Un Hermoso Lugar

Un Hermoso Lugar

domingo, 27 de mayo de 2012

Noches oscuras.22

Desperté con los nervios de punta, no había conseguido descansar nada en toda la noche. Seguía sintiendo esa sensación de tener que salir corriendo de allí, que no era bien recibida. Siivet parecía dormir plácidamente y no quería despertarle, si al menos uno de los dos podía descansar debía dejarle.
Me levanté y salí de la casa para sentarme en el banco de piedra de la entrada. Aun no había oscurecido totalmente, se veían los rayos del sol ocultándose entre las montañas, ocultándose a lo lejos, en la misma dirección hacia la que quería correr en estos momentos. Pero debía esperar, debía esperarle. Sentí una fuerte punzada en mi vientre, tras unos pocos segundo pensativa me di cuenta de que mi cuerpo debía empezar a sangrar en pocos días, ya conocía bien aquellas punzadas de dolor. Sería incomodo estar sangrando durante varios días, en aquel punto seguramente echaría de menos los recursos modernos, o pasaría todo el día metida en el río, era la otra opción. Aun así iba a ser embarazoso, no por los lobos, sino por él. Aun me quedaban uno o dos días para que aquello ocurriese, llegado el momento me preocuparía por ver que hacía o me prepararía para afrontar la vergüenza.
Acabó de caer la noche, la luna ascendió pálida en el cielo, una amplia expresión de tristeza. Poco a poco, al pasar los próximos días esa luna seguiría menguando desapareciendo por fin esa tristeza. ¿Porqué la luna estaba triste antes de desaparecer? ¿Y porqué sonreía para convertirse después en esa mueca de sorpresa y comenzaba a entristecer para desaparecer de nuevo? Jamás lo había pensado así, pero en verdad eso es lo que representaba la luna, eso era lo que ocurría en la vida día a día. Al principio todo parece feliz y perfecto, hasta que descubres algo y entras en desengaño, la tristeza te invade hasta que finalmente desaparece. Era curioso pero era como yo lo veía ahora. ¿Pero no podía ser todo feliz? ¿Debía haber siempre un desengaño? No, eso no podía ser así, ahora mismo yo no quería ningún desengaño en mi vida. Había descubierto muchas cosas respecto a las condiciones y pasado de la persona con la que compartía ahora mi lecho y en ningún momento se habían convertido en echos que pudieran llegar a entristecerme aunque esa hubiera sido la reacción lógica. Ahora no seguía a la lógica sino al instinto, tal vez esa era la diferencia. Si seguir al instinto en lugar de a la lógica hacía que no hubiera tristeza en mi vida, que las cosas no tuvieran que desaparecer seguiría haciendo caso a ese mismo instinto que me había llevado hasta los lobos.
Volví a entrar en la casa, Siivet aun estaba despertando, parecía algo desorientado, tal vez el lugar extraño, o el no encontrarme a su lado.
- ¿Donde estabas? - era la segunda.
- Fuera, me desperté pronto y no quise molestarte - contesté acercándome para darle un beso - debemos volver, nos estarán esperando.
Se levantó y salimos de la casa. Al volver a pisar la hojarasca del bosque parecí relajarme, volvía a estar en casa, ya no era una extraña.
- ¿Qué ha cambiado? - preguntó de improviso Siivet.
- Nada, ¿Qué debería de haber cambiado?
- Ahora te veo más tranquila, desde que hemos comenzado a alejarnos de la casa. ¿Te trae malos recuerdos? ¿Acaso no querías volver?
- No es eso. Ya te dije la aversión que sentía al estar en esa casa. No es algo que pueda explicar con echos, es un sentimiento de estar invadiendo una propiedad que no es mía.
- Es raro siendo tu casa.
- En realidad era de mis abuelos. Pero no se, me siento más como en casa al estar en el bosque, eso es todo.
No preguntó más acerca del tema. Caminamos a buen ritmo de vuelta a la cueva, cuando llegamos todos los lobos se había despertado ya. Al vernos el lobo blanco corrió hacia nosotros y comenzó a saltar a nuestro alrededor lamiéndonos, dándonos la bienvenida. La loba negra también se acercó a nosotros pero más tranquila, se alzó sobre las patas traseras para llegar a lamernos la cara a cada uno de nosotros y después se frotó contra mis piernas. El lobo gris en cambio esperó en la entrada de la cueva, su mirada era triste e interrogativa. ¿Se sentía abandonado? Eso parecía, tal vez porque el día anterior no habíamos regresado, porque no había ido a dormir con él, porque había pasado todo el día con el que él casi veía como su competidor o algo parecido.
Me acerqué hasta el lobo separándome del hombre para acariciarle y abrazarme a él. Me lamió la cara y se frotó con fuerza contra mí como intentando volver a implantar su olor, de alguna manera yo era suya, pero me compartía, dejaba que alguien de mi especie, más o menos, cuidara de mí.
Cuando entramos en la cueva la manada al completo nos saludo, estaban esperándonos. La gran loba incluso tenía una expresión de preocupación que desapareció nada más vernos entrar. Se acercó para olfatearnos y tras dar su aprobación también ella se frotó contra nuestras piernas, incluso permitió que Siivet la abrazase. Yo veía cómo la gran loba sentía un aprecio especial por él, parecía casi el mismo aprecio que sentía el lobo gris por mi. Creo que tal vez incluso, si él lo desease le permitiría dormir en el centro de la cueva junto a ella. El solo pensarlo me hizo sonreír, era gracioso el pensar que yo habiendo llegado mucho antes seguía relegada a la periferia de la cueva y él nada más llegar se había ganado el puesto central. Estaba claro que era un macho fuerte y con poder, aunque según él le quedara poco esa fuerza seguía en su interior y los lobos la percibían y respetaban. Su salud había mejorado por lo que solo le quedaba cazar una presa para convertirse en líder de la manada junto a la gran loba. ¿Entonces yo quedaría completamente relegada? ¿O por el contrario me mantendría a su lado? Si únicamente fuésemos lobos claramente él se emparejaría con la gran loba para dominar el clan, yo me quedaría con el lobo gris en la periferia. Pero no era así, nosotros dos eramos de otra especie y nuestra forma de sentir y de emparejarnos no se realizaba de la misma manera que la de los lobos.
Después de los saludos comenzamos con las tareas diarias, nos habían esperado para que encendiésemos el fuego para poder asar la carne. Trajeron otra gran porción del animal cazado dos noches atrás, seguramente esta noche volveríamos a salir de caza ya que con el tamaño de la manada las presas no duraban más de dos noches y había que mantener a todos los miembros del grupo con fuerzas.
Mientras preparábamos el fuego y esperábamos a que la carne se cocinase hice participe a Siivet de mis divagaciones acerca de las jerarquías en la manada. Le hizo mucha gracia y eso me quedó claro por el rato que estuvo riéndose sin parar.
- ¿Acaso estás celosa de la loba? - preguntó aun entre risas.
- No he dicho eso en ningún momento, pero no me puedes negar que te prefiere.
- Entonces la cosa es que soy un macho dominante. ¿Acaso tu no eres una hembra dominante también?
- No tanto como ella, no quiero la manada para mi.
- ¿Y a mi?
- Tu ya eres mio. - contesté sin ningún atisbo de duda.
- ¿Como estás tan segura? - su sonrisa era burlona.
- Te encontré tirado en medio del monte y te recogí. El que lo encuentra se lo queda. Así que eres mio y puedo hacer contigo lo que quiera. - le dije acercándome a él y lamiéndole una mejilla. Él comenzó a reírse con ganas.
- Me ha gustado tu argumento. Entonces si, soy tuyo... o acaso no me encontraría alguno de tus lobos antes.
- Eso no importa, yo te recogí.
- Así que lo admites, no me encontraste tú, seguro que fue tu lobo gris el primero en verme.
- Es un buen rastreador, y un buen escalador para mi sorpresa. Pero fui yo la que los puso sobre la pista, la que comenzó a ir hacia ti.
- No vas a ceder, soy tuyo y punto. - contestó sonriéndome.
La loba negra se nos acercó y se recostó sobre mis piernas, con las patas cruzadas sobre mi y la cabeza apoyada en sus propias patas delanteras. Se quedó así tumbada mirando hacia Siivet, parecía cansada o preocupada. Había notado la preocupación de mis lobos por la desaparición de la noche anterior. Me había marchado sin ellos y no había regresado en toda la noche, seguramente habrían pensado que abandonábamos la manada aun habiendo avisado de que no volveríamos, ahora no querían dejarnos solos por miedo a que volviéramos a desaparecer.
Acaricié su cabeza con cariño y ella cerró los ojos y pareció quedarse dormida, aunque supe que solo fingía en el momento que se puso en pie, ya que fue el mismo instante en el que la carne estuvo asada y Siivet comenzó a repartirla. Aun así se quedó cerca nuestro y tanto el lobo blanco como el gris se acercaron también a recibir su porción, lo que me sorprendió en parte es que se quedaron a nuestro lado para comer, cosa que nunca hacían, solían alejarse unos pasos para asegurarse de que ninguno de los hermanos les robaban su porción. Siempre había algún gruñido bajo o alguna rencilla pequeña a la hora de la comida. Hoy no, mis lobos se quedaron a nuestro lado y en ningún momento se escuchó ni un solo gruñido, estaban demasiado preocupados por una escapada, la loba negra en especial. No le dí mayor importancia en ese momento, al día siguiente se les pasaría y al tenernos el resto del tiempo junto a ellos su preocupación sería menor. Al acabar de comer salimos con los lobos fuera de la cueva, me encantaba contemplar aquella luna. Recorrimos las inmediaciones, los lobos parecían rastrear olores de algún animal pequeño, seguían pequeños senderos que no se alejaban demasiado.
Caminamos sin alejarnos demasiado de la cueva hasta que resonó en la noche el potente aullido de la gran loba. Su voz, estaba claro que ella era la de mayor autoridad. Su aullido era potente y demoledor, rasgaba la oscuridad de la noche y se oía en cualquier rincón, los demás lobos no eran capaces de conseguir ese volumen o simplemente al ser de menor jerarquía ni tan siquiera lo intentaban por no ofenderla. Recordé cómo era el aullido de mi lobo cuando le conocí, cuando me llamaba desde las profundidades del bosque para que acudiese a él, era mucho más suave y quebradizo. Nunca pensé que se pudiera diferenciar a los lobos por sus aullidos, pero había aprendido a hacerlo en éste último mes, cada uno tenía su marca, su distintivo y como cualquier persona su  propia voz. Eran más humanos que la propia humanidad.
Regresamos a la cueva para acudir a la llamada de la loba. Nos esperaban con casi toda la manada ya reunida, aun faltaba algún rezagado que se había alejado más de la cuenta. Cuando todos estuvimos reunidos me sorprendió el que no hubiera frotes de hocicos entre los componentes de la manada como solía haber siempre que se iniciaba una cacería. Eso solo podía significar una cosa, que no íbamos de cacería.
Comenzamos a andar todos juntos, pronto me dí cuenta de qué era lo que estábamos haciendo, recorríamos el perímetro del territorio. Ya lo habíamos hecho alguna vez, cuando yo había entrado en la manada, para enseñarme el terreno y otra para comprobar que nadie nos hubiera robado parte del territorio, ahora lo hacíamos por Siivet, él ya se había recuperado y había participado en su primera cacería, debía aprenderse los límites del territorio para asegurarse de que no entraba en el de otra manada.
Caminamos durante toda la noche, pasamos junto a la cabaña de nuevo, procuré no mirar hacia ella y Siivet hizo lo mismo. Posé una mano en su brazo y dirigió su mirada hacia mí, apenas habíamos intercambiado unas pocas palabras en todo el recorrido, íbamos observando cada árbol del linde del territorio para memorizarlos.
- ¿Te sigues sintiendo culpable? - le pregunté.
- Intento perdonarme poco a poco, pero estar cerca del lugar que me recuerda qué es lo que hice no ayuda demasiado.
Volvimos a alejarnos de a cabaña y seguimos paralelos al camino que llevaba al río, solo que siguiendo los senderos de los lobos en lugar del que los humanos habíamos creado.
Sabía que el río y su remanso eran uno de los puntos de finalización del territorio y que desde allí nos dirigiríamos directamente hacia la cueva después de un pequeño descanso ya sin seguir los límites del territorio. Según fuimos alejándonos de la cabaña Siivet volvió a animarse y a volverse curioso por todo lo que le rodeaba.
Al ver el río una sonrisa apareció en su rostro, claramente recordaba aquel lugar y si le traía los mimos recuerdos que a mi estaba claro que era un buen momento para olvidarse completamente de la cabaña. En cuanto la gran loba paró para dejar que todos nos acercásemos al agua el lobo blanco emprendió la carrera para entrar en el agua con un enorme chapoteo salpicando todo a su alrededor. Sentí ganas de imitarlo y no me privé de ello, corrí tras él para lanzarme al agua, vi a la loba negra corriendo a mi lado mirándome, cuando salté al agua la escuché proferir un pequeño gemido, un lloriqueo, no lo entendí y por ello me quedé mirándola desde el agua. Se quedó quieta unos instantes en la orilla del río para después seguirme, nadó a mi lado hasta la cascada como siempre solía hacer y metí la cabeza bajo el chorro. El lobo blanco nadaba de un lado para otro, parecía ir siguiendo algo que nadase rápido debajo de él, tal vez hubiera visto un pez o algo e intentaba darle caza.
El resto de la manada casi al completo estaban junto a la orilla bebiendo agua, tumbados a descansar o revolcándose en el agua embarrada, muy pocos eran los que habían entrado a nadar más allá como nosotros. Al que no vi por ningún lado fue Siivet. Por un instante pensé en que habría vuelto a entrar en el agua para intentar nadar y que esta vez con las alas se había ahogado. Le vi asomar la cabeza muy cerca de donde nadaba el lobo blanco, éste fue hacia él en cuanto le vio asomar para echarle las patas encima. Volvió a sumergirse y en un abrir y cerrar de ojos, tras unas pocas ondulaciones de la superficie, estaba a nuestro lado. Me quedé verdaderamente sorprendida por aquella velocidad y entendí que era lo que andaba intentando pescar el lobo blanco antes. Él también nadaba hacia nosotras pero llegó un poco más tarde.
- ¿Cómo lo has hecho? - le pregunté verdaderamente sorprendida.
- Parece que estas alas son más útiles para bucear que para volar - contestó entre risas mientras se recogía el pelo hacia atrás para que los mechones empapados no le tapasen la cara. - Sirven de remos o algo así para impulsar el agua.
Me encantaba con el pelo mojado, con el agua chorreando por su cuerpo. Apenas estaba prestando atención a sus palabras, solo a sus labios y al agua resbalando por su torso, a las gotas que perlaban su rostro y su cuerpo. Posé una mano sobre su torso y lo recorrí con suavidad antes de acercarme a darle un beso. Él puso su mano en mi espalda y me acercó hacia sí. Por un instante perdí la noción de donde estábamos, de todo. Mi mente se quedó totalmente en blanco para disfrutar de aquel beso mientras toda mi piel se erizaba. Pero solo fue un instante porque él paró el beso y se separó unos centímetros de mí.
- ¿Intentas arrastrarme bajo las aguas bella sirena? - preguntó con una sonrisa malévola.
- Tal vez. - ese tal vez pareció convertirse en un sí ya que el lobo blanco saltó sobre mi espalda haciéndome perder pié  y empujándole por consiguiente a él para caer al agua.
Salimos a la superficie al instante. El lobo blanco saltaba a nuestro alrededor salpicándolo todo. Quería jugar, nada más, era joven y siempre tenía ánimos de juego y nosotros simplemente nos habíamos olvidado de ellos, imperdonable.
- Creo que me reclaman - comentó Siivet volviendo a hundirse y desapareciendo.
El lobo blanco fue tras él corriendo y nadando a la velocidad que le permitían sus patas y su pelaje. Les vi detenerse un momento metros más allá.
Yo volví a meter la cabeza bajo el chorro de agua sentándome en la roca que había justo bajo la caída de agua, así sentada el agua me llegaba por medio cuerpo. Que demonios me pasaba, jamás había perdido la cabeza de esta forma por nadie, pero el solo echo de tenerle cerca me hacía desearle. Más ahora con el agua cayendo por su cuerpo, su pelo empapado... no, debía apartar esos pensamientos de mi mente o no regresaríamos junto con los lobos a la cueva. La gran loba no lo permitiría y mis lobos se preocuparían más, además yo estaba agotada, apenas había descansado nada el día anterior y esta noche llevábamos todo el rato caminando. Además, tal vez él no sintiera las mismas ansias que yo y si seguía dejando que mi cuerpo actuase por mí podía regresar a la cueva con una gran decepción.
La loba negra se sentó a mi lado bajo la pequeña cascada mientras miraba al agua. Cuando la miré estaba observando atentamente un pez de un tamaño considerable que nadaba bajo al superficie muy cerca nuestro. Dirigió su mirada hacia mí un instante y luego de nuevo al pez. Al instante entendí lo que me quería decir, introduje las manos en el agua muy despacio, el pez pareció espantarse un poco y me quedé inmóvil. Enseguida regreso al mismo lugar que antes. Me fui acercando muy lentamente, en el último instante, cuando ya casi estaba tocándolo hice un movimiento rápido, sentí mi mano chocando contra el dorso del pez y este salió volando hacia arriba. La loba negra lo cazó al vuelo con un pequeño salto, quedó claro que se nos daba bien pescar juntas, no entendía porqué no lo hacíamos más a menudo, pero a partir de ahora quería hacerlo. Tal vez en vez de ir a cazar conejos podríamos ir a pescar.
Poco después la gran loba nos llamo para regresar a la cueva. Todos nos pusimos en movimiento, Siivet al ver el pez dejó denotar su envidia.
- Para ti no hay - le dije - este es solo de la loba negra y mío. Lo hemos pescado nosotras.
- Podrías compartir tu parte. - puso su sonrisa más aduladora.
- No va a funcionar, podíais haber pescado alguno vosotros, pero solo habéis estado jugando, éste es nuestro.
No iba a ceder, era una de las normas de la manada, cada cual conservaba sus propias presas, las había estado compartiendo con él mientras estuvo enfermo pero ya no era el caso.
Al llegar a la cueva entregué el pez a la loba negra para que ella lo enterrase en su sitio habitual ya que yo lo compartía con Siivet y esta presa no era para él.
Pronto nos echamos todos a dormir, cuando me dispuse a abrazarme a Siivet para dormir la loba negra lamió mi hombro y se enroscó junto a mi vientre entre los dos, así que al hombre no le quedó otro remedio que abrazarnos a las dos. Me dio un suave beso en los labios antes de dormir.
- Hoy te he estado deseando mucho - me susurró al oído con una caricia en el cuello descendiendo el dorso de su mano por mi pecho para volver después al rostro - me encanta verte empapada.
No quise contestar a eso, tan solo sonreí para mí misma y me abracé a él todo lo que la loba nos permitió, parecía tan pequeñita enroscada entre los dos. Me dormí con el calor de su pelaje en mi cuerpo, hacía tiempo que no me quedaba dormida abrazada a los lobos.

1 comentario:

  1. asiq salen de la cama con un niño y no se empanan, si la regla si, ya puede ir esperando la niña.
    ummmm reflexion lunar q moemnto de introspeccion y luego el agua
    el agua la carga el diablo q resbala por todos laos y claro luegopasa lo q pasa q menstru se nos pierde por el camino, mira la loba como sabe elige al diablo con alas si esq y claro luego tenemos lobas negras de por medio esto parece una telenovela, llama a una camila y a la otra angela maria y veras tu

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