Un Hermoso Lugar

Un Hermoso Lugar

viernes, 30 de diciembre de 2011

Noches oscuras.10

Desperté arropada por el pelaje sedoso, seguía abrazada al lobo gris, igual que me hubiera quedado dormida, sin moverme ni un centímetro, él también estaba despertando y me miraba, me dio un lametón en la mejilla y se puso en pie, no quería levantarme, estaba tan a gusto, pero mis compañeros se movían y yo debía imitarles. Me desperecé y me levanté, me fijé en que nadie había tocado el pedazo de carne que me había sobrado de la noche anterior, así que mientras el resto se afanaban en restregarse contra los arboles y saludarse con cordialidad yo me dediqué a encender un poco el fuego de nuevo para poder calentar el pedazo de carne.
Tarde un rato en conseguirlo, pero tampoco tenía nada mejor que hacer. Cuando lo conseguí calenté la pieza y descubrí como algunos hocicos se giraban hacia mi, pero nadie pidió, todos sabían que aquella carne era mía, que me la había ganado.
Vi al lobo blanco salir corriendo del cubil, me le quedé mirando pero no le dí mayor importancia, al poco rato volvió con un conejo entre las fauces lleno de tierra, lo acababa de desenterrar, se notaba. Lo posó ante mi y miró hacia el fuego, lloriqueó un poco y frotó su cara contra mi brazo. Cogí su conejo, lo despellejé y lo destripé devolviendo las vísceras al lobo que se las comió, luego atravesé el conejo en el palo y lo puse a asar , el lobo blanco movió la cola feliz y empezó a saltar a mi alrededor, cuando se cansó o consideró que era suficiente emoción se sentó a mi lado y esperó sin parar de menear la cola. Cuando estuvo listo lo aparté del fuego y soltándolo del palo se lo entregué de nuevo, él lo comió en un par de bocados, no iba a permitir que ninguno de sus hermanos le robase su esplendido manjar. Me fije en que varios lobos habían contemplado el comportamiento del blanco, posiblemente al día siguiente tendría una pequeña hilera de lobos con conejos en sus fauces para que yo los cocinase, no me importaba, al contrario, me alagaba, me sentía útil para el grupo, por fin podría hacer yo algo por ellos. La loba grande también nos había mirado con curiosidad, pero no se había acercado, sentí que tramaba algo.
Unas horas después, cuando nos hallábamos entrenando en la caza de conejos, ya que aunque hubiera conseguido cazar uno no significaba que pudiera hacer lo mismo en cualquier momento, escuchamos el aullido de la gran loba, nos llamaba a la caza.
Esta vez lo conseguiría, no había ya zapatos que se rompieran en el peor de los momentos ni nada por el estilo, esta vez podría correr con todas mis energías. Caminamos a paso ligero hasta la puerta del cubil donde nos juntamos con toda la manada y comenzó la marcha. Como siempre yo debía de correr cuando ellos apenas trotaban. Llegamos a un valle, no se cuanto tiempo llevábamos corriendo, pero seguro que un buen rato ya que aquella zona no me era conocida, por el recorrido pude situarla vagamente en el mapa de la zona, pero no podría haber asegurado el lugar exacto. Al llegar a la explanada todos redujimos el ritmo y nos agazapamos, comenzamos a caminar lentamente, el semicírculo se fue formando, aunque yo aun no hubiera visto presa alguna y por ende tampoco la había olido como sospechaba que habían hecho ellos, tan solo continué andando agazapada, sintiéndome uno con la manada, me guiaba por los movimientos de ellos. Sentí un movimiento unos metros por delante nuestro y poco después vi unas orejas pardas alzándose sobre la hierva, era una cierva joven y parecía perdida, seguimos acercándonos sigilosamente, hasta que dieron la orden y todos saltamos, la cierva reaccionó rápido y empezó a correr, todos comenzamos la carrera desenfrenada. No me cansaba, no me dolía nada, me sentía ágil y fuerte, podría pasarme el día corriendo y todos mis sentidos estaban fijos en la presa, para mi no existía nada más. Sentí que la presa comenzaba a sacarnos distancia, poco a poco, a milímetros, aun así nadie paraba de correr, miré un segundo a los lados y algo en el suelo llamó mi atención algo más adelante, sin parar de correr me agaché a recogerlo, era una cuerda que algún pastor debía haber dejado tirada tiempo atrás, una idea comenzó a surgir en mi mente, recogí dos piedras de tamaño similar y dejé de correr unos segundos y me paré casi en seco, algunos lobos miraron hacia mi pero no pararon, me pareció ver en la gran loba una mirada de resignación, como si comprendiese que yo no podía correr tanto como ellos, como si eso en verdad no le importara, me lo perdonaba. Pero no era por eso por lo que yo me había parado, até como pude las piedras a los extremos de la cuerda, no sabía si aguantarían los nudos, pero tenía que intentarlo.
Comencé a correr con todas mis fuerzas de nuevo, con toda mi alma, hasta que mis pies quemaron tanto que me sentí volar sobre el suelo, comencé a ganarles distancia a los lobos ya que ni la cierva ni ellos corrían en línea recta, cuando estuve prácticamente a su altura la loba grande me miró sorprendida, volví a concentrarme en la presa y comencé a ondear la cuerda, apunté como pude y la lancé, acerté como quería alrededor de las patas delanteras de la cierva, las cuerdas se enrollaron por el peso de las piedras, aunque una de ellas se había soltado y había salido disparada hacia alguna parte. La cierva trastabilló y calló al suelo, todos los lobos se lanzaron sobre ella y la acabaron en un momento, yo me quedé unos pasos por detrás retomando aire, aunque no hubiera sentido antes el cansancio ahora mis pulmones estaban ardiendo a más no poder, sentía que el aire entraba demasiado caliente en ellos y que no podía respirar con la fluidez que me gustaría, caí en el suelo de rodillas, creí que me iba a desmallar, apoyé las manos e intenté respirar más profundamente, no podía, mi traque estaba prácticamente cerrada, me estaba ahogando.
Sentí que iba a caer de bruces al suelo cuando un cuerpo fuerte y peludo se puso debajo de mi para sujetarme, era el lobo gris, todos los demás se acercaron casi de la misma y le ayudaron a sostenerme, estaban preocupados, lo veía en sus rostros, no entendían lo que me pasaba ni porqué, no era algo que sucediese entre los suyos. La gran loba se puso frente a mi y me olfateó, después restregó su morro ensangrentado por mi cara y les indicó al resto que me acercasen a la presa. Prácticamente me cargaron sobre sus lomos, otros empujaban mi cuerpo, me posaron justo enfrente del cadáver a medio descuartizar de la cierva, el fuerte olor a sangre abrió mis vías respiratorias de golpe, apoyé mis manos sobre la presa y bebí la sangre que chorreaba del animal estaba tibia y esto me ayudó a que pasara mejor ya que no había una diferencia de temperatura tan amplia como si hubiera sido agua. Al fin pude respirar y me senté justo al lado del lugar que me habían depositado mis hermanos, algunos se acercaron a mi y me tocaron con el hocico para comprobar que estuviera bien mientras los demás se afanaban en cortar la pieza y repartirla para poder arrastrarla hasta la cueva.
Cuando por fin pude levantarme nos pusimos en viaje de regreso. Yo miraba a la gran loba de tanto en tanto sin poder explicarme cómo ella pudo saber que el fuerte aroma de la sangre abriría mis conductos de aire de nuevo, la verdad es que no podía entenderlo, cómo ella podía llegar a saber algo como eso. Sentí que no volvíamos por la misma ruta aunque pronto descubrí por qué. Pasamos cruzando un suave riachuelo en el que todos se pararon a beber, yo también lo hice, lo necesitaba demasiado, también mojé mi cuello y mi garganta. Pude ver gotas de sangre cayendo al agua y por un momento me asusté, miré mi reflejo en el espejo del rio y pude ver que prácticamente todo mi cuerpo estaba cubierto de sangre ya reseca, me acordé de la ayuda de los lobos cuando sus hocicos aun estaban pintado de rojo escarlata. Bebí agua y no me molesté en limpiarme, me gustaba el sentimiento que dejaba aquella sangre seca en mi, era como el símbolo de la ayuda que había recibido por parte de mis compañeros, no pensaba deshacerme de ella tan pronto.
Continuamos de camino a nuestra guarida, tan solo paramos para enterrar los pedazos de carne a pocos metros de la puerta de la cueva, donde aun había una capa lo suficientemente profunda de tierra como para poder enterrar la carne sin que los carroñeros la descubriesen.
Cuando entramo no me preocupé en mirar si los demás se disponían a hacer algo, tan solo me arrastre como pude hasta la zona en la que dormíamos y me dejé caer, derrotada, caí en un sueño profundo pocos segundos después.

2 comentarios:

  1. Pido un dibujo tipo portada y que al final imprimamos toda esta historia para encuadernarlo y tener nuestro propio Itx libro

    vendra bien para hacer mis bibliografias xD
    !!! siiiii ):):) venga

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  2. Prometido, habra un dibujo de portada, cuando tenga tiempo en mi vida para hacerle jajaj y si, tenia intencion de al acabarlo apañarle entero, corregir algunas faltas que he visto e imprimirlo!

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