Un Hermoso Lugar

Un Hermoso Lugar

domingo, 20 de mayo de 2012

Noches oscuras.21

Desperté de nuevo encapsulada dentro de las alas de Siivet. Hoy ya estaba él despierto para cuando abrí los ojos. Me miraba y acariciaba mi rostro con dulzura, eso es lo que me hizo despertar. Acercó su cara para darme un beso en la frente antes de extender sus alas para dejarme salir.
- ¿Cómo te encuentras? - le pregunté incorporándome y mirando a mi alrededor, los lobos seguían durmiendo aunque alguno de ellos ya comenzaba a moverse inquieto.
- Mucho mejor que al acostarme - contestó estirándose y frotando con suavidad la herida del brazo.
- ¿Qué intentabas para hacerte algo así?
- Buscaba mi propio estilo de caza. Si tengo alas de algo deberán de servirme. Además recuerdo que antes podía usarlas, tal vez estas al ser nuevas deba empezar a planear con más cuidado.
- Igual que un polluelo aprendiendo a volar.
- Si, más o menos. - contestó a mi burla con una sonrisa.
Me levanté y con su ayuda comencé a encender el fuego, si lo teníamos preparado para cuando se despertasen los lobos tardaríamos menos en terminar las labores del día. Tenía planes para esta noche. Por mucho que le hubiera dicho que no importaba, que no tenía curiosidad por saber si yo era la niña de su relato sentía como la duda me reconcomía por dentro. Simple curiosidad, pero una curiosidad que puede llegar a retorcerte por dentro.
Intenté volver a relajarme, no quería que él lo notase, era yo la que le había pedido paciencia, la que le había dicho que el saberlo no iba a cambiar nada, al menos por mi parte.
La primera en despertarse fue la loba grande. Se acercó a nosotros y se frotó contra los dos, también lamió la herida del brazo de Siivet con mucho cuidado. Aun así una mueca de dolor afloró al rostro del demonio. La loba pareció darse por aludida y se apartó dejándonos solos mientras ella se estiraba y el resto de los lobos se empezaban a despertar, al parecer el levantarse de la gran loba había sido lo que había promovido a los demás a despertar.
Trajeron una gran pieza del ciervo del día anterior en lugar de las pequeñas porciones de cada uno. Era una presa lograda con la ayuda de toda la manada, así que todos teníamos derecho a alimentarnos de ella. Tardó en prepararse más de lo que yo había pensado. Aun así cuando la retiramos de fuego el interior al lado del hueso seguía prácticamente crudo. No pareció importarle a nadie. Nosotros comimos de la parte más externa de la pieza ya que suele ser la más correosa, los lobos preferían lo que quedaba junto al hueso ya que era una carne más tierna y más jugosa, así que al menos nuestra parte estaba bien asada.
- Pareces nerviosa. - comentó Siivet. Parecía que por mucho que yo hubiera tratado de ocultar mi nerviosismo no lo había llegado a conseguir. La verdad es que estaba comiendo más deprisa de lo habitual.
Tan solo quería acabar cuanto antes para poder emprender la marcha. Para poder enseñarle la cabaña y descubrir de una vez si yo pertenecía a su pasado. Todo por esa maldita curiosidad mía que no conseguía espantar.
- No estoy nerviosa - mentí.
- Pues parece como si en cualquier momento te fueras a atragantar con la comida. ¿Qué es lo que te sucede?
No podía ocultarle mis nervios, eso me estaba quedando totalmente claro.
- Solo es que quiero ir a un sitio contigo hoy y quiero salir cuanto antes.
- Quieres ir a tu cabaña - me dijo mirándome fijamente a los ojos, como si estuviera sondeando dentro de mi mente. Aquello me puso un poco nerviosa, aunque en el fondo me estaba gustando ese tipo de conexión, cómo escudriñaba dentro de mi alma, cómo podía ver lo que mi corazón sentía solo con mirarme.
- ¿Cómo lo has sabido? - tan solo lo pregunté por inercia. Había sentido el sondaje en mi.
- Tus nervios son los mismo que yo siento y llevo estos días esperando a que por fin decidieras que fuéramos a comprobar el lugar.
Posó su mano sobre mi pecho, justo sobre el corazón y sentí un calambre que me dio una punzada en él. Sentí una especia de suave energía recorriéndome. Acaso eso eran vestigios de sus poderes o simplemente eran alucinaciones mías. Nunca llegaré a saberlo con certeza.
- Acabemos de comer para poder ir. Está lejos y quiero estar de vuelta antes del amanecer.
No tardamos mucho en acabar las porciones de comida que nos quedaban, ambos queríamos partir cuanto antes y nuestro nerviosismo crecía por momentos aunque ninguno de los dos lo quisiéramos admitir.
Al salir de la cueva los lobos no nos siguieron, ni tan siquiera mis tres lobos. Parecían saber que esto era algo que necesitábamos hacer los dos solos, los tres lobos se despidieron de nosotros y vi la mirada ansiosa de mi lobo gris mientras nos veía alejándonos de la entrada de la cueva pero en ningún momento trato de seguirnos. Entendí en su mirada que temía que esta pequeña excursión terminase por hacerme daño. En verdad la realidad podía llegar a ser dolorosa si nuestras historias se habían entrecruzado en el pasado pero yo me había decidido a que pasara lo que pasase nada me dañaría. No podría hacerme daño la realidad. Podía haber sido el causante de la muerte de mi padre, el hombre que caminaba a mi lado, éste con el que tenía esta extraña conexión. Si había sido él mi padre no era un buen hombre y se lo merecía... pero aun así...
No podía seguir pensando en ello o al final acabaría doliendo. Intente apartar los pensamientos de mi mente.
Según caminábamos le fui contando cómo me había encontrado el lobo la primera vez. Las veces que había huido, cómo la sociedad implantada en mi cabeza me había hecho temer a esos hermosos seres, lo dolorosos que habían sido aquellos días de duda y cómo finalmente me fui con ellos.
De esta forma trate de calmar mis nervios y los suyos, con los míos más o menos funciono pero él parecía estar al borde de un ataque cardíaco. Como ya había planeado la caminata fue larga ya que no quise ir corriendo como había hecho la vez anterior.
El brillo de aquella luna que cada vez adelgazaba más nos iluminaba ténuemente el camino, dando al bosque ese aspecto mágico que cada vez me gustaba más. La luz arrancaba destellos plateados de sus alas, parecían reflejar la luz de la luna al igual que un espejo.
Cuando la casa apareció ante nuestros ojos no pude seguir hablando. Vi como se ponía más tenso, más nervioso si cabía la posibilidad. Caminamos hasta la casa y abrí la puerta, entramos en silencio. Al igual que las últimas veces sentía que aquel no era mi hogar, que no debía estar dentro durante demasiado tiempo, pero tenía que enseñarle el lugar. Los bosques me resultaban más cómodos, más mi hogar.
Siivet caminaba tras de mi muy despacio, observando todo. Mi curiosidad crecía por momentos, ¿Estaría reconociendo el lugar? ¿Lo habría visto ya? Quería saber pero no me convencía el preguntarle, temía su reacción. Si no era yo la persona de su pasado todo seguiría igual, como si nada. Pero si era yo... tenía miedo a que su comportamiento ante mi cambiara, a que comenzara a verme como la niña que él había conocido. O que su remordimiento ante lo que había hecho a mi padre le cambiara y le hiciera abandonar la manada, abandonarme a mi. Por eso no hablé, solo esperé.
Le dejé recorrer la casa, siguiéndole de cerca, intentando leer en sus facciones lo que pasaba por su mente. Nada, no podía ver nada en sus ojos. Era como si hubiera salido de aquel cuerpo y tan solo una coraza recorriese las estancias. Se detuvo en el corto pasillo que separaba la cocina del salón, como si hubiera chocado contra una pared invisible. Se quedó allí plantado mirando al infinito, así que finalmente le rodeé para ponerme enfrente suya, le miré a la cara, parecía no estar viéndome.
Pareció percatarse de mi presencia unos instantes después. Me miró a los ojos con mayor intensidad de la que solía hacerlo, como si intentara traspasarme, pero parecía triste. ¿Estaba triste por no ser yo la niña de sus recuerdos o precisamente por lo contrario? Sin darme tiempo apenas ni a coger aire sujeto mi nuca con una mano y me beso con fuerza, casi me hizo daño cuando nuestros labios se juntaron. Sujetó mi cintura con la otra mano y pegó nuestros cuerpos con fuerza.
Respondí a sus besos, sentía su necesidad, su ansia... y su tristeza. Era tan triste el sentimiento que me estaban dejando sus besos y sus caricias pero al mismo tiempo hacían que todo mi cuerpo vibrase. El sentimiento que había en el era tan intenso que lo impregnaba todo a nuestro alrededor, sentía su intenso dolor en mi piel con cada una de sus caricias. ¿Entonces porqué hacía aquello? ¿Tal vez su forma de desahogar el dolor era esta? No era justo, ni para él ni para mi. Pero esa necesidad hacía que no pudiera rechazarle, me habría gustado que mostrara sus verdaderos sentimientos, que hablase conmigo. Pero él necesitaba esto, para calmar su pena, su tristeza, para ahogar el dolor él necesitaba tenerme.
Me aferré a su cuerpo con fuerza y le besé intentando competir con su necesidad. Pronto acepté el sentimiento de tristeza como mio y dejo de causarme dolor para hacer que todo mi cuerpo se acalorase, para empezar a compartir esa necesidad, ese deseo de volver a sentirle mío. Poco a poco le arrastré hasta el salón, hasta el sofá. Le obligué a sentarse para montarme a horcajadas sobre él y seguir besándole, aunque pronto giró para tumbarme en el sofá y ponerse sobre mí. Una de sus manos sujetaba mi pierna con fuerza, casi clavando sus dedos en mi muslo, su mano ascendió para acariciarme y todo mi cuerpo se estremeció. Era como la otra vez, todas sus caricias me dejaban sin aliento, sin apenas poder reaccionar. Su pantalón volvía a resultárme la cosa más molesta y odiosa que podría elegir un ser humano para llevar consigo. Necesitaba sentirle dentro de mi, necesitaba que volviéramos a ser uno, que la pena que nos rodeaba se disipara en el más puro placer. No tardé en deshacerme de la odiosa prenda de ropa pero aun así él no se acercaba, seguía recorriendo mi cuerpo con sus manos y yo el suyo con las mías, seguía besándome con fuerza y ansiedad pero una pequeña duda le recorría, podía sentirlo.
Se apartó unos instantes, lo justo para que yo pudiera ver como su ceño se fruncía, después volvió a besarme con intensidad y antes de que me diese cuenta eramos uno de nuevo. Vi como sus alas se extendía para después rodearnos, tenía el rostro enterrado en mi cuello y me besaba con fuerza, incluso sentí sus dientes clavándose en mi hombro. Estaba siendo más brusco y violento que la vez anterior pero sin llegar a hacerme daño en ningún momento, al contrario, aquello me excitaba aun más, lo disfrutaba.
No se cuanto tiempo estuvimos así, mi noción del tiempo desapareció por completo, tan solo existía él. Cuando terminó enterró su rostro en mi cuello y me abrazó con mucha fuerza, sujetando mis hombros, le sentía temblar y jadeaba por el cansancio. Pensé que lloraba pero no era así, cuando hablo su voz era clara y cargada del sufrimiento que había invadido todo a nuestro alrededor.
- Ódiame. - fue lo único que pude escuchar mientras apretaba con mayor fuerza mis hombros. Le había costado un trabajo indecible el pronunciar esa simple palabra.
- ¿Por qué debería odiarte?
- Porque fui yo. Fui yo quien mato a tu padre y quien te puso en el punto de mira del resto de los míos. Fui la causa de que tu sufrimiento comenzara. No soy capaz de darte la felicidad que merecerías después de lo que hice. Incluso ahora, no he podido ser amable contigo, tan solo te he utilizado para intentar alejar el dolor y la culpa por lo que hice...
- Te perdono - susurré a su oído - Tan solo tienes que perdonarte a ti mismo, además no me has utilizado, a sido algo que ambos hemos deseado.
- ¿Porqué me perdonas? ¿Porqué no me gritas? ¿Porqué no me pides que deje la manada? Que me vaya lejos donde no puedas volver a verme.
- Porque solo puedo amarte y jamás odiarte, porque quiero tenerte cerca, eres parte de mi manada, de mi familia. No te alejes, nunca. La persona a la que dañaste quedó en el pasado y aprendió a sobrevivir, abandoné la vida en la que era parte de la sociedad para pasar a ser parte de la manada y a esta persona no las has dañado y se que nunca lo harás. - acaricié su pelo con suavidad.
Apartó su cara de mi cuello para mirarme, sus ojos estaban vidriosos y se notaba cómo se contenía para no desmoronarse. Acaricié su rostro con el dorso de mi mano y le miré con seriedad, quería que viese la verdad de mis palabras.
- ¿Por qué aunque me perdones siento este dolor?
- Porque no te estás perdonando a ti mismo, debes encontrar lo bueno que tienes dentro.
- No tengo nada de eso.
- ¿Entonces porque yo si veo bondad? Hasta el momento nunca me has dañado. Desde que llegaste a mi mundo siento que está completo, que eras tu lo que me faltaba para que todo fuera perfecto. - volvió a abrazarme, su cuerpo temblaba de nuevo. Me abracé a su espalda y pase un rato acariciándola, en algún momento creí escuchar algún sollozo pero jamás podré saberlo con certeza, solo se que acabo por quedarse dormido sobre mi pecho.
Intenté despertárle diciéndole que debíamos regresar con la manada pero estaba agotado tanto física como mentalmente. Sentía que esa casa me repudiaba a cada momento, que debíamos regresar con los nuestros pero para él iba a ser imposible volver, estaba agotado. Conseguí despertárle lo suficiente como para hacer que fuera hasta el dormitorio y se acostase en la cama. Cuando vio que salía del cuarto me llamó.
- Elämä, quédate conmigo.
- Ahora mismo vuelvo, tengo un mensaje que entregar. - vi su cara de preocupación, el miedo a que desapareciera dejándole solo.
Salí a la calle y miré a los bosques, me llamaban y yo deseaba recorrerlos para regresar con mis hermanos, pero ahora mismo debía permanecer junto a Siivet, el también era parte de mi familia y en estos instantes necesitaba mi ayuda, necesitaba mi presencia y no estaba capacitado para regresar con los demás. Empecé a pensar en que posiblemente no se habría recuperado por completo de todas sus heridas por mucho que afirmase lo contrario.
Hice altavoz con mis manos, alcé la cabeza al cielo y aullé con todas mis fuerzas, intentando transmitir el mensaje de que aquella noche no regresaríamos a la cueva a dormir. No sabía si mi aullido les llegaría, mi voz no era tan potente como la de los lobos, pero era la única manera que tenía de avisarles antes de que comenzaran a preocuparse.
Recibí como respuesta un aullido de la gran loba, nos daba permiso para permanecer fuera aquel día pero debíamos regresar con la caída de la próxima noche.
Entre de nuevo en la casa. Siivet estaba sentado en la cama, esperándome, con el miedo a no verme regresar reflejado en el rostro.
- Te escuché aullar - comentó.
- Estaba mandando un mensaje a los lobos.
- Lo escuché, y también la respuesta. - se quedó mirando, suplicando con sus ojos que me tumbase junto a él pero sin atreverse a pronunciar las palabras.
Me subí a la cama y gateé hasta él, pase una pierna entre las suyas y acaricié su tórax y su abdomen recostándome después un poco sobre él para besarle. Se acurrucó hasta quedar tumbado y me sujetó por la cintura para atraerme hacia él. Sentí como algo se endurecía contra mi pierna.
- Creí que estabas lo suficientemente cansado como para no poder volver hasta la cueva. -  le reproche en tono burlón.
- Y estoy lo suficientemente cansado como para no poder ponerme en pie, pero no para tumbarme y que te sientes sobre mi - contestó con una sonrisa malévola. Eso me gustó, al menos ahora no estaba afligido. - Además necesito saber que en verdad me has perdonado para poder perdonarme a mi mismo.
Pasé mi pierna sobre él y me acerqué para besarle de nuevo, esta vez con más fuerza, quería demostrarle hasta que punto le perdonaba.
Aquella vez le dejé descansar, al menos no le hice moverse demasiado, me encargué de que disfrutara, de que sintiera que todo era como antes, que nada había cambiado. Cuando sentí que él estaba totalmente satisfecho me dejé caer sobre su pecho extenuada. Me recosté a su lado y besé su mejilla abrazándole con fuerza, ambos jadeantes.
- ¿Puedes ahora comenzar a perdonarte? - pregunté en su oído viendo como sus párpados pugnaban por mantenerse abiertos unos segundos más.
- Si, creo que podré empezar a perdonarme. - contestó besándome en la frente mientras se rendía al sueño.
Me abracé a él con cariño y dejé que el cansancio hiciera su trabajo para arrojarme a los brazos de Morféo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario