Un Hermoso Lugar

Un Hermoso Lugar

miércoles, 11 de abril de 2012

Noches oscuras.20

Desperté igual que en la noche anterior, envuelta entre esas alas negras, pero ya no le tenía miedo a esas alas como las de los murciélagos. Esas pesadillas que había estado teniendo noches atrás tan solo intentaban decirme lo que se acercaba, pero en aquel entonces aun les temía a los murciélagos. Ahora en cambio esos animales me hacían pensar en protección, cómo rodeaban a sus crías con esas alas para protegerlas, cómo lo hacía Siivet conmigo.
Al igual que la noche anterior acaricié su rostro y en cuanto abrió los ojos deposité un beso en sus labios. Eran tan suaves, me maravillaba cada vez que los besaba. Recordé como estaban rotos el día que le recogí, todo su cuerpo estaba magullado y lleno de heridas, y ahora, apenas una semana después, tan solo quedaba alguna cicatriz, alguna pequeña costra esparcida, el aspa del pecho lo iba a llevar de por vida. La sanación de sus heridas y las palabras que había dicho el día anterior me hacían pensar, quería preguntarle acerca de ello pero el día anterior cuando lo había intentado él había eludido el tema. Tal vez simplemente no deseaba contármelo o era otra de las cosas que temía contarme.
- Hola, ¿Qué tal has dormido? - le pregunté mientras se estiraba. Me resultaba muy curioso ver como también estiraba las alas en toda su envergadura al desperezarse.
- Siempre que es a tu lado descanso tranquilo. ¿Y tu?
- Perfectamente.
Me puse en pie y fui a encender el fuego como cada día, él me siguió y se sentó a mi lado. Observó unos segundos como entrechocaba las piedras con fuerza. Apoyó una de sus manos sobre las mías. Me quedé mirándole.
- ¿Puedo probar? - le entregué las piedras.
Demonio, pensé. Siempre lo había asociado con el fuego, tal vez porque eso nos decía la religión. Tenía curiosidad por ver si eso le resultaba tan sencillo como la caza. Entrechocaba las piedras con cuidado, se sabía la teoría de memoria, pero por lo visto este no era su punto fuerte, conseguía sacar alguna chispa pero no que cayesen en el lugar indicado, las llamas no acababan de iniciarse.
- ¿Quieres que lo haga yo? - le pregunté al ver lo que estaba tardando.
- No, he de conseguirlo, si no, no seré de ninguna utilidad. - estaba realmente concentrado en lograr su objetivo.
Tardó más de lo que yo tardaba habitualmente, pero claro, al principio yo también tardaba mucho más que ahora, debía darle tiempo, tenía que conseguirlo solo aunque los lobos ya estuvieran esperando con sus pedazos de carne en la boca. Posé una mano en su rodilla y le di un beso suave en el cuello.
- Se que tu puedes - susurré a su oído. Después me aparté unos centímetros.
Siguió intentándolo con mayor concentración. Tardó un buen rato, pero en cuanto unas pocas chispas tocaron las hojas adecuadas comencé a soplar suavemente para que ardieran con fuerza, poco a poco las llamas se alzaron y prendieron la hoguera que tanto estábamos esperando.
- Lo lograste.
- Si. - se volvió hacia mi y acarició mi rostro con cariño. - Ahora vengo.
Se puso en pie saliendo de la cueva, no tenía muy claro a donde iba pero me lo imaginaba. Regresó un poco después con el conejo que había cazado la noche anterior. No me había equivocado en mis imaginaciones.
Mientras él se encargó de colocar las piezas que los lobos iban entregando para asar yo me dediqué a limpiar el conejo para poder comerlo.
Pronto tanto las piezas de los lobos como la nuestra estaban en el fuego asándose. Mientras esperábamos a que la comida estuviera preparada me recosté contra su pecho de espaldas a él mirando al exterior, observé la luna, tan solo una media luna decreciente. Me hizo recordar cómo iba mirándola cada día mientras iba creciendo, sintiendo mi nerviosismo crecer día a día sin saber porqué. Ahora que le había encontrado y que la luna menguaba no la observaba tan a menudo como antes y lo echaba de menos. El simple echo de observar el cielo siempre me había relajado, había calmado el dolor de mi alma. Eso me hizo pensar en si en verdad sería yo la niña que él había visto hacía años, si en verdad mi alma había quedado tan dañada como ellos pensaban y estos cielos y montes me habían ayudado a limpiarme por dentro. En verdad este sitio me había devuelto la vida cuando perdí a mis padres, pero pensar que mi vida podía estar enlazada de esta forma con la suya... le había dicho que no había prisa, que no importaba si yo era la chica de su pasado o no, pero, aun así, sentía una inmensa curiosidad.
La carne estuvo pronto lista y la repartimos de nuevo a sus respectivos dueños. El lobo blanco se tumbó a mis pies a comer su parte, me resultó curioso porque siempre a la hora de las comidas cada uno solía alejarse un poco de nosotros. Comimos en silencio.
- Ayer, hablaste de que tenías algunos trucos... ¿A qué te referías exactamente? - me atreví a preguntarle después de la comida, llevaba un buen rato ya dándole vueltas a si preguntarle aquello o no, temía que no quisiera contármelo.
- Si te lo digo me hará parecer menos humano de lo que ya soy.
- No necesito que seas humano para amarte. - no pensé mis palabras, simplemente salieron.
- No te importa en absoluto mi condición, tan solo yo. - era una afirmación disfrazada de pregunta, así que no contesté, me conformé con afirmar con la cabeza. - Con mis trucos me refería a mis poderes - constó abriendo y cerrando las manos mientras miraba hacia ellas - siento que esos poderes se escapan poco a poco de mi cuerpo, puede que pronto no quede nada. Cuando me encontraste aun manaba algo de poder por mi cuerpo, pero éste nacía de mis alas originarias, al quemarlas destruyeron la fuente de mi poder. Las nuevas no pueden generar poder nuevo. Lo que quedaba recorriendo mi cuerpo se gastó en curar mis heridas para poder sobrevivir y aun así la curación fue lenta en comparación a como debería haber sido conservando todas mis fuerzas.
- Yo creo que te recuperaste verdaderamente rápido, jamás había visto algo por el estilo.
- Aun así, eso para alguien como yo era demasiado lento. Las cicatrices no son algo común entre los míos - contemplé el aspa sobre su pecho. - En unos pocos días no quedara ni una gota de poder en mi cuerpo y... bueno, no se lo que ocurrirá cuando eso ocurra, me imagino que me quedaré como un mortal normal solo que con alguna diferencia física - bromeó aleteando ligeramente.
- ¿Porqué no me querías contar esto?
- Por que debes de estar viendo cada vez más que soy un bicho raro.
- No lo eres. Y si lo fueras yo no sería quién para juzgarte. Mírame, vivo entre lobos como una salvaje.
Se rió ante mi comentario, había conseguido lo que deseaba, había liberado algo de peso de sus hombros. Le sentía muy agobiado por el miedo al rechazo. Debía intentar eliminar dicho miedo.
Él estaba sentado con las piernas cruzadas. Me acerqué un poco más para sentarme sobre él a horcajadas y le besé sin decir más apoyando las manos sobre su pecho. Me sujetó por la espalda y al instante sus alas nos envolvieron como una cúpula. Miré hacia arriba, la verdad es que era muy hermoso el como la claridad traspasaba la fina capa membranosa de las alas haciendo que todo nuestro entorno pareciera de un color negro brillante, neblinoso. El entorno parecía cargado de magia. Le miré a los ojos y acaricié su rostro con la punta de mis dedos, él los besó al pasarlos por sus labios.
- ¿Te molesta que nos haya encerrado?
- No. - respondí sin apartar mi mirada de la suya ni un instante.
- Es para prevenir que uno de tus lobos se me lance al cuello. - me dijo con una sonrisa malévola.
- Sabes que no lo harán.
- Lo se, tan solo bromeo. - respondió volviendo a besarme. Sentía el calor de sus besos, la electricidad de sus manos en mi espalda, recorriéndola.
Noté una de sus manos deslizándose hasta que sujetó con fuerza uno de mis senos. Pareció como si una pequeña corriente eléctrica recorriera todo mi cuerpo. Esa sensación que tan solo él había conseguido provocarme. Yo también recorrí su torso con mis manos, con suavidad notando como su piel se erizaba bajo el contacto de mis dedos. La mano que hace unos instantes estuviera en mi pecho empezó a descender por mi vientre, haciéndome estremecerme un poco más por cada milímetro de piel que recorrían sus dedos. Dejé escapar un leve gemido previendo el contacto que estaba por llegar.
El aullido de la gran loba desgarró el aire.
Ambos nos sobresaltamos regresando a la realidad. El aullido venía desde fuera de la cueva, llamaba a la manada a la caza.
- ¿Nos dejará ir hoy a cazar? ¿O nos tendremos que quedar solos en la cueva? - me preguntó con el ardor aun reflejado en su mirada.
Extendió sus alas para dejarme salir. Por un lado me apetecía ir a cazar, pero por otro quería quedarme a solas con él, solo con él. Me puse en pié aun a mi pesar y caminé fuera de la cueva lo más calmada que me vi capaz. Mi pulso seguía alterado y quería volver a su lado, pero teníamos un deber como parte de la manada.
Me presenté ante la loba y en sus ojos vi que quería que aquella noche corriéramos con ellos. Frotó su hocico contra mis piernas, después corrí dentro para llamar a Siivet.
- Esta noche tendrás tu primera cacería. - le grité desde la entrada.
Seguía sentado en el suelo con los ojos cerrados, parecía muy concentrado en algo.
- ¿Sucede algo? - pregunté acercándome un poco más.
- Nada grave - respondió alzando la cabeza y sonriéndome - tan solo necesito unos segundos. Despiertas muchas cosas en mi. - contestó sin dejar de sonreírme.
Entendí a que se refería.
- Te espero fuera, aun se están reuniendo para comenzar la caza. - volví a salir de la cueva sin esperar respuesta.
Observé los rituales de antes de comenzar una caza que compartían los lobos mientras preparaba la cuerda con la que solía ayudar en la cacería anudándola después a mi pierna. Varios de ellos vinieron a restregarse también contra mi, me trataban como a una cazadora más del grupo, yo acariciaba sus hocicos con una mano arrodillada en el suelo. Poco después Siivet apareció detrás de mi. La gran loba se acercó a él y lamió la palma de su mano y se frotó un poco contra él, el resto del grupo no se restregó contra él. Aun no le consideraban un verdadero cazador, debía demostrar sus habilidades en una verdadera caza.
Cuando todos los lobos se hubieron reunido comenzamos a andar, a adentrarnos en el bosque. Siivet caminaba muy cerca de mi con las alas totalmente plegadas y lo más pegadas al cuerpo que le fue posible. Según nos fuimos adentrando en la maleza noté como esas alas empezaban a ser una molestia para él, aunque apenas sobresalieran por encima de su cabeza lo hacían y a veces se le enredaban en las ramas más bajas.
- ¿Qué es lo que debo hacer exactamente? - me preguntó en un momento de la marcha.
- Tan solo observa he imita a los lobos, no tenemos su agilidad ni velocidad, así que tendrás que buscar una manera de compensar esas faltas de alguna otra manera para ser de ayuda a la manada. Por hoy no van a exigir que mates ninguna presa, pero debes ir aprendiendo a cómo ayudar.
- ¿Tu cómo lo haces?
- Yo tengo mi propia técnica, hoy lo veras. Pero en serio no te preocupes demasiado, esta noche tan solo debes de molestarte en observar y aprender. - asintió con la cabeza como tratando de autoconvencerse.
Un rato después la manada paró de golpe y comenzó a formar un semicírculo al rededor de una zona de arbustos. Pronto vi la pequeña cornamenta de un corzo bastante grande para su especie. Creo que me olvide por completo de la presencia de Siivet, le sentía a mi lado, observándome e imitando mis movimientos, pero yo era ya uno con la manada, no era consciente de preocuparme por él en concreto, tan solo la presa y la manada importaban.
El semicírculo se fue cerrando dejando tan solo un hueco abierto, aquel que dejaba una escapatoria hacia una explanada que todos sabíamos se encontraba un poco más lejos. Supe que querían empujar a la presa a campo abierto para que nosotros pudiéramos manejarnos mejor cuando comenzase la carrera.
La presa nos vio y comenzó a correr hacia uno de los flancos, pero los lobos que cerraban el semicírculo por ese lado lo espantaron en la dirección correcta. Todos comenzamos a correr tras el animal, era difícil correr entre la maleza, pero parecía que me iba acostumbrando con el tiempo, aprendía a moverme aunque los lobos me sacaban mucha ventaja yo intentaba mantener el ritmo.
Por fin llegamos a campo abierto, una pequeña explanada, pero en ella teníamos que esforzarnos todos al cien por cien, si la presa volvía a entrar en la maleza, al menos por mi parte, estaría perdida, yo no podría ser de ninguna ayuda entre la arboleda. Corrí con todas mis fuerzas, me sentía ligera, como si mis pies no rozaran el suelo, desaté la cuerda que llevaba en la pierna y me preparé para lanzárla en el momento que tuviera una buena perspectiva.
Cuando por fin obtuve un tiro bueno me dispuse a lanzar la cuerda vi una sombra cerca de mi, Siivet corría a mi lado... no corría planeaba, había extendido sus alas y planeaba precariamente a ras de suelo. Lancé la cuerda, pero no fue un tiro perfecto porque me distraje un instante cuando la sombra de Siivet desapareció de mi lado quedando atrás. Vi cómo la cuerda se ataba solo a una de las patas de la presa y esta trastabillaba un instante sin llegar a caer. Ese pequeño tropezón bastó para que el lobo rojizo saltase sobre el animal y lo sujetase por el cuello, a los pocos segundos otros dos lobos estaban ayudandole a matar a la presa.
Me volví hacia atrás para mirar como el hombre había caído.
- ¿Estás bien? - pregunté arrodillándome a su lado. Mi corazón latía con mucha fuerza y me dolía el pecho al respirar, pero nada fuera de lo normal después de una carrera como aquella.
Le costaba respirar y todo su brazo estaba sangrando, no parecía estar bien. Recordé la vez en la que yo me había quedado sin aire, cuando no podía respirar, mi tráquea se había cerrado en aquella ocasión. Temí que le estuviera pasando lo mismo en este momento.
Se apoyó en el brazo que tenía ileso y tosió varias veces, después tomó aire varias veces.
- Estoy bien - consiguió decir en un susurro.
- No lo estas...
- Tan solo necesito descansar - me cortó.
- Necesitas beber algo. - eso no me lo negó.
A lo que sí se negó fue a acercarse y tomar sangre de la presa, dijo que prefería esperar y beber agua. Y aunque le expliqué cómo me había ayudado a mi la otra vez dijo que esperaría. Varios lobos se acercaron a nosotros con los hocicos ensangrentados, dibujaron en mi cuerpo como en mi última cacería y también pintaron algún punto y alguna línea sobre su cuerpo, la gran loba dejó un lunar sangriento sobre su corazón.
Cuando hubieron despiezad la presa comenzamos la vuelta al cubil, volvimos a pasar por el arrollo y paramos a beber, tanto Siivet como yo lo necesitábamos y creo que alguno de los otros lobos también necesitaba agua fresca. Me fije en que él caminaba precariamente, había limpiado la herida de su brazo y no era más que un raspón profundo a lo largo de todo el brazo. Según me contó había intentado planear pero esas alas aun no respondían como él recordaba y había perdido el equilibrio y había ido a frenar con el brazo en el suelo antes de dar una vuelta de campana completa tras otras.
Aun habiendo bebido ya se notaba que le dolía al respirar aun algo, estaba agotada y yo tampoco estaba en una situación muy diferente. Ayudé a los lobos a enterrar la carne, él solo se sentó a esperar. Entramos en la cueva y le ayudé a llegar a la zona en la que dormíamos, recordé cómo me había arrastrado hasta ese mismo rincón la vez que había tenido mi primera cacería de verdad, aquel día en el que me faltó el aire.
- ¿Seguro que te encuentras bien? - le pregunté preocupada.
- Tan bien como estás tu - me contestó intentando esbozar una sonrisa.
Le arropé y me tumbé a su lado para descansar, no nos preocupamos en mirar si los lobos tenían intención de dormir ya o no, ambos estábamos totalmente agotados. Deposité un beso en su mejilla, pero él ya se encontraba en los brazos de Morféo. Pronto yo también caí en el sueño.

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