Un Hermoso Lugar

Un Hermoso Lugar

viernes, 23 de diciembre de 2011

Noches oscuras.6

Volví a despertar entre los lobos, me resultaba muy agradable, sobre todo aquellos tres que tenía durmiendo junto a mi. El resto me observaban, a ver si pasaba todas las pruebas que la gran loba me imponía, más bien era yo la que tenía que superar las pruebas que nadie había marcado, pero ella las observaba y esperaba que yo las pasase sin ayuda, sin que nadie me empujase a hacerlo.
Aquel día salíamos a cazar, lo sentí en la forma en la que actuaban, sus miradas me lo decían, los tres que permanecían siempre cerca de mi me miraron preocupados. Leí en sus miradas, estaban seguros de que yo no estaba aun lista para una cacería, que no sería capaz de conseguirlo. Pensé en los antiguos hombres como cazaban con los lobos, así que salí del cubil y alcancé una rama caída, después comencé a afilarlo con una piedra roma. No era tan sencillo como yo había pensado y me llevó mucho tiempo. La manada salió del cubil antes de que yo hubiera terminado, tuve que dejarlo a medias.
Caminamos durante un par de horas por el bosque, llegamos a una llanura, todos observaban algo que yo no alcanzaba a ver, aguce la vista un poco más y distinguí unas sombras que se movían algo más adelante, eran ciervos, había una pequeña manada de ciervos más adelante... aunque eran muy pequeños... recordé cuando mi abuelo de pequeña me explicaba las distintas especies de animales que habitaban en el bosque, recordé como me hablaba de unos animales parecidos a los ciervos pero bastante más pequeños, recordé el nombre, corzos, si, esos animales debían de ser corzos.
El lobo plateado me miró preocupado, sentí como me preguntaba haber si estaba preparada, yo asentí con la cabeza y el volvió a concentrarse en los corzos, la manada se fue dispersando haciendo un medio circulo alrededor de los animales, yo también me alejé un poco, siguiendo el mismo patrón que seguían el resto. La carrera empezó casi sin percatarme, todos comenzaron a correr al mismo tiempo, las presas también corrían, yo tarde un poco más en arrancarme tras ellas, pero les seguí como pude. Me tropezaba y me quedaba rezagada, ellos tenían cuatro patas, yo dos, ellos conocían el bosque y eran más estrechos y ágiles para moverse entre los árboles, les seguí como pude, pero para cuando me reuní con ellos ya le habían dado caza a uno de aquellos animales. Vi cómo la loba grande me miraba de reojo, esta prueba no la había superado y por ello no me iban a dejar comer, mi estomago rugía, aunque aquella carne cruda tampoco me abría demasiado el apetito.
Después del festín la manada se dispersó, cada cual iba a investigar por su cuenta, era su rato de ocio, yo no sabía que hacer, tenía muchísima hambre y no paraba de recordar aquella carne que había dejado descongelando en la nevera, la boca se me hacía agua.
Los tres lobos se sentaron a mi lado mirándome. La mirada de los dos jóvenes era inquisitiva, parecían preguntar "¿Qué quieres hacer?" El lobo gris me dio un empujón con el hocico en la pierna, miré sus ojos y al instante supe que él había adivinado lo que estaba pensando y me estaba diciendo que podía hacerlo, comencé a caminar de vuelta a casa con ellos tres siguiéndome, no se separaron de mi en ningún instante, eran como mis guardaespaldas, o más bien temían a que fuera a volver a huir de ellos.
Llegamos hasta mi casa, abrí la puerta y ellos entraron conmigo, el lobo blanco saltó sobre el sofá directamente y se tumbó a esperar, era el más activo de todos y le encantaba saltar de un lado para otro, por eso casi me sorprendió el que se tumbara sin romper algo. Fui hasta la cocina, allí estaba mi gato, empezó a bufar y gruñir, los lobos dieron un paso atrás, y al final el pequeño animal salió corriendo a esconderse en algún sitio. La loba negra se tumbó sobre el suelo de la cocina medio lloriqueando, me pedía disculpas por haber asustado a mi animal de compañía, en cambio el lobo gris no estaba pidiendo disculpas, más bien parecía querer exigirle una al gato, yo también quería que ese animal endemoniado se disculpase con mi nueva familia, no me parecía justo para ellos.
Saqué los filetes de la nevera y los cocine rápido, me moría de hambre, al final me quedaron medio crudos, pero tenía demasiada hambre para fijarme en ese. Los encontré extrañamente suculentos, jamás había probado la carne tan cruda, pero me gustó, casi podría acostumbrarme a ello, solo tendría que desarrollar una mandíbula más fuerte y unos dientes más afilados, me costaba masticarla, por eso mi especie no esta echa para la carne cruda.
Cuando terminé de comer me fui a mi cuarto, el lobo gris se tumbó sobre la cama, los otros dos habían quedado en el salón y la cocina. Me acerqué un momento a él y le acaricié la cabeza y el lomo por un momento, era la primera vez que me acercaba a acariciarle, alzó las cejas y me miró a los ojos, había estado esperando esa caricia por mucho tiempo, lo supe, lo vi en sus ojos, le sonreí y dirigiéndome al armario saque ropa limpia, esta estaba echa un asco, entre en el baño y me di una ducha rápida, salí con el pelo aun empapado y con ropa limpia, esto si que lo había echado de menos, una ducha de agua caliente y ropa limpia, el bañarme bajo la cascada no había estado nada mal, pero no había ni punto de comparación.
Volví al cuarto, el lobo gris me miró extrañado, bajó de la cama y se acercó a mi con la cabeza gacha, me olisqueó y profirió un gruñido grave, no era de amenaza, simplemente de desaprobación, no le gustaba que hubiera cambiado mi olor. Frotó su lomo contra mis piernas para tratar de cambiar un poco mi olor, no se si lo consiguió, pero creo que no demasiado porque al salir del cuarto los otros dos hicieron exactamente lo mismo. Me sentí un poco mal por que me desaprobaban.
Salimos de la casa y regresamos a la zona montañosa en la que solía estar la manada. Mire al cielo, había ya media luna, estaba perfectamente cortada a la mitad, como si lo hubieran hecho con un cuchillo.
Cuando nos unimos a la manada todos se me quedaron mirando. La loba grande se me acercó husmeando el ambiente, gruñó, y el suyo si que era un gruñido amenazador, el lobo gris se metió entre ambos, ella le gruñó más fuerte, le estaba pidiendo que se apartase, el le contestó que no iba a permitir que me dañase, sen enzarzaron en una pelea, yo no sabía que hacer, estaban peleando por mi culpa, no se ni cómo había comprendido lo que decían, simplemente había intuido sus palabras. La pelea no duró mucho y la gran loba venció. Con otro gruñido más suave le dijo que no iba a hacerme daño, pero que no le gustaba el cambio. Se alejó de mi.
La había decepcionado, y mucho, los dos lobos jóvenes se acercaron a mi y se restregaron un poco para tapar mi olor.
Esa noche, cuando todos nos echamos a dormir, noté que nosotros cuatro estábamos algo más apartados de la manada. Cuando estaba tumbada trate de frotarme bien contra el suelo para perder el olor de la ducha, no se si lo conseguí o no. Los tres lobos se acurrucaron a mi alrededor para darme calor. Dormí algo preocupada por la pelea que había habido por mi culpa, ya había revisado el cuello del lobo gris, no había ni una gota de sangre, ni un rasguño, al parecer solo había sido un "intercambio de opiniones".

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