Un Hermoso Lugar

Un Hermoso Lugar

jueves, 14 de junio de 2012

Noches oscuras.23

Desperté con el dolor de un fuerte pinchazo en el estómago. Ya conocía aquella clase de pinchazos, sabía lo que traían consigo, solo que esta vez había sido mucho más fuerte de lo habitual. Estaba abrazada a la loba negra y rodeada por los brazos de Siivet. La loba me miraba con preocupación y parecía cansada, ¿Acaso había pasado toda la noche vigilándome? Era capaz y lo sabía. Aun así me preocupo su cara, parecía algo enferma más que cansada. Puse una mano en su frente aunque tampoco tenía muy claro cómo iba aquello de las enfermedades en animales, por las veces que había llevado a mi gato al veterinario sabía que su temperatura no era la misma que la nuestra pero ese era todo el campo que podría abarcar.
Siivet seguía durmiendo, otro fuerte pinchazo me hizo retorcerme. Ahora entendía por qué me había despertado tan pronto, jamás me habían dado aquella clase de pinchazos, eran muy fuertes. Mi menstruación tenía que estar al llegar si no lo había hecho ya. La loba negra comenzó a lamer mi vientre con suavidad y el pinchazo pareció mitigarse un poco, tal vez era eso lo que ella había sentido y por eso había pasado la noche a mi lado. El hombre se despertó al sentirme retorcerme y al escuchar el gemido lastimero de la loba. Parecía sobresaltado al despertar de aquella manera.
- ¿Te encuentras bien? - fue lo primero que preguntó al mirarme.
- Si, no es nada.
- No parece no ser nada - contestó alzándose sobre un antebrazo.
- No es nada por lo que no haya pasado ya la mayoría de los meses de mi vida. - frunció el ceño pero pareció comprender lo que le decía.
- Si necesitas cualquier cosa pídemelo ¿De acuerdo?
- Sí, lo haré, no te preocupes.
Me puse en pie y miré disimuladamente las mantas, no había ninguna mancha en ellas ni tampoco en mí. No le di más importancia, vendría a lo largo de la noche, de eso estaba completamente segura. Todos los lobos dormían aun, no había anochecido todavía, había mucha claridad fuera de la cueva. Salí seguida de cerca por la loba negra y por Siivet que se levantó para no dejarme sola. Bajé la pequeña ladera hasta el riachuelo que cruzaba cerca de la cueva, necesitaba agua, tenía una sed horrible.
Me agaché para beber hasta saciarme, mis acompañantes hicieron igual que yo aprovechando el recorrido. Al ponerme en pie sentí otra fuerte punzada en el estómago, contuve la respiración y el gemido de dolor que pugnó por salir. Nunca me había dolido tanto, ¿Qué estaba pasando? Sentí como un brazo rodeaba mi cintura y posaba su mano en mi vientre.
- ¿De verdad estás bien? - se notaba la preocupación en su voz.
No quería que se preocupase, no pasaba nada. Era algo natural que me gustaría haberle podido ocultar. Me daba rabia que lo estuviera notando tanto, me sentía impotente ante los pinchazos y me enfadaba el que quisiera tratarme como si fuera delicada, como si yo no pudiera sobrellevar esto por mí misma.
- Te he dicho que estoy bien. No necesito nada. - respondí algo cortante volviendo a girarme hacia la cueva. Mientras caminaba el dolor continuaba martilleándome pero no dejé que se reflejara en mis gestos. Al llegar a la puerta de la cueva el lobo gris estaba allí en pie mirándome. Solo esperaba que el no se preocupase también por mí.
Cuando llegué a su altura se frotó contra mis piernas y me empujó para que no entrase en la cueva, para que le siguiera. Hice caso y le seguí, me condujo al bosque, pocos segundos después la loba negra estaba también a nuestro lado, pero no Siivet. Por un lado me alegraba de no tenerle cerca preocupándose por nada y por otro tenía miedo de haber herido sus sentimientos al haberle contestado de aquella manera.
Los lobos comenzaron a correr sin previo aviso y yo les seguí poniéndome a su altura en velocidad o al menos lo intenté, después ellos se amoldaron a la mía, corrimos entre los árboles. Creo que ellos habían notado mi estado de ánimo y se estaban esforzando a su manera por hacer que me desahogase. La verdad es que me estaba sentando bien el cansarme, descargaba adrenalina y me relajaba, así tal vez al volver a la cueva no volvería a pagarla con Siivet.
No tardamos demasiado en volver, cuando entramos en la cueva aun no había oscurecido totalmente, el sol comenzaba a ponerse por las montañas a lo lejos. El hombre estaba sentado en la manta con el lobo blanco medio echado sobre él, la manada aun no había despertado aunque ya comenzaban a revolverse inquietos. Siivet me miró al verme entrar, en su cara leía una especie de miedo y la preocupación. Le cogí de una mano y le arrastré fuera de la cueva sin mencionar palabra, me siguió sin preguntar.
- No necesito que te preocupes por mi ya que no hay de que preocuparse. - le dije una vez fuera - siento que mi tono haya sido severo no soy de porcelana y es algo que puedo sobrellevar por mi misma.
- No quería hacer nada parecido, solo me había parecido que necesitabas ayuda, que no te encontrabas bien.
- En el momento que necesite ayuda te la pediré. - asintió aunque no parecía del todo convencido respecto a que fuera a avisarle de mi mal estar.
Yo tampoco estaba segura de que fuera a avisarle del próximo pinchazo, lo más probable es que no lo hiciera ya que los dolores jamás llegarían a ser tan dolorosos como para pedir algún tipo de ayuda. Para tranquilizarle un poco le abracé con fuerza y le besé, aun no lo había hecho desde que nos hubiéramos levantado, él me sujetó para que no pudiera apartarme de él y prolongó el beso. Parecía que lo necesitase más de lo que aparentaba, acarició mi espalda con sus manos y cada vez sentía un poco más de fuerza y pasión en aquel beso. Sentí mi piel erizarse ante el contacto de sus manos. Acabo su beso de forma suave con ternura, sentí lo que me decía con él, que podía contar con él, que iba a estar ahí para mi.
A decir verdad pareció que mi estado de ánimo mejoró con aquello, me sentía más relajada, había olvidado los dolores y lo irascible que hubiera podido estar hacía pocos segundos, sabía que nada de lo que él había dicho o hecho habían sido porque me considerase débil o frágil, era simplemente porque se había preocupado.
Regresamos a la cueva, la loba negra estaba hecha un ovillo entre las mantas, parecía muy pequeña así enroscada, los otros dos lobos estaban tumbados a su lado bien despiertos mientras el resto de la manada iba despertándose y comenzaban a estirarse. El lobo blanco estaba lamiendo la oreja y la cabeza de la negra con cariño. Ahora si que empecé a pensar en que le estaba pasando algo o que estaba enferma, ella nunca se tumbaba de aquella forma y el lobo blanco nunca estaba tan tranquilo lamiendo a nadie algo raro estaba sucediendo en aquel momento.
- Creo que le pasa algo - le dije a Siivet - parece enferma, esta mañana tenía muy mala cara y mírala ahora.
- Pero antes a salido con vosotros.
- Sí y ha estado corriendo, pero ahora parece enferma de nuevo.
Me acerqué a ella y alzó la cabeza para mirarme, en verdad tenía mala cara. La acaricié con cariño y pareció animarse algo aunque no se levantó, me abracé a su cuello con cariño y me quedé así un rato. Al separarme ella se puso en pie, parecía estar mejor o a lo mejor lo aparentaba para que yo no me preocupara, si era así en ese punto se estaba comportando igual que yo ante la preocupación del hombre.
La manada al completo estaba despierta en el momento que me senté para empezar a hacer el fuego, la loba negra se sentó a mi lado izquierdo y Siivet al otro lado. Vi en su mirada que quería ayudarme con el fuego, pero en el momento que fue a preguntar volvió a cerrar sus labios, en seguida supe porqué no lo había pedido, temía que yo pensara que estaba tratando de cuidarme, de hacer que yo no me esforzara en anda. En el fondo le agradecí ese gesto, tenía intención de agradecérselo con palabras en el momento que acabara con el fuego.
Escuché un gemido lastimero de la loba negra, miré hacia ella y en ese momento otro pinchazo fuerte me taladró por dentro, fue tan intenso que tuve que soltar las piedras y sujetar mi vientre mientras me encorvaba, respiré hondo un par de veces para paliar el dolor pero otro pinchazo me asoló y de seguido otro más. No pude evitar el dar un grito de dolor, era horrible, jamás me había pasado algo parecido y no sabía que hacer en aquel momento para que me dejara de doler. Sentí la mano del hombre en mi espalda cuando el cuarto pinchazo me atravesó.
- ¿Estás bien? - sabía de sobra que no estaba bien, la preocupación en su voz lo dejaba patente, pero qué más podía preguntar en aquel momento.
- No - contesté con un leve gemido - duele... mucho.
- Túmbate - me dijo apoyando la mano en mi hombro para intentar ayudarme.
- No puedo. - en verdad no podía moverme sabía que si me estiraba aquello dolería más todavía, no podía desdoblarme.
Me cogió en brazos así echa un ovillo como estaba y me llevó hasta la manta, no pareció costarle nada. Me tumbó de lado para que pudiera seguir enroscada. Los pinchazos seguían sucediéndose uno tras otro, no paraban y cada vez me dolía más, no podía moverme, no sabía que hacer, cada vez estaba más impotente y pensaba menos, solo quería que aquello parase de una vez, ya no podía pensar en nada, solo en que parase, que parase.
- Tienes que estirarte.
- No puedo. - contesté.
- Necesito que lo hagas - sentía el miedo en su voz.
No pude contestarle, solo gritar de dolor cuando posó una de sus manos en mi hombro. Escuche un gruñido grave tras de mí y vi cómo el lobo gris se acercaba a Siivet gruñendo y enseñándole los dientes en gesto más que amenazante. El hombre no se apartó de mí y el lobo saltó contra él apartándole, vi como sus dientes se hundían en el antebrazo de Siivet, vi su sangre corriendo mientras los dos se revolcaban por el suelo.
- ¡No! - grité pero mi intento fue en vano, seguían peleando.
De pronto un reflejo pasó a toda velocidad por delante de mi campo de visión, ni un solo gruñido, ningún aviso, solo saltó, pocos segundos después vi como Siivet quedaba fuera de la pelea y los dos lobos luchaban. Mi lobo gris pronto se rindió ante su atacante ya que era la loba grande la que se había metido en la pelea, ella no aceptaba peleas dentro de su manada y menos aun si se trataba de atacar a su querido demonio. Los pinchazos seguían en mi vientre, volví a gritar sin poder remediarlo, tuve que cerrar los ojos y deje de ver la escena. Tan solo escuchaba los gruñidos amenazantes de la loba grande cada vez más cerca de mí, sabía que venía a por mí pero no sabía por qué, no sabía que era lo que había hecho, casi que no me importaba, seguro que si me hería gravemente aquellas heridas dolerían más que los pinchazos en el vientre y podría paliar mi dolor con dolor. Escuché algo arrastrándose por el suelo con rapidez hacia mí y cómo se ponía en pie, debía de ser Siivet ya que era el único del grupo que podía ponerse en pie.
- No la toques - le escuché decir con voz firme y autoritaria que no dejaba lugar a réplica.
Abrí los ojos lo que pude solo para ver al hombre de espaldas a mí mirando hacia la loba que seguía con sus ojos fijos en mí gruñendo y mostrándome los dientes, me culpaba, me culpaba del inicio de la pelea entre el hombre y el lobo gris, por mi culpa habían herido a su preciado nuevo miembro de la manada, que por mi culpa uno de sus lobos había recurrido a la agresividad, para ella yo era la culpable de todo aquello. No me importó que me culpase, yo solo quería que desapareciera el dolor, quería dejar de sentir, no me importaba cómo, solo quería librarme de aquel dolor. Al final la loba grande se apartó y salió de la cueva, Siivet se volvió hacia mi de inmediato.
- Necesito que te estires.
- No puedo - volví a gemir.
- Elämä, necesito que lo hagas o no podré ayudarte. - con todos mis esfuerzos fui estirando las piernas y con su ayuda acabé por estirarme tumbada bocarriba. Ahora dolía más incluso, las lágrimas caían de mis ojos sin yo poder contenerlo, aquello dolía demasiado ¿Qué me estaba pasando? ¿Acaso iba a morir? El dolor me hacía pensar eso y si fuera así casi preferiría que se acabase ya que seguir sufriendo aquello. Sentí dos manos en mi vientre haciendo una pequeña presión, eso pareció paliar un poco el dolor, no mucho, pero sí algo, así que sujete esas dos manos con las mías para que no las apartase.
- Mierda. - le escuché gritar.
No quise preguntar, no quise hablar, solo quería que no apartara sus manos para que no regresase el dolor de nuevo. Le sentí moverse e intentó apartarse.
- No. - le dije sosteniendo aun sus manos contra mi vientre.
- Debo alejarme unos instante si quieres que desaparezca todo el dolor. - solté sus manos y los pinchazos tardaron un poco en volver a ser tan intensos como los de antes, pero volvieron.
Vi a donde iba y con lo que volvía, traía a la loba negra en brazos, esta parecía casi más febril que yo. Lloriqueaba y se hacía un ovillo al igual que yo antes, el hombre la depositó sobre mi vientre y colocó las manos sobre su lomo. Los dolores volvieron a calmarse y la loba también pareció mejorar un poco, dejó de llorar. Contemplé a aquel demonio que estaba haciendo que los dolores desaparecieran, vi algo raro que jamás se borrará de mi mente, una especie de aura violácea empezó a deslumbrar su piel, irradiaba una tenue luz morada que poco a poco se fue concentrando en sus manos, cuando estuvo totalmente concentrada en sus manos pasó a través del cuerpo de la loba negra unos segundos después una especia de calor comenzó a calmar los dolores de mi vientre, para cuando comencé a sentirlo la loba había dejad de llorar por completo, cuando ese calor recorrió todo mi abdomen y volvió a salir de mí la loba pareció recobrar la chispa que le había faltado en la mirada durante todo aquel tiempo.
Por fin podía volver a respirar con normalidad los dolores estaban desapareciendo casi tan rápido como habían aparecido, la loba negra se puso en pie y caminó para apartarse de nosotros, vi como iba a frotarse contra el lobo banco que estaba a nuestro lado más quieto y más serio que nunca, tan preocupado que había dejado de ser él mismo prácticamente.
Miré a Siivet a la cara,su frente estaba perlada en sudor y en sus ojos aun anidaban el miedo y la preocupación. Estiré una mano para acariciar su rostro y él la sujetó con la suya contra su mejilla mientras que la otra mano continuaba apoyada en mi vientre, como con miedo a que en el momento que la apartase mis dolores volvieran. En verdad yo también tenía aquel miedo recorriéndome por dentro.
- Gracias. - le dije sin apartar la mano de su rostro.
- No entiendo por qué me las das.
- Por que has hecho que los dolores desaparezcan, porque has hecho que la loba este mejor, por haberme defendido de la gran loba... Creo que son motivos suficientes para darte las gracias.
- Es culpa mía, tus dolores han sido culpa mía.
- No lo entiendo - veía el sufrimiento y la culpa en su rostro, no sabía a que se refería.
- Tus dolores... no son de algo que suceda todos los meses, son lo contrario. Este mes no vas a sangrar, ni los que le sigan en bastante tiempo. Elämä, estás embarazada.
No supe que responder, en verdad había posibilidades de que fuera así, pero en ningún momento se me había ocurrido, ni tan siquiera lo pensé, aquí no tomaba las pastillas ni habíamos utilizado ningún método anticonceptivo, pero en el momento tampoco lo había pensado, estaba viviendo según instintos y evitar que esto sucediera no entraba dentro del instinto. De todas formas él cómo podía saber aquello, no acababa de asimilarlo, no me hacía a la idea.
- ¿Como puedes saberlo? - fue lo único que se me ocurrió preguntarle.
- Porque es hijo mio, porque los nuestros son distintos y se que es lo que ocurre cuando una de nuestras mujeres queda gestante.
- ¿Cómo es? - si aquello iba a seguir pasándome quería saber como iba a ser, por qué iba a tener que pasar.
- Nuestros niños no tienen alma, así que desde el vientre de la madre roban la que más accesible encuentren, es una forma de llevar un control del número de demonios que hay. Los desgraciados en perder su alma suelen ser los padres. En tu caso estaba atrapando el alma de la loba, por eso se ha dado esta situación, tu cuerpo no estaba preparado para engendrar un ser de tal poder y el alma que estaba recibiendo tampoco era humano. No lo habrías soportado, tu cuerpo no habría podido sobrevivir ni a una semana en esa situación. - me miraba con la culpa en el rostro contándome todo aquello como si de una historia agena se tratara.
- ¿Y qué es lo que has hecho? ¿Por qué ya no me duele?
- He utilizado el poco poder que quedaba en mí para sellar el suyo, le devolví la parte de alma que había perdido a la loba. Ya no te dolerá, todo será normal.
- ¿Y cuando nazca? ¿Y tú estarás bien?
- Cuando nazca simplemente esperemos a que el poder que me quedaba haya sido suficiente para que continúe sellado, pero no tendrá alma, no se cómo le afectará eso, será algo que llegado el momento veremos. En cuanto a mí, bueno, lo único que ha sucedido es que no poseo poder, ahora soy como un simple humano. - vi una sombra de duda en su rostro, no estaba seguro de las palabras que me brindaba, seguramente ni él mismo sabría la respuesta a ciencia cierta. - Perdóname por haberte hecho pasar por esto.
- Creo que no ha sido solo culpa tuya ¿No crees? - acaricié un mechón de pelo que se le escapaba de detrás de la oreja y colgaba hacia mi, no podía apartar la mirada de sus ojos, me había quedado clavada en ellos. No asimilaba aun lo que me había dicho, no iba a ser tan fácil asimilar un embarazo solo sabía que había sufrido y él había hecho desaparecer el dolor, era lo único importante en mi mente en ese momento. Mire su brazo derecho - ¿Tú como estás? - pregunté acariciando con suavidad las marcas de las dentelladas del lobo gris, todo su brazo estaba cubierto de sangre, algunas de las marcas de los colmillos aun sangraban, eran profundas.
- Esto se curara, aun que ahora a ritmo normal, ya no podré acelerar la curación.
- ¿Te duele?
- No demasiado, se puede sobrellevar. - contestó esbozando una pequeña sonrisa. Se agachó para depositar un suave beso en mis labios.
Me incorporé con algo de miedo a volver a sentir dolores, pero estos no regresaron de nuevo. Miré a mi alrededor y vi a la loba negra y al lobo blanco tumbados cerca nuestro, el blanco no parecía querer dejar que la otra se levantase, seguía preocupado. El lobo gris y la loba grande no estaban al igual que uno o dos más que habían desaparecido.
- Tengo que encontrar al lobo gris. - comenté. No podía pasar por alto lo que había hecho aunque sabía el porqué lo hizo, necesitaba demostrarle que estaba bien, que él tampoco tenía necesidad de preocuparse y que Siivet no era el problema sino la solución.
- Voy contigo. - no se lo iba a impedir, quedaba claro que él también debía aclarar las cosas. Después tendríamos que buscar a la loba.
Salimos de la cueva y caminamos en busca del lobo. Probé primero a ir al lugar en el que lo había encontrado la otra vez en la que atacó a Siivet, pero no estaba allí, no tenía muy claro a dónde debía ir a buscarlo, esta vez había sido todo mucho peor, incluso había acabado peleando con la gran loba y ni tan siquiera sabía si yo estaba bien, tenía que encontrarle.
Cerré un momento los ojos e intenté sentir su presencia, le sentía cerca, la sensación de que no se había alejado demasiado, sentía su presencia de la misma manera que los primeros días, al correr por el bosque, al llegar al claro aquel, aun huyendo de él pero buscándole al mismo tiempo.
Comencé a caminar sin abrir los ojos, no sabía a donde iba, solo que me acercaba a el lobo, sentía también la presencia de Siivet tras de mí, en silencio, sin emitir ningún sonido para no distraerme. Pasados unos minutos andando volví a abrir los ojos y me encontré frente a un risco no demasiado alto, en la cima pude ver al lobo tumbado sobre las rocas mirando al infinito, parecía tener la mirada perdida.
Vi como su nariz se movía para olisquear el aire y alzando la cabeza miró hacia nosotros sorprendido. Nada más verme se puso en pie y bajó rápido y ágil del risco, en pocos saltos estaba frente a nosotros, se alzó sobre sus patas traseras y comenzó a lamerme la cara medio gimoteando. Estaba contento muy contento de verme allí, sin dolores ni sufrimiento, de verme igual de bien que siempre. Rasqué sus orejas sin poder evitar el sonreír y el reírme, al acariciar su cuello dio un gemido lastimero, tenía sangre allí donde la gran loba le había mordido, sangraba aunque no era demasiado. Aparté el pelo para ver las marcas del mordisco, no eran demasiado grandes pero estaban todos los dientes bien marcados. El pelaje de al lado de su boca también tenía sombras de sangre, aunque sabía que aquella no era suya. Froté un poco con mi mano para limpiar su hocico y limpiarlo un poco, en ese momento vi sus ojos volverse hacia el hombre que me acompañaba y rápidamente de nuevo hacia mí gimoteando, parecía intentar justificar su agresión. No le di ninguna respuesta, no era yo a la que correspondía perdonar aquello.
Siivet se acercó a nosotros un poco más y posó la mano del brazo herido sobre la cabeza del lobo para acariciarle con suavidad, su otra mano la posó en mi espalda. Era una conversación extraña en la que todos entendíamos lo que había sucedido, los motivos de cada uno, no había ni culpables ni culpados. El lobo acabó lamiendo el brazo de Siivet para pedir perdón por aquella herida. Ahora quedaba encontrar a la loba grande, aquello no nos costó demasiado, ya que nada más comenzar a andar de vuelta a la cueva escuchamos un aullido, era ella llamando a la manada a cazar, pero no era igual que el de siempre, parecía un aullido más nervioso, con más rabia, apremiaba a toda la manada a reunirse contra antes.
Casi corrimos para llegar hasta la puerta de la cueva desde donde nos llamaba. Aquel aullido había dejado claro que no se esperaría a los miembros de la manada que tardasen demasiado tiempo en aparecer. En el momento que llegamos ya estaban casi todos los lobos reunidos y listos para emprender la marcha, me fijé en cómo la loba grande lamía la cabeza de la loba negra, alegrándose de que pudiera participar en la cacería después de su estado anterior. La mirada que me lanzó a mí no era de alegría, se acercó con la cabeza baja, casi parecía gruñirme pero en silencio, Siivet sujetó mi brazo al verla acercarse de aquella manera, listo para interponerse si fuera necesario, aparte su mano con suavidad y me coloqué delante de él, si ella tenía algo en mi contra no debía resguardarme tras él, debía afrontarlo por mi misma.
Ese gesto mío pareció gustarle, su actitud dejó de ser tan amenazante. Se paró frente a mí y estiró su cuellos para ser todo lo alta que era sin ponerse sobre dos patas, daba ese aspecto autoritario y de dignidad que se supone debe tener un líder, dio un par de vueltas a mi alrededor olfateándome. Parecía intentar comprobar mi estado de alguna manera, por fin se paró frente a mí y me miró a los ojos, leí lo que me decía en ellos, me decía que debía demostrar que valía mi puesto en la manada que no era un estorbo y que no servía solo para causar problemas. Creo que con ello se refería a que había montado un buen lío aquel día y que me había quedado con el macho más poderoso de la manada, debía demostrar que merecía esos privilegios, que no estaba allí solo para arrebatárle lo que era suyo, la paz dentro de la manada. Después se acercó a Siivet y lamió con suavidad las heridas de su brazo para después volver al centro de la manada para iniciar la marcha.
Caminamos largo rato por el bosque en busca de presas, sentí sombras moverse pero no parecía que fueran del agrado de la loba, buscaba algo en concreto, lo sentía, seguía ansiosa y no demasiado contenta. Un tiempo después salimos de entre los árboles a un gran llano y noté la alerta del resto de los lobos al haber encontrado la presa deseada, algunos lobos estaban nerviosos e inseguros ante lo que la loba había decidido, busqué con la mirada a la presa y los vi. Era una pequeña manda de caballos que pastaba entre las hiervas más altas. Eran caballos salvajes, había oído hacía ya algún tiempo que había varias manadas por la zona, pero en mis caminatas por el monté jamás los había visto, aunque tampoco había visto nunca a los lobos y ahora estaba con una manada.
Entendí al momento el nerviosismo de los lobos, unos animales fuertes como aquellos podían matara a un lobo de una coz de alcanzarles en la cabeza. Pero también entendí los motivos de la loba, ella era grande y fuerte y estaba nerviosa, necesitaba un reto y otro para mí, necesitaba ponerme una prueba de verdad, que demostrase que yo podía hacer frente a un reto que la mayoría de los lobos no podían, que yo me merecía tener aquello que ella había querido proteger.
Nos agazapamos entre las hiervas altas y caminamos lentamente, acercándonos a la manada sin ser vistos ni oídos, empezando a formar la media luna alrededor de la manada. Sentí como se escogía una yegua adulta de entre toda la manda, parecía mayor, posiblemente ya fuera anciana. El lobo rojo fue el primero en adentrarse en el centro de la manda, entre las patas de los caballos sin ser visto, el resto nos quedamos quietos y esperamos. Le perdí pronto de vista, pasamos un rato todos quietos hasta que vimos como la mitad de la manada de caballos salía al galope asustados mientras la otra mitad permanecía cerca intentando comenzar la carrera pero sin tener muy claro que era lo que había sucedido y porqué estaban rodeados de lobos, no sabían por que lado escapar hasta que uno de los machos se encabritó y arremetió contra uno de los lobos, este se apartó rápido antes de ser alcanzado por los cascos del animal. La estampida de caballos comenzó tan grande como el macho apoyó las patas en el suelo.
Para ese momento la hembra que habíamos elegido se había colocado en el centro de la media manada sabiendo que era una de las más débiles. Nuestra carrera también comenzó, aquel día todos los lobos llevaban una velocidad mucho más frenética de lo habitual, los caballos en la explanada eran mucho más rápidos que las ciervas por medio del bosque. Siivet y yo nos íbamos quedando algo atrás, era una carrera demasiado rápida como para poder seguirles el ritmo. Vi como separaban poco a poco a los caballos lanzando dentelladas a las patas lo que hacía que esos caballos se asustasen y se separasen de la manda dejando cada vez más accesible una ruta hasta a yegua. Preparé la cuerda mientras corría para tratar de lanzarla en el momento que me dejasen una ruta accesible hasta la yegua, pero me quedaba cada vez más atrás, a este paso para cuando consiguiesen apartarla del resto yo estaría demasiado lejos para alcanzarla. Mi corazón latía cada vez con más fuerza, sentía la necesidad de atrapar aquella presa, no solo por el desafío de la gran loba sino también por la emoción de la caza, de verme capaz de atrapar una pieza como aquella, pero mis pulmones comenzaban a arder, me estaba excediendo incluso más de lo que solía hacer, aquello no iba a acabar bien para mi y en mi subconsciente lo sabía pero no podía parar de correr.
Justo en el momento en el que ya pensaba que estaba demasiado lejos para hacer nada sentí una fuerte presión alrededor de mi vientre, un tirón hacia arriba y mi cuerpo empezó a alzarse del suelo. Miré tras de mí y vi a Siivet sujetándome con fuerza con ambos brazos, sus alas batían con fuerza venciendo la resistencia del aire y a la propia gravedad, alzándose cada vez un poco más y alcanzando una velocidad mayor a la que yo llevara antes, a la que llevaban los lobos e incluso mayor a la que llevaban los caballos. Sus alas eran enormes y poderosas batían con una fuerza que jamás hubiera podido imaginar. Volví a mirar hacia abajo, el suelo quedaba ahora a unos pocos metros de distancia desde donde podíamos contemplar la carrera.
- Allí - le grité señalando a la yegua que estábamos persiguiendo, la tenía localizada desde el principio, me había fijado en su forma de correr en sus tonos y la identificaba a la perfección de los demás caballos.
Ya casi la habían separado pero muchos lobos se estaban cansando ya, se iban quedando rezagados y jadeaban fuertemente, a este paso no iban a conseguir darle caza.
Siivet comenzó a descender casi en picado hacia la yegua.
- Cuando estemos lo suficientemente cerca te voy a soltar sobre ella, asegúrate de agarrarte, no quiero verte pisoteada bajo los cascos de los caballos.
- Bien. - contesté. No tenía intención de acabar pisoteada, iba a conseguirlo, fuera de la forma que fuese iba a conseguir mantenerme sobre aquel animal.
Mi pulso se aceleraba cada vez más, su descenso que apenas debió de durar unos segundos a mi me parecieron casi horas mientras mi pulso seguía acelerándose, los nervios de la caza, el saber que iba a alcanzar a mi presa, que sería mía, estaba extasiada.
Al llegar a la altura de la yegua, justo sobre ella, en medio del descenso me soltó, sentí mi cuerpo caer los pocos centímetros que me separaban de su cuerpo. Me agarré con fuerza con los brazos alrededor del cuello del animal y apreté mis piernas contra sus flancos para intentar sujetarme de alguna manera, estaba totalmente tumbada sobre su lomo sujetándome tan fuerte como podía. Al sentir mi peso sobre ella la yegua se encabrito y comenzó a saltar y a cocear, eso hizo que el resto de la manda la dejaran atrás mientras eso daba tiempo a que mis lobos se acercasen. No iba a esperar a que alguno de ellos clavase los dientes en el cuello del animal, aquella era mi presa, quería matarla yo, yo la había atrapado.
Solté una mano para llevarla hasta mi pierna para coger el cuchillo, pero ese animal no paraba de saltar y soltar coces a todos lados, estuve a punto de caer y tuve que volver a sujetarme con ambas manos a su cuello, en un fuerte giro que hizo vi a los lobos al rededor de la yegua enseñando los dientes, tratando saltar a por ella, pero sin poder acercarse por los golpes que lanzaba el animal.
Supe que tenía que hacer algo o si alguno de los lobos se atrevía a acercarse podría acabar herido o peor. No quería que eso le pasase a ningún miembro de mi familia, no quería que se arriesgasen. Solté de nuevo una mano de su cuello y me aferré a sus crines lo más cerca de la cabeza que pude, tiré de ellas con fuerza, con mucha fuerza haciendo así que la yegua levantase la cabeza y dejase de patear medio segundo, el tiempo suficiente para que yo estirase la otra mano hasta mi pierna y sacase el cuchillo, no me molesté en volver a sujetarme a su cuello, clavé el arma directamente en su garganta, sin saber muy bien si iba a alcanzar algún punto que fuera vital o si solo iba a enfadar más al animal. Escuché un fuerte relincho de dolor al clavar el cuchillo y cómo al mismo tiempo una sombra peluda se lanzaba contra el animal herido con los dientes dispuestos a clavarse en su cuello. Los dientes de la gran loba penetraron en la garganta del animal al mismo tiempo que este daba un fuerte movimiento. Yo no estaba ya sujeta de su cuello, por lo que salí despedida por los aires, me vi a mi misma alejándome de la escena, volando por los aires para chocar con fuerza contra el suelo, el mayor impacto lo sufrió mi brazo derecho mi cadera y mi hombro, rodé por el suelo golpeándome con un montón de piedras que sentía por todo el cuerpo. Quedé tendida boca abajo intentando respirar, estaba magullada, o eso sería lo lógico aunque no sentía nada, solo el fuerte golpe del hombro que me ardía como si me hubiera reventado, creo que ese fuerte dolor era lo que impedía que sintiera el dolor del resto de los golpes.
Me quedé en el suelo tendida unos segundos, respirando de nuevo, me deba vueltas la cabeza y comenzó a dolerme todo el cuerpo, no sabía muy bien a dónde había ido a parar. Coloqué mi brazo izquierdo bajo mi cuerpo apoyando la palma de la mano en el suelo para alzarme, para poder sentarme y contemplar dónde estaba, dónde estaban los demás, que heridas tenía... Necesitaba orientarme. Intenté sostenerme con el brazo derecho también pero el dolor del hombro hizo que cambiara de opinión al instante, fue como una llamarada por todo mi brazo.
Al final conseguí sentarme y poder mirar a mi alrededor. Escuchaba a los lobos un poco más allá, a mi derecha pero no llegaba a verlos ni a ellos ni al caballo, lo que me hizo suponer que habían conseguido derribar del todo a la yegua y que las altas hiervas hacían el resto del trabajo para que yo no pudiera verlos.
Vi a Siivet descender en el lugar de donde procedían los sonidos de los lobos, buscaba por todos lados.
- Elämä - le escuché gritar haciéndose altavoz con las manos, una nota de preocupación se denotaba en su voz.
Aunque yo no estaba demasiado lejos seguía sentada en el suelo y por eso no conseguía verme, la verdad es que la yegua me había lanzado con todas sus fuerzas y me había alejado bastante del lugar en el que estaban el resto. Alcé el brazo que no me dolía para indicarle mi posición pero no grité para llamarle, aun me dolían los pulmones por la carrera del principio y por el esfuerzo de haberme mantenido agarrada al animal.
Siivet me vio pronto y corrió hasta donde yo estaba para agacharse junto a mí.
- ¿Qué te dije acerca de no caerte? - parecía como si intentase reprocharme el haberme caído pero solo era una forma de quitarle peso al asunto, estaba verdaderamente preocupado.
- Al menos no me he dejado pisotear - contesté esbozando una pequeña sonrisa.
- ¿Estás bien? - preguntó posando una mano en mi brazo herido.
- Creo que podía haber sido peor pero ese brazo me duele mucho.
- ¿Puedes ponerte en pie? - preguntó tras mirar un momento mi brazo.
- Creo que si, aunque aun no he probado. Ayúdame. - le pedí.
Me sujetó por la axila del brazo bueno y por la cintura casi alzando la totalidad de mi peso. Me puse de pie, parecía que mis piernas resistían, me fui apartando poco a poco de él, mi cuerpo tembló un poco al recibir todo el peso, pero me mantuve, sentí como mi cadera derecha quería ceder ante el peso pero no lo permití, aun con las punzadas de dolor me resistía ceder contra aquel golpe, ya había cedido ante el dolor lo suficiente por un día.
Comenzamos a caminar hacia el resto de la manada, Siivet se mantuvo muy cerca de mí al verme cojear, intenté que no se me notase pero me resultó imposible, la cadera intentaba ceder y yo luchaba contra ello. Cuando llegamos hasta los lobos éstos estaban despedazando la enorme presa, sabían de sobra que la matanza de un animal como aquel atraería pronto a otras manadas u otros depredadores, debían darse prisa en acarrear lo que fueran capaces. La única que dejo su labor al vernos fue la loba grande que se acercó hacia mí. Se plantó en frente mío y se restregó contra mis piernas con fuerza, lo que me hizo caer, al parecer mi cuerpo no me sostenía tan bien como yo había pensado.
- ¿Estás bien? - preguntó el hombre preocupado agachándose a mi lado y poniendo una mano sobre mi hombro.
- Si, solo me han fallado las piernas un poco.
La loba se volvió a restregar esta vez contra mi pecho y lamió la herida que había quedado en el hombro, lo hizo con la mayor delicadeza de la que fue posible, pero aquella lengua rasposa dolía en la carne viva. Mi mueca y mi gemido de dolor pareció dejárselo claro. Me dio un lametón en la cara y sus ojos me dijeron que había hecho un buen trabajo, que había superado sus expectativas respecto a aquella cacería. Me fijé en que volvía a tener restregones de sangre en mi cuerpo aparte de la mía propia. Volví a ponerme en pie con la ayuda de Siivet, me acerqué un poco más a la presa y vi que mi cuchillo todavía estaba clavado en el cuello de la yegua, me agaché sujetándome del brazo de mi acompañante y lo extraje de un fuerte tirón, la sangre salió con lentitud de la herida. No lo enfundé de la misma, me quedé observando a los lobos mientras tiraban de la carne y daban dentelladas para tratar de despedazarla, les iba a llevar mucho tiempo y se veía que tenían prisa.
- Ayúdales - le dije a Siivet tendiéndole mi cuchillos - hoy hay prisa y van a tardar mucho sin ayuda de algo afilado.
Cogió el cuchillo en su mano y se puso a cortar la carne de la que los animales tiraban, la tarea se agilizó mucho con su ayuda, no lo hice yo porque no confiaba en poder adoptar poses extrañas para acceder a todas las partes del caballo. Estaban dejando el cuerpo más limpio de lo habitual, incluso le dieron la vuelta para poder acceder al costado sobre el que había quedado tumbado, fue el demonio el que le dio la vuelta prácticamente solo una vez desaparecidas las patas de uno de los flancos.
Al final quedó poco más que más que el esqueleto del cuerpo. De vuelta a la cueva yo me dediqué a arrastrar una de las patas delanteras, parecía que mi cuerpo iba recuperándose de la caída y al menos ahora me mantenía a mi misma y podía arrastrar el peso de la pieza aunque no habría podido cargar con su peso en brazos.
Tardamos bastante rato en llegar hasta la cueva, nos habíamos alejado mucho, fuera del territorio, por eso habían estado tan nerviosos los lobos, por eso esa prisa para volver. Hicimos una pequeña parada en el río una vez dentro de los límites de nuestro territorio donde todos pudieron descansar un poco más tranquilos, bebieron agua y se remojaron la gran mayoría de ellos, estaban todos cansados después de la carrera bestial de aquella noche, muchos de ellos posiblemente no habían corrido nunca tras un caballo.
Yo me senté en la orilla con las piernas metidas en el agua y me limpié las heridas de la caída con ayuda de Siivet, me comentó que tenía un raspón de gran tamaño por la espalda en el que había bastantes piedrecillas incrustadas, las fue sacando con cuidado con la ayuda del agua. Mis tres lobos se acercaron casi nada más parar para felicitarme por mi labor y para ver cómo me encontraba, todos me habían visto caer pero no habían podido acercarse hasta aquel momento por las obligaciones que desempeñaban cada uno de ellos como miembros de la manda. Se restregaron contra mi y el lobo gris se detuvo en mirar mis heridas, en lamer las más visibles, su lengua rasposa también me hizo daño, pero no tanto como antes la gran loba ya que ahora había lavado las heridas y ya hacía un rato que me las había hecho. Continuamos el camino hacía la cueva y solo volvimos a parar para poder enterrar la gran mayoría de la carne en un terreno cercano, con esa presa tendríamos comida para mucho tiempo.
Lo fui pensando por el camino, era la gran loba la que se había abalanzado contra el cuello de la yegua, era ella la que se había puesto en peligro para poder lograr la presa justo después de que yo dejase una abertura a su cuello al estirar de las crines. Nunca la había visto a ella dar el golpe de gracia, siempre dejaba que el resto de los lobos lo hicieran, que su manada trabajase en equipo para lograr la presa, pero esta vez había sido ella misma. Había notado sus ansias antes de emprender el camino en busca de la pieza, podía haber sido por eso que ella misma había matado a la presa, porque así lo había necesitado después de ser desafiada por Siivet al defenderme. O también podía ser porque sabía el peligro que conllevaba aquel golpe aun habiendo dejado yo una abertura a la garganta, era arriesgado si el animal conseguía alzarse sobre los cuartos traseros y golpear a la loba con sus poderosas patas. Al igual que yo ella había pensado en la necesidad de arriesgarse por el bien de la manada, solo que ella había salido mucho mejor parada, aun sin planearlo habíamos realizado un buen trabajo de equipo.
Al llegar a la cueva me acerqué yo a la loba grande para agradecerla el haber dado el golpe de gracia, por su ayuda, sin ella yo habría salido mal parada sin haber logrado nada a cambio. Dejo que acariciase su cabeza y por primera vez en todo el tiempo que llevaba con los lobos vi un verdadero reflejo de reconocimiento en su mirada, me dijo que había arriesgado mi propia seguridad por el bien de la manada y que aquello valía más que ninguna otra hazaña, que con eso le dejaba claro que no iba a ser ningún peligro para la manada, sino que me preocupaba por el resto igual que si hubiera nacido dentro de la manada y eso era lo que ella siempre había querido de mí. Dejó que la abrazase, toda la manda nos observaba con curiosidad.
Al separarme de ella fueron unos cuantos los lobos que se acercaron a frotarse contra mí, tenía el reconocimiento de todos, aunque yo ya me sintiera en la manda éste era el reconocimiento definitivo de que pertenecía a ellos.
Me alejé hacia la zona en la que nosotros descansábamos, la loba negra y el blanco ya estaban durmiendo, hechos un ovillo el uno con el otro, debían de estar verdaderamente agotados, eran los más jóvenes de la manda por lo que seguramente nunca habrían participado en una caza como aquella, no me había fijado, pero seguramente habrían sido los que más velocidad llevaran al principio emocionados por un nuevo reto a la hora de cazar, pero también los que primero se habrían cansado por el esfuerzo excesivo inicial y no haber mantenido un ritmo constante.
El lobo gris se me acercó alzándose sobre sus patas traseras para lamerme la cara. Le abracé y acaricié con cariño, estaba orgulloso de mí y de mi gran logro, de mi ingreso definitivo en la manada. Cuando Siivet se acercó a nosotros se bajó y se acurrucó junto a los lobos más jóvenes para poder dormir con ellos como solía hacer.
Siivet me acarició el brazo sano con cariño, mirándome a los ojos con aquella intensidad que él solía utilizar, sentía mil palabras agolpándose en su interior pero sin pronunciar ninguna. Me abracé a él con fuerza, por un momento se sorprendió pero de la misma me rodeó con sus brazos, sentí cómo lo hacía con cuidado para no tocar mis heridas, para no hacerme daño. Respiró profundamente aspirando el aroma de mi pelo, le sentí hacerlo y me gustó, me daba a entender de alguna forma todo lo que ese hombre podía llegar a sentir por mí.
- Has estado increíble - susurró a mi oído - pero por un momento me asusté al verte salir despedida, no conseguí ver a donde caías.
- No hubiera conseguido nada si no hubiera sido por ti, el merito que me están otorgando ha sido tuyo también. Y la caída, bueno, no fue para tanto. Podía haber terminado mucho peor.
Me estaba entrando sueño allí con la cabeza apoyada en su pecho, escuchando los suaves latidos de su corazón, su respiración acompasada con la mía, era verdaderamente adormilante.
- Te puse en peligro. - dijo con un tono de culpa en la voz - Siempre hago que acabas herida.
- No lo haces, me ayudas a crecer, a conseguir aquello que deseo. Vamos a dormir.
Los lobos ya estaban durmiendo en su gran mayoría, alguno estaba aun acostándose entre sus hermanos. Me ayudo a echarme porque no podía apoyarme bien en el suelo, aun me dolía el brazo derecho y la cadera, por no mencionar que los golpes estaban empezando a doler y pronto harían moratón.
Se tumbó a mi lado y posó una mano en mi vientre con cariño.
- ¿Esto también era un deseo que te he ayudado a conseguir? - preguntó. Por un instante no supe a que se refería, pero pronto lo recordé, aun no me había hecho a la idea de que iba a tener un bebe, un bebe sin alma por lo que él había dicho, no sabía muy bien que significaba aquello ni que conllevaba, sería algo que se vería llegado el momento.
- Nunca había pensado en ello, pero tampoco es algo que no quiera, era un deseo que tenía pero sin fecha decidida. Me estás regalando una vida.
- A cambio de la que te robé hace años... - comentó más para sí mismo que para mí. Aun no se había perdonado a sí mismo por completo y le llevaría tiempo, mucho tiempo, de eso estaba segura. Era una carga que posiblemente no consiguiera soltar por completo jamás.
Le abracé con fuerza y le besé con fuerza, con mucha fuerza. Él respondió a mis besos con necesidad, sentí su deseo, pero no tomaba la iniciativa como solía hacer, sentía que era yo la que tenía que consentir, sus culpas por aquellas cosas que pensaba me habían hecho mal le impedía comportarse como siempre.
Fue una noche hermosa en la que el cariño que sentía por él debió de quedarle claro, yo sentía su amor, el sentimiento de no querer separarse jamás de mi. Me dormí abrazada a él, resguardada entre sus alas, aquellas magníficas y poderosas alas membranosas que habían surcado los cielos en su máximo esplendor, brillando, arrancando reflejos plateados a la luna.

2 comentarios:

  1. Va a poner un huevo?
    nmo em imagino como nacera un demonito aloso y cornudo de ahi dentro, pondra un huevvo? malditos parasitos robadores de alma mira q yo lo digo pero aqui a la gente les da por procrEAR Y NO HAY TU TIA,
    te HAS CARGADO UNA YEGUA BONITAAAAAA por queeeeee?
    y tendra al bicho o habara aborto, pero el demonio no se iva de la cueva o es q no has acabado, no sera el ultimo digo yo no?
    q hace q no estas dandome

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    1. quien sabe si pondra un huevo o no, ya se vera lo que pasa. te dije que van a ser 26 capítulos más el extra, este es el 23 asi que como comprenderas aun quedan unos poquitos. preguntas que si el demonio se iba de la cueva... tu imaginación corre, espera a acabar de leerlo, luego odiame, se que lo haras.
      jajaj mi pobre pequelau, ya veras lo que ocurre en los próximos episodios! XD
      por cierto la muerte de la yegua era necesaria... o quedaba bien, no lo se, el tema es instinto y supervivencia, no que nos cargamos y que no, y lso bambis no te dan pena??? y los conejitos??? y el gato??? ñaaaaa

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