Un Hermoso Lugar

Un Hermoso Lugar

lunes, 19 de diciembre de 2011

Noches oscuras.3

Volví a despertar cuando la noche empezaba a caer, la verdad es que no había podido dormirme hasta el despuntar del alba, así que no era de extrañar que me despertase a esas horas. No había descansado nada, sentía mis músculos agarrotados, la almohada estaba húmeda por las lágrimas que no habían cesado de correr por mis mejillas durante toda la noche, me dolían los ojos y seguía sintiendo un dolor asfixiante en mi pecho.
Sentía que todo a mi alrededor estaba mal, yo no debería de estar en este lugar, no debería de estar en esta casa, las paredes me asfixiaban, me ahogaban, sentía que no podía permanecer ni un segundo más en ese lugar, mi gato se acerco para que me cerciorara de ello con un bufido y un gruñido grave. No sabía que hacer, ya no tenía fuerzas ni para intentar regañarle, estaba tan perdida, perdida en aquella que se suponia mi casa, perdida en aquel que se suponía mi mundo. ¿Qué debía hacer? ¿Quedarme y sufrir en aquel lugar? ¿O tal vez debía salir corriendo del que había sido mi hogar a buscar mi sitio?
Todo había cambiado tan de golpe, toda mi vida estaba patas arriba en tan solo unos pocos días y ni siquiera había ocurrido nada real, tal solo eran mis sentimientos y al parecer los del animal con el que compartía casa.
Me estaba agobiando mucho, así que salí fuera. Miré el cielo, ya había caído la noche y la fina luna asomaba por las montañas, aun era apenas un fino resquicio de luz en la oscura noche, uno o dos estrellas brillaban también para que me asegurara de que en verdad había llegado la noche. El aire estaba helado, aunque la primavera se acercaba aun hacía frío, sentí el frío en mis huesos y recordé cómo la noche anterior había caminado por medio del bosque, a altas horas de la mañana  y no había sentido ni un atisbo de frío, ahora en cambio me estaba congelando.
Me dispuse a entrar en casa para coger un abrigo cuando lo escuché. El sonido más triste que había escuchado en mi vida, lo sentí como un llanto, como un grito desgarrador en la noche por tristeza, era un aullido, un aullido de lobo, recordé el lobo de la noche anterior, su mirada triste... sabía que era él, que ese aullido era suyo, que me llamaba, que estaba llorando porque yo había escapado de él, porque yo había sentido miedo de él. En verdad sentía que era él el que aullaba. Olvide la chaqueta, o simplemente deje de sentir frío, corrí, corrí con todas mis fuerzas por el bosque, buscando el lugar del que procedía aquel llanto lanzado al cielo, corrí como jamás lo había hecho, incluso más que la noche anterior al regresar a casa, pero esta vez mis pulmones no ardían, no sentía el dolor en mi costado, esta vez me resultaba tan fácil, como si toda mi vida hubiera esperado para correr de esta forma, para correr hacia él, como si ese fuera mi único propósito en la vida.
Pare de golpe en medio de la espesura, no veía nada, pero sabía que le había encontrado, o el me había encontrado a mi, no estaba segura, solo sabía que estaba cerca y quería volver a verle, quería demostrarle mi arrepentimiento por haber huido la noche anterior. Apareció ante mi, majestuoso, caminando lentamente, con la cabeza gacha, mirándome a los ojos, la cola también caída, le notaba triste y asustado, tenía miedo a que yo volviese a huir, pero también sentí la emoción en sus ojos, emoción por volver a tenerme delante. La noche anterior apenas me había fijado en él, era plateado con algún tono oscuro y alguno anaranjado, pero el plateado era el que resaltaba, gris plata brillante, era precioso, y sus ojos dorados tenían un veteado pardo excepcional, jamás había contemplado un ser tan hermoso, su pelo tupido, sobre todo en la parte del lomo y en el pecho, era maravilloso.
Se sentó a una distancia prudencial de mi, me miraba, el miedo cada vez era más patente en su rostro, quería que yo me acercase a él, que no le temiera de nuevo. Pero otra vez las ideas sociales asaltaron mi cabeza, una voz me gritaba desde algún sitió de mi mente si me había vuelto loca, que aquel animal era peligroso y traicionero, que esos animales engañan para poder obtener una presa, que solo intentaba llevarme más adentro en el bosque para que toda su manada pudiese alimentarse de mi. Me gritaba que debía correr y escapar de él, esa voz gritaba cada vez con más fuerza dentro de mi, casi no podía escuchar otra cosa.
Dí un paso atrás, el lobo se levantó sobresaltado, con la boca medio abierta, su mirada era triste, de súplica, me estaba suplicando que por favor no huyese de nuevo, que pro favor no volviera a dejarle solo, pero su paso hacia mí y sus fauces entreabiertas solo consiguieran hacer que la alarma dentro de mi cabeza estallase, la voz que me decía corre, aléjate, huye de aquí comenzó a aullar a gritar, no podía ver nada más en mi cabeza, no podía ver mis instintos ni mis sentimientos, tan solo esa voz gritándome.
Corrí, volví a alejarme de él, esta vez no miré atrás, solo volví a correr lejos de su lado, mis pulmones volvieron a arder, sentí el frío entrando en mis huesos de nuevo, me dolían ambos costados y el pecho creía que iba a estallarme de dolor.  ¿Porqué estaba corriendo? ¿Porqué huía de nuevo? No quería hacerlo, pero esa voz era demasiado fuerte y estridente. Llegué a casa, y cerré tras de mí, las lágrimas comenzaron a caer con fuerza. Vi a mi gato y lo único que se me ocurrió hacer fue intentar patearle y gritarle que se largase, que me dejara sola, que no quería verlo, el animal salió huyendo.
Estaba destrozada, me sentía un monstruo, era la segunda vez que escapaba de ese lobo, sabía que era el mismo, sabía que él era el que podía guiarme hasta aquello que me atraía con tanta fuerza, hacia aquello que estaba revolucionando mi mundo y mi forma de ser, aquello que estaba poniendo patas arriba mis sentimientos, aquello que arrancaría el dolor de mi pecho. Lloré, grité, mi garganta dolía de tanto gritar.
Cuando por fin me calme un poco fui al despacho a mirar de nuevo la pantalla del ordenador, a intentar ordenas mis ideas, a intentar escribir algo para relajarme. Miré la pantalla, aquellas palabras, aquel fragmento de historia, todo era surrealista, no recordaba haberlas escrito, bueno, si recordaba el haber estado delante del ordenador escribiendo pero no que hubiera escrito aquello, no me veía en esas palabras, ¿Tanto estaba cambiando? Un aullido rompió la noche como para decirme que sí, que tanto había cambiado. Era él, estaba segura de que era el mismo lobo de nuevo, no podía salir de casa, no iba a salir de nuevo. Mi corazón empezó a latir con fuerza, el dolor y las lágrimas volvieron, miré de nuevo la pantalla del ordenador, esas no eran mis palabras, eso no podía haberlo escrito yo, otro aullido rompió la noche, no podía soportar el dolor que escuchaba en ese canto de lobo, el llanto que lo impregnaba. Me sentí despreciable, asquerosa, yo no valía la pena, mi vida era desagradable incluso para mi. Con un grito que desgarró mi garganta agarre el portátil y lo lance contra la pared, estalló en mil pedazo con un chispazo final.
Me dejé caer al suelo llorando, llorando de rabia, de odio hacia mi misma por ser tan despreciable... no, no me odiaba a mi misma, odiaba a la sociedad que había arraigado tan profundamente en mi la creencia de que aquel lobo era peligroso, de que no podía acercarme a él, de que eso no era lo correcto. Estaba furiosa y agotada, mis tripas rugía con fuerza, no había comido nada en todo ese tiempo, apenas quedaba comida sin descongelar, así que saque algo del congelador y lo dejé descongelándose para el día siguiente y comí algo que me quedaba en la nevera. Había pasado casi toda la noche, quedaba poco para el amanecer. Mis horarios estaban totalmente descuadrados. Salí a la calle y me senté en un banco de madera que había junto a la entrada principal, lo había construido mi abuelo hacía años, yo le había ayudado un poco, a mi manera,cuando aquello apenas era una niña. Siempre me había encantado sentarme en él y acariciar los dibujos que describía su madera, hacía años que no hacía tal cosa y ahora estaba volviendo a sentarme en él y volviendo a acariciar sus rugosidades, sentía que ese lobo me estaba haciendo recordar muchos sentimientos que había creído olvidados o perdidos. Me quedé sentada en el banco, contemplando el cielo, vi despuntar el alba con lágrimas aun en los ojos, sentí, necesite un brazo rodeándome, necesite al lobo sentado junto a mis pies, necesite alguien que me entendiera, que me abrazara y contemplara junto a mi aquel espectáculo que era el amanecer.
Estaba destrozada, agotada. Regrese al interior de la casa y me quedé dormida en poco tiempo.

3 comentarios:

  1. me encanta como vas dejando caer detalles del dia a dia como el lobito plateado de tonos oscuros y anaranjados jjeejeje
    y el lobo, el frio , la noche, correr, es curioso como esas cosas por si solas incomodas se juntan y acaban siendo reconfortantes acaban haciendonos sentir comoodos con lo q somos y como somos, tan comodos q se nos olvida lo q nos han hecho ser y acabamos sacando quienes somos realmente, aunq por supuesto e untramite complicado supongo q abra quien lo consiga pero otros no tenemos tanta suerte

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  2. Olvide la chaqueta, o simplemente deje de sentir frío.. pequeños detalles que me gustan.
    Los pequeños detalles son los mejores.

    Me gusta esta historia, Graou se debe sentir muy acompañado.

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  3. La vida esta hecha de pequeñas cosas,esos pequeños detalles son lo que lo llenan, que los grandes ahi estan, me gusta ciertamente esto, me gusta y reitero lo ya afirmado buen trabajo Oris.

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