquel que fue capaz de aguantar Siivet, claramente las fuerzas le iban
abandonando y yo veía su cansancio a cada paso que dábamos, en verdad no le
debía de quedar más de un día de vida, las fuerzas estaban desapareciéndole a
unas velocidad insospechadas. Por el camino iba pensando en todo lo que
necesitaba, lo que debía comprar, tendría que ir hasta el pueblo para conseguir
varias cosas. Mi cabeza estaba acelerada pensando en todo lo que debía hacer,
tenía miedo al pensar en que no lo conseguiría, aun tenía el hombro derecho
herido y todo el cuerpo dolorido y magullado, no sabía si tendría fuerzas para
conseguir arrancarle aquellas alas. Eso ahora no importaba, lo lograría, debía
de ser positiva, iba a salvarle y nada me lo impediría.
Cuando entramos a
la cabaña caminé hasta mi cuarto sin decir nada, él simplemente me siguió. En
realidad no habíamos hablado nada desde que habíamos salido de la cueva. Yo
estaba demasiado concentrada, el demasiado agotado. Ya en el cuarto me giré
hacia él. Sujeté su rostro entre mis manos y le aparté el pelo de la cara, sus
ojos habían perdido ese brillo mágico que tanto adoraba pero aun conservaban
sus tonalidades doradas. Le di un beso en los labios para infundirle ánimo.
- Hay un par de
cosas que debo hacer, ¿Querrías hacerlas conmigo?
- Como necesites,
siempre y cuando no me exijas un gran esfuerzo, creo que en ese caso no podré
ayudarte.
Le arrastré
conmigo hasta el cuarto de baño y nos metimos en la ducha. Debía quitarme todo
resto de sangre antes de ir al pueblo, aunque hubiera renunciado a las
condiciones sociales para presentarme allí debía aparentar seguirlas. Me ayudó
a eliminar cualquier resto de sangre de mi cuerpo y yo hice lo mismo con él.
Después salimos y yo me vestí. Me sentía rara al volver a llevar puestas de
nuevo prendas de ropa, me sentía incomoda, aprisionada, como encerrada en una
jaula, esas telas me apretaban y asfixiaban, no entendía en este momento cómo
había sido capaz de llevarlas durante tantos años sintiéndome cómoda con ellas.
Cuando estuve
vestida él me miró, se acercó a mí y sujetando una esquina de mi camiseta
tironeó de ella. Me le quedé mirando curiosa.
- No me gusta –
comentó –, no eres tú.
- Lo sé, por eso
en cuanto regrese me desharé de ellas.
Fuimos hasta el
salón y allí abrí el mueble bar, aquella botella empezada de whisky era lo más
parecido que tenía a una anestesia y lo único que se me ocurría que podría
comprar en el pueblo sin levantar sospechas. Se la tendí a Siivet.
- Empieza con
esto, cuando vuelva traeré más, junto con el resto de cosas que necesito. Es lo
más parecido que puedo darte a una anestesia y con un poco de suerte conseguiré
que caigas semiinconsciente para que no tengas que sufrir tanto dolor.
No contestó,
simplemente desenroscó el tapón y le dio un trago largo. Su cara fue la de
cualquier persona que no esté acostumbrada a beber tras hacer una cosa así.
- Vuelve pronto –
me dijo besándome con cariño. Asentí con la cabeza y salí de la casa.
Fui corriendo casi todo el camino, me
ardía la cadera por el golpe del día anterior y había perdido la costumbre de
llevar ropa, zapatillas y bolso, todo me molestaba, era un verdadero engorro,
no podía correr a gusto y me molestaba.
Llegué al pueblo
casi sin aliento y bastante dolorida. Se me hacía tan raro ver a otros seres
humanos caminando por las calles, aun no habían cerrado el supermercado, el
resto de las tiendas ya estaban cerradas desde hacía casi una hora. Menos mal
que aquel sitio lo cerraban tarde.
Entre en la
tienda, reconocí bastantes caras pero al parecer nadie me reconoció a mí, la
gente se apartaba y me miraban de forma extraña, casi con desprecio, recordaba
que no les gustaba demasiado ver a forasteros por la zona. No me importó, saqué
pecho y caminé con toda mi dignidad de loba, fui directa a las secciones de la
tienda que me interesaban, alcohol, un juego nuevo de cuchillos bien afilados,
vendas, gasas, agua oxigenada, esparadrapo, incluso encontré algunos
antibióticos fuertes y una aguja con sutura que no pensé que venderían en estas
tiendas. Al ir de camino a la caja hubo algo que llamo mi atención, más bien mi
instinto. Me acerqué a la sección de electrónica y cogí también un portátil sin
saber muy bien porqué, no sabía para que lo quería ni para que lo necesitaba,
pero mi instinto me decía que me haría falta.
Con todo ello me
dirigí a la caja. La chica que se encargaba de la caja me miró de forma extraña
al ver la dispar compra, le dirigí una mirada amenazadora, estaba
suficientemente cabreada por la actitud de la gente y suficientemente nerviosa
por lo que debía de hacer como para haber aguantado ningún tipo de comentario.
Pareció entenderlo a la primera y no abrió la boca, se limito simplemente a
cumplir con su trabajo.
Salí de la tienda
bajo la atenta mirada de todos, por la calle sentía las miradas que se clavaban
en mi pero preferí no prestarles atención. Nada más salir del pueblo volví a
empezar a correr, no podía perder ni un solo minuto, cada segundo era crucial
en estos momentos. Tuve que parar antes de llegar a casa, las piernas casi no
me aguantaban y me dolía todo el cuerpo, caminé el tramo que me quedaba, cada
vez más preocupada, con un miedo horrible a llegar a casa y encontrarme a
Siivet tirado en el suelo, sin fuerzas, muerto, habiendo sucumbido ya a la
succión de las alas. No quería pensar en ello pero ese era un miedo que llevaba
martilleándome el corazón desde el mismo momento en el que había abandonado la
cabaña.
Entré dentro con
el corazón en un puño y conteniendo la respiración, no escuchaba ningún ruido,
la casa estaba totalmente en silencio. Caminé un par de pasos dentro de la casa
y cerré la puerta tras de mí. No escuchaba nada, estaba cada vez más nerviosa.
De detrás de la
puerta salió Siivet de improviso sujetándome por la espalda besó mi cuello.
Pegué un bote del susto y me separé de él.
- Ya creía que no
regresarías – arrastraba las palabras, en ese momento vi la botella ya vacía
encima de la mesa del salón – te he echado de menos amor – dijo volviendo a
abrazarme y besándome en los labio.
En verdad me
alegraba de verle con vida, de verle tan bien y con tantas energías aun, no
pude resistirlo, de simple felicidad, solté las bolsas que traía, me abracé a
su cuello y le devolví el beso. Sentí el calor en los suyos, el alcohol había
hecho su efecto, aquel que haría en cualquier persona. No sé porqué, pero ya
había decidido seguir a mis instintos aquella noche, si lo hacía así
conseguiría que sobreviviese o al menso así lo sentía yo.
Cogí la botella
que traía en una de las bolsas y le hice seguirme de nuevo al dormitorio. La
abrí y se la entregué, por un momento pareció que fuera a rechazarla, pero
después pude ver una sombra de claridad por su rostro y le dio un trago largo.
La posó en la mesita de noche y volvió a acercarse a mí, sujetándome por la
cintura y agarrándose a la cintura del pantalón.
- ¿No dijiste que
te desharías de ellas nada más volver? – preguntó con media sonrisa.
- Tal vez prefiera
que lo hagas tú – le contesté.
No esperó a que le
dijera nada más, volvió a apretarme con fuerza contra su cuerpo y comenzó a
besarme con fuerza, en verdad no dejó que mi ropa permaneciera sobre mi cuerpo
demasiado tiempo, se encargó de ello. Nos tumbamos en la cama y yo cogí la
botella para seguir dándole de beber, parecía que así al menos le gustaba más y
no se negaba tanto a beber.
Ninguno de los dos
lo dijo en voz alta, pero esa podía ser la última noche que estuviéramos
juntos, por eso habíamos decidido disfrutarla, reírnos y disfrutar de aquellos
momentos, tal vez esto estuviera siendo un adiós, pero eso no podíamos saberlo
ninguno de los dos, por eso simplemente disfrutamos.
Seguí dándole de
beber durante todo el rato, él quería que le acompañase, que yo también bebiera
con él, estaba bastante borracho desde hacía tiempo y aunque me hacía mucha
gracia no probé ni una sola gota, debía mantener la cabeza despejada para lo
que luego me tocaba hacer. Poco a poco iba perdiendo sensibilidad,
coordinación, hubo un momento en el que ya no era capaz de incorporarse en la
cama, solo permanecía tumbado riéndose y diciendo todo el rato que la cama se
movía, que daba vueltas. Ese era el momento correcto, teníamos que empezar,
tenía miedo de que su cansancio y su incapacidad para moverse no fuera solo a
causa del alcohol.
- Tenemos que
empezar.
- No quiero
empezar – me respondió - , me quiero quedar contigo hasta el final.
- Y yo no quiero
que haya un final, quiero que te quedes conmigo – le di un beso, cerró los ojos
y no los volvió a abrir. Por un momento me asusté, pero seguía respirando y aun
me hablaba, no tenía ninguna coherencia pero seguía pronunciando alguna
palabra.
Le empujé hasta
que conseguí darle la vuelta. Sus alas caían a los lados totalmente inertes,
ahora tenían un color más macilento, casi gris, al igual que los trozos de piel
que las rodeaban, había pequeñas manchas
grisáceas que no me daban buena espina. Seguramente aquellas partes ya estarían
muertas, toqué con mis dedos apretando ligeramente, él no dijo nada, no pareció
sentirlo.
Volví a la puerta
de entrada, donde había dejado las bolsas y las llevé hasta el cuarto, me
harían falta. Empecé a sacar las cosas y a colocarlas en el orden que creí me
serían necesarias en la mesita que se hallaba junto a la cama.
Primero cogí el
bote de iodo y con la ayuda de un algodón limpié toda la zona por la que tenía
pensado cortar, noté que le daba un escalofrío, vi como su carne se ponía de
gallina, casi me hizo gracia si no fuera porque ahora tenía que coger el
cuchillo. Los había comprado nuevos para asegurarme de que estaban bien
afilados y que así me resultaría más rápido y fácil todo.
Cogí una de las
armas entre mis manos, me temblaba el pulso, estaba nerviosa, primeramente
porque no sabía si esto acabaría con su vida y también porque no estaba segura
de lo anestésico que podría llegar a ser el alcohol. Sentada a horcajadas sobre
su espalda para evitar que se moviera más de la cuenta comencé a cortar justo
alrededor del ala. Su espalda se arqueó de golpe y un alarido surgió de su
garganta, un grito de dolor, de más puro sufrimiento. Las lágrimas se me caían
y casi me impedían ver, pero mi determinación era más fuerte que el dolor que
pudiéramos sentir ambos. Tenía que hacerlo, tenía que salvarle a toda costa,
hice que dejara de temblarme el pulso y me obligue a parar de llorar. Seguí
cortando alrededor del primer ala, rodeándola por completo, sus gritos seguían
y yo comencé a profundizar en la herida, siguiendo el hueso de ésta, porque era
de hueso, la otra vez no me había fijado pero así era. Se hundía profundo en su
espalda o yo cavaba muy lenta.
Seguía gritando y
moviéndose aunque noté que intentaba contenerse, que no decía ni una sola
palabra, no me pedía que parase ni se giraba ni me quitaba de sobre su espalda,
simplemente trataba de moverse lo menos posible, trataba de no dificultarme el
trabajo y eso era admirable por su parte, debía de estar siendo un esfuerzo
verdaderamente sobrehumano.
Al seguir buscando
el final del hueso llegué a su unión con las costillas, en ese momento dio un
grito mucho más fuerte que los anteriores y calló, todo su cuerpo se relajó y
dejó de sufrir. Paré por un momento, estaba asustada, mucho… entonces vi como
su espalda seguía ascendiendo y descendiendo suavemente, aun respiraba. Se
había desmayado, solo eso. Ahora sería más fácil manejar el asunto, ya no
escuchaba sus gritos de dolor ni su sufrimiento, ahora podía trabajar con mayor
tranquilidad.
Volví a templar
los nervios como pude y escarbé con el cuchillo en la unión del hueso del ala
con las costillas, muy cerca de la columna, me daba miedo tocar donde no
debiera y dejare paralitico, sabía que la columna era una zona muy peligrosa.
Fui con el mayor de los cuidados posibles cortando los ligamentos que unían el
ala, veía las venas que iban desde el resto del cuerpo a las extremidades que
quería arrancar, no sabía qué hacer con ellas, lo mejor que se me ocurrió fue
coserlas para poder cortarlas sin miedo a que se desangrase al cortar la parte
que quedaba con la extremidad salió un gran chorro de sangre casi negra, por
suerte la parte de la vena que quedaba en su espalda no sangraba, apenas una o
dos gotas. Cuando creí terminar posé el cuchillo en la mesita de noche, sujete
el ala con las dos manos y tiré a principio sin mucha fuerza, pero ésta no se
movió, estaba nerviosa y me sudaban las manos. Sabía que eso no era bueno, no podía
empezar a ponerme nerviosa, si lo hacía no podría seguir con la otra mitad que
me quedaba.
Tiré con mucha más
fuerza y esta vez sentí como algo se desencajaba pero aun así el ala no salió
como pensé que haría. Miré en la separación que había quedado entre ambos
huesos y vi como unas pequeñas cuerdecitas aun unían las dos partes. Antes no
las había visto porque quedaban debajo del hueso. Sin soltar el ala cogí el
cuchillo con una mano y comencé a cortar aquellos hilitos, no tarde demasiado y
entonces sí que se desprendió el ala. La lancé al suelo y estoy segura de que
fue una ilusión óptica al rebotar contra el parquet o por el cansancio y los
nervios que llevaba yo encima, pero en ese momento habría jurado que esa cosa
membranosa se retorció e intentó reptar de nuevo hacia nosotros moviéndose de
formas extrañas.
Aparté la mirada
del suelo rápidamente para volver a concentrarme en el trabajo que me quedaba.
No estaba segura del tiempo que me había llevado arrancar una de las alas pero
a mí al menos me había parecido una eternidad. Con la otra extremidad repetí el
mismo proceso que con la primera, solo que ahora ya no tenía los gritos de
dolor que me retrasaran al empezar no tanto miedo a la hora de mirar por donde
cortar, ya sabía cómo hacer para que las venas no sangraran y que debía cortar
los tendones que quedaban bajo el hueso.
Cuando por fin
lancé el segundo ala al suelo pude ver como los primeros rayos de sol se
colaban por la ventana. Fuera ya estaba amaneciendo y a mí aun me quedaba mucho
trabajo por delante, aunque lo más dura ya estaba hecho.
Observé las
heridas con cuidado y fui recortando con el cuchillo todo trozo de carne
grisácea que vi, la muerte de esta carne era mayor internamente, se había
extendido más y tuve que andar cavando con el cuchillo un buen rato hasta que
la carne que empecé a sacar fue de color rosa. Había cosido las venas grandes
que tuve a la vista, pero aquellas pequeñas que no llegué a ver antes de
seccionar sangraban de forma abundante aunque no me alarmé demasiado, iba
secándola con las gasas y ya había empapado unas cuantas.
Ahora toda la abertura
parecía limpia, el sol brillaba ya con fuerza a través de la ventana. Cogí el
bote de agua oxigenada y limpié con ayuda de una gasa toda la herida por
dentro, no sabía cómo de estériles eran los materiales que había utilizado, por
lo que más valía prevenir. Además había leído en algún lugar que las heridas
deben de cerrarse de dentro para afuera, por lo que no me pareció buena idea
coser solo la herida por fuera, en el paquete de las suturas ponía que eran
reabsorbibles y eso si sabía lo que significaba, el cuerpo podía absorberlas y
no era necesario quitar los puntos una vez cerrada la herida.
Empecé a coser
como buenamente pude primero la parte más profunda y de esta forma por capas,
hasta que cosí también la piel. Cuando acabe con ambos agujeros cogí las vendas
y fui rodeando su tórax hasta que tapé ambas heridas al completo y las aseguré
con el esparadrapo.
El sol brillaba ya
con toda su fuerza, pero al fin había terminado, ahora todo estaba bien. Le
volteé para que estuviera tumbado boca arriba cuando por fin despertara y poder
darle agua y los antibióticos de vez en cuando. Todo estaba bien.
- Todo va bien… -
recuerdo que susurré en ese momento.
Todo estaba bien,
todo estaba bien, todo estaba bien…
Eso es lo que
estaba pensando en el momento en el que con una sonrisa en los labios descubrí
que no respiraba, mi respiración comenzó a agitarse, apoyé mi oreja sobre su
pecho solo para descubrir que no había latido. Todo estaba bien… Ahora mismo no
recuerdo bien que es lo que sucedió en los próximos momentos.
Sentí que yo
también dejaba de respirar, que mi corazón se paraba, el terror me invadió,
invadió todo mi ser. Sé que me quedé unos momentos en shock repitiendo en
susurros “todo va bien”. Después grité, las lágrimas invadieron mis ojos y mi
visión se volvió borrosa, grité con todas mis fuerzas una vez más antes de
reaccionar, de darme cuenta de lo que estaba ocurriendo ante mí, no lo aceptaba
no lo entendía, mi instinto no me había avisado de nada, no entendía nada no
podía permitirlo, nada ni nadie podía arrebatármelo, no podían arrebatármelo,
era mío yo lo había encontrado, me pertenecía y no podían robármelo.
Sé que le pedí una
y mil veces que se quedara conmigo, que no me dejase sola, que tenía que estar
a mi lado, también recuerdo que le hice el masaje cardiopulmonar no sé si bien
del todo o no. Lo único que recuerdo a ciencia cierta es que no podía parar de llorar
y de gritarle que no me abandonase, que no podía hacerme esto.
En algún
momento me rendí y me dejé caer sobre su pecho, no podía parar de llorar y de gritar,
era lo único que podía hacer, me dolía el pecho como si una garra me lo estuviera
exprimiendo, apretando con todas sus fuerzas dentro de mí. Poco a poco dejé de gritar,
pero no me levanté y no pude dejar de llorar, solo podía quedarme allí tendida sobre
él queriendo morir a su lado, no quería volver a ponerme en pie.
Entonces
lo escuché, muy tenue, muy lejano… su corazón latía. No podía creerlo, seguramente
serían imaginaciones mías, pero también respiraba, muy tenuemente también, pequeñas
y cortas respiraciones, acerqué mis dedos a su nariz y sus labios entre abiertos
y sentí un ligero aire saliendo. Respiraba y su corazón latía, seguía con vida,
seguía con vida, seguía con vida…
Volvía a
llorar, ahora de felicidad y en parte de incredulidad, debía de ser un sueño, lo
tenía que estar soñando, volví a recostarme sobre su pecho y entonces, del más puro
cansancio me quedé dormida escuchando los suaves latidos de su corazón.
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